LOARRE, EL REINO DE LOS CIELOS

El coche se dirige a través del espectacular paisaje que transcurre por la carretera que transcurre por la comarca del Somontano, la llamada “Olla de Huesca”. Hemos dejado paisajes espectaculares, como los “mallos” de Agüero y Riglos, cuyos pueblos se asienta en la base de las impresionantes rocas que les protegen, como pétreos vigías del horizonte. Las gigantescas rocas son el paraíso de los escaladores y hogar de buitres, en una espectacular composición que se observa por la carretera que nos acerca a nuestro destino final: el castillo de Loarre. Tras cruzar el pueblo de Ayerbe, nos desviamos de la carretera general hacia Loarre, por una estrecha carretera. El paisaje cambia y el llano se abre paso. Allá a lo lejos, confundido con el paisaje, observamos una prominente roca sobre la que se asienta el castillo de Loarre.

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Dejamos a nuestra izquierda el pueblo que da nombre al castillo y ascendemos por una empinada, estrecha y serpenteante carretera. El castillo va tomando forma ante nuestra vista, hasta poder distinguir la piedra modelada por el hombre de la natural, la muralla, los altos muros, las torres y la cúpula de la iglesia coronando el castillo. Aparcamos y nos dirigimos a conocer su historia. Y su leyenda. Porque, como todo castillo que se precie, el  de Loarre tiene una leyenda. En este caso no una, sino dos.

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Este castillo, considerado la mejor fortaleza románica de Europa, fue construido en el siglo XI por Sancho III, siendo ampliado posteriormente por el Sancho Ramírez, hasta tomar el aspecto que hoy conocemos. Sancho Ramírez unió la función militar propia del castillo a la función religiosa, fundando un monasterio para la orden de San Agustín. Durante trescientos años, el castillo fue cambiando de dueño, a merced de los avatares de la historia y de las dinastías reinantes. Hoy, contemplamos el espectacular paisaje que se observa desde la torre del castillo.

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La historia que nos interesa es la que comienza en el siglo XV, durante el reinado del rey Martín I, llamado el Viejo, o también El Humano. Este había vendido ya el castillo, y varias villas aledañas para recuperar el dinero perdido en las campañas de Italia. Pero la muerte sorprende a Martín I en el año 1410, dejando el trono de Aragón vacante al no tener descendencia, ya que su único hijo había fallecido un año antes. El rey había vuelto a casarse, pero sin fruto alguno. Era necesario elegir un nuevo monarca entre los miembros de la Casa real de Aragón. Tras dos años de intrigas, los pretendientes a la Corona firman el llamado Compromiso de Caspe, donde fue nombrado sucesor a Fernando de Trastámara, hijo de Pedro IV el Ceremonioso y Leonor de Aragón.

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Uno de los candidatos, Jaime de Urgell, no acepta la decisión y reclama sus derechos dinásticos sobre la Corona de Aragón. En su pretensión fue apoyado por el conde Antón de Luna, por aquel entonces señor de Loarre. Este conde organizó una auténtica guerra civil en tierras aragonesas, teniendo como base de operaciones el castillo, llegando a reclutar a mercenarios ingleses, en una guerra más intensa incluso que la que se vivió en el condado de Urgell, tierra natal del candidato a la Corona. Pero la rebelión fracasó y Fernando de Aragón consolidó su reinado en Aragón. Junto a Antón vivía en aquel momento su prima Violante de Luna. Esta era sobrina del Papa Benedicto XIII, el famoso Papa Luna. Antón y Violante habían sido amantes y fruto de ello había sido un hijo bastardo. Debido a ello, Violante ingresó en el convento de Trasobares, del que llegó a ser madre abadesa.

Pero un día, Benedicto XIII se enteró de las relaciones entre ambos primos. Lanzó entonces una orden de excomunión contra su sobrina y ordenó quemar el convento, razón por la cual ella había vuelto a vivir junto a su primo al castillo de Loarre. En las ausencias de este, ella quedaba como señora del castillo y su fuerte carácter la hacía esgrimir un arma en caso de necesidad. Tras la derrota del conde de Urgell, Antón de Luna tuvo que huir a Navarra y desde allí a Francia, quedando como único bastión de resistencia a las tropas del rey Fernando I de Aragón el castillo de Loarre, defendido por doña Violante. La antigua abadesa quedó sola en la fortaleza y preparó a su gente para un largo asedio. Tras tres meses de asedio, Violante tuvo que capitular y entregar el castillo. Ella fue hecha prisionera mientras el resto de defensores del castillo fueron liberados.

