El Louvre esencial

 

La visita al Museo del Louvre de París es una visita obligada cuando se visita la capital de Francia. Una visita para la que no hay que fijarse plazo de tiempo alguno por la cantidad y calidad de las obras y objetos de arte que atesora. Cuando hayamos terminado se hará imposible recordar todo lo que hemos visto, pero algunas de las obras expuestas si quedarán impresas en nuestra memoria. Es el Louvre esencial. Y aquí repasaremos algunas de esas obras.

La Gioconda – Leonardo da Vinci

La Mona Lisa. Leonardo da Vinci

Sin duda alguna, es la obra cumbre del Museo. El  Retrato de Lisa Gherardin, esposa de Francisco de Giocondo, por lo que el cuadro es conocido como La Gioconda, también conocida como Mona Lisa (Señora Lisa). Se trata de un óleo pintado sobre tabla de  un 77×53 cm,  pintado entre 1503 y 1519.  La técnica empleada es conocida con el término italiano de sfumato, que  consiste en difuminar los contornos y perfiles dado una sensación de niebla y una sensación tridimensional a  cuadro.

La belle ferronière. Leonardo da Vinci

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La belle ferroniére. Leonardo da Vinci. Foto: J.A. Padilla

Otro gran y enigmático retrato de Leonardo da Vinci es La belle ferronière, pintado hacia 1490,  un óleo sobre tabla que mide 63×45 cm. La dama en cuestión fue una de las amantes del rey de Francia Francisco I, y su nombre se lo debe al nombre de su esposo, Ferron.  el cual aceptó la profesión de su esposa aparentemente, aunque intentó deshacerse, tanto de ella como de su amante.  Este hombre fingió tolerar la conducta de su mujer, pero secretamente ideó una forma odiosa de deshacerse de ella y su amante real,  contrayendo la sífilis y transmitiéndosela.   Su esposa murió de la enfermedad y el rey no se curó jamás. Da Vinci vuelve de nuevo a dotar de cierto gesto enigmático a la retratada. Sus ojos muestran gran viveza y la mirada resulta penetrante.

La Virgen de las Rocas – Leonardo da Vinci

Virgen de las Rocas (detalle). Da Vinci. Foto: J.A.Padilla

De este cuadro existen, que se sepa, una versión en la National Gallery de Londres, si bien se cree que la del Louvre es la versión original. Aquí vemos a la Virgen en el centro, con la mano derecha sujetando a Juan Bautista a quien la Virgen está mirando. A su izquierda está el arcángel Uriel, sentado junto a la Virgen, mientras, más abajo, se encuentra el niño Jesús sentado. Leonardo eligió pintar un momento apócrifo de la infancia de Cristo, cuando Juan el Bautista (San Juanito) se encuentra refugiado en una gruta protegido por un ángel y encuentra a la Sagrada Familia en su huía a Egipto. El niño Jesús bendice a Juan, en actitud de oración,  mientras la Virgen le empuja hacia Jesús.

La Virgen con el Niño Jesús y Santa Ana – Leonardo da Vinci

La Virgen con el Niño Jesús y Santa Ana. Da Vinci. Foto: J:A. Padilla

En este cuadro de 168×112 cm. de Leonardo da Vinci, Cristo es representado abrazando a un cordero, símbolo de la Pasión,  mientras Santa Ana le sujeta. Leonardo realizó esta pintura en los últimos años de su vida, en la época en la que estaba pintando a la Gioconda, razón por la cual se dice que  existe un gran parecido entre esta y Santa Ana. En la representación de este cuadro hemos de tener en cuenta que el culto a Santa Ana nace en la Edad Media, ya que únicamente los evangelios apócrifos  la mencionan. Será en el siglo XV cuando el culto a Santa Ana se extienda por el mundo cristiano.

Baco – Leonardo da Vinci

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Baco. Leonardo da Vinci. Foto: J.A. Padilla

Esta representación del dios romano Baco es atribuido a Leonardo da Vinci, si bien algunos investigadores ponen en duda su autoría. Incluso también se pone en duda que el protagonista sea Baco y se trate, en realidad, de San Juan Bautista.  En el cuadro encontramos al personaje sentado con el brazo doblado sobre el pecho y con mano derecha apunta hacia su izquierda,  mientras que la mano izquierda señala hacia abajo. Como en La Gioconda, se trata de un personaje de aspecto andrógino, lo que facilita la atribución a da Vinci, así como la técnica del sfumato. Una vez discutida sobre la autoría, desconocemos, por lo tanto,  si Leonardo pintó a Juan Bautista  o al dios romano del vino Para ser Juan, no tiene en la mano el bastón crucífero típico de su iconografía, o bien, con sus manos, señala el infierno con su mano izquierda.  Algunos estudios aseguran que la desnudez y aspecto del Juan Bautista provocó tal escándalo y rechazo que, posteriormente, en el siglo XVII se  le transformó al añadirle una corona de pámpanos (símbolo del dios del vino Baco), y vestido con una piel de pantera como vestido, mientras  la cruz se transformada en una vara de vid. Y Juan Bautista se convirtió en Baco….

Las Bodas de Caná – Paolo Veronese

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Las bodas de Caná. Paolo Veronese

Las bodas de Caná es la  pintura más famosa del pintor italiano Paolo Veronese,  conocido como Veronés. Está realizada al óleo sobre lienzo y fue pintada en  1563. Mide 994×677. Es una obra colosal: mide 994. El cuadro representa las bodas de Caná, en las cuales, según el Evangelio de San Juan, la Vírgen María, Jesús de Nazaret, junto con algunos de sus discípulos, fueron invitados.  Hacia el final de la fiesta, cuando se quedan sin vino, Jesús ordenará a los siervos que llenaran tinajas con agua, que él convirtió en vino, siendo este su primer milagro. Paolo Veronese nos presenta una fiesta al más puro estilo veneciano, en un palacio renacentista lleno de columnas. El pintor fue muy criticado porque en el cuadro incide más e el ambiente festivo que en el religioso. El cuadro tiene dos partes diferenciadas: la inferior, en la que se pueden apreciar hasta 130 figuras, y la superior, dominada por la arquitectura y el cielo. En el centro del cuadro se encuentra Jesús de Nazaret  sentado, identificado por un halo sobre su cabeza, mientras a su derecha se encuentra la Virgen María, también con un halo. Alrededor, los invitados, con los recién casados sentados en le extremo izquierdo de la mesa. En el centro del patio se aprecian un grupo de músicos, entre los que se encuentran el propio pintor, vestido de blanco y con una viola, mientras está el también pintor Tiziano, vestido de rojo y con un violón. Entre los invitados es posible identificar a otros personajes de la época. Sobre Jesús de Nazaret, tras la balaustrada, varios hombres cortan la carne de un animal, mientras, a su derecha, traen un cordero como  símbolo de su futuro sacrificio. Cristo se halla justo bajo el cuchillo.

Detalle. Foto: J.A.Padilla

Este eje vertical situado en el centro vemos, pues, el sacrificio del cordero, mientras más abajo entre dos pintores músicos se encuentra un reloj de arena, símbolo del tiempo que queda para el sacrificio.

La Encajera – Johannes Vermeer

La encajera. Joannes Vemeer. Foto: J.A. Padilla

La encajera es una de las pinturas más conocidas del pintor holandés Johannes Vermeer, quien lo pintó hacia 1670. Es una obra típica del autor, que acostumbraba a retratar a un personajes anónimos en la intimidad de su trabajo. En este caso, muestra a una muchacha que está bordando un encaje.  Pero además introduce un objeto que demuestra la virtuosidad de la joven: un pequeño libro sobre el que apoya el encaje que bien podría ser una Biblia por su grosor y por su aspecto de usado.

El astrónomo – Johannnes Vermeer

El astrónomo. Vermeer. Foto: J.A. Padilla

Este cuadro de Vermeer fue pintado alrededor de 1678. De él destaca la luz que entra por la ventana y que proporciona gran dinamismo al cuadro. En el cuadro se observa a un hombre en su estudio estudiando un globo terráqueo. El libro que tiene abierto se ha identificado como Institutiones Astronomicae Geographicae de Adriaen Metius, abierto en el capítulo III, que comienza diciendo que se busque la inspiración divina para descubrir el cosmos. Además, el cuadro que aparece en el fondo, a la derecha, representa el descubrimiento de Moisés, que está relacionado con el conocimiento y la ciencia.  Este cuadro fue expoliado por los nazis de la Francia ocupada, ya que era muy apreciado por  Goering y Hitler. Tras la victoria aliada, el cuadro fue llevado a  la mina Altausse, junto con miles de piezas de arte para ser destruida y evitar así que volviera a Francia, algo que no se produjo porque los alemanes encargados de destruirla no lo hicieron.

San Sebastián – Andrea Mategna

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San Sebastián. Mategna

El pintor italiano renacentista del siglo XV, Andrea Mategna, dedicó tres cuadros a la figura de San Sebastián.  Mategna  vivió en un período en que eran frecuentes las pestes y San Sebastián estaba considerado el santo protector contra la peste  al haberla contraído al  ser herido por flechas que le clavaron tras ser condenado a muerte. San Sebastián fue un soldado romano que formó parte de la guardia pretoriana del emperador Diocleciano en el siglo III d.C.. Como cristiano, cumplía con la disciplina militar, pero no participaba en los actos paganos ni sacrificios. Tras ser descubierto y denunciado al emperador Maximiliano, este le  obligó a adjurar de su fe. Tras negarse a ello, Sebastián fue condenado a morir. Los soldados del emperador lo llevaron al estadio, lo desnudaron, lo ataron a un poste, lanzaron sobre él una lluvia de flechas y dejándolo moribundo. Aún con vida, sus discípulos lo llevaron a casa de una noble cristiana romana llamada Irene, esposa de un funcionario romano, de nombre Cástulo,  manteniéndole escondido y curándole las heridas. Cuando sanó por completo, se presentó ante el emperador y le exigió que cesasen los castigos a los cristianos. Pero el emperador mandó que lo azotaran hasta morir, lanzando su cuerpo destrozado a un lodazal. Los cristianos lo recogieron y lo enterraron en la catacumba de la Vía Apia.  

