El jardín de las delicias. El Bosco

MUSEO VIRTUAL – PASAJERO 56

EL JARDÍN DE LAS DELICIAS. El Bosco. Museo del Prado. Madrid

El jardín de las delicias es el nombre  con el que se conoce a una de las obras más conocidas del pintor holandés Jheronimus Bosch (El Bosco). Se trata de un tríptico pintado al óleo sobre tabla de 220 × 389 cm, compuesto de una tabla central de 220 cm × 195 cm y dos laterales de 220 cm × 97 cm cada una (pintadas en sus dos lados) que se pueden cerrar sobre dicha tabla central. Está considerada como una de las obras más fascinantes, misteriosas y atrayentes de la historia del arte, el cuadro forma parte de los fondos de exposición permanente del Museo del Prado desde 1939. La primera constancia escrita que se tiene de este cuadro data 1517, cuando el conde de Nassau, Engelbretch II se lo encargó a El Bosco. La obra acabó siendo heredada por Guillermo de Orange, enemigo de los Habsburgo. Tras su derrota, el Duque de Alba, hermanastro de Felipe II, que ya conocía de la existencia de ese cuadro sabía que sería un excelente regalo para el monarca, por lo que rápidamente fue trasladado al monasterio de El Escorial.

Tríptico cerrado

El Jardín de las Delicias es un tríptico sobrecogedor que cuando está cerrado nos muestra una inquietante burbuja de cristal que, a modo de un matraz alquímico, representa la Creación. Aparece un mundo todavía sin ser  habitado y donde reina la oscuridad. En la esquina superior izquierda encontramos a  un anciano que se identifica con Dios en el momento en que da forma al mundo  que va a crear. A su lado aparece una inscripción en latín: “IPSE DIXIT ET FACTA  SUNT / IPSE MANNDAVIT ET CREATA SUNT”.  Esta frase coincide con un  Salmo que dice: ”Él lo dijo, y todo fue hecho. Él lo mandó, y  todo fue creado.

El cuadro cerrado corresponde al tercer día de la creación del mundo. Se aprecia un globo terráqueo, con la Tierra dentro de una esfera transparente, símbolo, de la fragilidad del universo. El Bosco define la teoría de la época que consideraba la tierra plana, rodeada de agua y con abundante vegetación, dentro de una esfera, con reflejos luminosos para dar la impresión de ser cristalina y traslúcida. No hay animales ni personas porque aún no se han creado. Está pintado en tonos grises, blanco y negro, lo que se corresponde a un mundo sin el Sol ni la Luna aunque también es una forma de conseguir un dramático contraste con el colorido del tríptico abierto. Una de las interpretaciones es que el cuadro simboliza el tercer día de la creación. Alguna otra, sin embargo, teoriza que la imagen pudiera representar la Tierra tras el Diluvio Universal. Esta hipótesis se basa en la presencia de un haz de rayos de luz a la izquierda de la esfera, que podrían ser el arco iris, el símbolo del final del Diluvio. Históricamente, esta obra se sitúa entre el fin de la Edad Media y el inicio del Renacimiento, una época que supuso el final de un largo periodo de oscuridad intelectual y el inicio de un nuevo movimiento cultural e intelectual, muy brillante en el ámbito artístico.

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Abrimos el cuadro y un mundo de luz y color aparece ante nosotros a primera vista. Una mirada al conjunto nos muestra una colección de seres mutantes, animales extraños, mitos en unos escenarios de gran fantasía. Curiosamente, el padre Sigüenza denominó a este tríptico “La Pintura del Madroño” cuando este llegó a El Escorial, ya que un madroño aparece en el primer plano de la tabla de la izquierda, al que, por cierto, se está subiendo un oso.

El oso y el madroño

A vista general, podemos decir que la tabla izquierda significa la inocencia del hombre en el momento de la creación; la tabla central podríamos definirla como un sueño erótico desenfrenado ya que la lujuria era considerada en la época como el origen de todos los demás pecados, los cuales serán expiado en la tercera tabla, donde el infierno les espera. Muchos animales tienen un significado oculto: el pájaro la libertad, el mono el placer sexual, el perro la fidelidad, etc.

El tríptico de El Jardín de las Delicias es una obra de carácter moralizador donde El Bosco hace una ácida crítica de los placeres pecaminosos representados en la tabla central. El pecado es el único punto de unión entre las tres tablas. Leído de izquierda a derecha, narra la historia de la caída del género humano, sin posibilidad de redención, puesto que no existen las figuras divinas de Cristo o María, ni tampoco aparecen aquellos que, sin pecado, vivirán en la Gracia de Dios tras el Juicio Final. El mundo, los mundos que representa el Bosco presenta la imagen cruda del ser humano, que se precipita en el infierno con cada uno de sus actos, en un universo de monstruos, plantas antropomorfas y objetos imposibles. A través de su trabajo pictórico El Bosco ofrece pruebas de su enorme curiosidad y de su rica capacidad imaginativa. Estuvo interesado por la alquimia, por la botánica y la zoología de otras zonas geográficas apenas conocidas para ese entonces.

