La princesa Mansaborá

Esta no demasiada conocida nos cuenta la historia de la princesa mora Mansaborá. La leyenda relata como fue reconquistada la ciudad de Cáceres por el ejército de Alfonso el 23 de abril 1229, día de San Jorge gracias a amores entre un capitán cristiano y la Princesa Mansaborá. Las tropas cristianas asediaban la ciudad protegida por la infranqueable muralla, mientras el jefe musulmán se encontraba en el alcázar (hoy, Casa de las Veleta). Y lo que no podían hacer las armas, lo hizo el amor. A través de un túnel que atravesaba la muralla, los cristianos, al mando del rey Alfonso IX, entraron en el  alcázar y conquistaron la ciudad.

Casa de los Veleta (Antiguo Alcáza)

Aquel mes  de abril de 1229 se encontraban las tropas del rey cristiano Alfonso IX rodeando  la  amurallada  ciudad de Qazris (Cáceres), tras varios meses de asedio. El rey leonés enviaba una embajada para que convenciera al rey moro de lo inútil de su resistencia a entregar la ciudad. La comitiva, que porta una bandera blanca junto a la enseña real, va encabezada por uno de sus capitanes. La gran puerta se abre y un grupo de soldados árabes sale al su encuentro. Rodean a los cristianos y se dirigen al interior de las murallas hasta llegar al alcazar, en lo que hoy se conoce como el Palacio de los Veletas. Los cristianos son conducidos hasta un gran salón, donde se encuentra el caíd.

Allí, el capitán cristiano le entrega el documento firmado por el rey. El caíd lee con detenimiento la petición de entrega de la ciudad a los cristianos. Alfonso IX garantiza la vida y protección hasta la frontera a los árabes si rinde la plaza sin resistencia alguna.

El caíd mira al capitán cristiano. Es cierto que su pueblo se encuentra asedido y el hambre y la sed está minando la moral de sus súbditos. Es cierto que los cristianos les superan ampliamente en número. Pero su raza no se rinde. La ciudad les confiere la protección necesaria para resistir todo cuanto necesiten. La muralla con sus 22 torres albarranas es infranqueable.  Mirando a los ojos del capitán, severamente le responde que la ciudad nunca será cristiana. Le pide que le diga a rey que será él el que tendrá que abandonar el asedio o morir en el intento. Todos escuchan con atención unas palabras que resuenan en la sala como un trueno. Como un consejo, como una venganza. El silencio se adueña de la sala. Mientras, en un rincón del salón, una joven escucha las palabras de su padre. Su nombre es Princesa Mansaborá. Sus ojos negros miran fijamente a aquel apuesto capitán cristiano. Este también repara en ella, a la que ve brillar con luz propia en aquel oscuro lugar. Aquella bella joven queda prendada de él.

Cuando la embajada cristiana se dispone a salir del salón, una esclava se acerca con discreción al capitán y le hace entrega de un pañuelo de seda. El joven lo guarda y mira hacia el lugar donde se encuentra la joven y ve en ella el brillo del amor. Después, todos abandonan la ciudad. De vuelta al campamento la comitiva cristiana con el rey y le comunican la negativa del arrogante Caíd a entregar la ciudad. El rey jura tomar la ciudad por la armas y hacer ondear su bandera en lo más alto de la muralla.

El joven capitán, una vez en su tienda, saca el pañuelo de seda, y halla en envuelto en él una nota que le dice que, al caer la noche, se dirija hacia una de las puertas de la ciudad donde le esperará una persona a la que entregará el pañuelo. La misma persona que le llevará hasta su presencia en el interior del palacio.  El  corazón del se aceleró de pasión.

