La Alhambra, paso a paso

Foto: J.A. Padilla

Es el monumento más visitado de España. Tres millones de personas lo visitan cada año desde todo el mundo. Fue construido en un lugar estratégico, en la colina al-Sabica, frente al barrio del Albaicín, con Sierra Nevada al fondo y con el pico Mulhacén, el más alto de la Península Ibérica, como eterno vigía de la ciudadela. Y es precisamente, su ubicación, su arquitectura y su historia lo que atrae su atención sin límites. Desde el mirador de san Esteban se contempla en todo su esplendor su imponente perspectiva. Allí fue construido para que el inmenso poder de la dinastía nazarí pudiera contemplarse desde cualquier punto de la ciudad de Granada. Es La Alhambra, que significa “castillo rojo”. Es la octava maravilla del mundo.

Su historia comienza tras la disolución del Califato de Córdoba en el año 1031 y el territorio ocupado por los musulmanes queda divido en reinos de taifas, finalmente derrotadas por las tropas cristianas en el siglo XII. Durante doscientos años, el reino de Granada se convirtió en el único bastión musulmán en la Península Ibérica.  El fundador de la dinastía nazarí, Al-Ahmar, o Abderramán, ordenó la construcción de La Alhambra y trasladó la residencia real desde el Albaicín a este nuevo emplazamiento. Era Granada en aquel momento una plaza de gran importancia. Hoy, este monumento es testigo de todo ello. Nos muestra el poder sin límites. Un complejo palaciego rodeado de una muralla, en cuyo interior se construyó, primero la Alcazaba y las torres de la muralla. Seguidamente, ya en el siglo XV, los tres palacios nazaríes: el de Mexuar, el de Comares y el de los Leones. El poder musulmán en la ciudad de Granada, y en la Península Ibérica, llega en 1492, cuando los Reyes Católicos conquistan la ciudad y convierte en palacio nazarí en un palacio cristiano, manteniendo la esencia primigenia y llevando a cabo varias reformas construyendo el convento de San Francisco. Más tarde, su nieto el emperador Carlos V ordenó levantar un palacio que llevara su nombre. Los siglos siguientes convirtieron a La Alhambra en un monumento olvidado, y caso abandonado. A su suerte y al tiempo. Las tropas de Napoleón estuvieron a punto de acabar con él. Tras utilizarlo como cuartel, intentaron volarlo en el momento de abandonar España. En 1870, la Alhambra pasa a ser propiedad del Estado y declarado Monumento Nacional.

Hay muchas formas de visitar el monumento. La más común, y la más utilizada durante muchos años, ha sito situarnos en la Plaza Nueva, en la parte baja de Granada y, desde aquí, subir la cuesta Gomérez, atravesar el arco o puerta de las Granadas, y subir la empinadísima cuesta que nos lleva hasta el Pilar de Carlos V, una fuente situada junto a la Puerta de la Justicia, donde podemos considerar el inicio de la visita a La Alhambra. Otra forma de hacerlo es utilizar los microbuses que parten de la plaza de Isabel la Católica y subir, de manera más cómoda, hasta el monumento. Podemos bajarnos en el Generalife, donde se adquieren las entradas, en el Palacio de Carlos V, o en la ya mencionada Puerta de la Justicia. Esta opción es más recomendable porque nos espera una larga visita y las cuestas no son un buen comienzo. La puerta de la Justicia está situada al final de un baluarte circular de artillería cristiana, ante el que se talló el Pilar de Carlos V. Se trata de un monumento con tres surtidores que representan a los ríos de Granada: Darro, Beiro y Genil.

Puerta de la Justicia. Foto: J.A. Padilla

Una pequeña cuesta nos conduce a la Puerta de la Justicia, en la cual se encuentra uno de los símbolos más destacados de la Alhambra: la mano en la clave del gran arco de fachada y la llave en la clave del arco de entrada. A ellos se sumó, desde la época de los Reyes Católicos, la imagen gótica de la Virgen y el Niño, como símbolos cristianos. La Puerta de la Justicia, conocida también como Puerta de la Ley en tiempos de los árabes, Bib-Xarea, fue mandada construir por Yusuf I en 1348. Una vez atravesada la Puerta de la Justicia, subimos una pequeña cuesta, la entrada principal a la zona palaciega. Llegamos así a otra puerta, la Puerta el Vino. A la izquierda nuestra se encuentra la Alcazaba, mientras que al otro lado de la Puerta se encuentran los palacios nazaríes y el Palacio de Carlos V.