Tabla izquierda

En la tabla izquierda aparece la creación de Adán y Eva. Dios, Adán y Eva están desnudos porque todavía no han pecado. Adán está despierto y Dios le está presentando a Eva, recién creada, se encuentra arrodillada en el suelo y Dios ofrece la mujer al primer hombre, todo ello en una escena de belleza, orden y equilibrio. Adán, tumbado, mira a Eva. El Bosco quiere enfatizar el carácter lujurioso de Eva pintado cerca de los pies un conejo. La desnudez de los personajes ha llevado a algunos investigadores a plantear la posibilidad de que El Bosco pudiera haber estado vinculado a la corriente herética de los adamitas, una secta cuyo origen algunos fechan en el segundo siglo de nuestra era y que se mostraba a favor de la desnudez del cuerpo y de la práctica del sexo de forma absolutamente libre, rechazando el matrimonio como institución.

Junto a ellos, encima de la roca, a la derecha del espectador, el Árbol del Bien y del Mal, una palmera, en cuyo tronco se encuentra la serpiente tentadora. A la izquierda vemos un drago, un árbol procedente de Canarias, que se asocia con el Árbol de la Vida, de la Eternidad y que formaba parte del Jardín de las Hespérides. Un árbol desconocido, tanto que no sabe cuál es la razón de su presencia y de donde pudo copiarlo. A la derecha del lago se aprecia una roca con forma de rostro. Representa al demonio, oculto a los ojos de nuestros primeros padres. Está formado por un extraño animal con caparazón del que le salen 2 antenas, con forma de ojo. Bajo la falsa nariz se ha colocado otro animal que forma la boca. El demonio está escondido también bajo la Fuente de la Vida, una estructura entre mineral y orgánica, con un orificio por el que asoma una lechuza, símbolo de la malicia. En la parte inferior de esta tabla hay un estanque oscuro con extraños animales, entre ellos un pez con alas. Para entender esta alegoría, recordemos la expulsión del Paraíso según el Génesis: “Cuando la esposa de Adán comió de la manzana cogida del arbol prohibido, la dio a su marido. Después que él hubo comido, fueron echados del Paraíso y arrojados en el estanque relleno de todas clases de aguas, es decir a este mundo, que está lleno de adversidades, de males y de tormentos”. En la parte superior izquierda, una multitud de aves levantan el vuelo en curiosa formación, mientras otras se encuentran picoteando para cumplir con el mensaje divino de creced y multiplicaros.

Fijándonos en los detalles de este lado del tríptico vemos como en el Paraíso han aparecido tanto la fruta prohibida, que se encuentra en el Árbol del Bien y del Mal y los frutos no prohibidos (a la derecha, detrás de Adán), los cuáles fueron proporcionados por Dios para el hombre. Se ven toda clase de frutos exóticos y enredaderas. En el panel central observamos La fuente de la vida o del Paraíso, de cuya base piedras preciosas y perlas, que son mencionadas en el capítulo II del Génesis. Al estar rodeada de agua se encuentra inaccesible y simboliza la tentación y la falsedad. En el círculo se ve un búho que representa la brujería. Bajo la fuente se encuentra, como hemos dicho, el rostro del diablo camuflado. Los animales están representados como bestias que se atacan y devoran alimentándose unas de otras. A la izquierda, un gato se come una rata, en primer plano, los pájaros devoran ranas y sapos, y al fondo se ve como un león está comiéndose un ciervo. En la parte inferior, un leopardo lleva en la boca un enorme ratón, un ave devora una rana. La paz paradisiaca se transforma en un aviso de pecado. El pecado femenino se personifica en los bichos que se arrastran por la tierra (insectos y reptiles) o nadan por el agua (anfibios y peces), ya que, de los cuatro elementos (tierra, agua, fuego y aire), la tierra y el agua eran consideradas esencias pasivas llenas de fecundidad que, como la mujer, reciben la semilla. En contraste a esto, El pecado masculino, se representa por las alimañas que vuelan (insectos voladores, aves, murciélagos, etc.), ya que el aire es considerado un elemento activo, asociado al fuego y opuesto a la tierra y al agua, por lo tanto, masculino. En el paraíso, entre tanta demostración de salvajismo, el hombre debía estar por encima de este comportamiento bestial.

