Casas Consistoriales

La hoy monumental Plaza de la Villa supone un ejercicio para imaginar como era el Madrid antiguo, el Madrid medieval, donde hoy conviven más de siete millones de personas de todo tipo y nacionalidad. Madrid carece de una historia antigua comparable a otras capitales europeas y hasta españolas, y su desarrollo se manifestó muy tardíamente en comparación con ellas.

En apenas cuatrocientos años, la actual metrópolis ha ido creciendo hasta el infinito y apenas posee un islote histórico del Madrid antiguo. Y este islote se encuentra en el llamado “Madrid de los Austrias”, en un área limitado por el actual viaducto, Plaza Mayor y calle Segovia. Un área en el que se encuentran los edificios históricos más importantes de la Villa, entre ellos, las Casas Consistoriales que vamos a visitar.

Los primeros pobladores de Madrid, en la prehistoria, se asentaron a orillas del Manzanares que, a pesar de no ser un gran río, dotaba a los primeros madrileños de lo esencial: el agua para beber y el bosque para cazar. No será hasta mediados del siglo IX, cuando el emir Mohamed I funda Mayrit sobre una colina a 642 metros de altitud asomada al río, lo suficientemente cerca de él y lo sufucuentemente lejos para garantizar su protección. Y allí creará un primitivo alcázar, en el lugar sonde hoy se asienta el Palacio Real. Y rodeará la ciudad de una muralla fácilmente defendible de los enemigos. Y extramuros al recinto amurallado se irán asentando otros pobladores al abrigo de la nueva ciudad y siempre orientados hacia el río. Todo cambia cuando el rey cristiano Alfonso VI conquista la villa en 1085. Los cristianos pasan a controlar la villa y la población musulmana y cristiana conviven juntos, aunque en barrios diferentes. Como en otras ciudades españolas, se crean varios de diferentes etnias: morería, musulmán y barrios cristianos.

El nuevo gobierno de Madrid, ya cristiano, pasa a administrar la nueva y cristianizada Madrid, siempre bajo la tutela del rey. Y lo hace a través de un Concejo abierto encargado de administrar y gestionar los asuntos locales. Y se reunían a las puertas de la iglesia de San Salvador cuando esta hacía tocar sus campañas para avisar a los vecinos y poder asistir a ellas ya que, como decimos, tenía carácter abierto a todos. Esta iglesia se encontraba junto a la actual Plaza de la Villa, en la entonces calle Platería, hoy calle Mayor. Existe un cuadro de Lorenzo Quirós, titulado “Ornatos en la calle Platerías con motivo de la entrada de Carlos III en Madrid”, pintado en 1763 que muestra la alta torre de la Iglesia, con el entonces nuevo edificio de la Casa Consistorial frente a ella, distinguible por sus torres. Será el rey Alfonso XI quien modificará este incipiente modelo de gestión municipal abierto y que evitaba el control real sobre las decisiones que se tomaban. Y en 1346 nombrará doce corregidores en representación de todos los vecinos. Era el nacimiento del primer Ayuntamiento de Madrid, tal y como atestigua una de sus primeras actas firmada en 1462.

El gran impuso, sin embargo, para la villa de Madrid se producirá cuando, en 1561, Felipe II, decide trasladar aquí la capital de España, a una villa que, en aquel momento, apenas contaba con treinta mil habitantes, lo que atraerá a gran número de personas al abrigo de la corte española. En la Iglesia de San Salvador, y en la propia plaza, siguieron tomándose las decisiones hasta que, en 1599, se ensancha la calle Mayor, afectando a la iglesia, por lo que el Concejo se ve obligada a reunirse, a partir de 1619, en la casa del presidente del Consejo de Castilla, don Juan de Acuña, situada al lado de la iglesia, situación que obligará a construir un edificio dedicado al propio concejo, propio y de gran dignidad, como correspondía a la capital de un imperio “donde nunca se ponía el sol”.

Será el rey Felipe IV quien, a petición del Concejo, conceda la licencia para construir el edificio, siendo el día 7 de marzo de 1629, en el lugar ocupado por entonces por la antigua cárcel y los edificios adyacentes., frente a la iglesia de San Salvador. El proyecto del nuevo edificio sería a cargo del arquitecto Juan Gómez de Mora, Maestro Mayor de la Villa y Corte, quien lo presentó en1640. Pero la falta de presupuesto retrasó el proyecto. Gómez de Mora muere en 1648 y continúa la dirección de las obras José de Villarreal en 1670, primero, y Teodoro de Ardemans, terminándolo en 1692, más de medio siglo después del proyecto original. Una pintura anónima titulada: «Milagro de la Virgen de Atocha en las obras de construcción de la Casa de la Villa” muestra el estado de la plaza en aquella época y la intervención de la Virgen en unas obras casi interminables.

