Guido Reni, el genio olvidado

Guido Reni, nacido en Bolonia,  fue uno de los pintores más destacados en el siglo XVII, aunque sean muchos los que lo desconocen. Su obra fue muy conocida especialmente en Italia, pero llegó también a otras capitales europeas, como en Madrid, donde algunos de sus cuadros fueron adquiridos por la corona española y pertenecen a la colección permanente del Museo del Prado. Y ha sido precisamente en esta pinacoteca donde se  ha organizado una selección de sus mejores obras, lo que nos da la oportunidad de conocer más profundamente a este pintor y admirar, su obra. Y no solo porque en la exposición está formada, principalmente, por los cuadros que pertenecen al museo, sino porque ha permitido la oportunidad de contemplar algunos que se encuentran en museos extranjeros. Tal vez la causa de su ostracismo se debe al repudio social que sufrió Reni durante su vida y que le castigó para la posterioridad. Sin duda alguna, la personalidad controvertida y polémica de Guido Reni, algo muy común en otros genios de las artes y las letras, le persiguió en vida, y tras la muerte. Una de las características de muchos genios de las bellas artes ha sido su personalidad polémica y, en algunos casos, poco académica, lo que, en ningún caso, debería ser un factor determinante para el conocimiento de sus obras. Y no por actos extravagantes ni delirio alguno, sino por su vida. Guido Reni era una persona extremadamente supersticiosa, hasta el punto de poseer libros de brujería que le ayudaban a celebrar ritos maléficos para ahuyentar los malos espíritus. Esto, en el siglo XVII era una práctica peligrosa en aquella sociedad que intentaba superar el medievo. El segundo pecado de Reni era su afición compulsiva al juego. Algo que le llevó a la ruina y le obligó a pintar cuadros de forma frenética para satisfacer las deudas y venderlos a cualquier precio. El tercer pecado de Reni era también complejo. Era misógino y le tenía mucho miedo a las mujeres. Vivió soltero toda su vida junto a su madre, única mujer a la que aceptó, ya que sus criados eran todos hombres. Las mujeres estaban prohibidas en su casa. Pero paralelamente a estos pecados, Guido Reini fue una persona muy dotada para la pintura y, como decimos al principio, se convirtió en uno de los pintores más importantes del siglo XVII. Algo que podemos comprobar en la exposición del Museo del Prado. No sería hasta el siglo XX cuando l obra de Reni empieza a ser valorada y conocida para el público.

Precisamente de su ciudad natal, de la Pinacoteca de Bolonia nos viene uno de sus cuadros más dramáticos, donde el pintor muestra su maestría para mostrar el cuerpo humano y las emociones humanas. Se trata de La matanza de los inocentes, un episodio bíblico descrito en el Evangelio de San Mateo en referencia a la muerte de los niños judíos ordenada por Herodes. De gran dramatismo, se aprecia a dos soldados que están matando a los niños, uno pintado desde detrás, mientras corre  tras una mujer que grita llevando a un niño en brazos. El otro soldado está arrodillado hacia las madres con sus niños. Ambos soldados están armados con puñales. Cada una de las madres mantiene una actitud distinta contra los soldados.  Una está chillando e intentando huir; otra está huyendo hacia la derecha, mientras abraza a su niño, mientras que otra, en la esquina izquierda de abajo, está abrazando al niño. Otra intenta parar a un soldado con su mano izquierda, y otra mujer arrodillada está rezando al cielo por el alma de los niños que ya han sido sacrificados. Reni utiliza en su cuadro colores vibrantes y vivos que acentúan la violencia y el horror de la escena. Los tonos rojos y oscuros predominan en la obra, creando una atmósfera opresiva y dramática.