La obra presenta un intenso y variado cromatismo. Predominan los verdes y el azul intenso del fondo, que contrastan con el manto rojo de Dios y la blancura de los cuerpos de Adán y Eva. En definitiva, este Paraíso especial se debe a la creencia medieval de que el Mal apareció en el Paraíso en el momento en que Dios creó a la mujer, este es justamente el momento representado por El Bosco.

Tabla central

La tabla central, de 220 cm. De alto por 195 cm de ancho, es El Jardín de las Delicias, propiamente dicho. El Bosco nos presenta un falso jardín donde se encuentran los placeres terrenales frutos del pecado original. Todo en esta tabla representa las relaciones entre hombres y mujeres. Asimismo, la tabla central del tríptico nos muestra cientos de personajes en actitudes curiosas. Así, en el pequeño estanque circular del centro, un grupo de mujeres desnudas se bañan y son contempladas por un numeroso grupo de jinetes también desnudos que cabalgan sobre distintas y extrañas cabalgaduras, alusivas a los pecados capitales. Resulta evidente el carácter sexual de la escena, ya que los caballeros buscan relación carnal con las mujeres del estanque, del cual una de ellas ya sale del agua.

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En el jardín vemos animales y frutos de tamaños desmesurados y hombres y mujeres, todos desnudos, entregándose a todo tipo de placeres carnales. En medio de la nívea blancura de los personajes se observa algunos hombres y mujeres de color, estos últimos en la época de El Bosco se utilizaban como esclavos. Mientras las blancas llevan frutas, cisnes y cuervos, la negra de la parte izquierda del lago lleva un pavo real, símbolo de la soberbia y de la lujuria. Entre la parte central derecha podemos ver, bajo una campana de cristal, un trío formado por un hombre y dos mujeres, una de ellas con un hábito religioso, en una clara crítica al clero femenino. Un proverbio del lugar donde nació El Bosco decía que la felicidad es como el vidrio.

La tabla refleja un falso paraíso donde el hombre ha sucumbido al pecado, sobre todo la lujuria, y su final será la condena eterna. Toda la escena se articula en torno a tres niveles: el superior, donde llama la atención, en la parte izquierda, un hombre montado sobre un grifo, un animal maléfico mitad león y mitad águila, que lleva en sus garras a un animal. Junto a él, un gran pez volador también es cabalgado. En la parte opuesta, dos hombres vuelan.

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Alrededor del lago grande se observan cuatro extrañas torres habitadas por parejas que parecen ser amantes. Estas torres están formadas por cuernos, palmas, conos, cilindros, medias lunas, es decir, emblemas masculinos y femeninos, lo mismo que los tubos transparentes diseminados sobre el campo, símbolos de la mujer o del mercurio el elemento femenino en la creación alquímica. Entre las cuatro torres destaca, en el centro, flotando sobre el lago, un enorme globo gris azulado: la Fuente de los Cuatro Ríos del Paraíso Terrenal, con sus paredes cuarteadas, lo que demuestra su fragilidad e inestabilidad, en la cual desembocan los los cuatro ríos: Frisón con una construcción con extrañas flores doradas; Geón, de cuya cápsula surge una colonia de monos; y los dos de arriba: los ríos de Mesopotamia, Tigris y Éufrates.

Volviendo a los jinetes que rodean el lago pequeño, los caballeros jinetes desnudos no luchan entre ellos y van montados sobre cabalgaduras reales y fantásticas: osos, asnos, caballos, bueyes, cabras, hienas, unicornios, ciervos, leones, leopardos, grifos, de gran simbolismo lujurioso, tomados de los bestiarios medievales. El estanque parece representar las aguas en las que los hombres bañan sus pecados o, por el contrario el estanque del pecado, ya que, mientras los hombres cabalgan en círculo alrededor, las mujeres se bañan llevando sobre sus cabezas animales símbolos de la incredulidad (cuervos) o de la vanidad (pavos).