La nave de los locos – El Bosco

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La nave de los locos. El Bosco

La nave de los locos es un cuadro del pintor flamenco El Bosco y está realizado en óleo sobre tabla de 58×33. El cuadro parece estar basado en un libro escrito por Sebastian Brant titulado La nave de los necios y que trata de una simbólica nave que transporta locos de todo tipo y que representan todas las debilidades humanas. En el cuadro se aprecian todo  tipo de capas sociales, desde personas muy vulgares hasta monjes y monjas.  En el centro de la barca están sentados un fraile y una monja. La monja toca el laúd y ambos cantan mientras intentan alcanzar con la boca un pan  que cuelga de una cuerda. La tabla que separa a ambos contiene un plato con frutas. El Bosco critica aquí el hecho de que un monje y una monja estén juntos ya que deben vivir separados. El laud simboliza el sexo de la mujer, lo que refuerza la crítica del pintor. Los personajes que aparecen en el agua simbolizan la lujuria y la gula. Los demás personajes parecen estar borrachos y sobre la mesa aparecen unos dados representando al juego. Todos ellos tienen aspecto de locos, de ahí el título del cuadro.  Arriba, en el extremo del tronco, convertido en mástil, aparece  un búho, que representa la herejía, mientras en e mástil ondea un pendón con la media luna, que define a los lunáticos que viajan en la barca.  El invitado que vomita muestra la náusea que sufren los condenados en el infierno. En estas condiciones, lo normal es que la nave no tarde  en zozobrar y hundirse. La pintura es un fragmento de un tríptico y constituía una de las tablas del retablo

La balsa de la Medusa – Théodore Géricault

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La balsa de la Medusa. Gericault. Foto: J.A. Padilla

Theodore Géricault pinto el cuadro La balsa de la Medusa entre 1818 y 1819 y la obra se convirtió en un icono del Romanticismo francés. Es un cuadro de formato grande (491x 716 cm) y representa una escena del naufragio de la fragata Meduse, perteneciente la marina francesa encallada frente a la costa de Mauritania  el 2 de julio de 1816. Hasta 147 personas navegaron a la deriva en una balsa construida con los restos del naufragio.  El resultado fue la muerte de 132 personas y fueron 13 días navegando a la deriva en los que hambre, y la deshidratación llevaron a la locura, hasta el punto que, para sobrevivir, tuvieron que practicar el canibalismo. Tras ser rescatados y conocidos los acontecimiento se produjeron numerosas críticas contra la marina francesa, especialmente contra el capitán y contra la recién restaurada monarquía de Luís XVIII.

Detalle. Foto: J.A. Padilla

Géricault refleja un gran dramatismo en el cuadro. Aparecen los 15 náufragos supervivientes de la balsa de la Méduse cuando van a ser rescatados por el Argus, remarcando la desesperación y su paso a la esperanza. La luz refleja ese dramatismo con las nubes más negras a la izquierda, y el cielo más luminoso en la lejanía y recortándose entre las cabezas de los marinos,  configurando todo el grupo una pirámide para acentuar ese movimiento hacia  del mar.  A la izquierda,  las nubes representan la muerte, pero a medida que ascendemos por esa pirámide vemos la luz, la vida representada por ese minúsculo barco al fondo en ese amanecer entre la tormenta.

La Libertad guiando al pueblo – Eugène Delacroix

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La libertad guiando al pueblo. Delacroix. Foto: J.A. Padilla

La Libertad guiando al pueblo es un cuadro pintado por Eugene Delacroix en el año 1830 y es, sin duda alguna, uno de los cuadros más importantes del Museo del Louvre. El lienzo simboliza la Revolución de 1830 en París contra el rey Carlos X de Francia, quien había suprimido el Parlamento por decreto y amenazaba con abolir la libertad de prensa, lo que provocó una revuelta de los ciudadanos franceses. Preside el cuadro una mujer con los pechos desnudos representando a la Libertad, como luz y guía de la revolución. La estructura del cuadro es piramidal, con los muertos por la libertad se amontonan en la parte inferior y la libertad en la parte superior, con la bandera francesa en una mano y en la otra un fusil. La revolución estaba compuesta por individuos de todas las clases sociales y, por ello, vemos en el cuadro jóvenes y adultos, obreros, soldados y burgueses.

Detalle. Foto: J.A. Padilla

El personaje del sombrero es el propio Delacroix caracterizado como un burgués, aunque él no participó en la revolución.  En segundo plano, a la derecha , encontramos Notre-Dame, en una de cuyas torres ondea la bandera revolucionaria, quizás para afirmar el sometimiento de la iglesia, que había sido uno de los apoyos de la restauración borbónica.

La barca de Dante – Delacroix

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La barca de Dante. Foto: J.A. Padilla

La Barca de Dante o Dante y Virgilio en los infiernos es una de las primera obras de Eugéne Delacroix, uno de los principales representantes del Romanticismo francés. Basado en la obra de la Divina Comedia, concretamente el capítulo en el que Dante y Virgilio descienden al infierno. En el centro aparecen Dante y Virgilio de pie sobre la barca que los trasporta al infierno. También se encuentra Caronte, el guardián de la barca. La escena se desarrolla en la laguna Estigia la cual debe ser cruzada para llegar hasta el infierno, lugar donde deben penar los coléricos. Al fondo podemos ver el infierno representado por la ciudad en llamas de Dite. Dante aparece  con una túnica blanca y la cabeza cubierta por un gorro rojo.  Virgilio por su parte viste una túnica marrón y en su cabeza tiene una corona de laurel.

La buenaventura- Caravaggio

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La Buenaventura. Caravaggio. Foto: J.A. Padilla

La buenaventura es un cuadro del pintor italiano Caravaggio des que existen dos versiones, de apenas un año de diferencia entre una y otra, 1594 y 1595. La del Louvre es de 1595.  El cuadro muestra a un joven vestido como un caballero, al que una muchacha gitana lee la palma de la mano. El chico le mira embelesado inocentemente a la chica mientras esta la está quitando el anillo y su mirada es astuta. Caravaggio consigue que el espectador se fije en las caras de los personajes en vez de que lo haga en sus manos.

San José Carpintero – George de la Tour

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San José Carpintero. La Tour

San José, carpintero es una de las pinturas más conocidas del pintor francés George de La Tour y fue pintado a principios de la década de los años 1640. En la misma, José trabaja un pieza de madera  delante del Niño , Jesús de Nazaret, quien lo ilumina con una vela. Como carpintero, José es un experto en el trabajo de la madera. Aquí incluso se especula el simbolismo de  que la pieza de madera está trabajando formará parte de la cruz en la que morirá su hijo. Jesús sujeta una vela con una mano y con la otra mantiene otra vela papara iluminar la escena, creando interesantes sombras en la pared del fondo, así como en el traje del Niño y en el suelo, producida esta última por su sandalia. El niño sujeta la vela con una mano, mientras coloca otra delante. Llama la atención la mano izquierda del niño, en la cual  la luz de la vela incide haciendo traslúcidos los dedos y filtrándose entre ellos.

Retrato de la condesa del Carpio – Francisco de Goya

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Retrato de la Condesa del Carpio. Goya. Foto: J.A. Padilla

El genio de Francisco de Goya está presente en el Louvre. Aquí vemos su Retrato de la Condesa del Carpio, la cual fue Marquesa de La Solana por herencia materna y Condesa del Carpio por matrimonio. Fue una mujer ilustrada, la primera mujer vasca escritora en lengua castellana de obras como Catalín, y varias comedias, como La aya. Catalín es una comedia de corte neoclásico que encaja en la literatura sentimental de la época. La obra se sitúa en el ambiente rural de los alrededores de Bilbao y trata de las dificultades para contraer matrimonios entre personasde distinta clase social. La condesa del Carpio  muy relacionada con los círculos ilustrados del País Vasco. Más tarde, perteneció a la Junta de Damas de la Sociedad Económica Matritense. Goya inmortalizó a esta dama gracias a este cuadro pintado hacia 1794.

El pie varo – José de Ribera

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El pie varo. José de Ribera. Foto: J.A. Padilla

El pie varo, también conocido como El patizambo, El lisiado y El zambo es una de las pinturas más conocidas del pintor español José de Ribera, siendo uno de los cuadros más importantes del realismo español del Siglo de Oro. Pinteado en óleo sobre tela, mide 164×92 cm. El cuadro está firmado y datado en el ángulo inferior derecho, sobre el suelo: «Juseppe de Ribera español F. 1642» y representa a un joven mendigo con aspecto humilde que tiene un pie deforme, varo, de manera que no puede sostenerse sobre el talón, mientras sonríe al espectador. Muestra en una mano un papel que dice en latín: «DA MIHI ELIMO/SINAM PROPTER AMOREM DEI»,  que significa «Deme una limosna, por amor de Dios«. Este papel era la autorización necesaria en el reino de Nápoles para ser un mendigo. Con ese mismo brazo sujeta al hombro su muleta.

