Carcassonne, con otra mirada

Desde la distancia vemos en el horizonte al otro lado del río Aude la impresionante silueta de la Ciudadela de Carcassonne,llamada aquí como La Cité. Parece una fortaleza de cuento de hadas de la que sobresalen sus típicas torres que salpican su muralla. Y sin embargo, lo que se encuentra al otro lado de las murallas no son hadas, ni dragones, ni ogros ni nada que se parezca. Porque la Ciudadela constituye el máximo ejemplo de la Francia medieval. Aquí podremos encontrar, eso sí, fosos, baluartes, mazmorras y otros elementos arquitectónicos similares. Y aquí si hubiéramos encontrado, en su tiempo, caballeros, princesas, clérigos y soldados. Dispongámonos a cruzar el pequeño puente que salva el río y dejemos que nuestra imaginación nos lleve hasta donde llegue. Aunque estamos en un lugar donde la historia real puede ser más fantástica que la leyenda.

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Foto: J.A. Padilla

La Carcasonne medieval, la llamada Ciudadela o La Cité, está situada sobre una colina de la región francesa de Languedoc-Roussillon, y nació de un asentamiento romano del siglo VI a.C. Su ubicación ha permitido que, además de los romanos, visigodos, sarracenos y, más tarde, los condes de Toulouse y Francia. Si nos entretuviésemos en contar las torres que rodean su muralla, que no creo que hagamos, encontraríamos que existen 52 torres a lo lardo de los tres kilómetros de muralla que rodea la ciudad. Parece claro que con tamañas defensas y su ubicación parece un lugar inexpugnable. Y así fue durante varios siglos de su historia, pero en la actualidad cerca de tres millones de personas la recorren cada año, lo que da una idea de la dimensión turística del lugar. Es evidente un lugar masificado por el turismo y en los fines de semana es casi imposible moverse con comodidad entre sus estrechas calles y paseos de la muralla. Un aviso de lo que nos espera al otro lado de la muralla lo encontramos nada más cruzar el puente medieval, con la calle principal que sube al castillo, en el que apenas puedes avanzar entre el rastrillo con los objetos típicos y las personas que intentan hacerlo. Por todo ello, es importante elegir bien el día y, también, la hora de nuestra visita. Así evitaremos, en lo posible, la “invasión” de los que quieren conquistar la ciudad a toda costa.  

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Pero olvidemos la masificación, cojamos nuestra máquina fotográfica y elijamos los mejores ángulos para obtener las mejores fotografías. En este caso, hemos utilizados una cámara Canon 7D, con dos objetivos zoom: unos Tamrom de 18-210 y otro Sigma 18 20-150, procesando las fotos elegidas al tratamiento HDR (High Dinamic Rang). Tenemos ante nosotros unas horas fascinantes que hemos de aprovechar.

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Cascasonne es un lugar de historia. De mucha historia. Sus orígenes se remontan al período romano, quienes le dieron el nombre de Iulia Carcasso y la fortificaron. Tras los romanos llegaron los visigodos, que ocuparon la ciudad. Tras ellos, en el siglo VIII llegó el reinado de Pipino el Breve, rey de los francos, los cuales volvieron a fortificarla para defenderse de los árabes. Constituyó el inicio de varios reyes francos. Y así llegará hasta la Edad Media, momento importante en la historia de Carcassonne al convertirse en uno de los principales feudos cátaros, lo que provocó que se convirtiera en un objetivo esencial en las guerras de religión que se produjo en Francia entre los católicos y las creencias herejes.

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Los cátaros. Su nombre suena a ocultismo, nigromancia y otras artes herméticas. Pero, en realidad, el catarismo fue un movimiento religioso surgido en por Europa Occidental a partir del siglo X y que se difundió en el Languedoc a mediados del siglo XI y que fue considerado por la Iglesia católica como un movimiento herético que combatió con todas las armas a su alcance. El catarismo basaba su doctrina en la negación a todo lo material y la afirmación de una dualidad creadora formada por Dios y Satanás, señalando que Dios creó cielos y almas y Satanás el mundo material, las guerras y la Iglesia católica, a la cual consideraban una institución corrupta y materialista. Tal enfrentamiento dio como fruto la llamada cruzada albigense, nombre con el que se conocía también a los cátaros, a principios del siglo XIII, de carácter violento y con el apoyo de la monarquía francesa. Caso doscientos años después, a finales del siglo XIII, los cátaros fueron derrotados y obligados a la clandestinidad hasta su total desaparición.

