Catedral de La Almudena

Foto: J.A. Padilla

La catedral de la Almudena forma un conjunto arquitectónico con el cercano Palacio Real que convierten a ambos en un solo elemento y es difícil imaginar palacio y catedral de forma independiente. Y sin embargo, cada uno de ellos corresponde a un tiempo distinto. El palacio data de mediados del siglo XVIII, mientras la catedral se empieza a gestar a finales del siglo XIX y se finaliza un siglo después, a finales del siglo XX. Y será precisamente la cercanía al Palacio la que marcará su fisonomía final, muy lejana del primitivo proyecto previsto y que marcaba el estilo gótico de la nueva catedral.

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Como decimos, el proyecto para la construcción de la catedral de Santa María la Real de la Almudena se inicia en diciembre de 1868 cuando la Congregación de Esclavos de la Virgen de la Almudena solicita al arzobispo de Toledo el permiso para construir otra iglesia en sustitución de la primitiva, derribada durante el sexenio revolucionario, cuando la vieja iglesia era un obstáculo para la ampliación de la calle Bailén y la construcción del viaducto. La Congregación acudió a la Casa Real solicitando ayuda para este proyecto y el rey Alfonso XII cedió parte de los terrenos que estaban frente al Palacio Real para la construcción, en aquel momento, de una nueva iglesia. La muerte de la reina, María de las Mercedes, llevó al rey a pensar en la construcción de una iglesia digna de ser la tumba de su esposa, así que el 4 de abril de 1883, el rey Alfonso XII colocó la primera piedra de la futura iglesia, encargando para ello un proyecto al marqués de Cubas, arquitecto real.

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En 1885, el Papa León XIII nombra a Madrid diócesis junto con Alcalá de Henares, lo que lleva a cambiar el proyecto de construcción de una iglesia a una catedral. El marqués de Cubas modificará y ampliará el proyecto inicial para construir una gran catedral de estilo neogótico, que recordara a otras catedrales importantes góticas,  entre ellas, a la de León, donde la imagen dela Virgen de la Almudena la presidiera desde el altar mayor. La cripta se finalizó en 1911, cuando ya había fallecido el marqués de Cubas, por lo que hubo de buscar otros arquitectos. Esta circunstancia, junto con el parón de las obras durante la Guerra Civil, paralizó el proyecto.

En 1944, el Marqués de Lozoya, por entonces director general de Bellas Artes, convocó un concurso nacional con el fin de seguir el proyecto. Los arquitectos Fernando Chueca Goitia y Carlos Sidro ganaron el proyecto y diseñaron un proyecto que seguía el estilo del Palacio Real y no modificaba no rompía el entorno paisajístico. Lo primeo que hicieron es bajar la altura del proyecto primitivo para que palacio y catedral tuvieran la misma y formaran un conjunto unificado, separados por una gran plaza.

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Las obras se reiniciaron en 1950 empezando por la fachada de la calle Bailén. La falta de presupuesto, sin embargo, retrasaron las obras hasta la creación de un Patronato que facilitara los fondos y financiación de las obras. Esta entidad, formada por instituciones públicas y privadas, dio el impulso necesario a las obras. Durante el periodo de 1984 a 1993 se llevaron a cabo importantes obras y, finalmente, el 15 de junio de 1993 el Papa Juan Pablo II, en su visita a Madrid consagró una Catedral que había tardado 110 años en construirse. Madrid, por fin, tenía una catedral digna de ella.

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La catedral madrileña tiene en planta una longitud de 104 metros por 76 metros en el lado  del crucero algo menor que la de Toledo pero más grande, por ejemplo, que la de Burgos, siendo su altura de 32 metros. Destaca el cimborrio existente sobre el crucero, rematado con una cruz y que alcanza los cien metros de altura, la mayor de España. La cúpula es doble, gótica vista desde el interior, y barroca desde el exterior. Está recubierta con piedra y pizarra. Cuenta con doce estatuas, que representan a los doce apóstoles y son obras del escultor Sanguino.

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La catedral madrileña tiene en planta una longitud de 104 metros por 76 metros en el lado del crucero algo menor que la de Toledo, pero más grande, por ejemplo, que la de Burgos, siendo su altura de 32 metros. Destaca el cimborrio existente sobre el crucero, rematado con una cruz y que alcanza los cien metros de altura, la mayor de España. La cúpula es doble, gótica vista desde el interior, y barroca desde el exterior. Está recubierta con piedra y pizarra. Cuenta con doce estatuas, que representan a los doce apóstoles y son obras del escultor Sanguino.

