San Jerónimo el Real

Foto: J.A. Padilla

El Monasterio de San Jerónimo el Real, conocido popularmente como “Los Jerónimos”, fue uno de los monasterios más importantes de Madrid, bajo el auspicio de la Orden de San Jerónimo. Junto a él existía el llamado Cuarto Real, construido en época de Felipe II, llamado posteriormente Palacio del Buen Retiro en tiempos de Felipe IV. Hoy podemos contemplar en todo su esplendor la iglesia de San Jerónimo, y el claustro de estilo Barroco. La iglesia de San Jerónimo el Real el único ejemplo que existe en Madrid de un templo gótico de finales del siglo XV y principios del XVI.

Foto: J.A. Padilla

En efecto, a finales del siglo XV, los Reyes Católicos ordenaron la construcción en Madrid de un monasterio regido por los frailes jerónimos que sirviera de hospedaje a la Familia Real en sus visitas a la villa. En 1510 Fernando el Católico reunió en el monasterio las Cortes castellanas. Más tarde, en 1528 Carlos I convocó en el monasterio a las cortes castellanas para declarar a Felipe de Habsburgo príncipe de Asturias, y heredero y sucesor de los reinos.

Foto: J.A. Padilla

Felipe II ordenó ampliar el llamado Cuarto Real, futuro Palacio del Buen Retiro.  Su edificación se encarga a Juan Bautista de Toledo, quien proyecta una serie de habitaciones anexas a la cabecera de la iglesia jerónima para que el rey pudiese asistir a los oficios religiosos sin salir de sus aposentos, algo que se hizo también en El Escorial. El rey podía escuchar misa desde su dormitorio. El monasterio y el palacio se convirtieron en el centro de la vida cortesana en tiempos de Felipe V. De nuevo, en el templo tuvo lugar la jura como heredero del príncipe Baltasar Carlos de Austria, quien moriría prematuramente sin llegar a ser rey. En el convento se solía celebrar la jura de los Príncipes de Asturias, herederos al trono. Durante la invasión francesa de 1808, el monasterio y el Palacio del Buen Retiro quedaron gravemente dañados, tanto por el ejército francés, como invasor, como por el inglés, como aliado. Posteriormente, Fernando VII convirtió el monasterio en cuartel de artillería. Y después, Francisco de Asís, esposo de Isabel II, encargó a Narciso Pascual y Colomer acometer la restauración de la iglesia, de la cual procede las torres de su cabecera, que flanquean el ábside. El Palacio del Buen Retiro sufrió daños aún peores y solo se mantuvo  el Casón del Buen Retiro y el Salón de Reinos, que fue Museo del Ejército durante muchos años.

Foto: J.A. Padilla

La iglesia fue restaurada  en 1878 por Enrique Repullés, que construirá una serie de capillas en su interior. Cuando Alfonso XIII contrajo matrimonio, se levantó a toda prisa la actual escalinata que da acceso a la fachada principal, la occidental.

Posteriormente, tras la muerte de Franco, en la iglesia se celebró la ceremonia religiosa con la que dio comienzo el reinado de Juan Carlos I.

Foto: J.A. Padilla

El claustro sufrió un progresivo deterioro a lo largo del siglo XIX y tras un acuerdo con las autoridades eclesiásticas, fue recuperado e incorporado al Museo del Prado como parte de la ampliación diseñada por el arquitecto Rafael Moneo. Por su actual aspecto exterior, el claustro se conoce popularmente como “El cubo de Moneo”, manteniéndose su aspecto interior.

Históricamente, el primer monasterio de la Orden de San Jerónimo en Madrid se levantó en el año 1464, cuando el rey Enrique IV de Trastámara manda edificar a orillas del Manzanares cerca de los montes del Pardo el llamado Monasterio de Santa María del Paso. Debido a que esta ubicación era considerada inadecuada, los monjes solicitaron a los Reyes Católicos su traslado a un lugar más adecuado. Así, el 9 de mayo de 1502 la reina Isabel la Católica concede a los monjes jerónimos de Santa María del Paso un nuevo lugar para su monasterio. El lugar será conocido desde entonces como el Prado de San Jerónimo. La iglesia se levanta sobre planta de cruz latina y está compuesta por una nave central, crucero y cinco capillas por cada lado de la nave cerradas por arcos ojivales. La portada  representa la Natividad de la Virgen María.

