14. EL 2 Y 3 DE MAYO DE 1808

Fernando VII entraba en Madrid el 23 de marzo de 1808 y allí encuentra a un pueblo entregado a él, aclamado como el nuevo rey que traerá la esperanza a un pueblo que la necesita. A un rey que les librará de los franceses.

Proclamación de Fernando VII en la Plaza Mayor de Madrid
Proclamación de Fernando VII en la Plaza Mayor de Madrid

A Madrid, ha llegado unos días antes Joaquín Murat para seguir puntualmente las órdenes de Napoleón. Para entonces, ya sabía las intenciones de su cuñado con respecto a España: su invasión de España, despojar del trono a los Borbones y poner como rey a uno de sus hermanos. Napoleón le había recomendado a Murat que fuera cauto con los españoles, al que definía como un pueblo ingenuo, donde la aristocracia y el clero eran los amos de España, solo si amenazaban sus privilegios, se levantarían contra ellos. Pero Murat había seguido al pie de la letra las órdenes de Napoleón, no sus consejos, y su entrada en Madrid fue todo un despliegue militar encaminado a amedrentar a la población, con las consiguientes consecuencias.

El general Murat
El general Murat

La realidad es que cuando Fernando llega a Madrid se encuentra con que Murat se niega a reconocerlo como rey y, tras informarle que el propio emperador está de camino a Madrid para entrevistarse con él, le aconseja que sea el propio Fernando el que salga a su encuentro, con la esperanza de estrechar lazos de amistad y obtener su legitimación. A Fernando ni a sus consejeros les agrada la idea de abandonar Madrid, pero no quieren irritar al Emperador. Necesitan su apoyo y que le acepte como Rey de España. Es consciente de que su nombramiento y posterior coronación se ha producido tras un motín contra su propio padre y en medio de unas circunstancias violentas. Después de muchas deliberaciones, Fernando VII y sus consejeros, entre los que se encuentra, como no, Escóiquiz, deciden viajar al encuentro de Napoleón.

Así, abandona Madrid el 10 de abril, dejando el gobierno a cargo de una Junta de Gobierno, aunque realmente el poder quedaba en manos de Murat que era quién tenía la fuerza militar. En Madrid había cuatro mil soldados españoles por unos sesenta mil franceses, por lo que la superioridad francesa era absoluta. El 16 de abril Murat declara a la Junta de Gobierno que Francia no va a reconocer a Fernando como rey, pues le considera un usurpador, y que sólo reconocerán a Carlos IV. El 22 de abril Carlos IV y María Luisa de Parma salen de El Escorial en dirección a Bayona, donde también se dirige Godoy que había sido liberado por orden de Murat. Carlos IV iba con la esperanza de que Napoleón le devolviera el trono, Fernando VII con la esperanza de verse confirmado en el trono por Napoleón, Godoy, con la esperanza de que se le restituyera sus cargos y bienes. Napoleón con la certeza de que ninguno regresaría a España. Salvo él.

Tras la marcha de Fernando VII a Bayona al encuentro con Napoleón, en Madrid sólo quedan dos miembros de la familia de Carlos IV, María Luisa de Borbón, reina de Etruria, y el hijo pequeño de los reyes, el Infante Francisco de Paula de Borbón. Unos días más tarde, el 27 de abril de 1808, Murat  solicita a la Junta de Gobierno el traslado de los dos a Bayona para que se reúnan allí toda la familia. La Junta, en aquel momento se opone a ese traslado, que confirma los rumores que corren por Madrid de la posible salida de toda la familia real y el vacío de poder. Pero Murat hace valer sus galones y, además, muestra una carta de Carlos IV ordenando su salida. Era 30 de abril y Murat prepara todo para que el 2 de mayo de 1908 ambos miembros de la Familia Real salieran con destino a Bayona. Al día siguiente, 1 de mayo, día festivo en Madrid, regresaba Mural por la Puerta del Sol, volviendo de su acostumbrada revista de sus tropas en el Paseo del Prado, cuando la muchedumbre empezó a silbar y a hacer gestos de menosprecio a las tropas francesas. La salida de la Familia Real estaba en boca de todos.

