MIGUEL DE CERVANTES. VIDA DE UN HÉROE

CAPÍTULO I: DE COMO CERVANTES VIENE AL MUNDO. SUS PRIMEROS AÑOS

Antes de introducirnos en el personaje mismo, es importante que conozcamos el origen del apellido mismo de Cervantes. Este, al parecer, procede de la localidad de Cervatos, en la provincia de Santander, situada a cinco kilómetros al sur de Reinosa. En cuanto al origen familiar de nuestro protagonista, constituye otro misterio más en torno a él. Algunos investigadores aseguran que los antepasados del insigne escritor, apellidados Nuño, lucharon contra los moros durante el reinado de Alfonso VII, en el siglo XI. En recompensa por los servicios prestados, el rey nombró alcalde de Toledo a Alfonso Nuño y le cedió terrenos en las afueras de la ciudad. Nuño adoptó el nombre de Cervatos siguiendo la costumbre de entonces de tomar como apellido la ciudad de origen y construyó un castillo en los terrenos cedidos por el rey, cuyas ruinas aún pueden verse. La familia Nuño y sus descendientes pasaron así a apellidarse Cervatos. Muerto Alfonso Cervatos, su hijo mayor heredó el castillo, algo que molestó a su otro hijo, de nombre Gonzalo, hasta el punto de cambiar el apellido Cervatos por Cervantes. Todos ellos siguieron luchando contra los moros durante  los siglos posteriores, participando activamente en la conquista de Sevilla, Córdoba y Granada, mudando el apellido Cervatos a Cervantes.

Los descendientes de Gonzalo se quedaron en Andalucía. Diego de Cervantes, caballero de la Orden de Santiago se casó con Juana Avellaneda y Saavedra, teniendo varios hijos, entre ellos Juan. Un hijo de este último, Rodrigo, se casó con Leonor de Cortinas, que tuvieron varios hijos, alusión alguna a esta supuesta condición judía, aunque es cierto que en su obra, y especialmente en Don Quijote, Cervantes se burla de la Inquisición y dogmas más conocidos de la Iglesia Católica, la veneración de imágenes y reliquias, etc. El episodio, incluido en el capítulo LXIX de la Segunda Parte, entre Sancho Panza y Altisidora es un buen ejemplo de ello. Otro, situado al principio mismo de la obra, es el referente a la primera salida de Don Quijote, cuando llega a una venta el viernes por la tarde, que para los judíos el inicio del shabát (sábado), el día de descanso. En la venta le sirven pescado para cenar, una costumbre de los judíos en ese día. Incluso, el entre ellos Miguel. Es importante conocer el apellido de la abuela materna, Saavedra, apellido que posteriormente adoptará Miguel de Cervantes, al sustituirlo por el de su propia madre, Cortinas.

Otros estudios más recientes sostienen que los apellidos Cervantes, Saavedra y Quijana, son de origen judío medieval, mezclados con la mediana y baja nobleza. Además, los Quijana eran reconocidos judíos de Esquivias, en tanto que Cervantes se casó con una mujer emparentada con los Quijana y tuvo una hija con otra conversa, Ana de Rojas. Incluso se asegura que el propio Miguel de Cervantes era judío converso, razón por la cual no pudo ascender en el Ejército, ni tampoco viajar a las Indias en busca de mejor suerte, algo que dicen solicitó en dos ocasiones. Su naturaleza judía, además, lo inhabilitaba para cualquier cargo público, salvo el de recaudador de impuestos, curiosamente un cargo profesado por judíos.

Cervantes jamás hizo alusión alguna a esta supuesta condición judía, aunque es cierto que en su obra, y especialmente en Don Quijote, Cervantes se burla de la Inquisición y dogmas más conocidos de la Iglesia Católica, la veneración de imágenes y reliquias, etc. El episodio, incluido en el capítulo LXIX de la Segunda Parte, entre Sancho Panza y Altisidora es un buen ejemplo de ello. Otro, situado al principio mismo de la obra, es el referente a la primera salida de Don Quijote, cuando llega a una venta el viernes por la tarde, que para los judíos el inicio del shabát (sábado), el día de descanso. En la venta le sirven pescado para cenar, una costumbre de los judíos en ese día. Incluso, el lugar de las aventuras del caballero andante tiene un misterio oculto, al interpretarse La Mancha como la tierra de los manchados, es decir, los que no tenían sangre de cristianos viejos. Ya Cervantes había criticado la obsesión por la limpieza de la sangre en su obra El Retablo de las maravillas, aquel que solo podían ver los puros de sangre, aunque, eso sí, como un truco para sacar dinero a los incautos.