Sin embargo, el nuevo edificio fue un bello ejemplo del Madrid de los Austrias. Está configurado en un rectángulo con dos torres de ladrillo; y los cimientos, cornisas y dinteles de granito. Carlos III, “el mejor alcalde Madrid” ordenó el ensanche de algunas calles, paseos y plazas, para una villa que, ya por entonces, contaba con más de ciento setenta mil habitantes.

Y su crecimiento ya continuará sin parar. A mediados del siglo XIX la villa cuenta ya con más de trescientos mil los habitantes. Y los nuevos barrios, de carácter industrial, iran desarrollándose a su alrededor y en todas direcciones, y la nueva Casa Consistorial, ya no tan nueva, se queda pequeña. Así que a principios del siglo XX, el entonces alcalde de Madrid, el Conde de Peñalver, adquiere la Casa de Cisneros para la ampliación del Ayuntamiento, cuyo propietario era el sobrino del cardenal Jiménez de Cisneros, en el año 1537. Por entonces, la fachada principal estaba situada en la calle Sacramento, de estilo plateresco, mientras la fachada que da a la Plaza de la Villa se modifica a principios del siglo xx, cuando es anexionada a la Casa Consistorial, uniéndose ambos edificios a través de una galería aérea que une el edificio de Cisneros con la Casa Consistorial. A la doble función de Casa Consistorial y cárcel se debe el que cuente con dos puertas en la misma plaza. Hoy la Casa de la Villa constituye un conjunto histórico-artístico de gran belleza, al que se une otro formado por la Casa y Torre de los Lujanes, del siglo XV, que conserva una portada gótica con los escudos de sus propietarios.

La Plaza de la Villa está situada a la izquierda de la calle Mayor, bajando de la Puerta del Sol hacia el Palacio Real. Tiene forma rectangular, abierta a la calle Mayor, antes denominada de Platerías, que le ofrece su principal acceso, aunque otras callecitas como la del Codo, la travesía del Cordón y la de Madrid. La plaza está presidida por la estatua de bronce de don Álvaro de Bazán, primer Marqués de Santa Cruz, obra de Mariano Benlliure, y en la que aparecen grabados unos versos de Lope de Vega y Carpio en homenaje al marino.

Entremos pues al edificio principal. Vemos que hay dos puertas gemelas. Una reservada para autoridades y personalidades; y la otra, la más cercana a la calle Mayor era la entrada a la Cárcel de la Villa, donde estuvieron personajes de todo tipo, desde el ministro Salustiano Olózaga hasta el bandolero Luís Candelas.

De inmediato llegamos a la Escalera Principal o de Honor, una de las dos escaleras que acceden a la parte superior del edificio. Esta da acceso a las dependencias principales.

En el primer rellano que da acceso a la escalera vemos a la estatua de “la Mariblanca”, no una de ellas, sino la original, y que estuvo colocada en la Puerta del Sol, donde permanece una copia. En el año 1625 esta estatua fue adquirida al escultor florentino Ludovico Turquí para coronar la fuente llamada de la Fe, situada delante de la iglesia del Buen Suceso, en la Puerta del Sol.

Ya en la escalera misma, observamos tres tapices que adornan las paredes de ella. Los dos laterales pertenecen a la «Escuela de Equitación» y son del siglo XVII.

El más importante está en la parte central, adquirido en 1957 por el Ayuntamiento. Es una obra flamenca del siglo XVII, realizado por Van der Bogat, según cartón de Rubens, y que representa La batalla de Troya.

Accedemos al despacho del Secretario General, situado en la torre que hace esquina a la calle Mayor y, desde esta, a la Antesala del Salón de Goya, o Saleta Real, donde se pueden admirar tres cuadros, Sobresale la decoración del techo y la lámpara, fabricada en La Granja.

Entre ellos el pintado por Ricardo Madrazo en 1897 de la reina María Cristina y su hijo Alfonso XIII, y un retrato de Isabel II niña, realizado, del, taller de Vicente López en 1835.

En este salón existe, además, una réplica del cuadro denominado “Alegoría de la Villa de Madrid”, de Francisco de Goya, que lo preside. Esta obra fue encargada por el Ayuntamiento como retrato de José I Bonaparte y sufrió varios avatares obligado por las circunstancias políticas. La mujer que ocupa el lugar principal, apoyada sobre el escudo, representa la Villa de Madrid. Goya colocó a José Bonaparte en un medallón sostenido por un ángel. Cuando se fue Bonaparte, en Mayo de 1812, el Ayuntamiento envió el cuadro al taller del artista para que se cambiara el retrato del monarca por la palabra Constitución, en alusión a la recientemente proclamada en Cádiz. Al volver el rey intruso a Madrid, el Ayuntamiento envió de nuevo el lienzo al taller del pintor para que José I fuese nuevamente pintado. Tras la derrota de los franceses en 1813, se mandó al taller para que apareciera otra vez la palabra «Constitución». Más tarde, con la llegada a España de Fernando VII se decide que sea la efigie del rey absolutista quien figure en el lienzo. Durante el trienio liberal un miliciano nacional rasgó con su bayoneta el retrato y el pintor Vicente López lo restaura. Y así hasta que finalmente se decide pintar la inscripción Dos de Mayo como una solución neutral y definitiva.