Subida a la Alcazaba. Foto: J.A. Padilla

La Alcazaba, como hemos dicho antes, es la parte más antigua de la ciudadela y  se ubica en la zona más alta de la colina. Su función era meramente militar, una gran fortaleza protegida por murallas donde se ubican las cuatro torres principales de la Alhambra.

Plaza de Armas desde la Torre de la Vela. Foto: J.A. Padilla

Al fondo se eleva la magnífica Torre de la Vela, el lugar más alto de La Alhambra y desde la cual se observa una vista privilegiada de toda la ciudad, el Albaicín y Sierra Nevada. Para llegar a ella tendremos que atravesar la Plaza de Armas, en la que se aprecian los restos de las casas árabes que pertenecían a los militares, así como algunas mazmorras y una zona ajardinada en la parte superior de la muralla.

Campana de la Torre de la Vela. Foto: j:A. Padilla

El 2 de enero de 1492 los Reyes Católicos ordenaron que en lo más alto de la Alhambra ondeara sus guiones y estandartes para celebrar la conquista del reino nazarí, junto con una campana, la cual toco de manera continua anunciando la conquista de la ciudad. Esa campana se llamaba «la Vela». De ahí el nombre de la torre. a planta de la Torre de la Vela. La torre es de base cuadrada y mide 16 metros de lado y 26,80 metros de alto.

Puerta del Vino. Foto: J.A. Padilla

Regresemos a la Puerta del Vino para iniciar la isita de los palacios nazaríes. Esta uno de los edificios más antiguos de la Alhambra, edificada a principios del siglo XIV por el sultán Muhammad III, si bien la decoración de sus dos fachadas pertenece a épocas diferentes. En la cara exterior aparece, sobre la clave del arco, la tradicional llave simbólica. Se la conoce como Puerta del Vino porque en este lugar, en el siglo XVI, se hacía la mercancía del vino, libre de pago de impuestos, entre los habitantes de la Alhambra y los mercaderes.

Tras atravesar la puerta, giraremos hacia la izquierda camino de la visita, mientras al frente queda el Palacio de Carlos V. Tres son los palacios nazaríes, cada uno asociado a una época: el de Mexuar, de Comares y el de los Leones.

Palacio del Mexuar. Foto: J.A. Padilla

El primero es el Palacio de Mexuar, el más antiguo de los tres. El rey Ismail I ordenó su construcción y lo utilizó para reuniones políticas y para impartir justicia. La sala principal está llena de azulejos y celosías originales de gran valor. El techo fue reformado en época cristiana, y antiguamente existía una cámara elevada cerrada por celosías donde se sentaba el sultán en las audiencias para escuchar sin ser visto. Los Reyes Católicos, al convertir la sala en capilla, le añadieron una planta en la parte superior.

Oratorio del Mexuar. Foto: J.A. Padilla

En el Mexuar se abre una sala, el Oratorio. Los musulmanes tienen la obligación de rezar cinco veces al día, y lo hacían en este pequeño oratorio orientado en dirección a la Meca. La parte superior de toda la sala del oratorio está decorada con frisos en los que se muestra el escudo de los nazaríes y la siguiente frase: “Sólo Dios es vencedor”.

Cuarto Dorado. Foto: J.A. Padilla

Desde aquí salimos hacia el siguiente palacio: el de Comares. Pero antes atravesaremos una de las más bellas estancias de la Alhambra: El Cuarto Dorado y su magnífico patio. En el Patio del Cuarto Dorado, el sultán recibía en audiencia a sus súbditos para, desde aquí, reunirse con ellos en el palacio de Comares. El acceso al Patio Dorado se hace a través de una pequeña puerta de herradura diseñada para permitir el paso de una sola persona a la vez y así controlar el acceso. Después eran conducidos por los guardias a través de una galería porticada al Cuarto Dorado, donde esperaban su turno para su audiencia con el sultán. En el centro hay una fuente de mármol. El Cuarto Dorado es llamado así por el artesonado de madera compuesto por motivos ornamentales dorados a los que se añadieron motivos heráldicos y decorativos en época de Reyes Católicos.

Fachada de Comares. Foto: J.A. Padilla

Al otro lado del Patio se encuentra la Fachada de Comares, que conecta con el Palacio de Comares. La fachada separaba el ámbito público del privado y dividía dos palacios: el Mexuar y el de Comares. Las dependencias superiores estaban destinadas al monarca y su familia, así como al servicio. A través de la puerta izquierda, y por un pasillo en recodo, accedemos al Patio de los Arrayanes.