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Doña Violante quedó presa en las mismas mazmorras del castillo de Loarre, siendo posteriormente trasladada al castillo de Sora por considerarlo más seguro, donde estuvo encerrada unos meses, hasta que el rey Fernando I cedió a las presiones del Papa, tío de Violante. Tras ser liberada, viajó a Francia para reunirse con su amado Antón de Luna. Finalmente, ambos volvieron a Aragón. Antón de Luna murió en 1419 en Mequinenza, mientras que de Violante se desconoce la fecha de su muerte y hasta el lugar donde fue enterrada.  Nunca se encontró su tumba, pero desde entonces doña Violante de Luna ha pasado a la leyenda como “la dama de Loarre”, y en la noche de San Juan asoma su silueta por el balcón de la reina esperando noticias de su amado. Y cualquier otra noche, vestida de blanco, con el rostro inexpresivo, el cabello al viento, y a veces espada en mano en recuerdo de su bravura al defender la fortaleza, puede aparecer como un alma errante. Y es fácil imaginarse la leyenda viendo la silueta del castillo subido sobre la roca sobre la que se encuentra asentado.

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Pero, como decía antes, entre los muros del castillo de Loarre no se advierte en las noches señaladas la presencia de un espíritu. Violante no se encuentra sola penando sus pecados. Existen otras dos ánimas que pasean sus desgracias entre los altos muros y las empinadas estancias del castillo. Uno de ellos es el fantasma del conde Don Julián, uno de los personajes malditos de la historia de España. Su pecado: permitir y favorecer la entrada de las tropas musulmanas contra el último rey visigodo, Don Rodrigo, y favorecer la invasión que traería consigo setecientos años de presencia árabe en la Península Ibérica. Fue el precio del honor mancillado del conde a causa de la humillación que el rey visigodo hizo a su hija Florinda, llamada La Cava.

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La leyenda misma comienza en el año 710 cuando, a los treinta años de edad, muere el rey visigodo Witiza y nombra sucesor al trono visigodo a su hijo Agila, de diez años de edad, rompiendo la regla de nombrar al sucesor de forma electiva, pero los nobles visigodos deciden aplicar la tradición heredada de los pueblos germánicos de nombrar por votación al sucesor del rey, en lugar del modelo hereditario propuesto por el rey muerto. El hecho es que los nobles eligen en el sínodo de Toledo a Rodrigo, por aquel entonces duque de la Bética, como nuevo rey. Esta situación provoca el enfrentamiento entre los partidarios de uno y otro y la guerra de clanes. Enfrentamientos que no eran novedad entre los visigodos cuando el trono quedaba vacante, con el enfrentamiento entre los partidarios plebiscitario y hereditario.

Además, el enfrentamiento entre Rodrigo y Witiza venía ya de antiguo, pues Witiza encarceló y arrancó los ojos al padre de Rodrigo. La guerra, junto con la peste, el hambre y la sequía serán los jinetes del Apocalipsis que azotarán España hasta su desmembramiento. Don Rodrigo asentará su trono en Toledo, por aquel entonces capital del reino visigodo y una de las ciudades más prósperas de España. Razones para que los nobles acudan a la ciudad castellana para permanecer cerca del círculo del poder. Así, los hombres aprendían el arte de la guerra y el manejo de las armas, mientras las mujeres se instruían en la música, el canto y la danza y en las labores propias de la Corte, al servicio de la reina.