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El final de las guerras de religión provocó el paulatino abandono de Carcassonne. En el siglo XIX,  era una ciudad completamente abandonada. Sus murallas habían servido de canteras para la construcción de otras edificaciones en los alrededores, y su estado era prácticamente ruinoso. Mientras nuestra cámara va fijando las imágenes intentamos imaginarnos esa triste imagen de Carcassonne absolutamente ruinosa.

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Tal abandono provocó una nueva cruzada, esta vez incruenta y nada violenta, pero de gran transcendencia, viendo los resultados. Un historiador  Jean-Pierre Cros-Mayrevieille;  el también historiador y escritor, Próspero Merimeé, autor de la novela Carmen y el arquitecto Eugène Viollet-le-Duc, fueron los artífices para su recuperación. En plena época del Romanticismo francés y del gusto por lo medieval, la Sociedad Francesa de Arqueología inició la recuperación del conjunto histórico de Carcassonne. Viollet-le-Duc fue el artífice de la restauración de la catedral de Notre Dame en el siglo XIX y era un gran experto y conocedor de la arquitectura medieval. A mediados de este siglo inicia la reconstrucción de Cacassonne. Será, sin embargo, una reconstrucción polémica aún desde su inicio. Y es que en efecto, no se trataba de recuperar el burgo medieval respetando sus raíces, sino una reconstrucción total. Viollet-le-Duc utilizó para la reconstrucción materiales no propios de la zona, como pizarra en colores oscuros, en vez de la tradicional teja en colores ocres. Además modificó la  estructura de las torres tanto de la muralla como del castillo, que en vez de estar rematadas por una terraza como es propio de la región, pasaron a estar cubiertas por una cúpula recubierta de escamas de pizarra. También se ha criticado la reconstitución del puente levadizo existente junto a la puerta de Narbona, el acceso principal al conjunto monumental. Así pues, lo que hoy conocemos y disfrutamos poco tiene que ver con aquella vieja villa de la Edad Media, aunque justo es reconocer que el resultado final ha sido espectacular, ya que nos encontramos un conjunto armónico y de gran belleza, independientemente que su reconstrucción sea mayor o menor fiel a la historia. 

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Como es lógico pensar, Carcassonne parece un lugar donde las leyendas encuentran una gran fuente de inspiración. La más conocida es aquella que se remonta al año 725, cuando es conquistada por los árabes provenientes de la Península Ibérica, que comenzaban a desplazarse hacia Francia. Es la leyenda de la «Dame Carcas», o «Dama Carcas», cuya estatua se encuentra antes de cruzar el puente levadizo. Según ella, el nombre de Carcasona, proviene del nombre de una princesa sarracena que vivía en la época de ocupación musulmana. Carlomagno, tras la ocupación y conquista árabe, se dispuso a reconquistar el territorio. La ciudad se preparó para lo que sería un largo asedio, a cuyo frente se encontraba la princesa Carcas, cuyo su esposo había resultado muerto y era ella ahora la que se ponía al frente de la guarnición. Tras 5 años de asedio, las provisiones de la ciudad comenzaban a escasear. Sin agua y sin alimentos la ciudadela tenía que rendirse, pero la Princesa Carcas ideo un plan. Solo quedaba como provisiones un saco de trigo y un cerdo. La princesa entonces ordenó sobre alimentar al cerdo con el saco de trigo que quedaba. Una vez que el cerdo estuvo cebado, ordenó arrojarlo desde la torre más alta de la fortificación. Cuando Carlomagno y su ejército vieron caer al cerdo interpretaron que el asedio era inútil, ya que los habitantes disponían de vivieres suficientes como para desprenderse de una animal tan cebado. Creyendo inútil el asedio, las tropas de Carlomagno se retiraron, dejando la ciudad libre de asedio.