Foto: J.A. Padilla

La capilla mayor está presidida por un gran retablo realizado por Jorge Mendes en el siglo XIX por encargo de Francisco de Asís de Borbón. El retablo está dividido en tres partes.

Foto: J.A. Padilla

En el central vemos a San Jerónimo sentado sobre un león, su animal-símbolo. Junto a él, San Dámaso y Santiago el Mayor, patrón de España.

Foto: J.A. Padilla

En los paneles laterales se encuentran: en el primer nivel, el más alto, Santa Paula y Santa Eustaquia, compañeras del santo. En el nivel central, San isidro, patrón de Madrid, y San Agustín, quien marco la regla de los agustinos.

Foto: J.A. Padilla

Por encima de todos ellos se encuentra la Virgen Inmaculada, y más arriba, la Santísima Trinidad. En la parte superior del retablo, una vidriera simboliza la coronación de la Virgen. Junto al retablo, vemos una talla del Cristo de las Penas y de la Buena Muerte, obra de Juan de Mena y perteneciente al siglo XVIII.

Foto: J.A. Padilla

También podemos admirar varios cuadros de gran belleza. La reciente cesión a la iglesia de San Jerónimo el Real de ocho lienzos de pintura religiosa barroca por parte del Museo del Prado ha convertido al templo en una pequeña y extraordinaria galería de arte. Podemos admirar obras de Alonso Cano, Juan Carreño de Miranda, Francisco de Rizzi y Antonio de Pereda.

Foto: J.A. Padilla

Entre ellos destaca el cuadro «La última Comunión de San Jerónimo», obra de Rafael Tegeo de principios del siglo XIX el cual, con 8,20 metros de longitud por 4,20 de anchura está considerado como el más lienzo más grande de Madrid y actualmente ocupar el centro el altar mayor.

Foto: J.A. Padilla

En él se ve a San Jerónimo en su lecho de muerte recibiendo la comunión en presencia de sus discípulos, algunos de los cuales visten el hábito de la orden jerónima. El cuadro sustituye así al retablo de José Méndez que, ha pasado a ubicarse en uno de los brazos del crucero, a la  izquierda del altar mayor.

Foto: J.A. Padilla

Otro de los cuadros es el que lleva como título “Huida a Egipto”, de José Moreno, correspondiente al siglo XVII.

Foto: J.A. Padilla

Otro cuadro interesante es el lienzo de Juan Carreño de Miranda titulado “Santa Ana enseñando a leer a la Virgen” en l que aparece la madre de la Virgen y su padre, San Joaquín.

Foto: J.A. Padilla

Siguiendo con los cuadros, vemos ahora “San Francisco de Asís en la Porciúncula” de Antonio de Pereda, en el que aparecen el santo, la Virgen y el Niño en un lugar cercano a Asís en un episodio que narra el pasaje bíblico en el que el santo se arroja a un rosal sin espinas para combatir la tentación del desaliento.

Foto: J.A. Padilla

San Jerónimo penitente” de Alonso Cano es otro de los cuadros depositador por el Museo del Prado. Narra el episodio en el que un ángel se aparece al santo tocando la trompeta del Juicio Final.

Foto: J.A. Padilla

A Jerónimo Jacinto  Espinosa pertenece el óleo “La Virgen con el Niño en un trono de ángeles”.

Foto: J.A. Padilla

En esta breve, pero importante colección, no podemos olvidar a otro de los autores importantes del siglo XVIII: Juan Rizi, del que existe el cuadro “San Benito bendiciendo el pan”.

Foto: J.A. Padilla

Junto a los cuadros mencionados, también encontramos una importante colección de imaginería española. En la capilla de la Virgen de Covadonga, junto al cuadro “San Francisco en Porciúncula” vemos una talla de la patrona de Asturias, anónima del siglo XIX.

Foto: J.A. Padilla

En la Capilla de la Pasión, vemos al Cristo de la Victoria, copia de la Serradilla.

Otro interesante ejemplo es el grupo escultórico titulado dedicado a las ánimas del Purgatorio, situado en la capilla dedicada a la Virgen de Guadalupe.

En resumen, la visita a la iglesia de los Jerónimo es un pequeño museo de arte del siglo XVIII y XIX, conteniendo obras de gran importancia artística de grandes autores cuyas obras inundan el Museo de Prado, al que pertenece oficialmente el claustro y también parece serlo la iglesia.