En el centro geométrico del tríptico observamos un jinete con un huevo sobre su cabeza que representa la fragilidad del placer, tan frágil como la cáscara del huevo. La moraleja dice que la belleza es muy atractiva pero a la vez mortal y caer en el placer es sinónimo de condena eterna. Alrededor del lago existen cuatro extrañas formas, todas ellas con forma de símbolos sexuales. En ellas rocas habitan los mortales, todos los amantes que están en el jardín. En el lago confluyen cuatro arroyos que, según se interpreta, representan las cuatro esquinas de las Tierra. Algo más abajo del lago vemos un pequeño estanque que representa el Baño de Venus, donde se bañan unas mujeres rodeadas de jinetes a caballo. Es una metáfora sexual. Montar a caballo representa el acto sexual y “el baño de Venus” significaba estar enamorado. En la parte inferior derecha del cuadro vemos de nuevo a Adán y Eva. Ahora, Adán es el único que está vestido. Ambos están refugiados en una cueva, lugar que escogieron tras ser expulsados del Paraíso. Como curiosidad, se cree que Adán es un autorretrato del propio El Bosco. También observamos varios frutos en esta escena, entre ellas varias fresas, las cuales representan el placer carnal. El pecado original consistió en comer de la fruta prohibida. En el lenguaje medieval “coger fruta” significaba tener comercio carnal.

En el plano inferior de la tabla, está representada la sexualidad. Los personajes juegan y copulan o comen frutos de marcado simbolismo sexual, junto con extrañas plantas, minerales y conchas, igualmente de un marcado simbolismo. Sobre sus cabezas aparecen frutas, peces, pájaros, etc. de clara referencia erótica. Las cerezas, fresas, frambuesas, madroños, racimos de uva, con los que se deleitan los amantes, significan voluptuosidad. En la Edad Media, la expresión “coger fruta” equivalía a tener relación carnal. La concha de molusco, en la parte inferior central encierra a dos amantes cometiendo adulterio, pues el marido engañado es el que porta la concha. Esta misma representación del adulterio la volvemos a ver también en la gran manzana que navega por el lago, donde se encuentran una pareja y sobresale una pierna que, desde luego, pertenece a una tercera persona, evidentemente el marido.

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En el nivel inferior de la tabla también encontramos otros detalles interesantes. En la parte derecha encontramos a dos hombres en una cueva que miran hacia el espectador. El primero, que se encuentra vestido, señala a una mujer desnuda y tumbada. Sobre la identidad de  estos personajes, algunas teorías identifican al hombre vestido como Adán, mientras la mujer sería Eva. El tercer personaje, tras Adán sería Noé, anunciando una nueva era tras el diluvio. Adán señala a Eva como responsable de los males del mundo. La cueva simboliza el limbo. En la parte izquierda, hay un grupo de hombres, con una mujer negra, que parecen señalar hacia la tabla del Paraíso, concretamente a Eva, en una clara acusación a la mujer como responsable de haber caído en la tentación de la serpiente cometiendo el pecado por el que pagará toda la humanidad. También observamos varias aves, todas ellas con un simbolismo lascivo y pecaminosos, como las mariposas, símbolo de inconstancia; la lechuza, de herejía; el cuervo, de incredulidad, etc. Los gigantescos pájaros tienen idéntico significado: la abubilla, las falsas doctrinas; el martín pescador, la hipocresía. El ratón dentro del tubo de vidrio, a la izquierda, bajo la bola transparente, es la falsedad de las doctrinas que desvían a los creyentes. Vemos además otros símbolos, objetos que envuelven a las figuras y aprisionan a los personajes, como esferas, tubos o conchas significan que el pecado se apodera del ser humano, lo corrompe y atrapa para siempre. El hecho de que alguna tenga forma de matraz o tubo de ensayo lo relaciona con la alquimia. En un mundo de luz y color llama la atención lo turbio de las aguas de los estanques, lo que demuestra que en estos se lavan los pecados y se convierten en focos de corrupción. No olvidemos que la diosa de amor, Venus, aparece surgiendo de las cristalinas aguas. Aquí las aguas significarían turbias aluden al pecado. La relación de elementos que rompen las reglas de la lógica: dimensiones de los animales en relación al hombre, personajes que se sumergen de cabeza y otros elementos que parecen transgredir las leyes de la gravedad demuestran que estamos en un falso edén, en el que lo que vemos es irreal. También hay otra circunstancia que llama la atención y es el carácter andrógino de los hombres y mujeres que aparecen, ya que, pese a la desnudez, no se aprecian los órganos sexuales. Sí existen algunas referencias a la homosexualidad, una práctica considerada en la Edad Media contra natura.

