San Esteban de Gormaz

Plaza Mayor. Foto: J.A. Padilla

La  villa medieval de San Esteban de Gormaz, declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1995, es uno de los ejemplos de la amplia historia que posee muchos enclaves castellanos y que es preciso conocerlos. Por eso es tan importante su visita. Porque, a la par que disfrutamos de sus monumentos, podemos conocer su fecunda historia.

La villa de San Esteban está situada a 70 kilómetros al oeste de la capital, Soria. Ubicada en una ruta estratégico de gran importancia, como era Ruta de la Lana y  el Camino del Cid, a orillas del Río Duero. Ello la convirtió en un asentamiento humano desde la prehistoria misma. Romanos y árabes también permanecieron en este lugar, rodeado por otros enclaves como la cercan a Uxama, Tiermers, Clunia y Segontia. De todo ello encontraremos vestigios en nuestra visita.

Castillo. Foto: J.A. Padilla

Como en tantas y tantas villas de origen medieval, el castillo vigila desde lo más alto del cerro todo lo que ha sucedido a su alrededor durante siglos. Si bien, en este caso, el tiempo ha sido su peor enemigo El castillo, o lo que queda de él, fue construido por los árabes en el siglo IX en el tiempo en el que llamaron a este enclave Castro Moro. Después, tras la conquista cristiana, adquiere el nombre actual y la villa alcanzará una gran importancia. Alfonso X el Sabio la menciona en la leyenda del Vado del Cascajal, incluida en sus Cantigas de Santa María y en 1187 se celebraron aquí las primeras Cortes de Castilla.

Foto: J.A. Padilla

De esta forma, el Castillo pasa a manos cristianas en el siglo XI para controlar el paso por el puente sobre el río Duero. Al castillo se llega desde el pueblo partiendo de un camino que sale de la iglesia de San Miguel y lleva directamente hasta él. Tan solo se mantiene en pie un lienzo de muralla acodado en el que pueden apreciarse restos de una puerta. También se conservan otros restos de muros menores y de un aljibe.

Puente Medieval. Foto: J.A. Padilla

En esta importancia histórica cobrará especial valor su Puente Medieval, o Puente de los 26 ojos,  que ha sufrido varias modificaciones y restauraciones y tiene un origen romano. Un puente de gran importancia porque marcaba la  frontera entre moros y cristianos y era una de las puertas de Castilla, puesto que el Duero era la frontera natural durante en aquel tiempo. Aquí se encuentra un mural dedicado al autor del Cantar del Mío Cid, agradeciendo su «Ixiendos va de tierra el Campeador leal; de siniestro Sant Estevan, un buena çiudad».

Puentecillo Medieval. Foto: J.A. Padilla

Existe otro puente más pequeño, llamado Puentecillo Medieval, formado por una arcada que permite cruzar el canal que lleva aguas del Duero hasta la fábrica de harinas.

San Esteban de Gormaz está bien adaptada al turismo y cuando uno llega lo nota. Podemos dejar el coche en el aparcamiento que existe a la entrada de la villa desde la carretera, e inmediatamente accedemos a la calle Mayor, que nos irá dirigiendo nuestra visita y presentándonos a los monumentos más importantes. Una invitación que no podemos rechazar.

Antiguo convento franciscano. Foto: J.A. Padilla

Al principio, sin embargo, nos saludan edificios y casas nuevas, pero cuando hemos recorrido apenas cien metros empezamos a ver una muestra de lo que nos espera. Penas cien metros de recorrido y encontramos un antiguo convento franciscano hoy convertido en hotel y restaurante.

San Esteban Protomártir. Foto: J.A. Padilla

Siguiendo unos metros más encontramos la iglesia de San Esteban Protomártir. La iglesia y el convento fueron víctimas de la Desamortización de Mendizábal en 1832 y pasaron a manos privadas,  hasta que, en 1849, el Ayuntamiento solicitó su cesión al propietario y la iglesia fue adquirida por el obispado de Osma-Soria, y, tras su restauración se inauguró el 7 de junio de 1900. En 1986 cuando todavía la iglesia de San Francisco se convierte en parroquia y cambia su advocación a la de San Esteban Protomártir. En su interior se encuentra la imagen del Cristo de la Buena Dicha y la talla románica de la Virgen del Castillo.

Cristo de la Buena Dicha. Foto: J.A. Padilla

Frente a ella, en la misma calle mayor, se aprecian restos del Cubo, de forma circular y de origen musulmán y que marca el lugar donde se encontraba la Puerta de San Gregorio, una de las puertas que tuvo el recinto amurallado. De origen islámico del siglo IX,  mide nueve metros de altura con un diámetro de cinco metros y medio.

Torreón. Foto: J.A. Padilla

Muy cerca de él se encuentra el Torreón, situado en la calle Posadillas, el cual formaba parte de la antigua muralla de San Esteban. Tenía la función de vigilar las murallas para que los aldeanos estuvieran a salvo de invasiones frecuentes.

Plaza Mayor. Foto: J.A. Padilla

Siguiendo por la calle Mayor llegamos a la Plaza Mayor, que atravesada transversalmente por la misma calle Mayor. En nuestro recorrido vamos encontrándonos varias casas señoriales, todas ellas  blasonadas con los escudos pertenecientes a familias nobles. La Plaza Mayor es cuadrada y está rodeada por un conjunto de edificaciones porticadas. La Casa Consistorial se encuentra enfrente. Una piedra de la fachada señala el año 1621, fecha en que se constituye el ayuntamiento de la villa.