La cena de Emaús – Rembrant

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La cena de Emaús. Rembrant. Foto: J.A. Padilla

Rembrant Harmenszoon van Rijn está considerado uno de los pintores más importantes del Barroco y el más importante pintor holandés. Aquí tenemos su cuadro  La cena de Emaús o Los discípulos de Emaús, el cual narra la aparición de Jesús resucitado a dos discípulos suyos de camino a la aldea de Emaús.  Una escena que narra  el capítulo 24 del Evangelio de San Lucas, cuando dos discípulos, uno de los cuales se llama Cleofás y otro cuya identidad es desconocida, apenados y temerosos por la muerte de Cristo, huyen de Jerusalem y llegan hasta Emaús, donde se disponen a cenar en compañía de un extraño que han encontrado en el camino y con que con el que han hablado de lo sucedido. Ellos no reconocen a desconocido, quien les reprocha su falta de fe. Solo cuando él corta el pan y bendice la mesa,  se dan cuenta de su identidad, momento en el Él desaparece. La escena se desarrolla alrededor de la mesa en cuyo centro se encuentra Cristo, mientras a ambos lados están los dos discípulos. De pie, al fondo, el posadero que, ajeno a lo que está ocurriendo, se dispone a depositar el plato de comida. Rembrandt ilumina la figura de Cristo al ser la más importante, dejando a las demás en una zona de menor iluminación mientras que en el resto de la composición abunda la sombra.

El Niño mendigo – Bartolomé Esteban Murillo

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El niño mendigo. Murillo. Foto: J.A. Padilla

El pintor sevillano Bartolomé Esteban Murillo es uno de los pintores españoles más importantes del Barroco, junto con Diego Velázquez, destacando especialmente por su pintura religiosa, si bien, como el cuadro que nos ocupa, realizó obras de tipo realista. Aquí el protagonista es un niño mendigo que está despiojándose. Murillo acompaña al niño con un cántaro de barro y un cesto de manzanas, mientras en el suelo se ven resto de crustáceos, una especie de bodegón realista.  La luz procede de la ventana que queda a la izquierda e incide plenamente en el cuerpo sentado del chico, dejando en penumbra el resto de la estancia.

Pastores de la Arcadia – Nicholas Poussin

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Pastores en la Arcadia. Poussin. Foto: J.A. Padilla

Nicolas Poussin fue el fundador de la pintura clásica francesa del siglo XVII. Aquí vemos su obra Los pastores de Arcadia, conocida popularmente como Et in Arcadia ego, es un cuadro pintado al óleo sobre lienzo que mide 85×121 cm. y pertenece al género mitológico y  representa a tres pastores  y una dama encuentran entre la vegetación una tumba en la que figura una inscripción.

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Detalle. Foto: j:A. Padilla

Los pastores intentan descifrar el  texto: «Et in Arcadia ego», que se  traduce como «Yo, la muerte, también vivo en Arcadia».  La Arcadia era una región griega que la tradición clásica  convirtió en una lugar en el que reinaba la vida alegre y la prosperidad. Era el Paraíso, donde también podía hallarse la muerte, y sobre ello reflexiona el grupo.

 

Juramento de los Horacios – Jacques Louis David

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Juramento de los Horacios. Jacques Louis David. Foto: J.A. Padilla

El Juramento de los Horacios es una obra del pintor francés Jacques Louis David realizada en 1784 y constituye uno de los mejores ejemplos de la pintura neoclásica. El tema de la obra es el cumplimiento del deber por encima de cualquier otro tipo de sentimiento y representa a los Horacios romanos  quienes, según el Horacio de Pierre Corneille y Tito Livio,  eran unos trillizos masculinos, hijos de Publio Horacio Son,  destinados a la guerra contra los Curiacios, también trillizos masculinos, para resolver la disputa entre Roma y la ciudad de Alba Longa, situada en el Lazio en el siglo VII.  Se decidió  que la disputa entre las dos ciudades debía resolverse mediante una forma de combate inusual entre por dos grupos de tres miembros cada uno:  los tres hermanos Horacio y los tres Curiacios. Una de las hermanas de los Curiacios, Sabina, está casada con uno de los Horacios, mientras que una de las hermanas de los Horacios, Camila, está prometida a uno de los Curiacios. A pesar de los lazos entre las dos familias, el padre Horacio exhorta a sus hijos a luchar contra los Curiacios, y ellos obedecen, a pesar de los lamentos de las mujeres. Así, pues, los que hasta entonces eran amigos deben enfrentarse sobreponiéndose a cualquier conflicto de cociencia porque lo importante es el deber patriótico. En la lucha, Horacio vence después de la muerte de sus dos hermanos y da muerte a los tres Curiacios. De regreso a Roma, recibe los elogios de todos, menos de su hermana Camila, que le reprocha amargamente la muerte de su amado. Horacio mata a su hermana, acusándola de falta de patriotismo, por este hecho es llevado ante los jueces. En el juicio, el viejo Horacio hace una encendida defensa del honor frente al amor, Horacio será declarado inocente, a pesar de la acusación de su amigo Valerio, quien también amaba a Camila. En el cuadro aparece el Padre Horacio, que es el personaje central y el que realiza toma juramento a sus hijos, mientras sostiene las tres espadas con sus manos, obligándolos al cumplimiento del deber con la patria. No muestra ninguna emoción. A la izquierda, se sitúan los tres hermanos expresando su lealtad a Roma antes de la batalla. Mientras, las mujeres se quedan en casa llorando y cuidando de los hijos. Sabina está vestida de marrón y es, como hemos dicho, una Curiacio  casada con uno de los Horacios, por lo que llora por su esposo y su hermano. La mujer vestida de negro al fondo sostiene dos niños de uno de los esposos Horacio y la esposa Curiacio.  Finalmente, está Camila Horacio, vistiendo una toga blanca.

La consagración de Napoleón – Jacques Louis David

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La consagración de Napoleón. J. L. David. Foto: J.A. Padilla

La consagración de Napoleón es otra obra de Jacques Louis David, que además era el pintor oficial del Emperador. Pintada a principios del siglo XIX,  tiene unas dimensiones de 629×979 cm. La coronación y la consagración tuvieron lugar en la catedral de Notre Dame de París el 2 de diciembre de 1804. A pesar de que Napoleón quería romper con el protocolo de la monarquía, en la ceremonia se utilizaron símbolos reales como la corona y el cetro. Todos los personajes que aparecen  cuadro están perfectamente identificados. Así, Napoleón Bonaparte está de pie y es el principal protagonista del cuadro. Su esposa, Josefina, está de rodillas ante él haciéndole una reverencia y recibiendo l corona de manos de su marido. María Leticia Ramolino, madre Napoleón, está colocada en las tribunas, en el centro de las tres damas con traje claro, y ocupa un lugar más importante que el papa aunque, en la realidad, ella no asistió a la ceremonia.  El padre de Napoleón, Carlo Buonaparte, había muerto en esa fecha, pero la madre le pidió al pintor que lo incluyera en el cuadro. Napoleón quedó emocionado cuando, a descubrir el cuadro, vio la figura de su padre en él.  Sus hermanos, Luís y José Bonaparte se encuentran en el lado izquierdo del cuadro. Delante de ellos se encuentran las hermanas del emperador y ante ellas se encuentra el niño Napoleón Carlos Bonaparte. Junto al papa se encuentra Joaquín Murat, mariscal del imperio francés.

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Detalle. Foto: J.A. Padilla

En las tribunas, en el nivel superior al que se encuentra la madre, está el propio pintor. En un principio, la obra de Jacques-Louis David destacó por realizar una pintura que se caracterizaba por la exaltación y la épica de la práctica revolucionaria en la Francia de los últimos años del antiguo régimen. Pero, tras la revolución en encarcelado hasta que la llegada de Napoleón le libera y recupera su posición social y artística. Será Napoleón el que le encargue el cuadro de su coronación en el que aparecerán más de cien figuras pintadas con gran detalle. El cuadro, sin embargo, tampoco se ajustaba a la realidad de la ceremonia, ya que será el propio emperador el que tome la corona de laurel de las manos del papa y se corone él mismo.  Aquí parece ser el emperador el que va a corona a Josefina. Por otra parte, resultaba contradictorio que el mismo pintor que exaltaba con su obra las consignas de la Revolución se pusiera al servicio de un nuevo monarca. Jacques-Louis David sustituye el entusiasmo y la energía del cambio social por un ritual formalista y el peso de una autoridad, que para algunos, estaba empezando a resultar opresiva. El pintor, antiguo defensor de la revolución, se convertía en un entusiasta defensor del nuevo régimen imperial.

El baño turco – Dominique Ingres

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El baño turco. Ingres. Foto: J.A. Padilla

El baño turco está considerada la obra maestra de Dominique Ingres.  Representa a un grupo de mujeres desnudas en un harén. A pesar de los desnudos y del erotismo que transmite el cuando, no causó escándalo alguno, si bien no fue exhibido públicamente hasta el siglo XX. El cuadro era rectangular en su origen, el pintor le dará forma de medallón para dar la impresión de mirarse furtivamente a través de una cerradura o mirilla. El primer plano vemos a una mujer vuelta de espaldas que está tocando un laúd y constituye el elemento central de la composición. Los demás cuerpos están mezclados  en diferentes planos, sin que se crucen sus miradas y en una especie de baile sensual. Incluye, además, alguna escena lésbica. En primer plano, a la derecha, hay una manta roja y, sobre ella, una mesita con una serie de objetos. que forman un bodegón.

Las Cuatro estaciones – Giuseppe Arcimboldo

Vemos los cuatro cuadros correspondientes por el pintor milanés Giuseppe Arcimboldo dedicados a las estaciones expuestos e el museo el Louvre. Antes de ver cada una de las obras, sepamos que Arcimboldo es conocido, sobre todo, por sus representaciones manieristas del rostro humano a partir de flores, frutas, plantas, animales u objetos, colocados de tal manera que todo el conjunto era un rostro retratado. Las Estaciones es una serie de cuatro cuadros pintados de 1563 a 1573. De la versión original, no subsisten más que El invierno y El verano, expuestos en Viena. Entre las versiones más conocidas figuran estás de Louvre hechas por encargo de Maximiliano II. Existe, no obstante, otra copia encarada por Felipe II,  de la que sólo se conserva La primavera.