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Carcas al ver como el ejército se retiraba ordenó hacer sonar las campanas de la ciudad, a lo que unos de los hombres de Carlomagno exclamó la ya famosa frase «¡Carcas sona!», nombre con el que según la leyenda comenzó a llamarse a la ciudad amurallada.

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Pero, como decimos, esto es sólo una leyenda, ya que la realidad fue que finalmente Carlomagno triunfó sobre los sarracenos y los francos dominaron Carcasona.  Después de la muerte del Carlomagno,  se desarrolló el período feudal, durante el cual los condes y vizcondes de Carcasona se sucedieron en el poder durante tres siglos, sin la tutela efectiva de ningún rey. Los condes, y en particular Roger el Viejo, así como la dinastía de los Trencavel, gobernaron y vivieron en la ciudadela.

La historia real fija que en el siglo V, los visigodos ocupan la ciudad y aumentan las fortificaciones, lo que no evita que en año 725 los musulmanes procedentes de la Península Ibérica la conquisten y permanezcan aquí hasta que el rey Pipino el Breve los expulse en el 759, cediendo la ciudadela al noble visigodo Bellón I, conde de Carcassonne nombrado por Carlomagno, y abuelo de Wifredo el Velloso, primer conde de Barcelona. El condado será heredado por su hijo primogénito Guisclafredo de Carcasona, en el año 810, que muere sin descendencia, por lo que es sustituido por su hermano Oliba I.

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Es en este tiempo cuando Carcasona entra en la historia por su papel durante la cruzada contra los albigenses. En agosto de 1209, el ejército de los cruzados de Simón de Montfort fuerza la rendición de la ciudadela después de un sitio de quince días. Toma como prisionero a Raimundo Roger Trencavel que morirá en la cárcel. Simón de Montfort se así convierte en el nuevo vizconde con el apoyo de la iglesia católica.  En el año 1213 se produce la batalla de Muret, en la que Simón de Montfort vence a Pedro II de Aragón, marcándose el inicio de la dominación de los reyes de Francia sobre Occitania. La ciudad pasa definitivamente bajo el control del Rey de Francia en 1247, cuando Ramón Trencavel II renuncia a su título de vizconde en favor del rey de Francia Luis IX. Este perdona entonces a sus partidarios y les permite volver a Carcasona en la orilla occidental del río, fundándose la parte nueva de la ciudad al pie de la colina, llamada Ciudad Baja o Bastida de San Luis.

Luis IX y su sucesor, Felipe III, construyen las fortificaciones exteriores. En esa época, la fortaleza se considera inexpugnable. Tanto que durante la Guerra de los cien años entre Francia e Inglaterra, en 1355, Eduardo no consigue tomar la fortaleza alta aunque sus tropas sí consiguen tomar y saquear la ciudad baja. En 1659, por el Tratado de los Pirineos, pasa a manos de Francia y la importancia militar de Carcasona desaparece. Las fortificaciones se abandonan y la ciudad se convierte en un centro económico, especializado en la industria textil.

Ahora iniciemos la visita.

Puerta de Narbona. Foto: J.A. Padilla

Nuestra visita por la Cité comienza en la Puerta de Narbona, flanqueada por torres gemelas y un puente levadizo. Rcibe este nombre por estar orientada hacia esta ciudad de la costa mediterránea. Fue construida hacia 1280 durante el reinado de Felipe III y se compone de dos imponentes torres de tres niveles además de la planta baja, equipadas con un frente en forma de tajamar para el desvío de los proyectiles atacantes. La puerta de acceso está protegida por matacanes, desde donde se podían arrojar objetos o aceite hirviendo, y por troneras, desde donde se podían disparar. Frete a ella se encuentra una barbacana, llamada de Saint Louis, con un arco fortificado, utilizada como puesto defensivo de vanguardia. Finalmente, el conjunto se encuentra rematado por un pequeño altar donde podemos ver la figura de la Virgen María. La rehabilitación emprendida por Viollet-le-Duc de 1859 a 1860 la dotó de una imitación de puente levadizo que no existía originalmente.