Reni fue un pintos clásico y su obra tuvo una temática mitológica y religiosa. El anterior es un claro ejemplo de lo segundo. El siguiente cuadro, sin embargo, tiene una temática mitológica. Se trata de tal vez del mejor de sus cuadros y, sobre todo, el más famoso: “Hipómenes y Atalanta”, del cual Reni pintó dos versiones. Una se encuentra en la colección permanente del Prado y la otra en Nápoles. La española fue adquirida en 1664 como regalo para el rey Felipe IV del conde de Peñaranda. Fue uno de los cuadros que se salvaron del incendio del Alcázar. El cuadro representa la historia de la ninfa Atalanta e Hipómenes según la “Metamorfosis” de Ovidio, según la cual  Atalanta se convertirá en un animal cuando contraiga matrimonio, tal y como le había augurado un oráculo. Muy dotada para la carrera, desafiaba a todos sus pretendientes a una carrera de la cual ella era siempre la ganadora. Hipómedes, muy enamorado de ella, pidió ayuda a la diosa Venus y esta le entregó tres manzanas de oro  del jardín de las Hespérides para que ella se detuviera a recogerlas. El cuadro recoge el momento exacto en el que Hipómenes ha arrojado una de las manzanas y, mientras ella la recoge, él consigue adelantarla. Ambos personajes parecen estar representando una escena de ballet o una danza. El final de la historia ya la conocemos. Hipómenes vence a Atalanta. Pero cuando acuden al templo de la diosa Cibeles para consumar su enlace, la diosa, enfurecida, los transformará en dos leones que tirarán de su cuadro sin poder siquiera mirarse entre ellos. En el cuadro, los personajes parecen interpretar una danza.

Del Museo de Arte de Nueva York viene otro de sus cuadros más importantes: la Inmaculada Concepción, donde la virgen María es presentada con aspecto más humano. El cuadro fue un encargo de Felipe IV para su hermana María de Austria. Fue donada a la Catedral sevillana, donde permaneció hasta la Guerra de la Independencia. El cuadro, dicen y es probable que así sea, sirvió de inspiración al pintor sevillano, Bartolomé Esteban Murillo, para su varias inmaculadas.

Volviendo a la mitología, uno de los ejemplos más importantes es «La caída de los gigantes», otro de los cuadros esenciales de Guido Reni. Muestra también un episodio de la “Metamorfosis” de Ovidio. Este cuadro, pintado en 1637, muestra una composición de cuerpos musculosos que representan la lucha entre los Hijos de la Tierra, los Gigantes, y los Dioses del Olimpo. Los gigantes querían llegar al cielo y, para ello, amontonaron piedras que les ayudara a subir a él. Ello provocó la ira de los dioses. Por ello, Zeus, con su rayo, derribó la montaña de piedras y los gigantes caen aplastados por enormes ellas.

El siguiente cuadro también se salvó de las las llamas de un importante monumento, en este caso la catedral de Notre Dame, en París. Se trata de “El triunfo de Job”, Nos cuenta como Job desafía al demonio y demuestra su fe en Dios renunciando a todas sus riquezas, bienes e, incluso, su familia. Reni nos muestra, pues, a Job triunfante, rodeado de figuras celestiales y símbolos que representan su victoria sobre las pruebas y su renovada prosperidad. Se da la circunstancia que es la primera vez que el cuadro es expuesto públicamente tras el incendio de 2019.

Desde el Museo Hermitage, en an Pertersburgo, viene el cuadro “La educación de la Virgen”. En él, Guido Reni muestra a la Virgen rodeada de otras mujeres mientras recibe una clase de costura. En el mismo enfatiza a los personajes al recortarlo sobre un fondo oscuro.  Los tonos suaves y cálidos de la piel de la Virgen contrastan con los colores más brillantes y saturados de los ángeles y santos que la rodean. La luz que ilumina la escena es suave y difusa, creando una atmósfera de serenidad y paz.

El arte de Guido Reni tuvo en el rey Felipe IV uno de sus mayores entusiastas. Y varios de sus cuadros fueron elegidos, entre otros muchos, para decorar las paredes de su residencia principal, el antiguo Alcázar de Madrid, así como los palacios del Pardo y el Monasterio de El Escorial, junto con el nuevo Palacio del Buen Retiro. Hoy, estos cuadros se encuentran en la colección del Museo del Prado.