La Primavera

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Primavera. Arcimboldo. Foto: J.A. Padilla

La primavera está representada por el rostro de una mujer compuesto de una gran variedad de flores, con la cabeza mirando hacia la izquierda. La piel de la cara y los labios son pétalos y capullos de rosa, el pelo es un ramo de flores, los ojos son bayas de belladona, mientras e el cuello se ve un collar de margaritas.

El Verano

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Verano. Foto: J.A. Padilla

El verano es el único de los cuatro cuadros que lleva la firma del autor. También se trata del retrato de una mujer, esta vez mirando hacia la derecha.  El rostro está formado por frutas, verduras y hortalizas. Las cerezas adornan la orla de la cabellera y también se componen el labio superior; la mejilla está formada por un melocotón, la nariz es un pepino, la oreja visible es una berenjena, y la ceja es una mazorca. El vestido está hecho de trigo y bajo el cuello se ve la inscripción GIUSEPPE ARCIMBOLDO F, mientras sobre la manga aparece el año de 1573.

El otoño

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Otoño. Foto: J.A. Padilla

El otoño está representado por un hombre de rasgos duros y algo desagradable y mira  hacia la izquierda. El cuello está formado por dos peras y algunas verduras, y aparece una cuba parcialmente destruida, mientras que los listones de madera que lo forman están sujetos con ramas de sauce. La cara está formada por peras y manzanas, mientras el mentón es una granada y la oreja es una seta, con un pendiente en forma de higo. Los labios y la boca están formados de castañas. El cabello está compuesto de racimos de uva, y la parte superior es una calabaza.

El invierno

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Invierno. Foto: J.A. Padilla

Finalmente, El invierno está representado como un viejo, cuya piel es un tronco nudoso con  las arrugas de la piel propias de la edad. La barba, escasa y poco cuidada, está compuesta de pequeñas ramas y raíces, mientras la boca está formada por dos setas. El ojo es una hendidura negra del leño y la oreja es lo que queda de una rama rota. Los cabellos son una maraña de ramas, acompañadas por algunas pequeñas hojas. Aparcen limones y naranjas colgando de una rama procedente del pecho del hombre.  El vestido del hombre es una simple estera de paja.

Magdalena penitente de la lamparilla – George La Tour

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Magdalena penitente de la lamparilla. La Tour. Foto: J.A. Padilla

La Magdalena penitente de la lamparilla  es un cuadro del pintor francés George de La Tour pintado alrededor de 1642. El cuadro representa a María Magdalena observando una vela, que proporciona una impresionan luz.  La santa sujeta una calavera en sus manos que simboliza el paso del tiempo, a muerte. La vela poco a poco se irá extinguiendo, como la vida, hasta llegar a la oscuridad. María Magdalena medita sobre ello. En el cuadro también aparecen otros elementos iconográficos, como el crucifijo, un libro, etc.

La muerte de la Virgen – Caravaggio

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La muerte de la Virgen (Detalle). Caravaggio. Foto: J.A. Padilla

La muerte de la Virgen es una de las mejores obras del pintor italiano Caravaggio. Es un lienzo de gran tamaño que representa la muerte de la Virgen María, un tema controvertido en la doctrina católica, puesto que, en aquel momento, no había un dogma establecido para este tema.  Algunos imaginaron una dormición post-mortem como un momento en el que Dios resucitó su cuerpo sin corromper y lo llevó al cielo. Otros señalaron que no sintió dolor ni enfermedad, ni miedo por la muerte, pues murió sin pecado. La Virgen está representada como una mujer normal, sin atributos místicos evidenciándose su santidad sólo en el halo.  Alrededor de la Virgen se encuentran María Magdalena llorando sentada en una silla, con la cabeza entre sus manos. A  lado, los Apóstoles, entristecidos, pero sin expresiones  emotivas, sino ocultando los rostros. Todos muestran un dolor silencioso, sin lágrimas.  El hombre mayor a la izquierda parece ser San Pedro, y  el que se arrodilla, a su lado, San Juan Evangelista.

El nacimiento de María de Medici – Peter Paul Rubens

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El nacimiento de la princesa. Pedro Pablo Rubens. Foto: J.A. Padilla

El ciclo de María de Médici es una colección de veinticuatro pinturas pintadas por Pedro Pablo Rubens por encargo de María de Medici en 1621. Veintiuna pinturas muestran las aventuras y celebraciones de María, mientras que las tres restantes consisten en retratos de ella misma y de sus padres. El nacimiento de la princesa, representa el nacimiento de María el 26 de abril de 1573. Varios símbolos y alegorías se aprecian en la pintura. A la izquierda, dos querubines  juegan con un medallón en el cual aparece el escudo de la familia Médici, sugiriendo que el Cielo ha favorecido a la joven María desde su nacimiento. En la esquina inferior derecha se representa al río Arno, el río de Florencia,  ciudad natal de María.  El león simboliza el poder y la fuerza. El halo alrededor de la cabeza de María no debe ser interpretado como algo divino,  sino como un símbolo imperial y del futuro reinado de María.

La educación de la princesa – Peter Paul Rubens

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La educación de la princesa. Peter Paul Rubens. Foto: J.A. Padilla

Aquí, Pedro Pablo Rubens representa La educación de la princesa y muestra a María d Medici estudiando. Esta educación es proporcionada  mediante la presencia de tres dioses: Apolo, Atenea y Hermes.  Apolo está asociado con el arte y Atenea con la sabiduría, siendo Hermes el dios mensajero para el conocimiento quien irrumpe en la escena otorgando un regalo de parte de los dioses, el caduceo, el símbolo de la sabiduría. Con ello,  Hermes dota a la princesa con el don de la elocuencia para que éste acompañe a su vez al don de la belleza. La presencia de estos tres dioses representa la educación para las responsabilidades que María asumirá en el futuro así como reina. En la parte inferior del cuadro se aprecian un instrumento musical, una paleta con pinceles y un busto, símbolos del deber de María de ayudar al florecimiento de las artes. También aparecen, a la derecha del cuadro, las tres gracias, quienes le otorgan el don de la belleza.

Galería de cuadros con vistas de Roma antigua – Giovanni Paolo Pannini

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Galería de cuadros con vistas de Roma antigua. Giovanni Paolo Pannini. Foto: J.A. Padilla

Giovanni Pannini nació en 1691 en Piacenza, donde estudió escenografía teatral hasta que en 1711 se desplaza a Roma, donde alcanzó la fama como decorador de palacios Como pintor, es muy conocido por sus cuadros de la ciudad de Roma. Su trabajo más conocido es el interior del Panteón de Roma y este, que representan una galería de cuadros que a su vez es una vista de la ciudad de Roma cada uno de ellos.

La pequeña bañista en el Harén -Dominique Ingres

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La pequeña bañista en el Harén. Dominique Ingres. Foto: J.A. Padilla

Este cuadro es una versión de El baño turco. La escena tiene lugar en el interior de un baño y parece haber captado a las mujeres en su intimidad. Nos llama la atención  la mujer de espaldas, bañada en una luz  que la hace billar a los ojos del observador. Al fondo vemos varias bañistas que intentan cubrir su cuerpo, mientras el toque erótico lo protagoniza la muchacha  Tal vez lo más bello de esta escena sea la muchacha morena que encuentra  en el agua.

La Crucifixión- Andrea Mantegna

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La Crucifixión- Andrea Mantegna. Foto: J.A. Padilla

Una de las obras más famosas de Mantegna es el Retablo de San Zenón, encargado por el abad del monasterio benedictino de San Zenón de Verona. En la predela del retablo se representaron tres momentos de la vida de Cristo situándose en el centro La Crucifixión que aquí contemplamos, hoy separada del conjunto. Las tres cruces son el elemento principal de la composición, con la cruz de Cristo n el centro, de la que parte un camino que asciende hacia la ciudad de Jerusalén que observamos al fondo, junto a una montaña de gigantescas proporciones. Las Santas Mujeres se encuentran a la izquierda del cuadro, con la Virgen María desmayada y atendida por las demás, mientras que, a la izquierda de Cristo, los soldados se entretienen jugando a los dados.  Las figuras están realizadas con gran minuciosidad , como si fueran esculturas. Bajo la cruz de Cristo se encuentra el cráneo, donde tradicionalmente se dice que fu el lugar donde se plantó la semilla del árbol con el que se talló la Cruz.

Peregrinación a la isla de Citera – Jean-Antoine Watteau

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Peregrinación a la isla de Citera. Jean-Antoine Watteau. Foto: J.A. Padilla

La Peregrinación a la isla de Citera está considerada la obra maestra  del pintor francés Jean Antoine Watteau. Está realizado en óleo sobre tela y mide 129×194 cm. Representa un viaje a una isla de bienaventurados en la que reside el amor. Desde la antigüedad, la isla griega de Citera tenía un templo dedicado a Afrodita, diosa del amor. Sin embargo, no se sabe si son parejas que emprenden el viaje hacia la isla o regresan de ella. Watteau pintó con pinceladas rápidas y sin precisión en las líneas. Los colores predominantes son los cálidos dorados y rosas, que están acompañados del verde o el azul. El paisaje es idílico, con grandes árboles que dominan todo el segundo plano. El lado izquierdo está dominado por el azul del mar y del cielo y el rosado de las montañas lejanas. Podemos encontrar en la obra numerosos símbolos mitológicos, como la estatua de piedra que representa a Venus, a la derecha del cuadro, o la popa de la barca, en forma de concha. También están los amorcillos suspendidos en el aire y el Sileno, padre de Baco.

