Morella

Panorámica de Morella. Foto: J.A. Padilla

La vista desde la carretera es impresionante. Tanto que nos obliga a detenernos y contemplar con tranquilidad lo que se levanta ante nuestros ojos. Una impresionante muela coronada por un castillo que parece elevarse hasta el cielo mismo. Y un poco más abajo la robusta muralla que envuelve aquel enclave. Es la primera impresión que tenemos. Pero, desde luego, no será la última. Es Morella.

Foto: J.A. Padilla

La muralla fue levantada durante el reinado de Pedro III en el siglo XIV sobre las antiguas defensas del siglo XI, dañadas por las tropas del Cid durante el asedio al que sometió la ciudad en el 1084, consta de catorce torres y seis puertas distribuidas a lo largo de sus 2.500 metros de perímetro, con una altura media de 10 metros y unos dos metros de grosor. Fue declarada Monumento Histórico en 1931, junto a la Iglesia Arciprestal, y en 1934 derribó parte de ella para que los coches accedieran al centro urbano.

Muralla y Castillo. Foto: J.A. Padilla

Morella nos abre sus puertas y torres por las que han pasado, antes que nosotros, personajes históricos, como el rey Jaime I durante la Reconquista. Íberos, romanos, musulmanes, cristianos, etc. han dejado su huella en Morella habitada desde 3000 a.C., aprovechando su privilegiada ubicación, casi inexpugnable.

Torre de San Mateo. Foto: J.A. Padilla

Y nos abre sus puertas por varias de ella, como la Puerta de San Miguel, la de San Mateo, la del Foercall, la del Rey, la Ferrisa y la de la Nevera.

Puerta de San Miguel. Foto: J.A. Padilla

La Puerta de San Miguel está formada por dos torres gemelas unidas en la parta alta por un puente de piedra, siendo la entrada principal de la ciudad. Actualmente se pueden visitar sus pisos interiores y desde ellas se realiza un trayecto por el paseo de ronda de la muralla, hasta la Puerta de la Nevera.

Calle Blasco de Aragón. Foto: J.A. Padilla

Una vez atravesada la puerta, accedemos a la Judería y, concretamente a la calle Blasco de Aragón, donde se concentran la mayoría de comercios y restaurantes de la villa. Destaca, el tramo porticado con columnas de piedra donde se sitúa, desde tiempos de Jaime I, el mercado semanal. Además, en esta calle podemos observar varias casas blasonadas.

Ayuntamiento. Foto: J.A. Padilla

Entre ellas, el Palacio del Ayuntamiento, un gótico cuya fachada data del siglo XVII. En su interior destacan las salas del Consejo y de la Justicia, que conservan su estructura medieval. Bajo esta última sala se encontraban la cárcel y los calabozos.

Santa María la Mayor. Foto: J.A. Padilla

La Iglesia de Santa María la Mayor es un extraordinario ejemplo del gótico valenciano. Fue construida en el siglo XIII, con planta basilical, dividida en tres naves de arcos ojivales. Destacan en su fachada dos pórticos de gran belleza escultórica: la Puerta de los Apóstoles y la de las Vírgenes.

Foto: J.A. Padilla

En el interior, destacan la escalera del coro, el altar mayor barroco y el órgano, considerado el más importante de la Comunidad Valenciana. En la parte posterior del coro se encuentra el friso del Pórtico de la Gloria.

Convento de San francisco. Foto: J.A. Padilla

Subiendo hacia el castillo, encontramos a sus pies el antiguo convento de San Francisco, el cual posee una iglesia y un claustro de gran belleza con su arquería de gran elegancia arquitectónica. En el interior de la sala De Profundis la pintura macabra: «La danza de la muerte», que representa la igualdad ante la muerte. Las obras de construcción del Claustro comenzaron en 1280 y la Iglesia se finalizó entre 1350 y 1360.

Danza Macabra. Foto: J.A. Padilla

La Sala de Profundis o Capitular era el lugar donde velar a los frailes difuntos y cuenta con una pintura mural que aborda el tema medieval de la muerte, llamada “la Danza de la muerte”.

Casa de San Vicente Ferrer. Foto: J.A. Padilla

Camino a la iglesia nos encontramos con una casa en la que luce un azulejo que recuerda el paso de San Vicente Ferrer por Morella y el milagro atribuido al santo. Durante las conversaciones con el Papa Luna, San Vicente se alojó en esta casa. La leyenda cuenta que la señora de la casa, un poco desequilibrada, viendo que no podía agasajarle como merecía, optó por matar a su hijo y cocinarlo para ofrecérselo al santo. Cuando llegó el momento de comer, San Vicente, descubriendo que aquello que estaba en el plato era un niño, hizo el milagro de volverlo a la vida.

Castillo. Foto: J.A. Padilla

Y llegamos al castillo. Aquel que nos llamó la atención a nuestra llegada, coronando la imponente “muela” sobre la que se asienta Morella. El castillo es una fortificación del siglo XIII, originalmente islámico y reformado posteriormente en la época medieval. Consta de la plaza de armas, el palacio del gobernador, el aljibe, la torre de la Pardalea, restos de palacios reales, torres de Homenaje y pabellones, por donde han pasado diferentes formas de civilización y culturas.

Foto: J.A. Padilla

El castillo se divide en tres niveles. En el nivel inferior se encuentran la entrada y el Palacio del Gobernador. En el segundo nivel se situaban las baterías de artillería. Y en el nivel superior se hallaba el castillo propiamente dicho. Esta parte sufrió modificaciones en la Guerra de Sucesión y durante las guerras carlistas. A esta zona se accede a través de una escalera, que tenía 90 peldaños de los que se conservan 54, que da paso a la plaza de armas, en cuyo centro se encuentra un aljibe de la época romana y los restos de un cuerpo de guardia. La parte más alta del castillo se encuentra a 1072 metros de altura sobre el nivel del mar.

Foto: J.A. Padilla

La visita a Morella no deja indiferente a nadie y provoca las emociones propias de cuando se vive algo sublime.

Foto: J.A. Padilla