Los fusilamientos de la montaña de Príncipe Pío. Goya

MUSEO VIRTUAL – PASAJERO 56

LOS FUSILAMIENTOS EN LA MONTAÑA DE PRÍNCIPE PÍO. Goya. Museo del Prado. Madrid

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Los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío o Los fusilamientos del tres de mayo es un cuadro del pintor español Francisco de Goya terminado en 1814 que se conserva en el Museo del Prado. El cuadro es un auténtico documento gráfico que muestra la lucha y la resistencia del pueblo español contra el ejército francés de Napoleón al inicio de la guerra de la Independencia española. Este cuadro supuso para el pintor aragonés un problema de conciencia. Goya veía a los franceses y sus ideas liberales como necesarios para superar las supersticiones y la corrupción del Antiguo Régimen de la España de Carlos IV. Para Goya, los franceses eran la oportunidad liberal que España necesitaba. Sin embargo, fue testigo de la forma en que los franceses se enfrentaban al pueblo español y la crueldad de su represión contra un pueblo desarmado y abandonado por sus reyes. Goya, pintor de cámara del rey, decide denunciar la barbarie de los franceses en varios cuadros, entre ellos este.

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El pintor aragonés plasma con escalofriante realismo la extrema violencia y crueldad de los hechos. En la escena podemos diferenciar a tres grupos: los muertos sobre charcos de sangre, los que están siendo fusilados y los que aguardan su turno. Frente a ellos, el pelotón de fusilamiento. La luz del cuadro se concentra en el héroe anónimo con los brazos en cruz, vestido de blanco, proclamando con ello su inocencia, iluminado por la luz de la lámpara cae sobre él, absorbiendo toda la luz de la composición. Los franceses en cambio no tienen rostro, son como una máquina mortal.

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La obra está dividida en partes bien diferenciadas. En la derecha, dominan la penumbra y las sombras, y en ella se encuentran los franceses, mientras que en la izquierda, la luz acompaña a los españoles en su resistencia legítima. Es curioso que Goya haga este alegato en relación a la luz, ya que en su obra, la luz representaba el espíritu liberal y la sombra el absolutismo. Pero ahora, él utiliza la luz para utilizándola para diferenciar a unos y otros.

Siguiendo con el análisis, Los soldados franceses aparecen alineados en perfecta formación. Son seres anónimos, sin rostro y, por lo tanto, deshumanizados. Son como un muro, un muro de muerte, con sus uniformes de color marrón y gris. Frente a ellos, los condenados a muerte están colocados de manera desordenada, sin orden ni línea. No son un ejército porque ninguno lleva uniforme, son gente del pueblo. El grupo principal de las víctimas permanece de rodillas, rendidos a su suerte. Otro grupo está a la derecha esperando su turno. En el suelo, yacen los que ya han sido ejecutados. Las víctimas sí tienen rostros y en ellos se ve el horror ante la muerte que se avecina, aunque dos de los personajes esconden el suyo, incapaces de soportar la escena. Todos son personajes anónimos, gente del pueblo víctimas de la barbarie de los franceses. Al fondo, a la izquierda, se distingue una sombra. Parece una mujer sosteniendo a alguien en brazos, casi como una piedad. En el grupo de arrodillados se aprecia a un personaje vestido con sotana y tonsurado, lo que le identifica como un sacerdote. Aquel fatídico día tuvo, entre las miles de víctimas, un único sacerdote, Francisco Gallego y Dávila. Entre estos personajes destaca el hombre con camisa blanca, de rodillas que extiende sus brazos en cruz, como crucificado por su sacrificio. Su camisa blanca llena de luz en el cuadro, y se convierte en imagen simbólica de inocencia y de esperanza a la vez. En ella se concentra la mirada del espectador.

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La escena se produce en un espacio real: la montaña del Príncipe Pío, y al fondo, se pueden el convento de Doña María de Aragón y el cuartel del Prado Nuevo, hoy en día inexistentes. Bajo ellos se aprecia, por medio de manchones y trazos indefinidos un grupo de personas que parecen tener los brazos en alto, sin que se sepa que representan, tal vez a esas élites que se mantuvieron ajenas a los hechos que se produjeron en Madrid durante esos días. Y toda la escena en medio de una noche cerrada y oscura, sin una sola estrella que ilumine el firmamento, simbolizando el luto propio de los acontecimientos, en contraste con la luz que ilumina los pechos de las víctimas.

Sin duda alguna, dentro de la extensa y fructífera obra de Goya, este cuadro representa el espíritu de un pintor al que el destino le hizo vivir unos difíciles momentos históricos de los que él mismo fue testigo y protagonista.