Barbacana puerta de Narbona. Foto: J.A. Padilla

Cruzando la puerta nos encontramos con la calle principal de la Ciudadela, la rue Clos Mayrevieille, que en hora punta es casi imposible de pasear, por lo que debemos elegir bien el día y la hora de visita para evitar aglomeraciones. El ambiente es inigualable: restaurantes y tiendas de souvenirs nos invitan a detenernos.

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Sigamos el camino que sigamos, llegaremos al Castillo Condal, la última defensa que incorporó el recinto. Esta fortaleza dentro de otra fortaleza fue construida en el siglo XII, y está rodeada por un foso y custodiada por robustas torres. Desde el castillo se aprecia mejor la estructura militar del conjunto.

Entrada al Castillo. Foto: J.A. Padilla

Destacan los matacanes o galerías de madera desde las que se lanzaban proyectiles, y las lices o palestras, el espacio entre murallas en el cual, si los atacantes accedían al recinto exterior, quedaban al descubierto y desprovistos de refugio. Hoy la palestra se ha convertido en un paseo de adarve desde el que podemos contemplar hermosas vistas del conjunto.

Patio de honor y Torre del homenaje. Foto: J.A. Padilla

Tras atravesar la barbacana y el puente de piedra llegamos al llamado Patio de Honor, presidido por la gran Torre del homenaje. Desde allí se puede iniciar la visita explorando las seis salas convertidas en museo, donde se explica la historia de la ciudad y se pueden contemplar elementos y figuras de la época medieval.

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En el de Honor, o Principal, antiguamente había un olmo medieval, que ha sido sustituido por plátanos y desde el que se puede observar la estructura del castillo.

Foto: J.A. Padilla

Nuestra visita continuará con un agradable paseo por el Camino de ronda, que bordea el perímetro rectangular del castillo. En nuestro camino encontraremos varios miradores desde donde se pueden observar los dos patios del castillo, sus torres, el interior de la ciudadela y los paisajes alrededor del castillo. En el castillo existen dos patios, uno el ya mencionado Patio de Honor y el otro el Patio del Midi, en el que destaca la Torre Pinte, una torre cuadrada y almenada.

Patio del Midi y Torre Pinte. Foto: J.A. Padilla

El paseo a lo largo de la muralla del castillo esconde extraordinarios rincones que no podemos perder. Desde ella podemos ver la estructura de los dos recintos amurallados, los cuales están separados por una liza, con 52 torres a lo largo de los tres kilómetros de muralla exterior. Por la parte alta de las murallas transcurre un camino de ronda, protegido por almenas y reforzado por cadalsos.

Foto: J.A. Padilla

La muralla interna, cuyas partes más antiguas son de época galo-romana, de finales del siglo III, sirvió de defensa frente los visigodos en el siglo V, y fue utilizada en la época medieval por la familia de los Trencavel, para ser posteriormente reconstruida cuando la ciudad fue ocupada por los reyes. Posee un perímetro de poco más de un kilómetro y se caracteriza por un paramento de piedra con hileras de ladrillos que refuerzan la muralla. La muralla está flanqueada por torres en forma de herradura, cuadradas en el lado interno, el de la ciudad, y en semicírculo en la parte externa que da a la liza. La pared de este recinto tiene de dos a tres metros de grosor.

Foto: J.A. Padilla

Llama la atención los elementos de madera que cuelgan de las murallas, son los llamados cadalsos, estructuras suspendidasque servían de refugio desde donde los arqueros disparaban sus flechas y ballestas.

En las murallas se encuentran cuatro puertas principales de acceso al interior de la Cité, situadas cada una de ellas en uno de los puntos cardinales. Ya hemos visto la entrada principal, Narbona. Vemos ahora otra puerta importante, la Puerta del Aude.

