05. BATALLA DE SAN QUINTÍN (1557)

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Monasterio de San Lorenzo de El Escori

No cabe ninguna duda que cuando visitamos el Real Monasterio de El Escorial quedamos extasiados ante un monumento considerado la “octava maravilla del mundo”. Y si su exterior es impresionante, en su interior se guardan gran cantidad de tesoros y documentos esenciales para conocer la historia de España. San Lorenzo fue un sueño, el Xanadú particular de un rey que ha pasado a la historia como uno de los más importantes: Felipe II. Heredero de un imperio “donde nunca se ponía el sol”, su obsesión era construir un lugar donde lo más cercano posible a su encuentro con Dios, un lugar situado en algún lugar donde se concentraran fuerzas místicas, que escondiera un simbolismo religioso especial. Porque el principal objetivo de este rey no era las conquistas ni las victorias bélicas. Su fin principal era la salvación eterna. Y a ello dedicó su vida.

Felipe II
Felipe II

Aquel sueño lo convirtió Felipe II en una realidad. Encontró el lugar indicado. Algunos dicen que el monasterio está construido sobre una de las puertas del infierno. Vaya usted a saber. Apenas reparamos en ello cuando contemplamos el imponente edificio. La realidad es que está situado en un lugar idílico y no nos imaginamos puerta alguna infernal en este lugar. Pero, insisto, vaya usted a saber. Y es que sobre la construcción de este edificio se podía escribir mucho. Aquí hablaremos del origen de su nombre, lo que además constituye también un misterio. Y es que Felipe II decidió, no la construcción ni el lugar de este monasterio, sino su denominación e, incluso, la forma del edificio. Y lo hizo motivado por una de las mayores victorias bélicas conseguidas a lo largo de la historia de España: la victoria de la batalla de San Quintín. La fecha de esta victoria, 10 de agosto de 1557, coincidente con la fecha del martirio de San Lorenzo, el 10 de agosto de 258, dio la oportunidad a Felipe II de inspirarse en la construcción del monasterio.

San Lorenzo, aquel a quien el papa Sixto II confió la custodia del Santo Grial, para protegerlo del emperador romano. Tras el asesinato del papa, el precepto de Roma ordenó a Lorenzo que entregara las riquezas de la Iglesia. Lorenzo entonces pidió tres días para ponerlas a su disposición. Pasado ese tiempo se presentó ante este con todos los ancianos, pobres, lisiados, enfermos y leprosos que encontró y los dispuso a su disposición presentándoselos como los bienes más preciados de la iglesia. El prefecto entonces se sintió burlado y le condeno a morir en una parrilla. Y en este personaje se inspiró Felipe II para la construcción del monasterio. De ahí que, según dicen la planta del edificio tenga forma de parrilla y se haya dedicado al santo. Dicho esto a modo de introducción, vayamos a la historia.

Año 1556, el rey Carlos I de España abdica, por motivos de salud, en su hijo Felipe II. Le cedía un reino y un imperio, entre el que se incluía una buena parte de Europa. Un año más tarde, fallecía el rey francés Francisco I, sucediéndole en el trono su hijo Enrique II. Ambos nuevos reyes heredaban de su padre, además del patrimonio, la secular enemistad entre España y Francia. Y aunque Felipe II deseaba la paz, un tercer personaje se encargaba de avivar el fuego entre ambos reyes: el nuevo Papa de origen napolitano, Paulo IV, quien odiaba a los españoles por considerarlos mestizos de judíos y moros. Así, el Papa buscó de inmediato una alianza con el rey francés, cuyo objetivo era la conquista de uno de los reinos heredados por Felipe II de su padre: Nápoles.  Aquel acuerdo consistía en que el ejército del Papa atacaría a los españoles y el francés acudiría en su ayuda. Felipe II actuó con rapidez y determinación, ordenando, por un lado, al duque de Alba, entonces virrey de Nápoles, con su ejército contra los Estados Pontificios; y por otro, a Manuel Filiberto, duque de Saboya a que se dirigiera hacia Francia.

Retrato del duque de Alba-Tiziano
Retrato del duque de Alba-Tiziano

Cuando el duque de Alba se situó en las inmediaciones de Roma, el Papa, recordando el saqueo de Roma llevado a cabo por Carlos I en 1527, temió que se repitiera aquello, por lo que solicitó un armisticio, aceptado por Felipe II. Y mientras el duque negociaba con el Papa los acuerdos el mismo, Felipe II llegaba a Francia procedente de Inglaterra, donde había visitado a su esposa la reina María Tudor y había conseguido ayuda inglesa contra Francia, decidido a conquistar San Quintín para, desde allí, dirigirse a París. El duque de Saboya había engañado a los franceses haciéndoles creer que se dirigiría hacia Guisa, en la Borgoña francesa, para conquistarla. Los franceses concentraron todas sus fuerzas allí, lo que aprovechó el duque de Saboya para dirigirse a la Champaña, donde se encontraba San Quintín, con todo su ejército, más de sesenta mil hombres, a los que se unieron otros siete mil soldados ingleses conseguidos por Felipe II, conquistando la ciudad el 10 de agosto de 1557. En menos de una hora los españoles habían a los franceses. Cuando Felipe II llegó, solo sudo contemplar los estragos de la batalla y los muertos que llenaban el campo de batalla.

Grabado del asedio a San Quintín
Grabado del asedio a San Quintín

La victoria de San Quintín abría el camino de París, pero Felipe II, por algo se le conoció como El prudente, prefirió mantener el asedio a la ciudad y tomarla definitivamente, perdiendo un tiempo esencial para marchar sobre París, lo que aprovecharon los franceses para reagruparse y asegurar la capital. Finalmente, la guerra cuatro años más tarde, con la llamada “La Paz de Cateau-Cambresis”, en el que Francia renunciaba a sus ambiciones italianas. Una paz asegurada además con el matrimonio entre el duque de Saboya con la hermana de Enrique II, Margarita, y Felipe II con Isabel de Valois, hija del propio Enrique II, que en aquel momento contaba trece años, hija de Enrique II.

Fue entonces cuando el rey prudente llevó a cabo sus sueño de construir un monasterio en conmemoración de esa importante victoria española. La fecha del 10 de agosto le proporcionó el nombre de su sueño: San Lorenzo.

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