Patio de los Arrayanes. Foto: j.A. Padilla

El Patio de los Arrayanes es uno de los lugares más hermosos de la Alhambra. Forma parte del Palacio de Comares, y está formado por su inmensa y hermosa alberca rodeada po los setos de arrayanes que le dan el nombre. El Patio de los Arrayanes integra agua y vegetación, dando acceso a las diferentes salas que lo rodean y que forman parte del palacio. Al norte del patio se encuentra la Torre de Comares, en cuyo interior podemos visitar el Salón de Embajadores.

Patio de los Arrayanes (sur). Foto: J.A. Padilla

Al sur está el Pabellón Sur, del que solo queda la fachada. Este palacio se derribó para construir el Palacio de Carlos V; en el lateral derecho, mirando hacia la Torre de Comares, se acceden a los baños árabes o Hammam.

Sala del Barco. Foto: J.A. Padilla

El pórtico norte da acceso a la Sala de la Barca y a la Torre de Comares. La sala tiene siete columnas con sus respectivos arcos semicirculares y los arcos están decorados y se apoyan sobre columnas muy finas con capiteles de mocárabes, muy comunes en el arte nazarí.

Sala del Barco. Foto: J.A. Padilla

La Sala de la Barca es la antesala del denominado Salón del Trono, y es un espacio que comunica la luz del Patio de los Arrayanes y la oscuridad del Salón del Trono. Por su parte, el Palacio de Comares es uno de los tres palacios que conforman el conjunto de los Palacios Nazaríes. El nombre de esta sala deriva por el techo, cuya forma se asemeja a la de una barca invertida, aunque la realidad parece responder a que su nombre deriva de la palabra árabe al-Baraka, que significa “la Bendición”.

Camarines. Foto: J.A. Padilla

Entramos ahora en el inmenso y espectacular Salón de los Embajadores, una estancia integrada en la Torre de Comares. Este salón estaba destinado a las recepciones oficiales y tiene unos 11 metros de ancho y más de 18 metros de altura. En los laterales norte, oeste y este existen nueve estancias o camarines construidos en el muro de la Torre de Comares, accediendo a ellos a través de dos arcos.

Salón de Embajadores. Foto: J.A. Padilla

Se dice que en la Torre de Comares se celebró el Consejo en el cual Boabdil decidió entregar Granada a los Reyes Católicos. Y que en este lugar también Colón convenció a los Reyes Católicos para su viaje a las Indias. Es un lugar donde la luz tiene un papel importante. Pasamos desde la luz solar del Patio de los Arrayanes a la penumbra de este gran salón. En este lugar se sentaba el sultán rodeado de sus guardias. Los súbditos tenían que alzar la voz por encima de las cabezas de los soldados que protegían al monarca, mientras que las mujeres de la corte podían observar la escena desde las ventanas que están justo encima. En esta estancia se escenificaba al máximo la soberanía del sultán y expresaba los dos significados básicos del poder: el sobrenatural y el terrenal. La cúpula muestra de manera maravillosa esta circunstancia. La cúpula o Qubba, se llama “Cúpula de los Siete Cielos” y es una representación de los siete cielos del islam donde el creyente va ascendiendo tras su muerte, según sus méritos, hasta llegar al octavo, el paraíso, lugar en el cual se encontraba el trono de dios, situado en una pequeña cúpula en el techo.

Fuente de los Leones. Foto: J.A. Padilla

Saliendo del Salón, llegamos al Patio de los Leones, que se sitúa en la parte central del Palacio de los Leones, en el mismo corazón de la Alhambra. De inmediato, reparamos en los espectaculares leones de mármol que sostienen la fuente que da nombre al lugar.

Patio de los Leones. Foto: J.A. Padilla

Este Palacio fue construido por el sultán Muhammad V, entre el 1362 y el 1391, Estaba destinado a la vida privada del rey y su familia. Alrededor del patio era donde se situaban las alcobas del sultán y sus esposas. Por lo tanto, era la zona más íntima de la Alhambra.

Fuente y Patio de los Leones. Foto: J.A. Padilla

El Patio de los Leones es una planta rectangular de 28,50 por 15,70 metros y está rodeado por dos galerías estrechas separadas del patio por columnas de mármol blanco de Macael. Tiene dos galerías más anchas en sus frentes. Los arcos de las puertas de estas galerías frontales dan entrada hacia el exterior, y son espectaculares. Las dos vertientes de las galerías frontales sobresalen avanzando hacia el Patio. En el centro se sitúa la Fuente de los Leones donde convergen cuatro canales en forma de cruz.

