Real Observatorio: de Madrid al cielo

Foto: J.A. Padilla

Miramos desde Madrid capital el cielo de Madrid en busque de alguna estrella. Una tarea inútil porque la contaminación lumínica impide la visión de cualquier estrella. Y, sin embargo, en el corazón de Madrid se instaló, en un tiempo no tan lejano, un observatorio astronómico para la observación de las estrellas y poder realizar mediciones astronómicas tan necesarias en un tiempo en que el comercio y el desarrollo de España dependían, en gran medida, del mar. Ya no éramos la primera potencia marítima y hacía siglos que se había superado la idea de ese mar plano, de esa tierra plana, rodeado de una espera celeste y ya existían mapas de navegación trazamos por los entonces instrumentos de medida que calculaban distancias y el tiempo  gracias al movimiento de las estrellas.

Y fue entonces cuando un navegante, Jorge Juan, planteó a finales del siglo XVIII, al rey Carlos III la construcción de un observatorio, dentro de ese ambicioso plan de renovación y rehabilitación que el rey ilustrado planificó para la capital de España. Por eso al rey le fascinó, desde el principio, este proyecto.

Real Observatorio junto al Palacio del Buen Retiro

Estaría situado, además en el entorno de un espacio urbano que estaba siendo transformado con la construcción del Salón del Prado, el Gabinete de Ciencias Naturales, hoy Museo del Prado, y el Jardín Botánico y en un lugar tan idóneo como era el llamado “Cerrillo de San Blas”, en el Parque del Buen Retiro, un lugar situado en un punto alto que permitiera la visión de las estrellas de una forma clara en un cielo limpio. Aquel punto estaba situado ya a las afueras de Madrid, en un tiempo en que la ciudad apenas tenía iluminación en sus calles. Carlos III apoyaba con entusiasmo un proyecto que colocaría a Madrid a la vanguardia del desarrollo científico junto con otras capitales europeas. Para ello buscaba en el extranjero a científicos que pudieran seguir su labor investigadora en las nuevas instalaciones que la corona estaba instalando en Madrid.

Foto: J.A. Padilla

De inmediato, Carlos III encargó a su arquitecto Juan de Villanueva este proyecto en el año 1785. Y este diseño y construyó un edificio de estilo neoclásico. No pudo, sin embargo, el rey ver finalizado su sueño, pues falleció antes de la terminación de las obras.

Telescopio de Herschel. Foto: J.A. Padilla

Al observatorio se le dotó de la última tecnología astronómica de la época y se encargó al científico y astrónomo inglés,  William Herschel la construcción de un telescopio de 7,6 m de distancia focal y un espejo de 60 cm de diámetro. Y mientras se construía el observatorio y sus elementos, astrónomos españoles, futuro personal del observatorio, fueron enviados a distintos países europeos para aprender a construir instrumentos y aprender sobre los últimos avances astronómicos.

Telescopio de Herschel. Foto: J.A. Padilla

La joya de este observatorio es, sin duda alguna, el gran telescopio de Herschel, que inauguró el rey Carlos IV el 15 de agosto de 1804, si bien el que hoy podemos contemplar no es el original, sino una réplica. En aquel observatorio que se inauguraba de estudiaría la astronomía, la geodesia, la geofísica y la cartografía y, en aquel momento, era una de las instalaciones más avanzadas y modernas del mundo.

Foto: J.A. Padilla

Pero las circunstancias históricas dieron al traste con las previsiones y deseos. Apenas 4 años después de que Carlos IV viera las estrellas por el gran telescopio de Herschel, en 1808 las tropas napoleónicas entraban en España sin que, al parecer, nadie viera las consecuencias de ello. Paradojas de la historia.

Foto: J.A. Padilla

La crisis provocada ya es conocida por todos. Los franceses se acuartelaban en edificios situados en el Parque del Retiro y los utilizaban como polvorines, por lo que el observatorio estaba seriamente amenazado. Todo ello provocó el abandono del observatorio y el edificio fue, finalmente, ocupado por los invasores. El gran telescopio fue desmontado al completo siete años después de su inauguración, y la madera se utilizó para hacer hogueras y el hierro se fundió para la construcción de armas. Era el final de un sueño. Como decimos antes, el actual telescopio es una réplica del original y solo se conserva el espejo original. Tras la guerra, en 1814, el edificio quedó completamente abandonado y en ruinas hasta el reinado de Isabel II. La reina mandó su reconstrucción a Narciso Pascual de Colomer y en 1846 la rehabilitación se concluyó. El nuevo edificio cambió su fisonomía al serle añadido dos cúpulas pequeñas a la fachada principal y una balaustrada de hierro que hoy podemos contemplar. A partir de aquí, el observatorio inició una etapa de interesantes trabajos astronómicos, geodésicos y meteorológicos así como la participación en proyectos internacionales y en 1865 comenzó a denominarse oficialmente como Observatorio Astronómico y Meteorológico. Y así continuará hasta el triunfo de la Revolución Gloriosa de 1868, que será el final del reinado de Isabel II y el inicio del declive del observatorio. Más tarde, durante la Guerra Civil, el observatorio paralizó de nuevo sus trabajos. Afortunadamente, el edificio no sufrió daños durante los bombardeos. Los trabajos se retomaron tras la guerra hasta que el crecimiento y desarrollo de Madrid empezaron a dificultar los trabajos de los científicos, lo que obligó a buscar otros emplazamientos lejanos a la capital.

Y allí quedó aquel imponente edificio que ha conservado el nombre de su arquitecto, Juan de Villanueva. Un edificio apenas conocido, situado en lo más alto del cerro, semiescondido entre la vegetación. Y en él descansa el pasado reciente de nuestra historia científica. El edificio Villanueva, el antiguo observatorio, preside un conjunto de edificios dedicado a museo y exposición de instrumentos que en su día sirvieron para la investigación y el estudio de la astronomía.  

Biblioteca. Foto: J.A. Padilla

Alberga una biblioteca con más de 6.000 ejemplares sobre la evolución de nuestras ciencias.

Y en la sala principal, la llamada “Sala del tiempo” podemos contemplar un “Péndulo de Foucault”, que demuestra el movimiento de rotación de la tierra. O el llamado Círculo Meridiano de Repsold, un telescopio que podía medir con gran precisión la posición de las estrellas y a través de ellas determinar la hora.

Todo ello forma un conjunto que hemos de visitar y conocer porque demuestra que España fue, durante un corto espacio de tiempo a causa de la guerra, un centro de investigación de primer orden. Y hace buena la frase: “De Madrid, al cielo”.