Villanueva de los Infantes

La tradición de esta villa nos asegura, ni entrar en ello, que este es el lugar de La Mancha del que Miguel de Cervantes no quiso acordarse al inicio de Don Quijote de la Mancha. Sin embargo, cuando visitamos esta villa manchega y llegamos a su espectacular Plaza Mayor nos parece imposible olvidar su nombre y su existencia porque es tanto su maravilla que sus cuatro lados quedan para siempre en nuestra memoria como inolvidable.

Villanueva de los Infantes no puede negar su carácter cervantino. Pasear por sus calles nos lleva a creer que alguno de los personajes del Quijote va a aparecer en cualquier momento. Y su Plaza Mayor es una colección extraordinaria de edificios de estilo neoclásico.

Porque la Plaza Mayor de Villanueva de los Infantes está considerada una de las plazas mayores más bonitas de La Mancha y, desde luego y sin exagerar, de España,  declarada Conjunto Histórico Artístico, con notables edificios como el Ayuntamiento, casonas blasonadas, galería porticada, el Hospital de Santiago, el Convento de Santo Domingo o la Iglesia de San Andrés Apóstol. Corresponde al siglo XVII y tiene planta rectangular.

En su lado norte está la iglesia de San Andrés y, junto a ella, la Casa Rectoral, formando con ella ángulo agudo junto a uno de los accesos a la plaza.

El edifico del Ayuntamiento, todo él con soportales en arquería. La balconada servía para que las autoridades pudieran presenciar los festejos celebrados en la plaza. En su fachada destaca el escudo que le dio el Maestre de la Orden de Santiago Don Enrique de Aragón a la Villa.

Siguiendo el perímetro de la plaza, en el lado noroeste existen dos edificios simétricos, con balcones corridos de madera a lo largo de toda la fachada. Los del primer piso con barandilla. Frente a este edificio encontramos a Don Quite y Sancho de bronce, con sus respectivas cabalgaduras.

El edificio que parece presidir la plaza es la iglesia de San Andrés, declarada monumento histórico-artístico el 4 de abril de 1960. Fue construida en el siglo XVI, sobre la antigua ermita. Posee tres puertas: dos platerescas, atribuidas a Francisco de Luna; y la principal neoclásica, obra de Francisco Cano, enmarcada por un arco de medio punto, con dobles columnas dóricas, en cuyo frontón vemos el escudo de los Austrias y figura de San Andrés con la cruz aspada. La torre es de la segunda mitad del siglo XVII, y está dividida en cuatro cuerpos y que contiene el campanario. La otra torre es más baja, con un reloj en la fachada. Se da la circunstancia de que los restos mortales de Quevedo permanecieron en la iglesia hasta el año 1795, cuando fueron trasladados a una fosa común dentro de la misma iglesia, en una cripta bajo la Sala Capitular.  En el año 2007, tras ser encontrados los restos de Quevedo después de ser identificados por la Universidad Complutense de Madrid, regresaron a la cripta de la Iglesia en la que originariamente fue enterrado en 1645.

A su lado y adosada a la iglesia se encuentra la Casa Rectoral, obra también de Francisco Cano. Su planta inferior tiene tres huecos como una logia abierta, que serán cegados posteriormente dejando una puerta en el central. En el segundo cuerpo hay un balcón corrido con tres puertas clásicas que se rematan superiormente con frontones triangulares. En la  iglesia se celebraban los actos religiosos, mientras en este edificio se celebraban los actos festivos. El conjunto se remata superiormente con un frontón triangular con un óculo central y la cruz de Santiago. Desde luego, nunca podremos olvidar el nombre de esta simpar villa.