Palazuelos

Picota y Puerta del Cercado. Foto: J.A. Padilla

A apenas siete kilómetros de Sigüenza, en dirección a Atienza, se encuentra la villa de Palazuelos, a la que llaman «la Ávila alcarreña» por estar su centro urbano completamente rodeado de una muralla que solo permite el paso a través de cuatro puertas.

Puerta del Cercado y Muralla. Foto: J.A. Padilla

Desgraciadamente, el viajero suele pasar de largo y obviar su visita, lo que le hace perder una buena oportunidad para conocer una villa con una interesante historia y, actualmente, con un peculiar entramado urbano, típicamente medieval, a pesar de que cuando paseamos entre sus casas tenemos una duda ante el derrumbe de muchas de las casas: O el tiempo ha sido cruel con Palazuelos o ayer mismo hubo un bombardeo que la asoló. Optamos por la primera opción y con nuestra cámara en mano buscaremos hermosos rincones, muchos, que se encuentran entre las ruinas, demasiadas. No desesperemos, la visita merecerá la pena.

Foto: J.A. Padilla

Pero antes de visitar la villa, sepamos que, tras la reconquista, Palazuelos perteneció a la Tierra y Común de Atienza. El Rey Alfonso X el Sabio la donará a su amante doña Mayor Guillén, junto a las villas de Cifuentes y Alcocer, lo que demuestra la importancia de esta mujer en la vida del rey. Doña Mayor donará la villa a su hija, doña Beatriz, futura Reina de Portugal, y ésta a su vez se la donó a su hija doña Blanca, quien llegó a ser abadesa del monasterio de Las Huelgas, en Burgos. Doña Blanca se la vendió al entonces infante don Pedro, futuro Pedro I el Cruel, y este se la vendió en 1314, al obispo de Sigüenza, Simón Girón de Cisneros, para después pertenecer a la familia Mendoza, siendo finalmente propiedad de don Iñigo López, primer marqués de Santillana, quien comenzó a levantar el castillo y las murallas, concluyendo las obras su hijo Pedro Hurtado de Mendoza. Actualmente el castillo es de propiedad particular. Conocido, de manera resumida, el culebrón relacionado con la propiedad del castillo y de la villa, atrevámonos a visitar su interior. Pese a algunas sorpresas, merece la pena.

Muralla. Foto: J.A. Padilla

Según nos acercamos a Palazuelos comprobamos como la muralla parece rodear todo el pueblo. Luego comprobaremos que, en algunas de las partes, el tiempo ha derribado algunos puntos. La muralla se refuerza en ocasiones con cubos y torreones y, como hemos dicho antes, existen cuatro puertas, formadas por gruesos torreones de planta cuadrada con cubos en las esquinas en zig‑zag, un sistema defensivo medieval diseñado para garantizar la seguridad de los accesos al interior del casco urbano, y que los Mendoza utilizaron en casi todas sus construcciones. En algunas de las puertas se ven, desgastados, los escudos de los Mendoza y Valencia, correspondientes estos últimos al matrimonio de don Pedro Hurtado de Mendoza, con doña Juana de Valencia.

Foto: J.A. Padilla

La longitud total de la muralla tiene algo más de un kilómetro y está construida con argamasa y sillarejos. Gran parte de las casas de la villa se apoyan en los lienzos de la muralla, por lo que es preciso salir extramuros para recorrerla en su totalidad.

Castillo. Foto: J.A. Padilla

En la parte nordeste se levanta, adosado a la muralla, el castillo, rodeado por una barbacana baja, a la que se penetra desde la villa por una puerta que tuvo antiguamente puente levadizo. El castillo es un edificio alto, cuadrado y rodeado de dos cubos en las esquinas y una gran torre de homenaje adosada al muro. El castillo data de la segunda mitad del siglo XV y, como hemos lo debemos a don Iñigo López de Mendoza, marqués de Santillana, y su hijo don Pedro Hurtado. Para observarlo, debemos salir al exterior de la muralla porque desde dentro no se puede acceder debido a las obras, según parece, de restauración.