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Casi en el centro de la tabla, hacia la derecha, vemos una especie de torre vegetal donde dos hombres hablan con un tercero que lleva un gran pez en la mano. Bajo ellos, otro hombre se encuentra agachado mientras otro le introduce flores por el ano. Otros hombres juegan junto en un cardo situado junto a la concha del mejillón. El Bosco no condena, en realidad, estas prácticas sino que se limita a incluirlas dentro de este falso paraíso. Este panel representa un universo de felicidad, una especia de Jardín de la Eterna Juventud descrita por algunas culturas, donde el tiempo es eterno, no existe dolor, enfermedad ni muerte y no hay niños ni ancianos. Nadie trabaja sino que viven en armonía con la naturaleza. Un mundo falso e irreal cuando nos dirigimos al tercer panel: el Infierno. También podemos descubrir algunos símbolos alquímicos, como el dragón de tres cabezas que sale del estanque y el huevo rocoso, donde anidan los pájaros. El centro exacto de la composición lo da la fuente de la vida, extraño monumento gótico, la cual tiene en lo alto la media luna, un símbolo diabólico, mientras en el centro del disco de la base se observa un ojo con una lechuza acurrucada, el antiguo pájaro de la sabiduría.

Tabla de la izquierda

El panel de la derecha representa el Infierno. Mide 220 cm. de alto por 97,5 de ancho. Con el Infierno, se completa el ciclo iniciado en el Paraíso y en él se castiga a aquellos que se dejaron seducir por los goces placenteros que les ofrecía el jardín central, en ella el pintor nos muestra un escenario oscuro y cruel. El Infierno es una pesadilla, un escenario onírico donde nos amenazan orejas entre las que cuchillos a modo de falo, demonios con bocas dentadas en el vientre, y, entre todo ello, los cuerpos de los pecadores que están siendo despedazados por los demonios en sus máquinas infernales. En la parte inferior se aprecian unos instrumentos musicales que simbolizan el amor y la lujuria. En la obra se representa que estos instrumentos sirven para crucificar a los que en vida cometieron pecados carnales. La tabla se puede dividir en tres niveles.

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En el nivel superior se ve las llamas del infierno, acaso basadas en aquellas que contempló el joven pintor en su ciudad natal y cuya pesadilla le persiguió durante su vida, y tal vez su obra, si tenemos en cuanta, además, que estas representaciones de ciudades en llamas se pueden ver en otros cuadros del autor. La atmósfera resulta totalmente dantesca. En la parte central, las dos grandes orejas antes mencionadas con el cuchillo y atravesadas por una flecha, lo que representa el castigo a los que no quisieron escuchar la palabra de Dios. El cuchillo aparece como un símbolo fálico, mientras que la gaita sobre la cabeza del hombre podría ser un femenino.

En el centro se observa un extraño hombre-árbol con sus brazos en forma de troncos secos y sus manos como barcas flotantes, contemplando lo que sucede en su interior, donde algunos hombres beben servidos por una mujer que saca vino de un barril. La figura del hombre-árbol es asociada a un demonio y destaca por su blancura en aquel mundo sombrío y oscuro. Sobre su cabeza, seres extraños y maléficos que llevan a los penitentes en torno a la gaita antes mencionada. Se dice que la cara es un autorretrato de El Bosco, en la cual el vendaje de una de las piernas oculta una llaga producida por la sífilis. Debajo de él hay un lago helado, sobre el que patinan algunos condenados, mientras el hielo empieza a romperse. En él reciben su castigo los envidiosos. En la Edad Media se consideraba el contraste entre el frío y el calor como una de las torturas del infierno.

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Hacia la derecha aparece un hombre vestido que representa a Dios cabalgando sobre una mujer entrando en un ánfora. Encima de ellos, un caballero vestido con armadura, simbolizando la ira, está caído sobre un gran plato y es atacado por siete perros famélicos, comiéndose las entrañas mientras mantiene en su mano un cáliz de oro, símbolo de sacrilegio. Al lado derecho, una especie de frailes que se cobijan en un convento cuya campana tiene como badajo a un hombre y como campanero a una especie de sapo.

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Llama la atención un monstruo con cabeza de pájaro y pies de vasijas que devora hombres y los expulsa por el ano, en un orinal desde donde caen a un pozo negro. En este pozo, un hombre que simboliza la gula es obligado a vomitar, mientras otro defeca monedas, simbolizando la avaricia. La crítica a la iglesia está presente en esta tabla, en la cerda tocada de monja que abraza a un hombre desnudo al que parece obligar a firmar un documento. El tintero está representado por un reptil con yelmo en cual cuelga una reliquia con un papel enrollado dándola autenticidad, condenando la venta fraudulenta de reliquias que hacían los clérigos. También apareen los condenado por el juego de azar. Bajo el manto del monstruo demoniaco hay una mujer que es acosada por otro demonio demoníaco cuyo culo es un espejo donde se refleja la cara de la mujer, que representa a una dama orgullosa, condenada por la soberbia, mientras otro demonio en forma de lobo la acosa.

La tabla simboliza los castigos que les espera a la humanidad de la tabla central, a aquellos que se solazan en el Jardín de las Delicias cometiendo toda clase de pecados.

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