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La fachada principal en la plaza de la Armería y orientada al sur del Palacio Real está  coronada por cuatro estatuas,  obra del escultor Ramón Chaparro, que representan a cuatro santos españoles: San Isidro, Santa María de la Cabeza, Santa Teresa de Jesús y San Fernando, realizadas en piedra blanca de Colmenar. Las cuatro figuras flanquean una imagen de la Virgen de la Almudena. De las dos torres de esta fachada, a la de la derecha se la conoce como Mariana y las campanas están dedicadas a vírgenes típicas de Madrid: la Almudena, la Paloma; María de Atocha y Santa María de la Flor de Lis. En la torre de la izquierda, que da a la calle de Bailén, está el carillón.

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En el interior, la catedral de la Almudena presenta planta de cruz latina con una nave central y dos laterales y un crucero de tres naves, rematado en uno de sus lados por la capilla de la titular. El suelo del templo está construido de mármol verde de Granada y amarillo de travertino pulido; la mesa del altar también ha sido realizada en mármol verde serpentina.

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Detrás del altar mayor se sitúa el Cristo Crucificado de Juan de Mesa, mientras que la sillería del coro, situada a ambos lados del altar, procede de la colegiata de San Isidro.

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En el presbiterio de la catedral están representados los siete misterios de la salvación: el Bautismo de Jesús, la Transfiguración, la Muerte, la Resurrección, la Ascensión y Pentecostés. En el centro, presidiendo la composición, la imagen de Jesús Pantocrátor, todo ello trabajos dirigidos por el artista Kiko Argüello, autor también de las ocho vidrieras que lo acompañan. Todo el conjunto conforma la llamada corona mistérica.

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Tras la girola destaca la capilla central dedicada a San Isidro Labrador y su esposa, santa María de la Cabeza. Las imágenes de ambos santos de estilo barroco datan de los siglos XVII y XVIII y son atribuidas a Villabrille y Ron y flanquean el arca funeraria que contuvo los restos incorruptos del santo que, en la actualidad, se encuentran en la colegiata de San Isidro. Este arca, del siglo XIII presenta escenas de la vida de san Isidro pintadas al óleo sobre cuero estucado.

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De gran valor es un vía crucis de catorce estaciones que responden al estilo flamenco neogótico y que habría sido realizado a finales del siglo XIX, de procedencia alemana; está realizado en óleo sobre cobre y su marco es de madera de castaño decorada a mano. En cuanto a las vidrieras, destacan las dedicadas, a la Virgen de Atocha, San Isidro labrador, la Coronación a la Virgen de la Flor de Lis, y a los Ángeles.

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Destaca, el altar de la Virgen de la Almudena, situada en el crucero de la catedral. Se trata de un altar elevado al que se accede por dos escalinatas laterales decoradas con barandilla de bronce.

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La Virgen está colocada sobre una hornacina en el centro de un impresionante retablo, obra de Juan de Borgoña de finales del siglo XV y principios del XVI, que contiene escenas de la vida de Cristo sobre 18 tablas. Bajo este altar, y presidido por una gran cruz de marfil, se encuentra la tumba de la reina María de las Mercedes, esposa de Alfonso XII.

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Sobre el crucero se encuentra una hermosa cúpula cuyos dibujos están basados en los cuatro elementos: el fuego, el mar, la tierra y el aire, obra del artista José Luís Galicia. Y, por su parte posterior detrás del altar mayor, se encuentra la girola, un espacio por donde los feligreses suelen pasar, y lugar elegido para cobijar la Capilla del Santísimo, decorada con magníficos tapices.

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A lo largo del templo podemos comprobar la existencia de gran número de vidrieras, tanto en el ábside, como en cada una de las capillas de sus naves laterales, así como en las capillas situadas alrededor del ábside. Todas estas vidrieras tienen un gran colorido y un estilo que mezcla la figuración con las formas geométricas.

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Las ya mencionadas que adornan todo el ábside de la catedral madrileña, y que representan el Cristo Pantocrátor, en el centro de la composición, donde convergen los siete cuadros, que forman como una corona los momentos fundamentales de la vida de Cristo. A la izquierda del Pantocrátor, se encuentran las pinturas que representan la vida terrenal de Jesús, como el bautismo, la transfiguración y la crucifixión y, a la derecha, las pinturas que representan su vida celestial, la resurrección, la ascensión y pentecostés. Sobre las pinturas, como joyas que embellecen y adornan dicha «corona mistérica», hay dispuestas siete vidrieras dedicadas a la Palabra o Verbo de Dios, con su nombre en diferentes lenguas: latín, griego, hebreo, siríaco, cirílico y español.