El juicio de Salomón. Nicolas Poussin


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El juicio de Salomón. Poussin. Foto: J.A. Padilla

El juicio de Salomón  es un óleo sobre lienzo de pintura de Nicolas Poussin. Representa el pasaje de la Biblia en la que Salomón terció entre la disputa  de dos mujeres que afirmaban ser  la madre de un niño. El pasaje bíblico se ha convertido en el ejemplo de  rey prudente y sabio, que utiliza una estratagema para determinar la verdad, engañando a ambas mujeres para que revelen sus verdaderos sentimientos. Salomón, en el juicio, decide cortar al niño e dos y repartir cada a de las partes a las dos mujeres.  Solo la actitud de una de ellas le permitirá conocer cuál es la verdadera madre.

Roger liberando a Angélica – Dominique Ingres

Roger liberando a Angélica. Ingres. Foto: J.A. Padilla

Ingres se inspira en este cuadro en un pasaje de la obra «Orlando Furioso», escrita por Ludovico Ariosto en el año 1516, un poema épico de tipo caballeresco ambientado en tiempos de Carlomagno y protagonizado por Orlando, o Roldán, quien murió de forma heroica en Roncesvalles. En el mismo, la princesa Angélica, hija del rey de Catay, es secuestrada por los habitantes de la isla del Llanto para ofrecérsela como sacrificio a un monstruo marino que les amenazaba. Desnuda y atada a una roca en el mar mientras esperaba su final la princesa, llega el caballero Roger montado sobre un hipógrifo y se lanza contra el monstruo para liberarla. En el duro combate entre ambos, Roger ciega con el reflejo de su escudo al monstruo y así consigue liberar a la princesa. La leyenda de Roger es similar a otras de la Edad Media, como la de San Jorge en la Leyenda Dorada y el dragón, o la leyenda clásica de Perseo que, a lomos de Pegaso, salva a Andrómeda también de un monstruo marino. En este caso, Roger no mata al monstruo y Angélica no es una princesa inocente, sino que ya había tenido aventuras con otros caballeros e, incluso, abandonó a su liberador en la primera ocasión que tuvo para ello.

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Detalle. Foto: J.A. Padilla

Ingres centra en su cuadro toda la luz sobre la princesa y enfatiza su desnudez, mientras, a la izquierda se observa al caballero atacando con firmeza al monstruo a lomos del hipogrifo. En la parte inferior, el monstruo, del que apenas se observan sus rasgos porque Ingres quiere fijar la atención sobre el resto de personajes.

Edipo y la esfinge – Dominique Ingres

 

Edipo y la esfinge o Edipo explica el enigma de la Esfinge es una obra de juventud del pintor francés Jean Auguste Dominique Ingres que representa el momento en el que Edipo revela la solución del enigma propuesto por la Esfinge  para evitar su muerte, un pasaje de la mitología griega que cuenta que poco antes de nacer Edipo,  el oráculo predijo que  mataría a su padre.  Layo, rey de Tebas, para impedir  que se cumpliese el designio  decidió deshacerse de su hijo recién nacido e hizo que fuera  arrojado al mar  abandonado en una vasija. Siendo hallado por unos pastores extranjeros  y entregado en adopción a  Pólibo y Peribea,  reyes  de Corinto, en cuya corte fue educado con cariño, hasta el punto que Edipo se creyó hijo de legítimo de los reyes. Sin embargo, un día escucha una historia sobre su auténtico origen, por lo que decide acudir al oráculo de Delfos para conocer la verdad. Allí le revelan que  matará a su  padre y se desposará con su madre,   augurio que lleva al joven a abandonar Corinto. Camino al destierro, se encuentra con su verdadero padre, Layo, y le da muerte, sin saber que este es su verdadero padre. Cuando llega a Tebas, se encuentra con  la Esfinge, demonio  con cabeza, cuello y pecho  de  mujer,  cuerpo de león  y alas de ave rapaz,  que  preguntaba a todo aquel que se topaba con ella algún enigma o acertijo que debía acertar si quería seguir con vida.  La Esfinge le plantea a Edipo dos acertijos que este resuelve mientras aprovecha el desconcierto de la esfinge para arrojarla por un precipicio, liberando a Tebas del monstruo. En agradecimiento es nombrado  rey de Tebas y se casa con la viuda de Layo, cumpliéndose el augurio. Ingres nos muestra en su cuadro el momento que Edipo  resuelve el acertijo. Edipo se encuentra en la luz mientras la esfinge se encuentra en la sombra, es decir, el contrates entre inteligencia y la furia. En la parte inferior del cuadro se observan restos de aquellos que no supieron acertar los enigmas de la esfinge.

Filósofo meditando – Rembrandt van Rijn

Filósofo meditando. Rembrant. Foto: J.A. Padilla

Rembrant pintó este Filósofo meditando en 1632 y representa a dos personas en una habitación. El cuadro está dividido en dos por una escalera de caracol que separa a ambos personajes y concentra toda la luz del cuadro.  en el centro aparece una escalera de caracol, revelando la existencia de un piso superior. A la izquierda, destaca la figura del anciano filósofo, sentado en una mesa, con la cabeza baja y con las manos entrelazadas, mientras que, a la derecha de la parte inferior, se aprecia a una mujer de edad avanzada, tal vez la esposa del estudioso,  iluminada solo por el fuego que está avivando. 

Venecia, Santa Maria de la Salud – Giovanni Antonio Canal (Canaletto)

 

 

Venecia. Santa María de la Salud. Canaletto. Foto: J.A. Padilla

Canaletto, cuyo verdadero nombre fue Giovanni Antonio Canal fue un pintor famoso por sus paisajes de Venecia, ciudad donde nació en 1697. Su padre fue escenógrafo de profesión, y pintaba paisajes para obras de teatro. En su taller aprenderá Canaletto un género que empezaba a estar muy de moda, como era el paisajismo urbano, con un gran dominio de la luz y de la perspectiva. En este cuadro representa una vista de la entrada en el Gran Canal y a la derecha una vista parcial de la iglesia de Santa María Della Salute, una de las iglesias venecianas, construida por Baldassare Longhena para conmemorar el final de la epidemia de peste que asoló la ciudad en 1630. Canaletto consigue plasmar esta parte de la ciudad, en el que las gentes pasean, navegan con sus góndolas o realizan su trabajo, todo ello envuelto en la atmósfera limpia y luminosa de un día despejado.

La noche: un puerto marino a la luz de la luna – Claude Joseph Vernet

La noche: un puerto a la luz de la luna. Vernet. Foto: j:A. Padilla

Este cuadro Vernet es también conocido como La noche, un puerto marino al claro de la luna y forma parte de una serie de quince cuadros que el pintor dedica a escenas portuarias. Aquí vemos, en primer plano a la derecha en la parte inferior e iluminados por la luz de una fogata a un grupo reunido al calor del fuego y la comida. A su alrededor, elementos propios de la profesión del grupo, es decir, pescadores y otras personas, también pescando.  A partir de este grupo, el paisaje de agranda y se abre en toda su inmensidad. Al fondo, la tenue luz de la luna ilumina todo el cuadro y proporciona toda una gama de colores que van desde la luz fría de la noche al caliente color del fuego.

El cambiador de moneda y su esposa – Quinten Massys

El cambiador de moneda con su esposa. Quinten Massis Foto: J.A. Padilla

El cambiador de moneda, o cambista, y su esposa es quizá la obra más conocida del pintor flamenco nacido en 1466, Quentin Massys. El cuadro es un óleo sobre tabla de 71×68 cm. y data de 1514. Representa el taller u oficina de un cambista en el que él  está pesando monedas y su mujer le observa mientras mira con atención las monedas y hojea sin mirar un libro religioso. El simbolismo del cuadro reside en la eterna lucha entre la avaricia y la fe, un espíritu satírico propio de la pintura flamenca. Se observan diversos objetos que forman entre si un bodegón, como el mencionado libro, los objetos de la estantería y el oro y las joyas que pesa el cambista. Existe, además, un pequeño espejo sobre la mesa que refleja l luz de la ventana que ilumina el cuadro y nos muestra el exterior del mismo. Un detalle que se incluye en otras pinturas flamencas.

El tramposo del as de diamantes – Georges de La Tour

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El tahur. Georges de La Tour. Foto: J.A. Padilla

Georges de La Tour fue un pintor francés de la época barroca. Fue un pintor famoso en vida, aunque cayó en el olvido hasta el siglo xx. El tahúr o El tahúr del as de diamantes es una de sus pinturas más conocidas, pintada alrededor de 1635. El cuadro representa una escena en un lugar de juego, en el que un tahúr y una dama cómplice, con la complicidad de una criada, despluman a un joven rico, ataviado con lujo, quien no se da cuenta de que el tahúr se saca del cinturón un as de diamantes, tal y como se aprecia a la izquierda del cuadro mientras la criada sirve el vino para distraerle.

