Chagall: la libertad soñada

La Fundación MAPFRE nos ha propuesto una exposición sobre el pintor de origen ruso Marc Chagall bajo el título “Chagall. Un grito de libertad”, una acertada propuesta sobre un genio de la pintura al que le tocó vivir en medio de varias convulsiones históricas, como fue la Revolución Rusa, de la que fue un defensor en sus inicios, las dos Guerras Mundiales y la persecución judía y holocausto de Hitler. El propio Chagall, siendo judío, fue víctima de todo ello. Nacido como Moishe Shagal, nace en Vitebsk, un pueblo pequeño donde la mitad de la población era judía.

Chagall se pintó a sí mismo en muchas ocasiones, como a su ciudad natal, tal vez porque fue el único lugar en el que fue feliz y libre, aunque las circunstancias le llevaron a abandonarlo. En su obra Hombre gallo sobre Vitebsk, Chagall se pinta a si mismo con cabeza de gallo con un quinqué en la mano mostrando su deseo de buscar la libertad y superar las fronteras y las dificultades.

Para Chagall el gallo tenía un significado simbólico pues está relacionado con los rituales de la antigüedad. Su canto es el canto de la libertad. Una figura se abraza a él con cariño y ternura. Puede ser una mujer. Lo que si está claro es el significado del amor y su importancia en la vida que se repite en la pareja de la barca, en actitud amorosa o la que asoma sobre el pie de la jinete. Su mensaje, no obstante, es tal complicado de interpretar como su estilo. Podríamos incluirlo en el surrealismo, como también el expresionismo ruso, sin olvidar el cubismo que conoció en París. Este artículo lo hemos iniciado con su Autorretrato pintado en 1911, nada más llegar a París. En él se aprecia esta mezclas de estilos, desde el cubismo hasta el impresionismo, pintándose a si mismo de frente y de perfil.

Chagall fue un pintor que se vio obligado, por las circunstancias políticas y sociales, a vivir en varios países y lugares y de cada uno de ellos quedó una impronta en sus obras. Pero nunca olvidó su Vitebsk natal y cualquier excusa fue buena para incluirlo en muchos de sus cuadros, como símbolo de Edén, nunca olvidado y siempre buscado. Arriba vemos La casa gris, pintado en el verano de 1914, durante la Primera Guerra Mundial. Se aprecia en el mismo un cierto estilo cubista, en un ambiente onírico y fantástico. En la parte inferior izquierda es el propio pintor.

Como decimos, obra de Chagall nos propone un diálogo entre él y el espectador en su visión de la vida y la libertad. Una obra de carácter onírico, con acróbatas, arlequines junto a animales tocando el violín o personajes antropomorfos protagonizando un universo burlón y fantástico. Junto a ellos, encontramos a rabinos abrazando a la Torá reivindicando su pesar y miedo. Arriba vemos su cuadro Aldeano con la Torá, donde, en un paisaje nevado de su ciudad natal que contrasta con el negro presagio del cielo, vemos a un rabino protegiendo un rollo de la Torá, su bien más preciado. La obra de Chagall es un sueño de libertad como antídoto contra la pesadilla de la guerra y la intolerancia.

Marc Chagall fue un pintor humanista, gran defensor de la libertad y de la paz, de los derechos humanos y la tolerancia, con un claro mensaje político dirigido hacia aquel que acepta su diálogo. Sus cuadros con una mezcla entre entre realidad y fantasía, la libertad soñada y buscada desesperadamente. Su obra «El ojo verde» traduce profundidades y recuerdos de su tierra natal. El Verde esmeralda, que recuerda al de las hojas en primavera o el de los árboles. La luna, el gallo y su madre ordeñando a una cabra forman parte de esos recuerdos.

El estallido de la Primera Guerra Mundial sorprende al pintor en  su pequeña ciudad natal, a donde había regresado en 1914, tras tres años de estancia en París, para asistir a la boda de su hermana.  Aquí permanecerá durante tres años, a la espera de acontecimientos. Y aquí conocerá a pintores como los pintores Modigliani y Pablo Picasso, el escultor cubista Jacques Lipchitz y el poeta Guillaume Apollinaire, entre otros intelectuales y artistas con los que el pintor bielorruso conectará intelectual y socialmente. El tiempo y la edad no afectará a la lucha incesante por la libertad. A sus ochenta y siete años, Chagall pintó el cuadro La caída de Ícaro sobre la tradición mitológica del hijo de Dédalo al morir al quemarse sus alas al acercarse demasiado al sol. Aquí, lo convierte en el episodio bíblico de la Caída del Ángel. Sobre una aldea, Vitebsk, la escena se divide en dos partes: el cielo y la tierra, divididos por una línea que marca el horizonte y separa ambos mundos.