Por ejemplo, este “Cupido”, el cual estuvo situado en el despacho de verano del Alcázar, curiosamente junto a  Las meninas de Velázquez. Reni nos presenta a un cupido que ofrece su flecha a una paloma que significa el amor conyugal. Al fondo, sin embargo, vemos a oro cupido dispuesto a hacer blanco con sus flechas en el corazón de algún enamorado.

Otra de las obras “españolas” es el “Cristo triunfante”, que representa a Cristo abrazado a la Cruz, Estaba situado en la planta baja del Alcázar, junto a “La adoración de los Magos”, de Rubens. Se encuentra en la Real Academia de San Fernando, en Madrid.

“Muchacha con una rosa” es otro de los cuadros situados originalmente en el Alcázar. La protagonista se encuentra rodeada por un fondo oscuro que resalta su belleza. Sostiene una rosa en su mano derecha, que simboliza la inocencia y la pureza. Los colores suaves y delicados crean una atmósfera tranquila y serena.

Un cuadro de gran dramatismo, perteneciente al Prado, lo constituye esta «Cleopatra», del cual existen varias versiones, siendo esta y la perteneciente a la Royal Gallery. En esta vemos a la legendaria reina egipcia en su agonía de muerte, con la mirada perdida, tras recibir la mordida del áspid, mientras su mano izquierda de Cleopatra intenta coger una fruta de una cesta situada sobre una mesa cercana.

«La Virgen de la silla» fue adquirida por Felipe IV, para el Monasterio del Escorial. Más tarde José Bonaparte se la llevó a Francia a Francia para formar parte del Museo Josefino hasta que en 1815 fue devuelta a España, formando parte de la colección del Prado. La Virgen aparece sentada en un trono y coronada por ángeles como Reina del Cielo, mientras mira con dulzura al Niño entre sus rodillas. Este mantiene una postura curiosa y de gran tranquilidad. Los colores son vivos y dan mucha fuerza a la composición. La túnica azul contrasta con el vestido azul de la virgen, y ambos con la blancura de los cuerpos celestiales y del niño.

El lote de pinturas «españolas» lo cerramos con este “San Jerónimo”, donde Reni muestra la belleza que puede encerrar la vejez. En esta representación de San Jerónimo observamos con gran detalle los cabellos entrecanos de la cabeza y la barba, las arrugas del rostro y las venas de las manos.

Volvemos a la mitología clásica. El cuadro «Baco y Ariadna», que pertenece a una colección particular, cuenta el mito Ariadna, hija del rey Minos y quien dio a Teseo el hilo con cuya ayuda el héroe ateniense consiguió escapar del laberinto. Ambos huyeron de Creta pero Teseo la abandonó. Cuando ella descubrió que había sido abandonada rompió a llorar siendo escuchada por Baco, quien se apiadó de la joven. El dios del vino se enamoró y la tomó por esposa. De nuevo Reni muestra su absoluta maestría en cuanto a la luz del cuadro y a los cuerpos de los personajes.

Otro cuadro, perteneciente a una colección particular, es «Susana y los viejos», considerada una obra maestra del arte barroco italiano del siglo XVII. Susana aparece en el centro de la composición, rodeada por los dos ancianos que la acosan. La obra trata de la historia bíblica de Susanna, incluida en el Libro de Daniel, una mujer joven y hermosa que es acosada por dos ancianos mientras se baña en su jardín. Estos la amenazan de acusarla de adulterio si no acepta sus pretensiones. Susanna se niega a ceder a sus demandas y es condenada a muerte por adulterio. Sin embargo, el profeta Daniel interviene y demuestra la inocencia de Susanna, salvándola de la muerte.

En la exposición podemos ver otra versión de este cuadro, perteneciente a la colección de la National Gallery de Londres. De composición similar, los personajes aparecen con colores más vivos, lo que acentúa el contraste del blanco cuerpo desnudo de Susana.

Esta breve reseña sobre la exposición de Guido Reni nos da una idea bastante exacta de la dimensión de su pintura. Son unos pocos ejemplos, pero suficientes para estudiar y comprender su pintura y la personalidad de un pintor difícil en su personalidad. Como todos los genios…