Madonna del canciller Rolin – Jan van Eyck

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La Virgen del canciller Rolin. Van Eyck. Foto: J.A. Padilla

 Jan van Eyck está considerado el mejor pintor flamenco del siglo XV. Su cuadro, La Virgen del canciller Rolín es un buen ejemplo de ello. Se trata de un cuadro de temática religiosa pintado al óleo sobre tabla, encargada por Nicolás Rolin, un importante funcionario de la corte de Borgoña.  Van Eyck no sólo plasma su apariencia física, sino también el carácter arrogante del personaje y le pinta frente a la Virgen mirándola fijamente, de frente. Hasta entonces, los cuadros con donante se caracterizaban por ser este de menor tamaño que las figuras  de la Virgen o Jesús y, en segundo lugar, por la presencia de un santo, generalmente el del nombre del donante, que hiciera de intermediario ante la Virgen. En este cuadro, sin embargo, el donante, el canciller Rolín, tiene el mismo tamaño que la Virgen y no aparece santo alguno, tal vez porque no  considera necesario intermediario alguno. Esta claro que Rolin era un personaje muy vanidoso, y todo el cuadro refleja su poder y riqueza. Van Eyck, además, introduce algunos elementos que esconden cierta simbología. Tras el enorme ventanal se aprecia un paisaje, que si bien podría ser el lugar donde vivía el funcionario,  es una metáfora de la Nueva Jerusalén, y está dividida en tres partes: la Ciudad Terrenal, a la izquierda, y la Ciudad Celestial, a la derecha, es decir, la Ciudad de Dios de San Agustín, la ciudad ideal. En el centro parece un paisaje presido por un puente, el puente de Montereau, donde fue asesinado Juan Sin Miedo, un personaje que participó con Rolín en el acuerdo de paz entre Borgoña y Francia. En la parte inferior, se aprecia un huerto que representa la virginidad de María y en el que se ven pavos reales y azucenas, símbolos de Cristo y de la Virgen respectivamente.

La joven martir – Paul Delaroche

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La joven mártir (Detalle). Delaroche. Foto: J.A.Padilla

Paul Delaroche nació en París en 1797 de una familia burguesa. Fue bautizado con el nombre de Hippolyte, el cual cambió después por el de Paul. En su juventud entró como aprendiz en el taller de Antoine-Jean Gros, destacado pintor que inició su carrera como artista neoclásico, pero luego se decantó por el romanticismo. Entre su obra destaca La joven mártir, en la que vemos una escena nocturna en la que una joven yace boca arriba flotando sobre el agua con las manos atadas. Es evidente que está muerta al estar flotando en el agua, mientras una brillante aureola flota sobre su cabeza ladeada a la izquierda. Una suave luz baña su cuerpo y ropa blanca que se confunde con el agua que parece acariciar la figura. Como contraste, el fondo es muy oscuro, como si aludiera al carácter fúnebre de la escena. El carácter virginal de la muchacha es evidente y la aureola alude a su santidad, mientras sus manos atadas aluden al hecho la jóven murió siendo prisionera. El nombre completo de esta pintura es “Joven mártir ahogada en el Tíber durante el reinado de Diocleciano”,  lo cual nos permite situar el momento de la muerte de la joven. Durante el reinado del emperador Diocleciano se incrementaron las persecuciones contra los cristianos, que culminaron con la muerte de gran cantidad de ellos, siendo después considerados mártires. Esta joven muerta puede ser una de ellos y pudo morir tratando de escapar de sus verdugos. Delaroche, además, hace de este cuadro un homenaje a su esposa, muerta diez años antes de pintar este cuadro. Una muerte de la que nunca se repuso el pintor y que le sumió en una profunda pena.

Amor y psyche – François Pascal Simon Gérard

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Eros y Psique. Gerard. Foto: J.A. Padilla

Eros y Psique es una pintura al óleo realizada por Francois Gerard en el año 1798. Representa a la joven Psique es sorprendida por el beso de Eros, o Cupido, el dios del Amor,  que es invisible para ella. Psique es la personificación del alma humana. La relación entre Amor y Psique se inspira en la obra de Ovidio La Metamorfosis. La expresión de Psique denota una relajación serena pero distante, como intentando ocultar sus sentimiento. Los antiguos griegos representaban a Psique con alas de mariposa y creían que cuando una persona moría el alma abandonaba el cuerpo volando como una mariposa. Este mito entre Psique y Eros representa la unión entre lo espiritual y lo físico. Psique fue una mortal que se enamora del dios Eros y que consigue convertirse en diosa.

Las rapto de las Sabinas – Jacques Louis David

El rapto de las sabinas, de Jacques Louis David,  representa una escena mitológica de la antigua historia de Roma. Cuenta la leyenda romana que  cuando Rómulo fundó la ciudad de Roma tan sólo había hombres por lo que los romanos invitaron a los pueblos vecinos para que llevaran a sus mujeres a la ciudad. Sin embargo, la mala reputación de los hombres romanos hizo que ningún padre quisiera entregar a sus hijas. Ante ello, Rómulo invitó a los sabinos a celebrar una fiesta con la intención de entretenerlos mientras los romanos raptaban a las mujeres sabinas. En su cuadro, David  representar una escena que se produce tras el rapto, cuando el emperador Tuto Tacio se venga de Roma y provoca una guerra entre romanos y sabinos. Las mujeres, desesperadas ante la muerte de sus padres y maridos, se interpusieron junto con sus hijos en medio de los dos bandos para detener la lucha. En realidad, David utilizaba esta historia como metáfora de la necesidad de la reconciliación del pueblo francés tras los acontecimientos que se produjeron durante la Revolución francesa a finales del siglo XVIII. En el cuadro, se observa, a la derecha,  los romanos, maridos de las sabinas, y a la izquierda, los sabinos, sus padres y hermanos mientras ellas se sitúan en el centro junto con sus hijos interponiéndose entre los dos bandos. En el centro se encuentra Hersilia, mujer de Rómulo e hija de Tito Tacio, vestida de blanco, intentando detener a dos guerreros.

La fragua de Vulcano-Francois Boucher

La fragua de Vulcano, o Vulcano presentando armas para Eneas a Venus, tapiz de dibujos animados, 1757 de François Boucher

François Boucher nació en París en 1703 en plena época rococó. Fue famoso por sus pinturas idílicas sobre temas mitológicos, alegorías y varios retratos de Madame Pompadour, la amante de Luis XV, recordando, en muchos aspectos a Rubens. La fragua de Vulcano, o Vulcano presentando armas para Eneas a Venus es un buen ejemplo del estilo pictórico de Boucher. El cuadro recoge un pasaje mitológico correspondiente a La Eneida, de Virgilio, según el cual Venus le solicita a Vulcano el forjado de armas para su hijo Eneas necesarias para vencer en la guerra entre troyanos y rútulos en el Lacio, un episodio similar al de La Iliada de Homero, donde Tetis le pide a Hefesto que le forje una armadura a su hijo Aquiles, un argumento que ahora utilizará Venus en su petición al dios del fuego, quien concederá a Venus su deseo. Vulcano se dirigirá a la isla de Lipari y pedirá a los cíclopes que viven allí que fragüen las armas para Eneas, entre ellas las un escudo en el que se grabaron los principales acontecimientos de la historia de Roma, desde Rómulo hasta Augusto. La fragua de Vulcano de Diego Velázquez, en el que Apolo se presenta en la fragua de Vulcano para decirle que Venus, su esposa, le engaña con el dios Marte, un episodio mitológico incluido en la Metamorfosis de Ovidio. En el cuadro, Boucher despliega toda la luz y técnica para mostrarnos este episodio.

Diana después del baño-Francois Boucher

De nuevo, un cuadro de Boucher mostrando uno de esos episodios mitológicos que le dieron tanta fama. En este caso Diana después del baño, en el que la diosa se encuentra en primer plano con una corona de perlas, acompañada de una ninfa arrodillada a sus pies.  La blanca desnudez de Diana y de la ninfa contrasta con la luz del paisaje. En el cuadro se aprecian  los símbolos de Diana, como el perro de caza, el carcaj con las flechas y algunos animales cazados., recordando el carácter cazador de la diosa.

Alejandro el Grande entrando a Babilonia – Charles Le Brun

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Alejandro el Grande entrando en Babilonia. Charles Le Brun

El pintor Charles Le Brun fue uno de los artistas favoritos del  rey francés Luis XIV, conocido como el Rey Sol por su carácter egocéntrico. Este rey admiraba a Alejandro Magno, el gran conquistador. Por ello, encargo a Le Brun cuatro cuadros sobre las hazañas de Alejandro. Uno de ellos el que nos ocupa, Entrada triunfal de Alejandro Magno en Babilonia.  En este lienzo pintado por Le Brun entre el 1662 y 1668, vemos a Alejandro entrando en Babilonia montado en un carro tirado por elefantes vitoreado por las personas que le rodean. La leyenda dice que tras vencer en otros lugares se dirigió a Babilonia para conquistarla.  Sin embargo, cuando llegó ante esa ciudad, se encontró con la puerta de sus murallas abiertas y con la gente esperando para recibirle triunfalmente. Le Brun consigue reflejar este episodio de un modo grandilocuente, tan del gusto de Luis XIV, hasta el punto que este nombró al pintor director de la Real Academia de Pintura y Escultura en 1663, cargo que ejerció hasta su muerte en 1690.

Galileo Galilei ante la Inquisición – Joseph Nicolas Robert-Fleury

Galileo Galilei ante la Inquisición. Robert-Fleury. Foto: J.A. Padilla

Era el 12 de abril de 1633 cuando el científico italiano Galileo Galilei compareció, a la edad de 69 años, ante el Santo Oficio para dar cuenta de un libro que había publicado un año atrás, el Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo, en el que defendía el modelo heliocéntrico definido por Copérnico, que  planteaba que la Tierra y los planetas giraban alrededor del Sol, en contra de la tesis oficial, defendida por la Iglesia que decía que todo el universo giraba alrededor de la Tierra, que era el centro del universo, una teoría defendida por Aristóteles y Ptolomeo. Galileo fue obligado a pronunciar de rodillas la abjuración de su doctrina ante la comisión de inquisidores, bajo las órdenes del papa Urbano VIII,  en una sala del convento de Santa Maria sopra Minerva, en Roma. Galileo se retractó de su teoría y la pena fue conmutada, siendo fue condenado a vivir bajo arresto domiciliario y quemados todos sus libros. Galileo, sin embargo,  permaneció fiel a su teoría hasta su muerte, en 1642. La escena del juicio es deesvrita gráficamente por el pintor francés Joseph-Nicolas Robert-Fleury, quien se distinguió en sus obras por su capacidad para describir episodios de la historia alejados de toda alegoría y con bastante realidad.