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En el centro de todas ellas, el nombre de María. Bajo la imagen del Pantocrátor, situada en la capilla axial del ábside, ilumina toda la nave central otra vidriera. En ella está representado Cristo resucitando de la muerte con la bandera de la victoria en la mano izquierda y con la mano derecha levantada mostrando sus llagas gloriosas. A los pies de Cristo aparece la tumba vacía con las vendas y el sudario y en la parte más baja, a la izquierda, el esbozo de un soldado con su escudo y su espada caídos por tierra como símbolo del triunfo de la Vida sobre la guerra y la muerte. Desde la nave central se contempla un conjunto visual de gran significado y emoción estética que pasa desde el Cristo crucificado del altar mayor al Cristo resucitado de la vidriera, hasta el Pantocrátor arriba en el ábside, que culmina con el nombre de María.

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En la intersección con el crucero, en el lado de la Epístola, se encuentra un cuadro, que presidió durante algún tiempo el altar mayor de la catedral, y que representan Los preparativos para la Crucifixión, obra del pintor Francisco Ricci, en el que destacan la atmósfera sombría, tensa y dramática que preside el cuadro. Se trata de una obra clave de la pintura barroca española. A los pies de este cuadro se encuentra el Cristo Yacente del escultor Juan de Ávalos, el arquitecto del Valle de los Caídos.

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Al otro lado del crucero se encuentra  un retablo de tablas pintadas de estilo gótico, de los siglos XV-XVI, atribuido a Juan González de Becerril. Ante este retablo se encuentra la llamada Estela de la Almudena coronada por una escultura en plata de La Piedad.

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En relación a las vidrieras existe una circunstancia que explica el estilo diferente entre las existentes en el ábside y las de las capillas del templo. En su momento, año 1998, se organizó un concurso público internacional para las mismas. Este concurso fue ganado por el artista madrileño Miguel Ortega.

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Las vidrieras estaban diseñadas para el crucero y para el ábside, pero estas últimas fueron retiradas y sustituidas por otras del artista Kiko Argüello, lo que rompió el conjunto original. Y si bien Miguel Ortega ganó el pleito en los tribunales y fue indemnizado por los daños económicos y morales, las vidrieras mantuvieron su composición. No hubo una razón justificada alguna sobre el cambio de las vidrieras y la especulación sobre lo sucedido forma parte del secreto de la catedral. La realidad es que la estética se rompe de manera notable y eso afecta al conjunto artístico de la catedral.

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Las vidrieras de la nave representan escenas de la Virgen: Visitación de la Virgen a Santa Isabel, Nacimiento de Cristo, Epifanía, Presentación en el templo,  Huida a Egipto, etc.

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En cuanto a la cripta,  de estilo neo románico, fue inaugurada el 30 de mayo de 1911, colocándose en el altar mayor la imagen de la Virgen, donde permaneció hasta 1948, momento en que fue trasladada a la Colegiata de San Isidro, que por aquel entonces ejercía de catedral provisional de Madrid. En la cripta se encuentran enterradas más de 2.000 personas, siendo la mayor parte de ellas de familias nobles y de la alta burguesía madrileña. Con el objetivo de poder financiar las obras del templo y terminarlo, se solicitó a la Santa Sede una dispensa para poder utilizar este espacio como cementerio, a fin de poder destinar el dinero obtenido con la venta de sepulturas a la finalización de la catedral.

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En el altar mayor está la imagen de la Virgen de la Almudena, que es réplica de la que se exhibe en la Catedral. A su lado, el Sagrado Corazón de Jesús y San Isidro Labrador. 

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En la pared del fondo de la cripta se puede contemplar un fresco dedicado a la Virgen del Pilar, rodeada de ángeles custodios.

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Uno de los grandes tesoros de la Cripta de la Almudena es la imagen de la Virgen de la Flor de Lis, una de las obras de arte más antiguas que se conservan en Madrid. Fue ordenada ser pintada por Alfonso VI de Castilla en torno al siglo XI para que se pudiera dar culto a la Virgen María mientras se recuperaba la imagen de la patrona, que había sido escondida en un cubo de la muralla antes de la conquista árabe para evitar su profanación. La pintura representa a la Virgen con el Niño Jesús en brazos.

Así pues, consideremos que la visita a la catedral de la Almudena no deja, por muchos motivos, indiferente a nadie. Desde su construcción han sido muchas las críticas, algo, por otro lado, que puede parecernos lógico si tenemos en cuenta que se trata de una obra moderna, con una mezcla de estilos, con un resultado que no siempre satisface el gusto de las millones de personas que la visitan. No obstante, el conjunto arquitectónico formado por el Palacio Real y la Catedral de la Almudena es una imagen típica de Madrid y es imposible imaginar uno sin el otro. Todo ello en un entorno excepcional como son los jardines de Oriente, un lugar, además, histórico.