El milagro de S. Antonio

La Ermita de San Antonio de la Florida es una pequeña capilla mandada construir por el rey Carlos IV y diseñada por el arquitecto italiano Felipe Fontana entre 1792 y 1798, siendo Jovellanos el que eligió a su amigo Goya para que realizase los frescos que decoran su interior. En un principio, la ermita fue dedicada a San Antonio de Lisboa y Padua, pasando posteriormente a denominarse San Antonio de la Florida y convirtiéndose en uno de los lugares de romería de los madrileños durante el siglo XIX.

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El tema que eligió Goya para decorar la cúpula central de la ermita está basado en el Milagro de San Antonio, según el cual, cuando estaba el santo en Padua tienen una visión en la cual ve que su padre ha sido acusado de asesinato y condenado a morir ahorcado en Lisboa, ciudad natal del santo. San Antonio, convencido de la inocencia de su padre, acude con gran rapidez ayudado por un ángel que le traslada milagrosamente a la capital portuguesa en el mismo día. Aunque intenta convencer a los jueces de la inocencia de su padre, esos no le creen. Entonces, solicita al gobernador de la ciudad que se desentierre al hombre asesinado para que pueda interrogarlo. Ante lo insólito de la petición, el gobernador accede a la petición del santo y en cementerio se reúne una gran cantidad de personas para ver el prodigio. Allí, San Antonio en nombre de Dios pide al asesinado que vuelva a la vida. Entonces, este se incorpora sobre la tumba y el santo le pide que declare en voz alta ante el juez y todos los presentes si su padre había participado en su muerte. San Antonio aparece con el hábito franciscano situado sobre una roca, mientras el resucitado aparece siendo sujetado por uno de los enterradores. Tras él se encuentra el padre y la madre del santo.

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El asesinado declara entonces que no. Tras el milagro, ser pone en libertad al acusado. Tras pasar el resto de día con su familia, esa misma noche San Antonio regresó a su convento de Padua, donde a la mañana siguiente se le pudo ver en sus quehaceres diarios.

Goya elige esta leyenda situándola en el Madrid del siglo XVIII, razón por la cual aparecen en la composición personajes típicos madrileños, como chulapos, majas, chisperos, etc., que charlan y miran atentamente, apoyados en la barandilla que recorre toda la base de la cúpula, consiguiendo gran dosis de realismo. El milagro, sin embargo, originalmente se produjo en la Lisboa del siglo XIII.

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A los pies del presbiterio se encuentra la tumba de Goya, que tiene adosada la lápida de piedra caliza que señalaba su sepultura original en el cementerio de Burdeos, donde murió en 1828, tras su exilio voluntario en la época de Fernando VII. El pintor fue enterrado en Francia con su amigo y consuegro Martín Miguel de Goicoechea, siendo trasladados ambos y enterrados juntos en San Antonio de la Florida, al existir dudas sobre la identificación de los restos. A Goya además le falta la cabeza, un misterio aún no aclarado.

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