Arévalo

Plaza de la Villa. Foto: J.A. Padilla

La villa de Arévalo está situada en el  centro de una comarca con gran tradición histórica, unas tierras donde nació, vivió, murió la reina Isabel la Católica y donde tuvieron lugar muchos acontecimientos históricos que dieron lugar a la creación de un nuevo Estado surgido tras el final de la invasión árabe de la Península Ibérica. Y en Arévalo se aprecia este legado histórico. Situada en la confluencia  en la confluencia de los ríos Adaja y Arevalillo, la conocida como «Ciudad de los Cinco Linajes» es la capital de la comarca de la Moraña, siendo el segundo municipio más poblado de Ávila, siendo un referente de la arquitectura mudéjar castellana, lo que hizo que en  el año 1970 fuera declarada Conjunto Histórico-Artístico.

Es un lugar lleno de magia en el que han convivido varias culturas en el tiempo. Desde la cristiana hasta la musulmana, pasando por la hebrea. De hecho, ha tenido una de las juderías más importantes de toda Castilla. La villa es conocida como la de “los cinco linajes”, ya que aquí gobernaron cinco familias nobiliarias: Los Briceños, Los Sedeños, Los Montalvos, Los Verdugos y, por último, Los Tapias.

Arco de Medina. Foto: J.A. Padilla

Es difícil establecer un punto inicial para nuestra visita, aunque nuestra ruta, sea la que sea, tiene un lugar de partida: el Arco de Medina, construido en el año 1769 y que encontramos nada más atravesar el puente sobre el río Arevalillo, construido en el siglo XIV, una de las entradas a la villa.

Iglesia de San Miguel. Foto: J.A. Padilla

A partir de aquí podemos ir hacia la izquierda y llegaremos al castillo; o a la derecha, hacia el centro histórico. Tomemos la segunda opción y adentrémonos en el mudéjar más puro. De inmediato, nos saluda la imponente iglesia de San Miguel, un templo construido entre los siglos XII y XVI por el linaje de los Montalvo, uno de los cinco linajes de la villa. Tiene una única gran nave, una torre y un espectacular retablo.

Iglesia de Santa María. Foto: J.A. Padilla

Tras la visita a esta iglesia continuamos nuestro camino por la calle Santa María a San Miguel, una estrecha calle que nos lleva directamente, como su nombre indica, a la iglesia de Santa María, unas de las joyas mudéjares de Arévalo. Santa María la Mayor  fue construida en el siglo XII y en su parte posterior encontramos su ábside semicircular decorado con arcos de medio punto. Este ábside, junto con  su torre campanario, la más alta de Arévalo y hogar de una importante colonia de cigüeñas es lo más importante de este monumento. En su interior encontramos interesantes pinturas góticas del siglo XIV y el artesonado en el trascoro. La iglesia cierra la Plaza de la Villa, que dejaremos más adelante. Optamos por atravesar el arco situado bajo la torre, que nos lleva a la calle, como no, de Santa María. Desde aquí llegaremos a centro neurálgico de la villa: la plaza del Real.

Foto: J.A. Padilla

En nuestro camino encontramos las ruinas del antiguo palacio de Ballesteros Ronquillo y Sedeño, del cual solo se aprecia su fachada renacentista, con un gran arco flanqueado por dos pares de columnas dóricas. Pertenece a finales del siglo XVI.

Ruinas del Palacio de Ballesteros. Foto: J.A. Padilla

Llegamos por fin a la Plaza del Real. Una plaza de estilo tradicional de plaza castellana con soportales y balcones, si bien poco tiene que ver con la plaza original del siglo XVI y con otras plazas de Arévalo, como veremos en nuestra visita.

Plaza del Real. Foto: J.A. Padilla

La plaza debe su nombre al palacio de Juan II, conocido como las Casas Reales de Arévalo, y fue el lugar donde la reina Isabel y su hermano Alfonso pasaron su infancia. Luego, ya recientemente en el año 1978, el palacio, totalmente en ruinas fue sustituido por un edifico moderno que ha hecho olvidar la historia.  No obstante, en la plaza podemos encontrar la Casa del Concejo, que actualmente alberga el Centro de Interpretación de la Naturaleza y que está situado sobre la antigua cárcel, junto al arco de Alcocer. También en la plaza encontramos el ayuntamiento, un templete en el centro de la plaza y las estatuas de Eulogio Florentino Sanz y Emilio Romero Gómez, dos personajes ilustres nacidos en Arévalo.

Arco de Alcocer. Foto: J.A. Padilla

Aquí también se encuentra la Puerta de Alcocer, que comunica la Plaza del Real con la Plaza del Arrabal.  La Puerta del Alcocer alberga en su interior la oficina de turismo y en la época medieval era entrada principal a la antigua villa de Arévalo. De las cinco puertas que debió tener la villa de Arévalo, la del Alcocer es la única que se conserva.

Plaza de Alcocer. Foto: J.A. Padilla

Tiene forma de torre y en su momento sobre la puerta estaba situado el palacio. Durante el siglo XVI la parte superior de la torre también se utilizó como cárcel, motivo por el cual también se la conoce como el Arco de la Cárcel. Tras atravesar la puerta, ya en la plaza del Arrabal, nos encontramos con Isabel la Católica o, por mejor decir, una estatua suya.

Monumento a Isabel la Católica. Foto: J.A. Padilla

Estamos en la plaza del Arrabal, cuya importancia se aprecia a simple vista. Las calles solitarias de la villa se ha transformado en una populosa plaza donde encontramos los mejores mesones, tiendas y comercios de todo tipo. La Plaza es una típica plaza castellana portalada y con suelo de piedra, y fue construida en el siglo XII.

