LOS TRANVÍAS DE LISBOA

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Lisboa, la ciudad de las siete colinas, una circunstancia que exige un gran esfuerzo a todo aquel que la visita. Una ciudad que merece la pena recorrerse a pie, descubriendo y disfrutando de los rincones que iremos descubriendo a nuestro paso. Es, sin embargo, un esfuerzo apreciable por la cantidad de cuestas que deberemos superar. Claro, que eso también nos permite visitar muchos comercios tradicionales que iremos encontrando. Luego, tenemos la otra opción, que tal vez debe ser la primera opción: utilizar el tranvía o, como dicen los lisboetas, el eléctrico.

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Los tranvías, el icono de Lisboa. Difícil imaginarla sin ellos. Mucho más que un medio de transporte. Es su seña de identidad. Y además de un ejemplo de conservación y de supervivencia de un medio de transporte que ha ido desapareciendo de muchas capitales europeas. Subirse a un tranvía en Lisboa, además de una opción casi obligada para cruzar de un lado a otro de la ciudad, es disfrutar de uno de los innumerables encantos de Lisboa. Esos pequeños artilugios de color amarillo que nos sorprende la primera vez que se visita la ciudad. Su estridente campanilla avisando de su presencia o el imposible esfuerzo para superar una dura pendiente. Su interior, con sus bancos de madera y su decoración, demuestra que este medio de transporte no solo nos va a trasladar a otro punto de la ciudad, sino también al pasado.

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Desde principios del siglo XX los tranvías empezaron a formar parte del paisaje urbano de Lisboa. Sus vías cubrieron las empedradas calles del centro y a unir los barrios situados en las colinas que rodean la parte baja, la Baixa o la Pombalina. Tras más de cien años, los tranvías siguen cruzando de uno a otro lado. Y no solo para los turistas, sino también para los lisboetas. No es, desde luego, ninguna atracción turística, sino un medio de trasporta más, muy necesario, además.

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Hace unos años el ayuntamiento de la ciudad estudió la posibilidad de eliminar los tranvías viejos de la ciudad por su elevado coste de mantenimiento, mismas razones que llevaron a su desaparición en otras ciudades de Europa, en un momento en el que el gas-oil era más barato que la electricidad que los impulsa. Sin embargo, criterios turísticos recomendaron mantener algunas líneas. Hoy, las empinadas calles hacia los barrios altos son superadas gracias a los tranvías y a los elevadores que aún sobreviven.

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Entre los tranvías que aún perviven en Lisboa está la emblemática línea 28, el cual atraviesa de una parte a otra Lisboa, comenzando, o terminando según se tercie, en la plaza Martín Moniz hasta la basílica de la Estrella, cruzando las cuestas de Graça, el barrio de la Alfama, el barrio del Castelo, o castillo de San Jorge, bajando hacia la céntrica plaza de Comercio para subir hacia el barrio de Chiado y continuar hacia el Barrio Alto. Lo más recomendable es coger este tranvía en las cabeceras de la línea porque después es casi imposible, o al menos muy incómodo. Ya desde este punto, situado junto al Parque da Estrela a veces es necesario esperar que pasen varios tranvías por la cantidad de personas que esperan. Ya desde el principio comprobamos como  el tranvía sube y baja por estrechas calles, lenta pero resueltamente.

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Otra línea antigua que aún encontramos en Lisboa es la línea 12, que parte desde la céntrica Plaza de Figueira y realiza un recorrido circular hasta el Mirador de Santa Luzia, pasando por la Catedral de Lisboa y subiendo al barrio de Chiado para regresar a su punto de partida, en este caso de llegada.

Es por ello que se recomienda que en nuestras fotografía de los monumentos lisboetas incluyamos la figura del entrañable tranvía junto a ellos, como una forma de realzar, aún más si cabe, su monumentalidad.