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Castillo. Foto: J.A. Padilla

Al otro lado de la muralla, en dirección contraria al castillo se encuentra los rincones más interesantes de Palazauelos. En primer lugar, su enorme e imponente Plaza Mayor, inimaginable desde el exterior, lugar idóneo donde dejar nuestro vehículo y el punto de partida de la visita. El acceso a la villa se hace obligatoriamente por la Puerta del Cercado, un extraordinario ejemplo de puerta defensiva ya mencionado, una puerta en acodo formada por dos arcos de medio punto con un gran torreón cuadrado que en cuya esquina extramuros tiene adosado un pequeño torreón circular o cubo.

Plaza Mayor. Foto: J.A. Padilla

La Plaza Mayor tiene unas dimensiones impresionantes y llama la atención por su singularidad. La primera de ellas es anecdótica. En un pueblo en el que viven, según dicen, apenas dos o tres docenas de habitantes encontramos en el centro un pequeño parque infantil y nos preguntamos su objeto y función porque no nos imaginamos niños jugando en él, salvo los que vayan de visita, lo que sería todo un detalle para el visitante, si tenemos en cuenta que en la villa no existe bar alguno, ni nada que se le parezca.

Fuente de la Plaza Mayor. Foto: J.A. Padilla

Tras el anecdótico parque infantil, encontramos los dos primeros elementos históricos: la Fuente de la Plaza Mayor y la picota, una columna cilíndrica de piedra rematado en una gran bola.

Picota. Foto: J.A. Padilla

En la plaza Mayor observamos algunos buenos ejemplares de arquitectura popular, aunque también algún desafortunado ejemplo de rehabilitación que obviaremos.

Foto: J.A. Padilla

Luego, caminando por las calles del pueblo podemos ver aún grandes casonas típicas de la arquitectura rural de la comarca con dibujos geométricos y zoomórficos y frases alusivas al dueño y a la fecha de construcción, predominando las realizadas en el siglo XIX. Junto a ellas, otras derruida por el tiempo y la falta de conservación.

Iglesia de San Juan Bautista. Foto: J.A. Padilla

Ante nosotros se levanta la torre de su iglesia parroquial, dedicada a San Juan Bautista. Uno de sus lados se encuentra derruido, pero lo que queda de ella demuestra su estilo románico propio del siglo XIII, del que solo se conserva en este estilo el campanario con forma de espadaña y la portada sur. Pero lo más importante de la edificación es obra del siglo XVI. Actualmente se encuentra en periodo de restauración, lo que es una gran noticia, Frente a la iglesia, se encuentra la antigua Casa del Curato, con el jarrón de azucenas y el par de llaves, formando emblema.

Iglesia y Casa del Curato. Foto: j:A. Padilla

Junto a la iglesia se encuentra un bello rincón, tal vez el más hermoso. Un conjunto formado por la Fuente de los Siete Caños, una fuente sencilla pero por la que manan abundantes chorros de agua procedente de un arroyo que, según dicen mana muy cerca de la fuente.

Fuente de los Siete Caños y Puerta de la Villa. Foto: J.A. Padilla

Frente a ella se encuentra la Puerta de la Villa.

Puerta de la Villa. Foto: J.A. Padilla

Terminaremos nuestra visita por Palazuelos buscando esos rincones que merecen y justifican su visita. Y nos preguntaremos por la vicisitudes que han llevado a un lugar declarado Villa, tal y como se puede leer en una inscripción a la entrada del pueblo por “Puerta de la Villa”, lo que la permitía poseer concejo municipal y jueces y alcaldes propios, como se demuestra simbólicamente con la existencia del rollo o picota utilizada para ajusticiar a los reos condenados en la Plaza Mayor. Una condición que perdió en los años 60, cuando pasó a depender de la cercana Sigüenza, que la administra como pedanía.

Torre de la Iglesia. Foto: J.A. Padilla

Hoy, esa muralla, declarada junto al castillo, Monumento Histórico Artístico, guarda una arquitectura que mezcla el ruralismo con lo medieval, un burgo por el que merece perderse, Algo fácil, por otro lado.

Puerta del Campo. Foto: J.A. Padilla