Plaza del Arrabal. Foto: J.A. Padilla

En este lugar se han celebrado muchos actos como corridas de toros, mercados, ferias y actos solemnes, rodeada de casas bajas construidas en ladrillo y madera.  La plaza cuenta con la presencia de la iglesia de Santo Domingo de Silos  ubicada en el lado este de la misma. En un rincón de la plaza hay un monumento al cochinillo, el plato por excelencia de Arévalo y todo un monumento, gastronómicos, además.

Iglesia de Santo Domingo. Foto J.A. Padilla

La iglesia fue construida originalmente en estilo mudéjar, pero se transformó posteriormente en las épocas renacentista y barroca. Cuenta con un ábside mudéjar, una reja plateresca y bóvedas barrocas. En su interior se veneran los restos de San Vitorino, patrón de Arévalo, así como la imagen de la Virgen de las Angustias, patrona de la villa.

Desde aquí podemos visitar la cercana iglesia de San juan Bautista, situada al otro lado de la plaza, en la calle San Juan, junto a los restos de la antigua muralla.

San Juan Bautista. Foto: J.A. Padilla

Esta Iglesia, también llamada Iglesia de San Juan de los Reyes es una Iglesia románica de los siglos XII y XIII. En un principio se cree que fue una ermita románica pequeña de ladrillo. La muralla se adaptó a esta Iglesia en su forma primitiva, por ello la torre mudéjar es como un cubo de muralla con tres cuerpos por el que pasaba en su momento el camino de ronda.

Puede ser el momento para satisfacer nuestro apetito gastronómico entes de continuar con la visita. Hagámoslo en a interesante oferta que encontramos.

Tras el descanso, sigamos con la visita. Próxima parada: Plaza de la Villa.

Plaza de la Villa y Torre de los Ajedreces. Foto: J.A. Padilla

La plaza de la Villa era antiguamente el centro neurálgico de la villa, y aunque recientemente restaurada, conserva en toda su belleza de una plaza típica de arquitectura popular castellana de la época medieval. Está rodeado de sobrios soportales con columnas de piedra y madera, protegida por el lado este por la iglesia de San Martín y flanqueada por tres majestuosas torres, ejemplos únicos, todas ellas de ese estilo mudéjar propio de Arévalo.

Fuente de los Cuatro Caños. Foto: J.A. Padilla

Junto a la iglesia, bajando por una escalinata, encontramos la Fuente de los Cuatro Caños, del siglo XV. Desde aquí hay una hermosa vista de la plaza y de los edificios que la componen. Al fondeo la ya referida Iglesia de Santa María y la Casa de los Sexmos, donde en 1494 e ratificó en Tratado de Tordesillas y que hoy alberga el Museo de Historia.

Iglesia de San Martín. Foto: J.A. Padilla

Mirando arriba, se aprecia la magnificencia de la Iglesia de San Martín, llamada también la “iglesia de las Torres Gemelas” y construida entre los siglos XII y XVIII. Es la única iglesia románica que se conserva en Arévalo. Las torres se conocen como la de los ajedreces y la nueva. En el interior destacan las pinturas murales, que representan escenas de la Última Cena. La Torre de los Ajedreces se llama así por los doce tableros de ese juego, que ostenta en los cuatro lados del cuerpo de tres pisos. La parte baja de la torre tiene una especie de friso decorado de ajedreces y ladrillos en espiga o espina de pez. Es la torre más baja. No parece que albergara campanas y se considera el posible minarete de la antigua mezquita que, según la documentación, existió contigua al templo cristiano. La torre nueva data del siglo XII tiene un primer cuerpo de tapias de mampostería con hiladas de ladrillo. Su origen podría ser como torre defensiva de vigilancia, a la que después se añadiría el cuerpo de campana.

Castillo. Foto: J.A. Padilla

Ya desde aquí llegamos al último punto de nuestra visita: el castillo, actualmente Museo del Cereal. Don Álvaro de Zuñiga lo mandó construir en el siglo XV y pocos años después, ya en poder de los de los Reyes Católicos, sufrió una importante remodelación en la que mejoraron sus defensas adaptando la fortaleza al uso de la artillería. Del castillo de Arévalo destaca la torre del homenaje, que es semicircular, tiene una planta cuadrada con el patio de armas en el centro. Apenas queda nada ya de la construcción original, ya que fue rehabilitado para convertirlo en museo. En este castillo fue recluida Isabel de Portugal, madre de Isabel la Católica, tras la muerte de su esposo Juan II debido a su estado de locura.

Castillo. Foto: J.A. Padilla

El castillo presenta una planta pentagonal irregular, rematada en cada esquina con pequeñas torres circulares, salvo en el caso de la torre del homenaje, que fue construida sobre un torreón previo de estilo mudéjar. Los muros son en su parte inferior de sillería. La torre del homenaje, de planta semicircular peraltada, también es toda de sillería, fue construida en el siglo XVI al adaptar el castillo a prisión.

La visita, que nos ha dejado interesantes emociones, nos hace recordar los acontecimientos históricos que se sucedieron en esta villa y en las de los alrededores. Situarnos en ese tiempo para hacernos una idea de su dimensión histórica. Desgraciadamente, el tiempo ha ido jalonando los monumentos, pero la historia ha de mantenerse fresca. En Arévalo se tiene una cita con la historia. Isabel de Castilla que nació en la vecina localidad de Madrigal de las Altas Torres, residió en Arévalo hasta que se casó con Fernando de Aragón.