Una de ellas será Florinda, la hija del conde Don Julián, el gobernador de Ceuta, que enviará a su hija para que aprenda las bellas artes y una educación propia de la Corte, además de que encuentre un  marido digna de ella. Un día, mientras Florinda se bañaba desnuda en las aguas del río Tajo, bajo el puente de San Martín, fue observada por el rey desde la ventana de una de las torres del palacio. De inmediato, quedó prendado de la extraordinaria belleza de aquella muchacha. El rey quería conocer a aquella muchacha tan bella. Así, durante una visita de la reina a la cámara del rey acompañada de sus doncellas, aprovechó que la reina se encontraba jugando con sus damas para acercarse a la muchacha, solicitándole que le quitase, con un  alfiler de oro, unos ácaros de las manos que le producían las sarna, algo muy común por aquel entonces a causa de la falta de higiene. Mientras Florinda le limpia las manos, el rey le declara su amor

La hija del conde Don Julián se resiste y responde con evasivas, por lo que el rey cesa en su declaración, dejándolo para una mejor ocasión.  Don Rodrigo se obsesiona con la joven y cada día la buscaba allá donde estuviera para seguir acosándola, declarándole su amor y prometiéndola convertirla en su esposa, recibiendo siempre la negativa como respuesta a sus pretensiones.

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Lejos de desanimar al rey, la resistencia de Florinda enciende, aún más si cabe, el deseo de este por ella; y así, una tarde, aprovechando la hora de la siesta, ordena a uno de sus pajes a que la lleve a su alcoba a su presencia.  Solos los dos, el rey insiste en su amor y en sus promesas, pero la muchacha insiste en su negativa. Herido en su honor, Rodrigo arranca los vestidos de la joven y la viola, ante los gritos inútiles de esta. A partir de ese momento, Florinda será conocida como la Cava, que en árabe significa prostituta, puesto que, como es de esperar y sobre todo en aquellos tiempos, los reyes tomaban lo que querían. La muchacha quedará sumida en la más profunda tristeza y su rostro mostrará la huella de su sufrimiento.   Una de las doncellas de la reina, Alquifa,  le pregunta que le ocurre y la causa de su pesar. Florinda le narrará, entre lágrimas, su violación por parte del rey, y aquella le recomendará que no cubra con su silencio lo ocurrido y  se lo cuente a su padre. Pese a que Florinda no quiere hacerlo, con el tiempo decide hacerlo y le escribe una carta contándole todo.

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Aprovechando que don Rodrigo envía un emisario a don Julián para que le envíe un halcón para sus juegos de cetrería, a lo que era muy aficionado, Florinda entrega una carta para su padre, donde le cuenta todo lo acontecido. Tras leer la carta don Julián,  promete venganza contra aquel que ha mancillado el honor de su hija y el suyo propio. Disimulando su deshonor, prepara en secreto su venganza contra don Rodrigo.  Acude a Toledo para llevarle halcones al rey y le pide el regreso de su hija para que cuide a su madre enferma. Una vez Florinda llega a casa, don Julián pacta con el hijo de Witiza y le promete su apoyo para derrotar al rey. Entra en contacto con  los generales Muza y Tarik, a quienes promete permitir el paso de los ejércitos musulmanes por el estrecho de Gibraltar para que puedan ayudar a los sublevados contra don Rodrigo.  Esta no era una estrategia nueva, pues ya en varias ocasiones los visigodos habían requerido la ayuda de los musulmanes en sus luchas intestinas. Siempre habían regresado a su tierra, no sin antes no haber cobrado su trabajo. Don Julián tenía buena relación con Muza y le facilita cruzar hacia la península. Pero esta vez, el ejército musulmán era más numeroso que de costumbre.

Grabado de la batalla de Guadalete
Grabado de la batalla de Guadalete

El rey don Rodrigo, enterado de la invasión musulmana, acude con su ejército a su encuentro, enfrentándose a ellos en la batalla de Guadalete. Estamos en el año 711. El número de combatientes de uno y otro lado es claramente superior en el bando visigodo, 90 mil contra apenas 12 mil árabes. Pero apenas comenzada la batalla, el conde Don Julián y los hijos de Witiza, que en principio figuraban entre las filas del rey godo, se pasan al enemigo con todas sus tropas, dejando muy diezmado el ejército de don Rodrigo. Tarik aprovecha la estrategia y la traición visigoda. Entre todos derrotan a don Rodrigo y a España misma, pues, lejos de regresar a África, inician  la conquista de España, lo que hicieron en muy poco tiempo, en apenas tres años años. Los invasores matan a Don Rodrigo, aunque nunca se encontró su cadáver,  y a toda su familia, entre la que se encontraba el hijo que tuvo con la Cava. Era el fin del reinado visigodo y el inicio de una nueva era en la Península Ibérica. Tarik entra en Toledo en el año 714, como nuevo caudillo.