Salida del Infante del Palacio Real
Salida del Infante del Palacio Real

En torno a las ocho de la mañana del 2 de mayo dos coches se encontraban detenidos a las puertas del Palacio Real de Madrid. Habí­a mucha gente en los alrededores, ya que era dí­a de mercado. En el primero de ellos la gente vio subir a la reina de Etruria e hija de Carlos IV, Marí­a Luisa, mientras en el segundo coche la gente pensó que era para el infante Francisco de Paula. En ese momento, el maestro José Blas Molina gritó: “¡Traición!”. Muchos se unieron a él gritando: “¡Quieren llevarse al infante!”. En ese momento, el Infante sale al balcón del palacio y saluda a la multitud, en un intento de apaciguar la situación. Pero la revuelta habí­a estallado. Murat envia compañí­as de granaderos de la Guardia Imperial acompañados de dos piezas de artillerí­a que sembraron el suelo de cadáveres. La reacción no se hace esperar. Armados con cualquier objeto que pueda ser utilizado como arma, por todo Madrid los franceses aislados eran asesinados y en la Puerta de Sol centenares de madrileños se concentraron para enfrentarse cuerpo a cuerpo a ellos. Allí­ llegaron los mamelucos, coraceros y dragones que acuchillaron a la multitud, lo que encendió aún más la furia y el odio de los madrileños. Madrid se convierte en un río de sangre. En la Cárcel de la Villa, los reclusos piden a sus carceleros que les liberen y salir a la calle a enfrentarse a los franceses. Tras ser liberados, se enfrentan en la Plaza Mayor a los soldados armados con palos y cuchillos. Los madrileños se dirigen al parque de Artillerí­a de Monteleón en busca de armas. Allí, dos capitanes, Pedro Daoiz y Manuel Velarde, haciendo caso omiso de las órdenes de sus superiores, se unen a los sublevados, a los que entrega armas. Defendieron heroicamente el cuartel, pero al final es tomado al asalto por los franceses, muy superiores en número. Madrid está siendo el triste escenario de una carnicería.

Daoíz y Velarde en Monteleón
Daoíz y Velarde en Monteleón

«¡A morir matando…!, ¡No más esclavos!«. Era el grito de los madrileños que, armados con palos, tijeras, cuchillos o cualquier objeto que pueda utilizarse como arma, se enfrentan a los soldados franceses, mientras estos sigue disparando a la multitud. Hombres, mujeres, ancianos y hasta niños van cayendo. Docenas de muertos y heridos ante los Caños del Peral, en las calles aledañas al Palacio, o la Plaza Mayor, mientras en la Puerta del Sol, se refugian en el templo del Buen Suceso niños y ancianos, en una auténtica guerra desigual que continuará durante todo el día y toda la noche.

2 de Mayo en la Puerta del Sol
2 de Mayo en la Puerta del Sol

Y mientras el pueblo se enfrenta a pecho descubierto a los franceses, los soldados españoles se mantienen acuartelados, esperando una orden del rey, que no llegará, o de alguno de sus generales, que tampoco llegarán. Serán los mencionados, el capitán Luís Daoíz, junto a otro capitán, Pedro Velarde, y con treinta voluntarios más, los se una a los ciudadanos al grito de: “¡Viva Fernando VII!..¡Viva España!...”. A ellos se les une el teniente Jacinto Ruiz, organizando entre todos la defensa del Parque de Artillería de Monteleón, hasta donde arrastran los cañones, para los cuales solo tienen diez granadas. Pero Murat manda refuerzos y la resistencia es aniquilada y Daoiz y Velarde mueren luchando heroicamente. En las calles de Madrid se produce un baño de sangre entre los milicianos armados con palos, navajas, cuchillos y todo se llena de horror y sangre hasta que, finalmente y como era de esperar, los soldados franceses se imponen gracias a su mayor armamento y preparación militar. Poco a poco los franceses van sofocando los diferentes focos de resistencia y hacia el mediodía del 2 de mayo, tres  horas después de comenzar la sublevación, esta está prácticamente controlada. Esa tarde, Murat publica un bando  en el que anuncia que: «Serán fusilados todos los que han sido presos en el alboroto y con las armas en las manos. Igualmente todos los que conservasen armas sin una licencia especial. Asimismo todos los que publicasen o vendiesen libelos sediciosos, al tiempo que hacía responsables a los padres, amos, jefes y superiores de la conducta de sus dependientes y amenaza con disolver a tiros cualquier reunión  de más de ocho personas  y con incendiar cualquier lugar en que se asesinase  un francés». Esa misma tarde, en la Casa de Correos, se forma una comisión militar que juzga a todos los prisioneros hechos por los franceses, prisioneros que no tenían derecho a defensa alguna. El 3 de mayo, Murat, con el apoyo de las autoridades militares españolas y del Consejo de Castilla, se producen los fusilamiento de cientos de civiles que han sido capturados con algún arma en las manos. El Paseo del Prado, el Cuartel de la Montaña, la Puerta de Alcalá y otros lugares se convierten en lugares de ejecuciones y las tumbas comunes se llenas de héroes anónimos.