Tras pasar algún tiempo en París y Berlín, Marc Chagall regresó en 1914 a Vitebsk, ciudad donde había nacido veintisiete años antes, con la intención de casarse. Su novia, Bella Rosenfeld, pertenecía a una familia judía bien situada que no aprobaba la relación y tardó en aceptarlo. El pintor muestra en su cuadro Doble retrato con vaso de vino, un autorretrato en el que el artista aparece con su esposa, una muestra de su inmensa felicidad por su matrimonio. Un brindis por la felicidad, una verticalidad que da la idea de estar en las nubes, el estado del enamorado. El artista subido a hombros de su amada está literalmente por encima de las cosas terrenales. Bella también sobrevuela la realidad porque, pese a estar abajo, sus pies no tocan el suelo, sino que están en contacto con el agua del río, como si pudiera caminar sobre él.

Aquellos años fueron muy convulsos. La Primera guerra había acabado con el Tratado de Versalles en 1919, el cual dejaba muchas incógnitas futuras. Dos años antes había estallado la Revolución Rusa y encendía el Este de Europa con la llegada de la dictadura comunista a un alto coste de vidas. En el fondo de la escena europea, una Alemania humillada por los vencedores albergaba en su seno el monstruo del nazismo. Chagal había saludado con entusiasmo la llegada del comunismo. Y lo hacía así porque la Rusia zarista perseguía a los judíos, lo que había obligado a Chagall a su primer exilio de París. Su apoyo a la revolución le llevó en 1918 a ser nombrado comisario de bellas artes de su ciudad, donde fundó una escuela de arte y un museo. Dedicó algunos cuadros a saludar el nuevo régimen comunista, como el cuadro que lleva por título Revolución. Pero aquella etapa duró poco, y dos años más tarde, después de su matrimonio, se vio obligado a abandonar su aldea y trasladarse a Moscú, donde trabajó en el Teatro Nacional Judío de Cámara. Durante estos años la obra de Chagall comenzó a dar giros cada vez más fantásticos y surrealistas con un mensaje que nada tenía que ver con Marx, Lenin y la revolución y el comunismo empezó a considerar al pintor un elemento incómodo.

No tardó Chagall en abandonar la Rusia revolucionaria y regresar a París, llevándose consigo sus recuerdos de niñez y de su ciudad natal, que le acompañarán en buena parte de su obra futura. Y todo ello formará parte de su mundo onírico formado por las torres de las iglesias de Vítebsk, los animales, los campesinos, los magos y los hombres voladores en una constante reivindicación un judaísmo perseguido por el Holocausto.

Una de las más características más singulares de la pintura de Chagall se encuentra en sus personajes: la mayoría de sus obras presentan seres voladores, muchos de ellos femeninos. Es el caso de su cuadro Paseo sobre Vitebsk, donde una mujer, que podía ser su esposa, vuela de espaldas completamente desnuda sobre su ciudad natal. Es una premonición sobre los acontecimientos que tendrán lugar en Europa. La ciudad se recorta sobre un cielo gris y amenazante. El desnudo aporta la melancolía e inquietud, mientras el jarrón de rosas significa la esperanza. El tono gris de la escena contrasta con el colorido de otras obras de Chagall.

En 1931 viaja a Tel Aviv para ayudar a la creación del Museo de Arte Judío. Allí pasará cerca de tres meses atraído por aquella tierra que se iba a convertir en la patria de los judíos. De todo ello nacerán las pinturas de rabinos abrazados a la Torá, como protegiendo su fe y resistiendo a mundo que les persigue o escenas como la de su cuadro El Muro, mostrando el Muro de las Lamentaciones.

Fruto de todo ellos es uno de sus cuadros más conocidos, Soledad, pintado en 1933. Tras el personaje principal, que sostiene las Escrituras con gesto paciente acompañado de su violín y de una vaca consoladora, un humo oscuro envuelve una ciudad sobrevolada por un ángel. El cuadro parece adivinar los hornos de los campos de exterminio.