Cuando cae la noche y la luna reina en el cielo, el joven capitán se dirige hacia el punto indicado en completo silencio, escondido entre las sombras. Cuando llega, la esclava que le había dado el pañuelo le está esperando. Le entrega el pañuelo y ella le pide que jure no revelar el camino que le va a mostrar. El jura por su honor no hacerlo y ella le pide que le siga. A través de un camino secreto llegan hasta una puerta oculta tras unas malezas y cerrada con una verja. La esclava abre con una llave y, tras recorrer un corto pasadizo, penetran hasta los sótanos del alcázar para,  desde allí, ser conducido hasta los aposentos de la princesa. Allí le espera la princesa. Ambos se abrazan y se juran amor eterno.

Desde entonces, todas las noches el capitán se dirigía hacia el punto indicado y alguna de las esclavas de la princesa le esperaba para llevarle hasta sus aposentos.  Una de esas noches, la princesa le hizo entrega al capitán cristiano de la llave del pasadizo. Le hace jurar que su secreto jamás será revelado. El joven jurar de nuevo por su honor y se despide hasta la noche siguiente.

Mientras ambos jóvenes disfrutaban de su amor, el asedio a la ciudad continuaba sin que el rey cristiano consiguiera su objetivo. El rey no encontraba la forma de entrar en aquella ciudad. El capitán cristiano empezaba a dudar de su promesa entre el amor de la princesa y su deber como soldado.  Y aunque había jurado que a nadie revelaría el camino que el solo conocía, un día pidió hablar con el rey a solas. Ante él, el joven miró al suelo y, tras pedirle perdón, le contó sus amores con la princesa y cómo cada noche entraba en el alcázar para encontrarse con ella. El rey le preguntó cuál era aquel camino secreto y él le  pidió que, una vez conquistada la ciudad, le hiciera entrega de la princesa para desposarse con ella cristianamente. El rey se comprometió a ello y le prometió una espléndida dote.  El capitán le reveló el camino secreto a la ciudad.

El rey hizo llamar después a todos sus capitanes para urdir el plan de asalto a la ciudad. Así, la noche del 22 de abril del año 1229, un pequeño grupo de soldados cristianos capitaneados por el joven capitán entran en la ciudad por el pasadizo secreto. Una vez dentro, encienden hogueras como señal para el rey Alfonso IX con su ejército atraviesen las murallas y, aprovechando  la oscuridad de la noche asaltan por sorpresa y toman la ciudad. Qazris es conquistada por los cristianos.

Cuando el caíd se entera de la traición de su amada hija entró en cólera por lo sucedido, preguntándole por qué había traicionado a su pueblo, a su raza y a él mismo. Ella respondió, con lágrimas en los ojos, que el amor a su enamorado había nublado sus actos. El caíd  lanzó una maldición sobre ella en castigo a su traición. Pidió a Alá que la condenara a vagar eternamente por estas tierras y no descansaran en paz mientras los cristianos reinen en ellas: “Así ha de ser hasta que Qazris vuelva a ser musulmana”. 

Y la arrojó, junto a sus esclavas, a los pasadizos del alcázar, enterrándolas en ellos, desapareciendo desde esa noche a la vista de todos.  Desde entonces, la princesa encantada y sus doncellas salen en la noche de San Juan, a recorrer la ciudad antigua convertida ella en gallina y sus esclavas en doce polluelos, cubiertas de oro, que pían y cacarean desconsoladas por amor, esperando el fin del conjuro.

Aquel 23 de abril de 1229, festividad de San Jorge, el joven capitán buscaba sin fortuna a su amada princesa por toda la ciudad, mientras Alfonso IX  mandaba ondear su bandera en la torre más alta dela ciudad.  Hoy, esta leyenda inspira una tradición en la noche de San Jorge: la búsqueda de la gallina; en la que participan niños y mayores después de la también tradicional quema del dragón.

 

 

2 respuestas a “La princesa Mansaborá”

  1. Avatar de emilio emilain

    Muy bien explicado, se me han puesto lso pelos de punta!

  2. Avatar de Fernando Hernández-Gil Mancha
    Fernando Hernández-Gil Mancha

    Aclarar que el antiguo alcázar es la casa de las Veletas no de «los Veletas»

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