In Ictu Oculi. Valdés Leal

IN ICTU OCULI Y FINIS GLORIAE MUNDI. Valdés Leal. Hospital de la Caridad.Sevilla

A mediados del siglo XVII, la ciudad de Sevilla se vio asolada por tristes sucesos provocados por la epidemia de peste bubónica de 1649, y que se extendió con gran rapidez por la ciudad y ocasionando miles de muertos, tanto por los efectos de la pandemia como por la escasez de alimentos debido. Además las fuertes lluvias en ese mismo año provocaron la desborde del río Guadalquivir, actuando como transmisor de la enfermedad. Sus aguas se convirtieron en un gran mortuorio y los cadáveres flotaban arrastrados por ellas. Y es en este contexto histórico cuando la Hermandad de la Santa Caridad, fundado un siglo antes y cuyo fin esencial era enterrar a los muertos ahogados, suicidados o aquellos cadáveres que no eran reclamados cobró una especial importancia

Algunos años después, en 1662, un joven aristócrata llamado Miguel de Mañara, caballero además de la Orden de Calatrava, ingresa en la Hermandad, convirtiéndose en Hermano Mayor. El noble, de quien dice inspiró el personaje de Don Juan Tenorio, cambió su vida disoluta por el servicio a los más necesitados a través de la Hermandad.

Miguel de Mañara financio la construcción de un hospital con una iglesia adyacente, la Iglesia y Hospital de la Caridad de Sevilla, y encargó a varios pintores sevillanos la decoración de la misma, como Bartolomé Esteban Murillo o Juan de Valdés Leal. Mañara estaba obsesionado con la muerte y en su libro, Discurso de la Verdad, advertía a todos aquellos que viven solo para el placer y los goces de la vida terrenal, advirtiéndoles de las consecuencias de ello tras la llegada de la muerte y el consiguiente castigo. Fue por ello que encargó a Valdés Leal dos pinturas para situarlas bajo el coro de la iglesia. Su objetivo era afirmación de que la caridad no sólo era un acto de humanidad, sino el camino para preparar el alma del buen cristiano para el Juicio Final. Juan de Valdés Leal llevó a cabo el encargo de Mañara y pintó los dos cuadros, a los que llamó los Jeroglíficos de las Postrimerías. Las pinturas de este díptico, son  In ictu oculi y Finis gloriae mundi 

En In ictu oculi, la muerte está representada por un esqueleto que porta una guadaña y un ataúd. Su mano derecha apaga una vela, que simboliza la vida, y sobre la que podemos leer el título de la obra, extraído de la I Epístola de San Pablo a los Corintios, y que quiere decir «en un abrir y cerrar de ojos» que significa que la muerte aparece sin avisar. El pie izquierdo de esta se apoya sobre un globo terráqueo, pues la muerte gobierna el mundo sin excepciones. En la parte inferior del cuadro aparecen símbolos del poder eclesiástico. Más abajo, desparramadas, armas, y objetos relacionados con las letras y las ciencias. Representan la vanidad de los placeres y las glorias terrenales y son, en todo caso, efímeras, al contrario de la salvación, eterna. Y eso vale para todos, eclesiásticos, representado por el báculo, la mitra y el capelo cardenalicio, y reyes, con la corona, el cetro o el toisón. La sabiduría, las riquezas o la guerra tampoco son los vehículos para escapar de la muerte. La muerte mira fijamente al espectador, mostrando su superioridad.

El otro cuadro, Finis gloriae mundi, complementa el mensaje del primero. El cuadro está dividido en dos niveles. En el inferior, se aprecian varios cadáveres en estado de descomposición, con los insectos devorándoles. En primer plano se encuentra el cuerpo de un obispo, reconocible por sus ropajes, y el de un caballero de la Orden de Calatrava, amos en sus ataúdes. Bajo el ataúd del eclesiástico una conta recuerda el nombre del cuadro, que en latín significa «El fin de la gloria del mundo», Al fondo, una lechuza y un murciélago, representan el mundo oscuro en el que se encuentra la escena.

En la parte superior, aparece la mano de Cristo, reconocible por las marcas de los clavos de sus manos, que sostiene una balanza en cuyos platos se pueden leer las inscripciones «NIMAS» y «NIMENOS», que significa que lo bueno y lo malo han de estar en equilibrio, En e plato de la izquierda vemos representados animales que representan los pecados capitales, como son los casos del cerdo y el mono, asociados a la gula y la lujuria. En el otro plato aparecen los objetos necesarios la salvación, entre los que hallamos un corazón con el símbolo de Jesús, libros de oración o un crucifijo. La balanza estaría nivelada y es el ser humano con su libre conducta quien debe inclinarla hacia un lado u otro. 

. La filosofía barroca de la «vanitas» difícilmente puede plasmarse mejor en un lienzo. El cuadro está rematado en un arco de medio punto y compositivamente sigue un esquema triangular en el que se inscriben un amplio número de diagonales que dotan de mayor ritmo al conjunto. El fondo en penumbra crea un efecto más dramático y simbólico al sugerir que la muerte sale de las tinieblas y avanza hacia el espectador, dotando de mayor teatralidad a la escena. El contraste entre el negro del fondo y la viveza del colorido de los objetos y las telas también tiene un sentido alegórico.

En ambos cuadros, Valdés Leal emplea una iluminación que enfatiza a los protagonistas de los mismos, en una atmósfera tenebrosa y dramática. En el primero, la muerte sale de las tinieblas y avanza hacia el espectador. En el segundo, la luz incide sobre los cadáveres de primer plano con una potente luz, mientras el fondo queda en penumbra y la mano de Cristo recibe la luz dorada. A causa de estos cuadros, Valdés Leal ha sido considerado el pintor de la muerte, algo injusto porque lo que el pintor hace en ellos es seguir los deseos de su encargo.