En otro cuadro, El ángel de la paleta, concluido en 1937, Chagall se representa simbólicamente a si mismo como un ángel con las alas ensangrentadas como mensajero y testigo de las amenazas del momento. Al fondo, como en innumerables ocasiones, se ve la silueta de su ciudad natal, mientras en el extremo inferior derecho, una pareja de enamorados se abraza. En el otro extremo encontramos un animal muy utilizado por Chagall en su obra, una cabra. El pintor aporta un mensaje de esperanza mostrando que la belleza y el amor surgen de la tragedia y son la luz de las tinieblas.

Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, Chagall decidió permanecer en Francia, aun consciente del peligro que acechaba a los judíos. En el otoño de 1940, Francia ha sucumbido al nazismo. Chagall ha abandonado París y se ha refugiado en el pueblo provenzal de Gordes, pero es víctima de ataques y amenazas antisionistas. Chagall había creído que Francia podía ser su hogar, sin que su condición de judío fue un problema, pero ahora veía que no era así. En realidad, Chagall se sentía extranjero en cualquier lugar. Por aquellos años comienza a representar la Crucifixión de manera regular. Ello se debe a que las deportaciones nazis contra los judíos eran cada vez más frecuentes. La razón de ello fue apropiarse de la Crucifixión, propia de la tradición artística cristiana, y convertirla en símbolo del martirio judío. Una de las más importantes es su Crucifixión en amarillo, en el que Cristo lleva las tradicionales filacterias judías, objetos de ritual judío, en su cabeza y brazo izquierdo y una enorme copia del Torá en su brazo derecho.

Otro Cristo crucificado aparece en su Éxodo, cuyo título alude al éxodo de los israelitas de Egipto en el año 1200 a.C, conducidos por Moisés. En el cuadro se ve a Chagall de pie, abajo a la derecha, sosteniendo las tablas con los Mandamientos que acaba de recibir de Dios. El pueblo de Israel camina hacia su propia tierra, una historia que se cuenta en la Biblia y que también fue una realidad histórica durante toda la Segunda Guerra Mundial hasta el establecimiento del Estado de Israel en 1948. Así Chagall lo ve, y en el proceso, a su manera habitual, mezcla los distintos niveles históricos y fuentes literarias. El dolor por la humanidad que sufre en aquellos años tormentosos, tiñe sus composiciones de melancolía y oscuros presagios. La barbarie nazi se convirtió en la principal fuente de inspiración. Finalmente, Chagall se ve forzado a exiliarse en los Estados Unidos y se instala en Nueva York durante esos años.

En América, Chagall y su esposa vivirán un largo exilio en el que el pintor manifestará en su obra la denuncia contra las atrocidades contra el pueblo judío y los horrores de la guerra. Uno de ellos fue su cuadro La Guerra, que muestra la figura de un cadaver con los brazos en cruz tirado sobre la nieve. En la parte superior, en una nube azul se aprecian borrosamente a unos hombres armados y a una Virgen que sostiene a un niño sobre un trineo observando la escena sanguinolenta de caos.

Otro cuadro que define la visión de Chagall sobre la guerra es Incendio en la nieve, en la que el personaje principal es una mujer que sostiene a un niño protegiéndolo del incendio producido por la guerra, en un alegato contra los desastres de esta.

Otro lienzo dedicado a La guerra incluye la idea de expulsión y la del éxodo judío escapando de ella. Un carro tirado por caballos, cargado con personas, se aleja de la ciudad en llamas. Tras el carro, un hombre con sus
pertenencias en una bolsa sobre la espalda le sigue. Los personajes que han salvado la vida gesticulan y se abrazan desesperados, mientras en la ciudad personas y animales se consumen entre las llamas. La crueldad de la guerra y el sufrimiento del pueblo es el mensaje que nos transmite Chagall. Al fondo, a la derecha, un Cristo crucificado simboliza la condición de mártires de las víctimas.

Chagall vivió una vida de exilio eterno motivado por las circunstancias. Pero siempre llevó consigo sus recuerdos y vivencias, aún desde la infancia. El Violinista verde  es uno de ellos. El cuadro es parte de la nostalgia por la tierra natal rusa, mientras, la conexión con lo religioso y cultural es representado con el violinista sobre los techos de una aldea, su aldea natal de nuevo. El violinista era una figura habitual en las ceremonias y fiestas. Él mismo cuenta cómo uno de sus tíos se subía al tejado de la casa a tocar el violín por las tardes cuando volvía del trabajo Chagall muestra su deseo de escapar de los confines de su propia realidad. El violín, un símbolo siempre presente en las obras de Chagall, representa la creatividad y la espiritualidad, añadiendo aún más profundidad al significado de la pintura.