Arco de la Villa. Foto: J.A. Padilla

Desde la plaza surge la calle Puerta de Castilla, una pequeña calle que finaliza en el Arco de la Villa, la única puerta que permanece de las que existían en el recinto amurallado. Esta puerta se abre hacia el sur, al río Duero, justo en la ubicación entre los dos puentes que lo cruzan. Sirve, por lo tanto, de unión entre el Duero y la Plaza Mayor, ya intramuros. El escudo de armas de la puerta es del siglo XVI, de D. Diego I López Pacheco «El Grande», II Marqués de Villena. Saliendo por esta puerta llegamos a los dos puentes sobre el río Duero que ya hemos mencionado.

Calle Mayor. Foto: j.A. Padilla

Volvemos, por lo tanto, a la calle Mayor, por la que seguimos encontrando casas señoriales y ejemplos del urbanismo medieval. Seguiremos por la calle principal mientras la silueta de la Iglesia de Nuestra Señora del Rivero marca nuestro camino.

Foto: J.A. Padilla

Esta iglesia, de estilo románico, está situada en una colina que domina toda la Ribera del Duero. Su construcción se inició en el siglo XII sobre las ruinas de otro templo o, tal vez, como ampliación de éste. En el siglo XVI se incorpora a la galería de la iglesia un arco cubierto por un arco plateresco.

Nuestra Sra. del Rivero. Foto: J.A. Padilla

En esta misma galería se encuentran los escudos de los marqueses de Villena, antiguos señores de la villa. La galería porticada está compuesta por nueve arcos de medio punto. Las columnas de la galería son sencillas y  robustas. La iconografía de los capiteles es animalista y de inspiración oriental. En su interior destaca, en el ábside, la imagen de la Virgen del Rivero, Patrona de la villa y de toda la Concordia, que está formada por otros veintitrés pueblos.

Virgen el Rivero. Foto: J.A. Padilla

La galería porticada posee once capiteles, 8 hacia el sur y 3 hacia el este. En el interior del pórtico se encuentran los escudos de Don Diego II López Pacheco y doña Luisa de Centurión y Bobadilla. Entre los escudos se puede observar una inscripción: AQUI IACE UIDAS/ PASCUAL Q(UE) EL/ OUEND L(A) AQ(I) L(A) MIS(A)/ LIDIAN SUS ARMAS, que hace clara referencia  a la Leyenda del Vado de Cascajar, la cual cuenta que Vidas Pascual, deán de la Catedral de Toledo, permaneció en misa en vez de ir a luchar contra los moros. Entonces, un ángel se apareció en la batalla con su armadura y espada y dirigió la batalla por él.

Iglesia de San Miguel. Foto: J.A. Padilla

Desde aquí nos dirigimos al otro tempo importante de San esteban: la Iglesia de San Miguel. Es también de estilo románico, construida en 1081, según se puede leer en la inscripción tallada en la galería. En efecto, en uno de sus 25 canecillos, situado en la cornisa de la galería porticada representando a un monje con un libro abierto entre sus manos, se puede leer: «+IVLIA/NUS MA/GISTER/ FECIT/ ERA/ MC/ XV/ IIII». «Me hizo el Maestro Julianus en la era de 1119», (año 1081), por lo que la iglesia se pudo construir entre el año 1050 y el 1081 momento en el que finaliza la construcción del pórtico. Por este motivo, estamos ante la galería porticada más antigua de Castilla. Sus siete arcadas podrían representar las siete primeras iglesias de la cristiandad y, además, es un número que en la antigüedad significaba la perfección.

Foto: J.A. Padilla

La construcción es de mampostería con sillería en los cantos. Destaca su galería porticada y consta de varios arcos que se apoyan en columnas cuyos capiteles decorados. Algunos estudios aseguran que esta galería porticada en la más antigua que se conoce.  

Foto: J.A. Padilla

La portada posee cuatro arquivoltas decoradas con ajedrezado, entrelazos y flores. Conserva dos capiteles, uno con animales y el otro con una escena en la que un lobo muerde la pierna de un hombre desnudo, símbolo del pecado, mientras que otro con faldellín le sujeta, representando al demonio. En el pórtico se abren siete arcos, rematados con puntas de diamante que apoyan sobre columnas de fustes dobles o cuádruples, con capiteles vegetales. En el presbiterio existen pinturas murales góticas, del siglo XIV, donde se representan escenas religiosas: los doce apóstoles, la coronación de San Martín, un ángel con un escudo, un santo a caballo, el sueño de Adán y San Cristóbal.

Foto: J.A. Padilla

Y ya desde aquí podemos dirigirnos al final del recorrido que marca las ruinas del castillo, del cual hemos hablado al principio. Ha sido una visita agradable y con grandes sorpresas en una villa. Nos llevamos muchos recuerdos y, sobre todo, un trozo de historia que ha alimentado nuestro espíritu y nuestro conocimiento. Un alimento que, sin embargo, no ha de privarnos de que degustemos y probemos la extraordinaria oferta gastronómica que existe aquí. Y es que no solo de espíritu vive el hombre.

Calle Castilla y Arco. Foto: J.A. Padilla