Pórtico de los Reyes. Foto: J.A. Padilla

El pórtico norte da acceso a la Sala de los Reyes. A la izquierda se encuentra la Sala de las Dos Hermanas, mientras que ala derecha se accede a la Sala de los Abencerrajes. En el sur se encuentra la Sala de los Mocárabes. En el centro, como hemos dicho, se encuentra la Fuente de los Leones, el icono de la Alhambra. La fuente está compuesta por 12 leones de mármol que rodean y sostienen una gran taza dodecagonal. Cada león es diferente. En el borde de la taza hay esculpido un poema de Ibn Zamrak, el poeta oficial del sultán nazarí Muhammed V. Los 146 versos grabados en el mármol de la fuente hablan del Palacio de la Riyad, que significa Jardín del Señor). Sobre el significado de la fuente, algunas teorías apuntan a que los leones representan a las 12 tribus de Israel rodeando el Mr de Bronce del Templo de Salomón. Otras teorías dicen que los leones representan los doce signos del zodiaco. En cualquier caso, los leones representan el poder del sultan. Todos ellos se encuentran dispuestos para atacar a la orden del sultán, tal y como dice uno de los versos grabados en la fuente.

Techo de la Sala de los Reyes. Foto: J.A. Padilla

La Sala de los Reyes debe su nombre a la pintura de la cúpula de la salita central de la Sala y que, al parecer, representan a reyes de la dinastía nazarí de Granada. Se cree que esta Sala sirvió como sala del consejo del sultán para tratar asuntos de estado o de justicia. En esta sala, además, los Reyes Católicos celebraron su primera misa tras conquistar Granada.

Foto: J.A. Padilla

En general, la Sala es un espacio longitudinal dividido en estancias que están abiertas al Patio de los Leones a través de una galería de columnas, al igual que sucede con la Sala de los Mocárabes en el lado opuesto al patio. La Sala se divide en tres salitas iguales, más dos pequeños situados en ambos extremos de la sala. Todas ellas están separadas por dobles arcos de mocárabes y cerrados por linternas y cubiertas independientes. Cada uno de estos cuartos tienen una cúpula de mocárabes.

Sala de los Mocárabes. Foto: J.A. Padilla

Frente a la Sala de los Reyes, al otro lado del Patio de los Leones, se encuentra la Sala de los Mocárabes, construida durante el reinado de Mohammed V durante la segunda mitad del siglo XIV. Su nombre viene de la bóveda de mocárabes que cubría su techo y que hoy en día ya no existe, tras quedar destruida por una explosión en 1590.  Tras ello, la Sala fue dividida en dos espacios separados por una reja. Uno de ellos se cubrió con una bóveda de yeso, que actualmente podemos contemplarla, mientras la otra tiene un techo de madera. Los mocárabes son unos elementos arquitectónicos propios del arte islámico que cumplían una función decorativa.

Techo Sala de los Abencerrajes. Foto: J.A. Padilla

En la parte sur del Patio de los Leones se encuentra una de las maravillas de la Alhambra: la Sala de los Abencerrajes, la cual contiene una de las cúpulas de mocárabes más bello de todo el conjunto palaciego. En este punto no queda más remedio que hacer referencia a esta familia musulmana de la que conoce a partir del siglo XI. Se sabe que ayudaron al rey Boabdil a llegar al trono y tras la conquista de Granada por los Reyes Católicos se trasladaron a vivir a la Alpujarra, para después marcharse al norte de África. Sin embargo, su fama se debe a la leyenda que existe en torno a ellos relacionada, precisamente, con esta sala. La leyenda empieza mencionando la enemistad que había entre la familia de los Zegries y la de los Abencerrajes por conseguir el favor del sultán Muley Hacén de Granada. Los Zegries, deseosos de terminar con la familia a la que tanto odiaban, buscaban cualquier excusa para acabar con ellos. Así, convencieron al sultán de que los Abencerrajes estaban conspirando contra él y que uno de sus miembros, el caballero Aben Hamete, se veía a escondidas con la reina Moraima. Aquello irritó al sultán y le convención de la traición de los abencerrajes, tramando su venganza contra ellos. El sultán les invitó para que asistiesen a un banquete a palacio. Según la leyenda, asistieron 36 caballeros Abencerrajes al banquete que se celebraba en la actual Sala de los Abencerrajes del Patio de los Leones de la Alhambra. Fue entonces cuando el sultán, ayudado por los Zegríes y Gomeles, llevó a cabo su venganza asesinando a todos sus miembros. a fuente del centro de la sala se tiño se sangre y aún hoy en día es posible verla. Leyendas aparte, esta sala impresiona por su cúpula, la cual se asienta sobre un tambor en forma de estrella donde se abren las ventanas de medio punto que son las que dejan entrar la luz. Las maravillosas pechinas también están rodeadas de mocárabes. En el centro de la sala está una fuente de mármol cuya agua va a parar a la Fuente de los Leones, al igual que las restantes fuentes de las estancias del Palacio. El agua de la fuente refleja la maravillosa cúpula. Dependiendo de las horas del día la luz incide de forma distinta en los mocárabes del techo, reflejándose a su vez en el agua cristalina de la fuente, y creando un ambiente distinto en la sala.