Lot y su familia saliendo de Sodoma – Peter Paul Rubens

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Lot y su familia saliendo de Sodoma. Rubens. Foto: J.A. Padilla

Peter Paul Rubens incluyó en su prolífica obra todo tipo de temas, desde religiosos y mitológicos, hasta paisajes y retratos, incluyendo ilustraciones y diseños para tapices. Fue, además, el pintor favorito del rey Felipe V de España, quien  le encargó una gra cantidad de cuadros para decorar sus palacios. Como consecuencia de ello, la mayor colección de obras de Rubens se conserva hoy en el Museo del Prado, una colección de noventa obras. El cuadro que vemos aquí describe la salida de Lot y su familia de Sodoma, un pasaje bíblico, según el cual, Abraham dijo a Lot en Canán que ambos debían separarse y buscar nuevas tierras. Lot eligió Sodoma por tratarse de una buena tierra abundante en agua. Y allí establecieron su hogar. Pero un día un ángel enviado por Dios se presentó ante Lot para avisarle que Sodoma iba a ser destruida a causa de la maldad de la gente. Le dijeron que no debían volver la vista atrás.  Lot y sus hijas obedecieron y huyeron de Sodoma. No se detuvieron ni un momento, y no miraron atrás. Pero la esposa de Lot desobedeció y, cuando abandonaban Sodoma, se paró y miró atrás, convirtiéndose en una estatua de sal. Rubens plasma el momento en el que dos ángeles le ordenan a Lot y a su esposa que abandonen Sodoma a toda prisa, en una paisaje que transmite caos y tormentoso.

La muerte de Marat-Jacques Louis David

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La muerte de Marat. Jacques Louis David. Foto: J.A. Padilla

Jean Paul Marat era sido un célebre escritor revolucionario y fundador del periódico radical  El amigo del pueblo, muy relacionado con los jacobinos durante el reinado del Terror.  Marat fue apuñalado el 13 de julio de 1793, mientras se encontraba en la bañera de su casa escribiendo, por  trabajaba en su bañera, por Carlota Corday perteneciente a los a los girondinos. Carlota viajó a París desde Normandía con la intención de matar a Marat,  quien consideraba un enemigo de Francia. Logró entrar en su casa con la ecusa de advertirle sobre una conspiración contra él y los jacobinos y le entregó una lista con los nombres de supuestos enemigos de la revolución que debían ser ejecutados. Marat le prometió que todos aquellos que figuraban en la lista serían guillotinados inmediatamente.  Fue entonces cuando Corday lo  apuñaló con un cuchillo que había escondido entre sus ropas. Carlota fue guillotinada poco después.

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Detalle. Foto: J.A. Padilla

Tal y como aparece en el cuadro, Marat solía llevar un turbante empapado en vinagre y tomar baños fríos para suavizar los violentos picores de una enfermedad de la piel que había contraído un par de años antes, cuando se vio forzado a esconderse de sus enemigos en las cloacas de París. Junto al baño colocaba una mesita Sobre donde apuntaba los nombres de aquellos que debían ser ejecutados por crímenes contra el Estado.

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Detalle. Foto: J.A. Padilla

David era un amigo íntimo de Marat, así como un firme partidario de los jacobinos. En el cuadro no se aprecia las manchas de la piel que padecía a causa de la enfermedad. David le había visitado el día anterior a su asesinato y pinta el cuadro con los elementos que recordaba, como la sábana, la alfombra verde, los papeles, y la pluma. El nombre de Carlota Corday se puede leer en el papel que sostiene Marat en su mano izquierda.

La Sagrada Familia – Bartolome Esteban Murillo

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La Sagrada Familia .Murillo. Foto: J.A. Padilla

Además, de El niño mendigo, existen otras obras en el Louvre del pintor sevillano del siglo XVII, Bartolomé Esteban Murillo, cuya obra principalmente se encuentran en el Museo de Bellas Artes de Sevilla y en Museo del Prado de Madrid.  Aquí vemos el cuadro de La Sagrada Familia, también llamada La Virgen de Sevilla, obra del pintor pintada en 1665, en el que vemos a la paloma del Espíritu Santo, Dios Padre y el Niño Jesús con su primo San Juan Bautista y Santa Isabel. La composición tiene forma piramidal con Dios Padre en lo más alto, con sus manos extendidas dando forma al triángulo, mientras el Niño dirige sus ojos a la cruz. Pero al margen de la calidad y temática pictórica de este cuadro de Murillo, hemos de hacer referencia y que este cuadro y otros varios que componen la colección española del Museo del Louvre se produjo por el expolio que el ejército francés hizo en España durante la Guerra de la Independencia a comienzos del siglo XIX. En los cuadros de Murillo que iremos viendo, tal expolio fue ordenado por el general Soult cuando estuvo en Sevilla entre 1810 y 1812, el cual fue confiscando obras de Murillo, Alonso Cano, Pacheco y otros artistas sevillanos procedentes de los conventos e iglesias sevillanas y amontonándolas en el Alcázar, hasta casi mil obras, muchas de las cuales no regresaron jamás. Unas se perdieron, otras fueron a manos desconocidas y otras al palacio del propio general Soult. A su muerte, dichas obras fueron vendidas o subastadas.

La cocina de los ángeles – Bartolomé Esteban Murillo

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La cocina de los ángeles. Murillo. Foto: J.A. Padilla

La cocina de los ángeles fue un encargo de Convento de San Francisco de Sevilla a Murillo y exalta las virtudes de la Orden franciscana. En el cuadro se narra un episodio de la vida de Fray Francisco Pérez, fraile cocinero de profunda devoción que alcanzaba el éxtasis en lugar de realizar sus trabajos. Fueron entonces enviados varios ángeles para realizar las tareas que el fraile no hacía, evitando así la reprimenda de sus superiores.

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Detalle. Foto: J.A. Padilla

El centro de la escena lo ocupan los dos ángeles que se encuentran al lado del fraile, en pleno éxtasis,  arrodillado y en levitación, rodeado de una aureola dorada, mientras otros ángeles están trabajando en la cocina. Murillo emplea se técnica de claroscuro que utiliza en otros cuadros suyos y los personajes que componen el cuadro están perfectamente diferenciados entre ángeles y mortales.

Fray Junípero abandonando su ropa a un mendigo-Bartolomé Esteban Murillo

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Fray Junípero abandonando su ropa a un mendigo. Murillo.                       Foto: J.A. Padilla

Otro encargo del Convento de San Francisco partió a tierras galas esta obra temprana de Murillo. En él vemos al monje franciscano,  Fray Junípero Serra, entregando su hábito a un mendigo harapiento como acto de caridad. El fraile, que tenía prohibido dar el hábito, se deja desvestir por el mendigo para evitar dicha prohibición.

El nacimiento de la Virgen. Bartolomé Esteban Murillo

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El nacimiento de la Virgen (Detalle). Murillo. Foto: J.A. Padilla

Este cuadro fue encargado a Murillo para la Catedral de Sevilla y fue otra víxctima del expolio francés. En la obra destaca la Virgen en el centro y, segundo plano, a la izquierda y entre penumbra, vemos a Santa Ana y San Joaquín. Es una de las obras más importantes de Murillo. Solo la presencia de los ángeles concede al cuadro la temática religiosa. La Virgen está sostenida en los brazos de varias mujeres, al mismo tiempo que emana un foco de luz que ilumina toda la escena aunque deja en penumbra al resto de personajes.

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Detalle. Foto: J.A.Padilla

La Virgen niña aparece en brazos de la comadrona y rodeada de varios personajes femeninos que se entremezclan con los ángeles que han bajado del cielo para admirar a la Niña. Santa Ana se está recuperando del parto, acompañada de San Joaquín, ambos en segundo plano. En el lado opuesto se ven a dos mujeres ante la lumbre calentando agua.

Cristo en la Cruz con dos donantes – El Greco

Doménico Theotokópoulos, más conocido como El Greco, tiene en el Louvre el cuadro  El Cristo crucificado con dos donantes, pintado hacia 1590, el cual fue encargado al Greco por uno de los dos personajes retratados a los pies de la cruz. Se sabe que en 1715 el lienzo aún permanecía en el convento de las jerónimas de Toledo. Después, en el siglo XIX en cuadro se encontraba en la colección privada del rey de Francia Luís Felipe I, siendo adquirido en 1908 por el Museo del Louvre. Este Cristo  es el primero de los once que el pintor toledano realizó El Greco a lo largo de su carrera. Y tiene una peculiaridad: en lugar de la Virgen o algún Apóstol, en la parte inferior ha situado a los dos donantes. Por lo demás, mantiene las características esenciales de la pintura de El Greco, como son, el paisaje gris y tormentoso y la forma del Cristo, de forma alargada y serpenteante, en una postura muy difícil.

La cena en Emaús-Tiziano Vecellio

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La cena de Emaús. Tiziano. Foto: J.A. Pailla

En el Louvre, además del cuadro de Rembrant, encontramos otra versión sobre La cena de Emaús, en este caso correspondiente al pintor italiano Tiziano Vecellio. Con Cristo en el centro del cuadro, le acompañan Lucas, Cleofás y el posadero, a quienes se identifican con el príncipe Felipe, futuro Felipe II, el ayudante del posadero; Carlos V, el posadero;   Federico de Gonzaga, un noble italiano como Cleofás; y Alfonso de Ávalos, militar italiano como Lucas. Todos los personajes se sitúan alrededor de la  mesa cubierta con un mantel blanco cuyos pliegues están resaltados. Cristo se sitúa en el centro de la composición. Bajo la mesa, un perro y un gato se pelean para dar un toque de naturalismo a la escena. Al fondo, un fondo crepuscular, que proporciona al cuadro la luz necesaria para que destaquen los personajes.