Puerta del Aude. Foto: J.A. Padilla

La puerta del Aude, orientada hacia el río Aude, se encuentra protegida por una barbacana, un castillete y un enorme matacán. Se trata de un complejo sistema defensivo, ya que existen arcos que aparentemente contienen inexistentes, pero que dan la sensación de reforzar su defensa. La puerta tiene forma de arco de medio punto, construida en sillares de piedra y ladrillo. El matacán, sin embargo, no existía en la construcción original y fue añadido por Viollet-le-Duc durante su restauración. Desde la puerta podemos contemplar, en todo su detalle y esplendor, la Torre de la Justicia.

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Otra puerta interesante en la Puerta de San Nazario, situada al sur de la Ciudadela y que une la muralla con la basílica de San Nazario, de ahí su nombre. La torre se encontraba totalmente derruida y la actual es fruto de la restauración. Una vez atravesada la puerta nos encontramos con la basílica.

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Uno de los monumentos más importantes es la Basílica de Saint-Nazaire, antigua catedral de Carcassonne y que fue consagrada el Papa Urbano II en el siglo XI. Fue construida sobre las ruinas de un antiguo templo carolingio. Se trata de un templo gótico de origen románico, si bien, tras la restauración, conserva pocos elementos originales. aunque poco queda del templo original. Fue por este motivo por el que perdió su título de catedral y se convirtió en basílica. En la Basílica de Saint-Nazaire se guardan los restos de San Nazario.

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Actualmente de la iglesia románica sólo queda la nave central. En el siglo XIII el rey de Francia permite la ampliación del presbiterio, reemplazando la iglesia románica por otra gótica más grande y más bella, uniendo los dos estilos. El resultado sorprende por su belleza. De gran importancia son los rosetones y las vidrieras de la parte gótica. El rosetón Norte es de finales del siglo XIII y el sur del siglo XIV. El rosetón del Norte, orientado a la salida del sol, es como un bello caleidoscopio. El rosetón del Sur, orientado a la puesta del sol, con un conjunto de colores propios del ocaso.

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Las vidrieras muestran escenas religiosas, como cuando la madre de San Celso presenta a su hijo a San Nazario; la vida de San Pedro y S. Pablo; la vida de Jesús; la presentación de la Virgen María en el Templo. Natividad de la Virgen; escenas de la vida de San Nazario y de San Celso; un árbol de la vida que narra la religión cristiana, etc.

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Junto a la basílica, adosada a la muralla, encontramos otras de la torres importantes: la Torre de San Nazario.

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Se trata de una torre de planta cuadrada, con función protectora y defensiva de la basílica de Saint-Nazaire, junto a la puerta del mismo nombre. Consta de dos plantas como estancia de las guarniciones con chimenea. Por su parte, la Torre del Tresau o del Tesoro está situada al noroeste. Con salas abovedadas y ventanas de estilo gótico. 

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 A partir del siglo XIII, los reyes de Francia ordenan la construcción de un segundo recinto exterior en torno a la Cité, de una altura entre 10 y 12 m, y rodeado por un foso excepto en los lugares donde la pendiente del promontorio ya actúa como defensa natural. En este caso las torres se construyen con forma redonda, con menos altura que las galo romanas y quedando al descubierto de los tiros de los defensores, desde muralla interior más elevada. Entre ambas murallas se dejó un espacio de separación, conocidas como lizas. Este camino de ronda proporciona un agradable paseo y nos permite contemplar con detalle ambas murallas, las torres desde el exterior y las vistas panorámicas.

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Las calles y plazas, como hemos dicho antes, están repletas de tiendas de todo tipo, aunque predominan los restaurantes y de recuerdos. En los primeros no podemos dejar de degustar el plato típico de esta comarca: el cassoullet, un plato a la vez contundente y delicioso. Las plazas muestran el gran ambiente de la Ciudadela, La Place du Chateau, la Place Marcou son el mejor ejemplo de ello. O la Plaza de Saint Nazaire, junto a la basílica. Sin olvidar la Place du Petit Puits (Plaza del Pozo Pequeño). Todo en Carcassone es puro espectáculo.

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