Bóveda de la Sala de las Dos Hermanas. Foto: j:A. Padilla

Y si la cúpula de la Sala de los Abencerrajes nos ha impresionado, la ubicada en la Sala de las Dos Hermanas, también conocida como Sala de las Losas, situada en la parte septentrional del Patio de los Leones, frente a la anterior, también lo hará. Su nombre se debe, sin embargo, no a la cúpula ni a decoración alguna, sino en las dos losas gemelas que cubren el suelo de la sala. El nombre deriva de la época cristiana, ya que los árabes denominaron a esta sala “Cúpula Mayor del Jardín Feliz”., más acorde y más poética. Esta estancia sirvió en su momento como Salón del trono del sultán Mohammed V, sustituyendo al Salón de Embajadores situado en el Palacio de Comares. Otras teorías dicen, sin embargo, que sirvió como aposento de la esposa del Sultán. La cúpula está formada por una estrella central de ocho puntas que contiene dieciséis pequeñas cúpulas. La luz de las ventanas proporcionaba una maravillosa luz arcoiris, según la hora del día.

Mirador de Lindaraja. Foto: J.A. Padilla

Desde esta sala reparamos en el maravilloso Mirador de Lindaraja, otra de las maravillas de la Alhambra. También llamado Mirador de Daraxa, desde aquí se contempla el Patio de Lindaraja. Es un maravilloso mirador de un jardín que, sin embargo, se cerró dentro del proceso de construcción del palacio de Carlos V. En la época árabe, desde este mirador se podía el jardín y al fondo, el Albaicín.

Jardín de Lindaraja. Foto: J.A. Padilla

Como decimos, desde el Mirador de Lindaraja se puede contemplar un bello patio denominado Jardín de Lindaraja o Patio de Lindaraja. En el centro existe una fuente de estilo barroco colocada en 1626 y construida en piedra proveniente de Sierra Elvira. El ajardinamiento actual pertenece al siglo XIX y se compone de setos de boj, agapantos, peonias y cipreses de más de 20 metros.

Torre de las Damas y Palacio del Partal. Foto: J.A. Padilla

Es el momento de iniciar la segunda parte de nuestra visita a la Alhambra y dirigirnos a los Jardines del Generalife. Para ello, atravesaremos una zona ajardinada que separa los palacios nazaríes del Generalife. Esta zona se denomina Jardines del Partal. Se trata de un conjunto de jardines, presidido por el Palacio del Partal, ante el cual se encuentra una alberca. Adosado al palacio se encuentra, a la izquierda y pegado a la muralla norte de la Alhambra, la Torre de las Damas. El Partal se ha ido modificando mucho durante todo el siglo XX para integrarse en el entorno. Tanto el palacio como toda la zona que lo rodea estuvo hasta hace poco tiempo en manos privadas hasta que el Estado lo adquirió, integrándolo en la Alhambra. Su planta nos recuerda al Patio de los Arrayanes.

Jardines del Partal. Foto: J.A. Padilla

Frente al Palacio del Partal y la alberca se encuentran una serie de terrazas en diferentes desniveles que van ascendiendo hacia la zona alta de la Alhambra. Se denominan paratas.

Torre de los Picos. Foto: J.A. Padilla

Para llegar al Generalife caminaremos por el Paseo de las Torres, las cuales se encuentran en la muralla que rodea la Alhambra. Cada una con su historia, con su leyenda, o con ambas. Pero ello es algo que veremos en otra ocasión, porque merece la pena hacerlo. Solo veremos una de las más importantes: la Torre de los Picos. La Torre de los Picos es la primera torre que encontramos an nuestro camino, y desde la cual se obtiene una buena perspectiva del Generalife y de su Palacio. La torre data del siglo XIII y su nombre deriva de las almenas en forma de pico que hay en su terraza. Aunque teóricamente tenía la función de proteger la Puerta del Arrabal y el acceso al flanco norte de la Alhambra, en la práctica era una torre que se utilizaba como vivienda. Fueron los cristianos quienes ampliaron la torre y la convirtieron en baluarte.