A finales de agosto de 1944 Chagall y su familia toman la decisión de regresar a Francia. Pero antes del regreso, Bella cae enferma de manera inesperada al contraer una infección en la garganta. Por ese entonces no era fácil conseguir penicilina y cuando su hija Ida la consiguió, ya era demasiado tarde. Era el 2 de septiembre de 1944 a las seis de la tarde. Fue un duro golpe para el pintor. Su tristeza y melancolía paralizó su inspiración y sus ganas de pintar, y no lo hizo hasta la primavera de 1945. Chagall Murió a la edad de 97 años, el 7 de julio de 1985, y está enterrado en el pueblo de Saint-Paul de Vence, cerca de Niza, junto a su segunda esposa Valentina Bródskaya y su cuñado. De su estancia en París nos quedará su cuadro Amanecer en París, una hábil relación entre el rojo y el azul, el contraste entre la noche y el alba.

La actual exposición nos proporciona una extraordinaria oportunidad de comprender la angustia y la desesperación del hombre en un periodo de continuas guerras, pero también de conocer los antídotos contra esos desastres. La vida, el amor y la libertad son los personajes que protagonizan. Pero también la defensa de la cultura y tradiciones por encima de todas las circunstancias. Chagall nunca renunció a ello con un mensaje que puede parecer difícil de comprender bajo un prima demasiado racional. Pero el mundo de Chagall fue muy poco racional. Precisamente la exposición se inicia con una metáfora del mundo de Marc Chagall, la Commedia dell’Arte, una de las pinturas más grandes (2,55m × 4 m) pintada en 1958. Un cuadro que incluye casi todo el vocabulario onírico del artista. El mundo de Chagall es similar a un gran circo, en el que se encuentran músicos, acróbatas, saltimbanquis y malabaristas, todo un universo circense que el pintor usa de forma metafórica para señalar los cambios políticos y sociales, que convierten el mundo en un escenario en el que conviven el drama y la comedia, la guerra y la humanidad. Cada uno de los personajes poseen un significado. Así, el circo es el mundo observado por la cabeza del gallo de la parte inferior, mientras el caballo, un ser antropomorfo, toca el violín y dirige su música hacia los enamorados situados en la parte inferior derecha. En la escena sobrevuela un pegaso, que simboliza la inspiración artística a la que mira el director de la orquesta. Arriba, a la izquierda, una paloma, que simboliza la paz, se encuentra en una burbuja, encerrada y amenazada. Y no falta el diablo, el mar, quien observa desde la derecha, entre los espectadores, identificado gracias a su rostro en forma de triángulo.

Prácticamente todas las imágenes de los cuadros de Chagall están cargadas de simbolismos extraídos del arte popular ruso y en muchos de sus lienzos aparecen sinagogas, bodas y cementerios judíos. Eran parte de su equipaje de su patria natal. Una patria que tuvo que abandonar por las circunstancia ya descritas. No fue fácil para Chagall poder salir de la pequeña aldea para marchar a San Petersburgo. Los judíos precisaban de visados o permisos especiales pero finalmente lo logra. Chagall busca la libertad sobre todo. Y ello lo manifiesta en sus personajes voladores que desafían la ley de la gravedad en la misma medida que el hombre ha de desafiar la tiranía y la persecución. Sus seres voladores rompen esas normas porque la fantasía y la inspiración hacen posible cualquier cosa. Las aves vuelan. El hombre no. Pero el mundo onírico de Chagall es como un cuento donde todo es posible. Los cuentos populares contenían mensajes subliminales y personajes fantásticos. Los cuadros de Chagall tienen también mensajes y personajes fantásticos.

Los dos últimos cuadros que vemos pertenecen a una serie de tres cuadros pintador por Chagall estaba exiliado en Estados Unidos. En ellos vemos cómo el color también ofrece un nivel más de explicación de la obra, en la que el rojo recuerda la violencia de la guerra y el sufrimiento del pueblo judío. El propio Chagall se incluye en los tres cuadros. Como pintor, como víctima. Como protagonista involuntario de un tiempo difícil y complicado de interpretar. Como la obra de Marc Chagall.