La Puerta del Cielo

En el Madrid secreto y misterioso no puede faltar un elemento con mucha simbología y mucho mensaje de carácter masónico. Todo un monumento, por llamarlo así, a la masonería, aunque víctima del vandalismo, poco ilustrado, su mensaje ha sido diluido. Nos referimos al puente-pasarela del Parque Tierno Galván, que une el barrio de Arganzuela con el Planetario. Un puente, cuya muro vertical sirve de rocódromo.

El por qué de esta construcción es también un misterio. Tal vez porque fue un homenaje al “alcalde la movida” madrileña, identificado con la masonería. O un capricho de su arquitecto Manuel Ayllón, quien diseñó a mediados de los ochenta del siglo pasado este enorme puente de hormigón para unir, como hemos dicho, la antigua estación de Delicias, el Planetario y el tramo sur del río Manzanares. Ya cuando nos dirigimos a él desde la antigua estación de Delicias, el camino sobre las vías, ya abandonadas, la ría y los cipreses nos anuncian el simbolismo del lugar. El camino hacia la luz.

Nos dirigimos, nada más y nada menos que la Puerta del Cielo, oficialmente, la Puerta del Sur.

Llegaremos al punto más alto de la Puerta por un camino en cuesta en cuyas barandas aparecen figuras geométricas formadas por triángulos equiláteros, en los cuales están inscritos círculos como indicadores del equilibrio, la proporcionalidad y la armonía que simboliza la arquitectura masónica.

La parte más alta es una plataforma llana en cuyo suelo se aprecia un damero con baldosas blancas y negras, otro símbolo masónico.

En la plataforma se levanta una enorme puerta, la Puerta del Cielo, construida en hormigón y cuyos 33 metros de altura contiene un enorme óculo que representa el punto de encuentro de la Tierra y lo celestial. Junto a esta enorme puerta, una columna cilíndrica de bronce de 49 m de altura, es decir, el producto de multiplicar 7X7. El 7, el día del descanso, el Sabbath, los siete días de la semana, que marca las fases lunares. El año 50 (7X7+1) el día del yobel, el año de la liberación, del descanso. Siete son también las virtudes que debe tener cualquier masón: humildad, generosidad, castidad, mansedumbre, templanza, amor fraterno y diligencia.

Algo tan simple como las farolas también poseen un significado. A cada lado de la puerta, por la rampa que conduce a ella, existen tres farolas a cada lado, solo en uno de los lados. Son las tres columnas que representan sabiduría, fortaleza y belleza en la masonería. En nuestro camino hacia la Puerta alcanzaremos el suficiente grado de conocimiento, las tres etapas de desarrollo personal: El primero, Aprendiz, es de los iniciados, en el que una persona se convierte en masón; el segundo, Compañero, es un grado intermedio, donde el masón se dedica a aprender; el tercero, el Maestro, el masón es enfrentado con la realidad de la muerte, se enfrenta con la inmortalidad del alma y la vida eterna, alcanzando el mayor nivel de conocimiento. Desde el punto de vista masónico, por la columna baja y sube a la Tierra lo celestial.

La Puerta del Cielo se considera, pues, el centro sagrado de la ciudad. El centro simboliza la unión, la intersección de todas las fuerzas de la vida. Es el lugar en el que se cruzan los dos ejes de la masonería en Madrid. El primer eje une el Observatorio Astronómico del parque del Retiro con el Cerro de los Ángeles. El segundo  une la antigua ermita de Santa Cruz, en la calle Atocha con el obelisco de hierro Laus Deo I, cuyo autor también es Ayllón,  junto a la estación de Delicias y que se prolonga imaginariamente hasta Jerusalén, principal enclave masónico. Ambos ejes, pues, se cruzan en la Puerta del Cielo. Por otra parte, este puente está relacionado con el anfiteatro que hay en el parque, frente al Planetario. En él encontramos cinco columnas. El cinco es, para los masones, el número de la luz. El acceso sur tiene cinco farolas, y el acceso norte tiene diez, es decir, dos veces cinco; para entrar a la placita central hay que subir tres grupos de tres escalones. Tres, el camino de la vida del hombre: Juventud, Madurez y Senectud. Los grados de la masonería.

Así, pues, en un recorrido de apenas un  kilómetro es posible alcanzar el universo masónico, algo demasiado fácil para los profanos. Pero lo que vamos a conseguir es que, a través de la Puerta del Cielo alcancemos el universo en su máxima dimensión. Eso sí, visitando el Planetario y viendo algunas de sus películas. O tal vez se trata de eso. Y, permítanme la broma, se hace bueno el dicho: “De Madrid al Cielo”.