Santiago Apostol

Santiago, hijo de Zebedeo y hermano de Juan el Evangelista, era uno de los doce apóstoles de Jesús. De oficio pescador, Santiago estuvo con Jesús en el Monte de los Olivos. En “Los Hechos de los Apóstoles” se cuenta que, durante la Hispania romana,  Santiago se dirigió, tras entrar por Tarraco y seguir por el Valle del Ebro y la vía romana de la cordillera cantábrica, a evangelizar al “finis terrae” (Finisterre) primero y a la ciudad romana de Cesar Augusta (Zaragoza) después.  Recibió dos veces la visita dela Virgen, una en Muxia, y la segunda en  Zaragoza, donde la Virgen se apareció al Apóstol sobre un pilar de jaspe.  Después, Santiago regresó a Jerusalem para continuar con su labor evangelizadora. Fue entonces, en el año 44, cuando el rey de Judea, Herodes Agripa, tras detenerlo, ordena torturarlo y decapitarlo,  prohibiendo su entierro.

Los discípulos de Santiago, por la noche, recuperaron el cuerpo y lo  metieron, junto a su cabeza en un sepulcro  de mármol y lo introdujeron en un barco que comerciaba con Galicia llevando piedra. Aquí hay una pequeña variante en la leyenda. Mientras una versión dice que el sarcófago fue introducido en un barco de piedra y este dirigió por si mismo, siguiendo el camino del sol, hasta Galicia, la otra  versión dice que el sepulcro fue introducido en un barco que transportaba piedra, comercio que por entonces si existía con el norte de España. El caso es el el cuerpo del apóstol  surcó el mar hasta Galicia y remontó el Río Ulla hasta llegar al puerto de Iria Flavia (Padrón), capital de esta provincia romana. Allí sus discípulos enterraron el sepulcro en el cercano bosque de Liberum Donum.

Aquí se produce unos acontecimientos que, por si mismos, son parte de una leyenda que trataremos más adelante, pero que en este lo resumiremos. Cuando la barca llega a Iria Flavia, donde reinaba la reina Lupa, esta es informada del acontecimiento que ha sucedido: cuando los discípulos del apóstol han depositaron el sarcófago sobre una losa de piedra, esta se ha derretido ajustándose a la forma del sepulcro. La reina entonces manda encarcelar a los discípulos acusándoles de magos.  Sin embargo, unos ángeles les libera. Entonces se dirigen a la reina para pedirle que permita enterrar el cuerpo en un lugar digno. La reina acepta contra su voluntad y les concede una carreta tirada por bueyes salvajes para que estos tiren el cuerpo en cualquier lugar. Pero los ángeles les convierten en mansos y llevan el cuerpo hasta la sepultura definitiva, donde el apóstol estuvo enterrado hasta que, en el año 813, un ermitaño llamado Pelayo vio un resplandor en el campo, en el lugar donde se encontraba la tumba del Apóstol. La luz provenía de una estrella, de la derivó el nombre de Campus Stellae (Compostela). Pelayolo puso en conocimiento del hecho a al obispo de Iria Flavia, Teodomiro, que abrió la lápida, en la que había una inscripción que indicaba quién se encontraba allí enterrado. El obispo confirmó que el cuerpo que se encontraba en el sepulcro era verdaderamente del Apóstol Santiago. Tras conocer los acontecimientos el rey Alfonso II el Casto, proclamó al Apóstol Patrono del Reino, y se construyó allí un santuario que hoy es la catedral de Santiago de Compostela.

Catedral de Santiago

Luego las leyendas en torno al Apóstol Santiago se sucedieron. En ellas, el Apóstol acudía en ayuda de las tropas cristianas contra los ejércitos musulmanes, subido a su caballo blanco.

Imagen de Santiago en la Catedral

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