Otro gran cuadro que encontramos es el que lleva por título “Los enterramientos del 3 de mayo de 1808” de Vicente Palmaroli, adquirido en su día por Amadeo de Saboya. En él se aprecia a un grupo de mujeres que hacen gestos de dolor ante el cadáver de una muchacha que acaban de fusilar. Una de ellas eleva sus brazos hacia el cielo, mientras otra se abraza a sus rodillas, otra mira a las alturas y dos más, entre ellas una anciana, lloran desconsoladamente sentadas en el suelo. Bajo el tronco del árbol, un perro aúlla. A su izquierda, se ve un hombre apoyado en una pala con abatimiento y, en primer término, un cura y un joven que también acaban de fusilar. Hacia el fondo está el pelotón de fusilamiento del ejército francés y una hilera de prisioneros que van a correr la misma suerte. Todo transcurre en la Montaña del Príncipe Pío, bajo un cielo plomizo, rasgado por las primeras luces del alba, que ya iluminan la fachada del Palacio Real, a la izquierda, dejando en sombras la silueta de San Francisco el Grande, en el centro de la composición.

Llegamos al Patio de Cristales, uno de los más hermosos de la Casa Consistorial, y debe su nombre a la gran cristalera que cubre actualmente su techo. En un principio, el Patio estaba descubierto y no fue hasta 1896 cuando se instaló una cristalera para cubrirlo. Sin embargo, durante la guerra civil, la cristalera se rompió y fue sustituida en los años 40 del siglo pasado por esta hermosa cristalera fabricada por la casa Maumejean, convirtiendo el patio en una sala. Sobre las puertas están colocados bustos de escayola de León Barrenechea que representan a madrileños ilustres: Claudio Coello, Francisco Ricci, Calderón, Juan de Ercilla, Tirso de Molina Lope de Vega, Juan Bautista de Toledo y otros varios.

Se trata de una gran cristalera con el escudo de Madrid en el centro y custro monumentos representativos de la villa: las Puertas de Alcalá y de Toledo y las dos estatuas del Puente de Toledo.

Llegamos al lugar más importante de la Casa Consistorial: el Salón de Sesiones o de Plenos, tanto por la función que en él se desempeña, como lugar donde se toman las decisiones que afectan al funcionamiento del municipio, como por su riqueza ornamental.

Consta de dos partes diferenciadas, y separadas: la de sesiones propiamente dicha, y la Tribuna Pública. El techo fue pintado por Antonio Palomino en 1692 con el tema «Apología de Carlos II», entonces rey de España y cuyo retrato puede verse en un medallón sostenido por un águila.

En el dosel presidencial destaca el retrato del Rey Juan Carlos I, obra de Ricardo Macarrón. También existe una talla de un Cristo de madera del siglo XVII, de estilo barroco, colocado sobre la mesa presidencial. Las paredes están forradas en parte con telas de seda.

Desde aquí podemos dirigirnos a la Casa de Cisneros, a la que se llega por una escalinata decorada con azulejos de Talavera realizada en 1915 para la ampliación de las dependencias, la cual fue realizada por Luís Bellido, quien también realizó el arco que une la Casa Consistorial con la de Cisneros.

La Casa de Cisneros se articula en torno a un patio central, existiendo varias dependencias, como el despacho del Alcalde, los Salones de Comisiones y el Salón de Tapices, Los dos más importantes llevan el título de «Tydeo y Polinices» y «Paso del Mar Rojo», ambos góticos flamencos del siglo XV de excepcional valor, adquiridos en 1945 al Cabildo de la catedral de Zamora.

También podemos ver otros dos titulados: “Neptuno” y “Sansón y los Filisteos”, ambos del siglo XVII.

Se completa la colección de este salón con el cuadro de Francisco de Goya “Carlos III en traje de caza”, uno de los cinco cuadros que existen del pintor sobre este tema. A continuación, atravesamos el pasillo donde se encuentran los retratos de todos los alcaldes de Madrid, dispuestos por orden cronológico, desde la época en el que se empezaron a realizar retratos. A título de información, sabemos que el primer Corregidor de la Villa de Madrid, del que se tiene constancia, fue Juan de Araso, nombrado por el rey en 1468.

Salimos por la puerta de la Casa de Cisneros y contemplamos tranquilamente la estatua de Alvaro de Bazán como recuerdo a su historia. Considerado el mejor marino de la Armada española y almirante de la flota que se enfrentó a Inglaterra en la batalla de Lepanto. Un lugar privilegiado para un personaje esencial de la historia de España.