Tazones

Playa. Foto: J.A. Padilla

Tazones es una pequeña perla asomada al mar Cantábrico. Una perla que conserva su carácter marinero, donde no falta ningún elemento que caracteriza a una villa abierta a la mar, casi integrada en la misma.

Foto: J.A. Padilla

Tras dejar nuestro vehículo en el aparcamiento existente en la entrada, cuya dimensión ya nos da una idea de que estamos en un lugar donde el turismo es la principal riqueza de la villa, entramos inmediatamente en la calle principal, donde los restaurantes ya saludan nuestra llegada.

Foto: J.A. Padilla

La calle, en cuesta, nos dirige al punto esencial de la villa: su pequeño, pero activo, puerto pesquero. Las casas se encuentran abrazados a la montaña, un promontorio que llega hasta el mar.

Foto: J.A. Padilla

Las calles empedradas esconden unas casas de una o dos alturas con sus características balconadas, formando una especie de puzzle multicolor y característico de otras villas marineras de la costa asturiana. Y, a la luz del sol, esas casas muestran todo el orgullo de un lugar que se encuentra en un punto privilegiado, acariciado por un mar lleno de vida.

Foto: J.A. Padilla

Nuestros sentidos se sienten henchidos de placer. Placer ante lo que nuestros ojos ven y placen ante los aromas que llegan a nuestra nariz. Porque en Tazones encontramos una oferta apetitosa y abundante de restaurantes que se nos ofrecen la pesca autóctona.

Puerto. Foto: J.A. Padilla

En el puerto comprobamos como se gesta esta industria pesquera, cuya labor se trata con mimo. El puerto cuenta con lonja, cofradía y las instalaciones necesarias para su desempeño. En la villa aún se recuerda aquel tiempo en el que las ballenas formaban parte de esta industria, de la que Tazones tenía justificada fama.

Foto: J.A. Padilla

Pero, además, Tazones entra en la historia porque en su pequeño puerto desembarcó, nada más y nada menos, que el emperador Carlos V en su primer viaje a España el 19 de septiembre de 1517. Aquel todopoderoso emperador eligió para la llegada a su nuevo reino el pequeño puerto de Tazones, aunque no por su voluntad, sino porque las tormentas recomendaron este puerto. Un desembarco que suponía cambiar la historia. Como dijo el historiador Claudio Sánchez Albornoz, tres son los desembarcos que cambiaron la historia de España: el de Tarik en las costas de Tarifa en 711. El de Cristóbal Colón en América el 12 de octubre de 1492 y el el de Carlos de Habsburgo en Asturias.

Foto: J.A. Padilla

Un desembarco que ha dado lugar a una tradición festiva en Tazones, ya que . Los vecinos conmemoran anualmente, cada 19 de septiembre con un desembarco simulado de Carlos Ven el que, además del rey desfilan también, vestidos con trajes de época, numerosos vecinos, representando ser los miembros de su corte y sirvientes.

Casa de las Conchas. Foto: J.A. Padilla

Hoy Tazones, quinientos años después de aquello, es una villa hecha a si misma, como lo demuestran sus casas y construcciones. Es por ello que encontramos, incluso, una casita cuya fachada está hecha con conchas y decorada con motivos marineros, lo que demuestra el matrimonio entre Tazones y el mar.

Iglesia. Foto: J.A. Padilla

La estructura urbana de Tazones es todo un monumento, pero su monumento más importante es su iglesia, construida en el año 1950, situada en el barrio de San Roque. Esta iglesia sustituyó a otra primitiva situada en el barrio de San Miguel, al otro lado de la villa, la cual fue quemada en el año 1936, durante la guerra civil.

Ábside de la iglesia. Foto: J.A. Padilla

Como tampoco podemos obviar otro monumento característico de la comarca: el hórreo, uno de los cuales se encuentra justo detrás de la casa de las conchas antes mencionada, en una recoleta placita típica de la villa.

Hórreo. Foto: J.A. Padilla

Tazones ha de ser una parada obligada en nuestra ruta. Tenemos muchas razones que lo justifican: culturales, históricas y gastronómicas.

Foto: J.A. Padilla