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Las tropas musulmanas iniciaron una conquista que duraría setecientos años. Una vez acabada la invasión, apresaron a don Julián y a su hija  y los llevaron hasta el castillo de Loarre, donde el conde permanecerías, hasta el fin de sus días atado con cadenas. Ambos espiarán su culpa a lo largo de los años de su presidio. Florinda vivió atormentada por creerse la responsable de todo lo ocurrido y culpable de las muertes y estragos que la invasión supuso. Un día se arrojó desde lo alto de la torre del castillo al vacío. Su padre murió más tarde, siendo enterrado su cuerpo a la entrada de la iglesia de San Pedro, para que todo el que pasara a la iglesia pisara el lugar donde se encontraba el cuerpo. Su alma llorará durante toda la eternidad por la muerte de su hija y, en las noches de plenilunio, sus lamentos pueden escucharse entre las paredes del castillo. Esta, Florinda la Cava, también vaga su amargura y su sentimiento de culpabilidad por lo sucedido y en las noches de tormenta se pueden escuchar alaridos de dolor confundidos con el tronar de los relámpagos.

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La realidad de la historia nos dice que ni don Julián, ni por supuesto su hija Florinda, fueron los culpables de la invasión musulmana. El reino visigodo en España llevaba ya muchos años de enfrentamientos entre clanes. La muerte de Witiza y la posterior elección de don Pelayo era, por desgracia, un capítulo más de la secular pelea por el poder de los godos. Los partidarios del hijo de Witiza hicieron lo que ya en otras ocasiones había sucedido: rebelarse contra el nuevo rey e intentar arrebatarle el reino, aunque para ello tuvieran que pactar con los enemigos de ambos. Por otra parte, la situación de la España visigoda era poco reconfortante. Un país sumido en la miseria, a merced de la hambruna y las enfermedades, peste incluida.

 Un país, sin embargo, pretendido por los vecinos del sur. Estos tenían una visión mucho más bucólica de España. Regado por cuatro grandes ríos, grandes bosques y con grandes riquezas ocultas, pues por aquel entonces se decía que en España estaban ocultos el Santo Grial, la Mesa de Salomón y otras reliquias, portadoras de un poder sobrenatural, los musulmanes esperaban la oportunidad de entrar en España y conquistarla. Y el enfrentamiento entre don Rodrigo y los partidarios de Agila era el momento esperado. En realidad, don Julián era un firme partidario de Witiza y del derrocamiento de don Rodrigo, de ahí que muchos investigadores se inclinen por responsabilizar a este enfrentamiento entre los visigodos como la causa única de la invasión musulmana de la Península Ibérica, ignorando la leyenda de Florinda, la Cava, una historia inventada por los propios partidarios de Agila para justificar la traición al rey.  Entre los visigodos era conocida la leyenda de las Eddas escandinavas, según la cual el rey Aleva fue traicionado por su canciller Thork, en venganza por la violación de su hija.

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Durante la visita al castillo, no vemos huella alguna de lo que nos cuentan estas leyendas, a pesar de que la belleza del entorno y el propio castillo es sobrenatural. “No ver, no oír y callar” son los consejos que vemos al cruzar la puerta de entrada al castillo, recomendaciones imposibles de seguir ante lo que se ofrece a nuestros sentidos. Finalmente, regresamos por la carretera sin poder evitar mirar hacia atrás. Hacemos un alto en el camino para volver a ver en la distancia la silueta de aquel castillo que forma parte del “reino de los cielos”. Él, como los personajes que forman parte de sus leyendas, no parecen de este mundo.

 

Una respuesta a “LOARRE, EL REINO DE LOS CIELOS”

  1. Avatar de Juan Mari Castro

    Acabo de visitar por primera vez las ruinas del castillo de Sora.
    Buscando información, he llegado a este relato que, de refilón, lo nombra.
    Voy a interesarme más por ese castillo porque viendo su situación y la de su comarca, cuesta hacerse una idea de la importancia que pudo tener.
    Gracias.

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