Fusilamientos en Madrid
Fusilamientos en Madrid

Las tropas francesas no tuvieron piedad a la hora de reprimir las protestas, como lo demuestra los cuadros de Goya, en especial el titulado La Carga de los Mamelucos, una tremenda carga por parte de tropas de élite venidas desde Egipto. La resistencia era feroz, y las fuerzas napoleónicas tuvieron serias dificultades para sofocar la protesta, viéndose en serios problemas sobre todo a la altura de la Puerta del Sol y de la Puerta de Toledo en la que los sublevados resistieron tan feroz como heroicamente las constantes envestidas del ejército francés. Se calcula que unos mil españoles perdieron la vida en los fusilamientos en varios puntos de Madrid entre la tarde del 2 de mayo y la madrugada del 3.

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La carga de los mamelucos-Goya

Murat escribió a Napoleón Bonaparte que “el pueblo de Madrid se ha levantado en armas, dándose al saqueo y a la barbarie. Corrieron ríos de sangre francesa. El ejército demanda venganza. Todos los saqueadores han sido arrestados y serán fusilados”, intentando justificar así los sangrientos fusilamientos del día siguiente, inmortalizadas por Goya en su célebre cuadro Los fusilamientos del 3 de mayo, que corresponde a las ejecuciones masivas llevadas a cabo en la montaña del Príncipe Pío. Idénticos fusilamientos tendrían lugar a lo largo de toda la noche en Recoletos, el Paseo del Prado, la Puerta del Sol y la de Alcalá. Mientras tanto, el ejército español se mantenía al margen de los sangrientos acontecimientos, siguiendo las órdenes del Consejo de Regencia, bajo autoridad Real.

Los fusilamientos de la Moncloa-Goya
Los fusilamientos de la Moncloa-Goya

Aquella misma tarde había comenzado una búsqueda implacable de cualquiera que pudiera haber participado en los enfrentamientos con las tropas francesas. Calle por calle y casa por casa, los soldados registraban a todo el que encontraban y aquellas personas a las que se le encontraba algún tipo de arma o herida detenidas y encerradas, unos registros en los que participaban soldados franceses y españoles, estos últimos por orden del capitán general de Madrid, Francisco Javier Negrete. Una de las personas detenidas fue Manuela Malasaña, una joven bordadora sobre la que existen dos versiones sobre muerte existen dos versiones. La primera la sitúa junto a su padre en la defensa del Parque de Artillería de Monteleón, donde murió. La segunda relata que la joven estuvo cosiendo en el taller hasta que finalizaron los combates y después regresó sola a su casa. En el camino fue detenida por una patrulla francesa que abusó de ella mientras la registraba. Al hallar en su poder unas tijeras, una herramienta lógica en una bordadora, fue detenida y posteriormente ejecutada. Se da la circunstancia que María Malasaña era la hija del panadero francés Jean Malesange, que había españolizado su apellido.

Malasaña y su hija luchando contra los franceses
Malasaña y su hija luchando contra los franceses

Y, mientras en Bayona se negociaba las vergonzosas abdicaciones de los Reyes españoles, aquellos días de mayo eran principio del levantamiento nacional contra la agresión napoleónica y el principio de una cruenta guerra.

 

 

 

 

 

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