La cena en Emaús – Paolo Veronese

Estamos en la tercera versión de La cena en Emaús que podemos contemplar en el Louvre. Esta correspondiente al pintor italiano Paolo Veronese. Aquí se representa el momento crucial, si bien, como hemos visto en los dos cuadros anteriores, se producen algunos cambios n la composición. Así, la posada se asemeja más a un palacio y los tres protagonistas, que recordemos son Cristo, Lucas y Caifás están rodeados pr un grupo de personas  vestidos también de forma lujosa.  Lo que significa que, de la lectura de los Evangelios, cada uno hace su interpretación.

Salomé con la cabeza de Juan el Bautista-Bernardino Luini

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Salomé con la cabeza del Bautista-Bernardino Luini. Foto: J.A. Padilla

Salomé con la cabeza del Bautista, es un pasaje incluido en los Evangelios de San Marcos y San Mateo, muy utilizado en muchas iconografías cristianas e incluso obras literarias. Existen además reliquias de la cabeza de San Juan en varias iglesias del mundo. Y, sin embargo, ni San Marcos ni San Mateo mencionan el nombre de Salomé en sus escritos y se refieren a la mujer como la mujer de Herodes, que desea vengarse de San Juan porque este rechazaba el matrimonio. Salomé le pide la cabeza de San Juan a Herodes ante la oferta que este le ha hecho de concederle un deseo al quedar impresionado por el baile de la mujer en un banquete. A pesar de que Herodes no quiere hacerlo, está obligado a cumplir su promesa y tras matar a San Juan Bautista,  le es entregada en una bandeja la cabeza a Salomé. Bernardino nos muestra en su cuadro el momento en el que Salomé recibe la cabeza del Bautista en la bandeja. De este pintor se sabe muy poco. Nacido en el norte de Italia, fue compañero de estudio de  Giovanni Antonio Boltraffio en el taller de Leonardo da Vinci. Algunos trabajos realizados por alguno de los dos fueron firmados por da Vinci.

Las siete obras de misericordia- David Teniers

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Las siete obras de misericordia. Teniers. Foto: J.A. Padilla

David Teniers el Viejo fue un pintor flamenco de la época barroca y cabeza de familia de una extensa familia de pintores, a la que pertenecen sus dos hijos, David Teniers el Joven y Abraham Teniers. Fue famoso por su cuadros de tema campestre y costumbrista. Su cuadro Las siete obras de misericordia es una de sus obras más importante y está basado en un pasaje del Evangelio de San Mateo que enumera los seis tipos de obras de caridad incluido en él. Más tarde se incluyo una séptima, como es el entierro de los difuntos. En base a ello, en el cuadro, de tipo campestre y costumbrista se relaciona los actos de caridad. En primer plano, una madre da el pecho a su hijo, mientras recibe agua al estar sedienta. Otro da de comer a un hambriento y vestir a un desnudo. Otro da la bienvenida a los peregrinos. Otro da posada al peregrino. Otro visitar a los enfermos y a los prisioneros , finalmente, el  entierro a los muertos.

San Juan Evangelista exorcizando al demonio – Alonso Cano

Alonso Cano nació en Granada el 19 de febrero de 1601 y, además de pintor, fue escultor y arquitecto, siendo considerado uno de los artistas más importantes del barroco español. Este cuadro, que también formó parte del botín de Soult, originalmente formaba parte del retablo mayor de la iglesia del Monasterio de Santa Paula en Sevilla.  San Juan Evangelista aparece concentrado y sujetando un cáliz, en alusión a la prueba a la que fue sometido por un sacerdote del templo de Diana en Éfeso, donde Aristodemos, un sacerdote pagano le desafió a beber de una copa que contenía veneno para demostrar la fe en Cristo. San Juan cogió la copa e hizo ante ella la señal de la cruz, De la copa entonces surgió un dragón de dos cabezas que simbolizaba al demonio. San Juan hizo un exorcismo y el dragón desapareció. Después, el santo bebió el contenido de la copa sin daño alguno, demostrando con ello el poder de Dios. Esta leyenda viene recogida en la Leyenda Dorada de Jacobo de la Vorágine. Alonso Cano nos presenta el momento de expulsar al demonio del cáliz. La figura de San Juan presenta le da un gran dinamismo a la escena.

Cristo y la adúltera. Lorenzo Lotto

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Lorenzo Lotto fue un pintor nacido en Venecia alrededor de 1480. Fue contemporáneo de los principales maestros de Venecia, Tiziano y Palma Vecchio, pero dejó la producción artística de la ciudad a estos dos últimos artistas. Se estableció en Bérgamo, cerca de Milán.  Lotto tenía una personalidad extraña y conflictiva con estados de ánimo repentinos que se reflejaban en la gran variedad de temas en su pintura. Cristo y la adúltera está basado en un pasaje bíblico. Cristo había estado en el Monte de los Olivos, pero al amanecer apareció en el Templo y cuando toda la gente se acercó a él, se sentó y comenzó a difundir sus enseñanzas. Los fariseos trajeron a una mujer que había estado cometiendo adulterio y, poniéndola en medio de todos le preguntaron a Jesús si aquella  mujer merecí el castigo de la lapidación por su pecado.  Jesús se dirigió a todos y les dijo que aquel que esté libre de pecado tirara la primera piedra a la mujer. Ante estas palabras, todos se fueron y ´quedaron solos Jesús y la mujer. Jesús entonces le dijo a la mujer que se fuer y no pecara más. Lorenzo Lotto pinta en el cuadro la agitación de los presentes, con Jesús en el centro resiste con estoicismo y tranquilidad los gestos y los dedos acusadores y amenazantes. Un soldado ha empezado a quitar el vestido a la mujer y la agarra por el pelo. Son las espinas del pecado, las que un día lo corona

Mujer joven con abanico -Francisco de Goya

Mujer con un abanico   Francisco de Goya

De  esta Mujer joven con abanico, de Francisco de Goya, se desconocen muchas cosas, empezando por la propia identidad de la retratada, si bien algunos la identifican Gumersinda Goicoechea, nuera del pintor.  La muchacha se encuentra sentada sobre fondo neutro sobre una sencilla silla de madera. Los brazos van vestidos con  guantes semitransparentes que no llegan a cubrir la mano y deja al descubierto los dedos que sostienen un abanico cerrado.

Retrato de Ferdinand Guillemardet – Francisco de Goya

Este cuadro de Goya nos presenta al embajador de Francia en España entre 1798 y 1800, conocido por publicar un edicto para transformar edificios de la Iglesia en centros civiles. En el cuadro,  aparece sentado con el cuerpo de perfil y el rostro de frente, cara al espectador y las piernas cruzadas en una actitud relajada. Su rostro deja adivinar su carácter enérgico. Este retrato fue uno de sus  preferidos, según el propio pintor.  No se conoce el motivo que llevó a la realización de esta pintura, ya que Goya era el pintor de Cámara del rey español, aunque tal vez la influencia de algunos liberales como Jovellanos pudieron hacer posible el mismo.

Mariana Waldstein, Marquesa de Santa Cruz – Francisco de Goya

 

Siguiendo con los retratos de Goya presentes en el Museo del Louvre, vemos ahora el de Mariana Waldstein, marquesa de Santa Cruz, quien se educó en un convento de religiosas y fue muy aficionada a la pintura. En 1781 contrajo matrimonio, a los 18 años de edad, con el marqués de Santa Cruz, Don José de Silva, 30 años mayor que ella, en Viena. Después vinieron a Madrid, pasando antes po el palacio de Versalles a visitar a la Reina María Antonieta. La nueva marquesa de Santa Cruz causó onda impresión en la corte madrileña por su inteligencia, belleza y alegría, pero además por su conocimientos y afición a la pintura. Fue académica y directora de la Real Academia de San Fernando. Tuvo amistad  con Goya, siendo retratada por el pintor cuyo cuadro hoy  se encuentra en el  Louvre. Su carácter y personalidad que da reflejada en el cuadro, vestida de maja, sobre un fondo campestre, mirando al espectador entre desafiante y risueña. Mientras el marques se dedicaba a sus quehaceres, Doña Mariana vivió una vida muy intensa, manteniendo relaciones con varios hombres, entre ellos Luciano Bonaparte.  En 1802 muere su esposo, y la marquesa se marcha a Italia, donde recibe los honores como pintora de las academias de Florencia y Roma, donde falleció en 1807.

 San Buenaventura en el Concilio de Lyon – Francisco de Zurbarán

 

 

 

 

 

 

 

 

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San Buenaventura en el Concilio de Lyon. Zurbarán. Foto: J.A. Padilla

San Buenaventura en el concilio de Lyon forma parte de una serie de cuadros que Zurbarán dedicó a la vida de San Buenaventura, un cardenal franciscano. San Buenaventura lleva un birrete rojo y un manto rojo, dignidades ambas de cardenal. Pero debajo de la túnica blanca asoman los pliegues marrones que caracterizan a los frailes franciscanos. El tema es la convocatoria del concilio en Lyon, celebrado en el año 1274, donde se pretendía reunir de nuevo bajo la autoridad del papa romano a los griegos, que se habían escindido en un cisma. El papel de San Buenaventura como intermediario con los teólogos griegos para llegar al posterior acuerdo fue fundamental, tal y como refleja Zurbarán. San Buenaventura sobre un estrado y bajo un baldaquino.  El santo transmite serenidad en sus gestos y en su expresión en contraste con el teólogo que discute con él.

Aquí termina esta colección de cuadros del Museo del Louvre. Son 69 obras maestras  los que hemos examinado, pero faltan muchos más, porque la lista es interminable. No obstante, la incluidas en este trabajo dan una buena referencia a lo que podemos admirar en unos de los mejores museos del mundo.