Caminemos, pues, hacia los Jardines del Generalife. El Generalife es un extraordinario y bello jardín, como de cuento de hadas, formado por el denominado Palacio del Generalife y por sus jardines altos y bajos. Se diseñó como lugar de retiro y de placer para el sultán. El sonido del agua y los aromas de las plantas y flores nos transportan a un mundo mágico. En realidad es una almunia, una construcción formada por un palacio rodeado de jardines y con fuentes que servían como refresco del lugar y para la meditación y el descanso. Está ubicado en el denominado Cerro del Sol. Y aunque es un conjunto independiente de la Alhambra y separado por el Barranco de la Cuesta de los Chinos, está perfectamente integrado con el conjunto palatino, lo suficientemente cerca para que el sultán pudiera retirarse sin gran esfuerzo y sin recorrer grandes distancias.

Jardines Nuevos. Foto: J.A. Padilla

La entrada al Generalife se realiza por los llamados Jardines Nuevos, por las arquerías de rosales y cipreses, con caminos cubiertos de pérgolas vegetales y con acequias a lo largo de recorrido. En la parte central hay una alberca donde flotan nenúfares.

Foto: J.A. Padilla

Y para completar esta bella estampa, se encuentran fuentes insertadas alrededor, siempre con las hermosas vistas de la Alhambra acompañándonos durante el recorrido. Desde los Jardines Nuevos vemos las huertas del Generalife, donde se cultivaba legumbres y hortalizas, árboles frutales y plantas aromáticas especias y plantas leguminosas y verdes, junto con el cultivo de floresm todo ello para el uso de la Alhambra.

Así llegamos al Palacio del Generalife, en cuya puerta también vemos la típica llave, símbolo de la dinastía nazarí y que nos da la bienvenida al Palacio. Desde aquí se accede a dos patios, situados a diferente nivel. El prtimero de ellos es el Patio de la Acequia.

Patio de la Acequia. Foto: J.A. Padilla

Desde el exterior del palacio es imposible adivinar la belleza escondida tras sus muros. Entramos en el puro edén, en un paraíso de plantas y flores con la sinfonía de la música del agua que nos muestra la grandeza del hombre. Y eso que los surtidores fueron instalados en el siglo XIX y que, en tiempos de los Reyes Católicos, el lateral del patio fue convertido en una galería mirador. El Patio de la Acequia era uno de los lugares más íntimos del sultán dentro del Generalife. En este jardín privado del monarca se cultivaron arrayanes, jazmines y rosales que escondían el patio.

Patio del Ciprés de la Sultana. Foto: j.A. Padilla

Subimos al segundo nivel del palacio y encontramos otro jardín de gran belleza, muy distinto al anterior, pero que evoca en nosotros el mismo sentimiento. Estamos en el Patio del Ciprés de la Sultana, nombre que deriva de un ciprés seco que allí se encuentra y una inscripción que cuenta la leyenda de los encuentros entre un noble abencerraje y la sultana. Mientras recorremos el patio escucharemos el rumor del agua que sale de los surtidores proveniente de la Acequia Real que entra por el patio. También este jardín ha sufrido modificaciones ya que, hasta que el Estado lo adquirió, fue de propiedad privada. Desde aquí, a través de una escalinata situada al final del patio, llegamos a los Jardines Altos, unos jardines que corresponden al siglo XIX y que tienen un aire típicamente romántico.

Escalera del Agua. Foto: J.A. Padilla

En nuestro recorrido seguimos subiendo por una larga escalinata, donde se encuentra otras de las maravillas del lugar: la Escalera del Agua. Las escaleras están cubiertas por bóvedas de laurel y el agua baja por el pasamanos de la escalera a ambos lados. El agua fluye libremente hasta el nivel más bajo y es todo un regalo para los sentidos. Tras la subida de la Escalera del Agua llegamos al punto más alto del Generalife donde se sitúa el Mirador Romántico, desde donde se encuentra una maravillosa vista de la Alhambra. Aquí aprovecharemos para hacer un alto y dejar que nuestros ojos se llenen de tanta maravilla. Es el final de nuestra visita.