Por lo demás, las alusiones a La Biblia en Don Quijote son constantes, así como a otras citas a libros paganos. Rizando el rizo, algunos estudios afirman que El Quijote, en realidad, describe un viaje iniciático del hidalgo caballero y que sus aventuras constituyen las pruebas a las que se ve sometido para encontrar el conocimiento. No olvidemos que la característica principal de Don Quijote es su inconsciencia. Otro tanto podríamos decir de su escudero, cuyo fin primordial es el encuentro, pero de riquezas más mundanas.

Así las cosas, tanto la vida como la obra de Cervantes presentan muchos aspectos desconocidos y con muchas interpretaciones. Desde su fecha exacta de nacimiento ni documentación alguna relativa a su vida personal ni manuscritos autografiados de ninguna de ue Don Quijote de la Mancha, la mayor aportación de España a la cultura occidental fue escrita por él. Ni siquiera se conoce de él su verdadero aspecto, aunque sería él mismo el que se retrató en el prólogo a las Novelas ejemplares: “Éste que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos estremos, ni grande, ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena; algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies; éste digo que es el rostro del autor de La Galatea y de Don Quijote de la Mancha, y del que hizo el Viaje del Parnaso, a imitación del de César Caporal Perusino, y otras obras que andan por ahí descarriadas y, quizá, sin el nombre de su dueño. Llámase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra”.

Miguel de Cervantes Saavedra, dramaturgo, poeta y novelista español, autor de la novela El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, considerada como la primera novela moderna de la literatura universal, tuvo una vida azarosa, digna de una novela, de la que poco se sabe a ciencia cierta y muchos de sus aspectos son, a día de hoy, un enigma, a pesar de que para entender su obra es necesario conocer su vida. Cervantes nació probablemente en Alcalá de Henares (Madrid), probablemente el 29 de septiembre de 1547, siendo rey de España Carlos I. Su padre, Rodrigo de Cervantes, sordo de nacimiento, era cirujano-barbero, profesión que por aquel entonces no tenía el valor de ahora, y era definida como “la mitad del justo precio del médico”. El cuarto de sus siete hijos que tuvo con Leonor Cortina, fue bautizado con el nombre de Miguel, probablemente por nacer en la festividad de ese santo, en la iglesia parroquial de Santa María la Mayor de Alcalá de Henares.

Santa María la Mayor de Alcalá de Henares

La trascripción de su Partida de Bautismo dice: “Domingo, nueve días del mes de octubre, año del Señor de mill e quinientos e quarenta e siete años, fue baptizado Miguel, hijo de Rodrigo Cervantes e su mujer doña Leonor. Baptizóle el reverendo señor Bartolomé Serrano, cura de Nuestra Señora. Testigos, Baltasar Vázquez, Sacristán, e yo, que le bapticé e firme de mi nombre. Bachiller Serrano«. 

Partida de Bautismo

 

Su infancia la vive en la calle Mayor de Alcalá, lugar donde nació, y que hoy constituye una Casa-Museo donde se recrea el hogar donde vivió Miguel hasta la edad de cinco años, según estudios realizados por el biógrafo cervantino, Luis Astrana Marín, autor de Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra. Esta casa, propiedad de su tía María, representa el estilo castellano de la época de una familia de clase acomodada. Alrededor del magnífico patio central, varias dependencias, decoradas con muebles antiguos y múltiples objetos domésticos, permiten recrear la vida cotidiana en esa época: sala de labor, cocina, comedor, gabinete, salón etc.  Los muebles representan el típico amueblamiento de una casa burguesa del siglo XVI. El museo conserva además una de las mejores colecciones de las ediciones del Don Quijote en varios idiomas y la totalidad de las obras de Cervantes.

Piso superior de la casa

 

Vista del patio con el pozo

Algunos estudios cervantistas han señalado a la localidad de Alcázar de San Juan como el pueblo natal de Miguel de Cervantes. Se basan para ello en una Partida de nacimiento de un hijo de Blas Cervantes y Catalina López, de nombre Miguel. Dicha Partida tiene escrita en un margen una anotación que, en el año 1748, el bibliotecario Blas Nasarre que dice: “Este fue el autor de la Historia de don Quixote”.  

Partida de Alcázar de San Juan

En Alcázar de San Juan conservan la Partida de Bautismo y la pila bautismal donde, según la misma teoría manchega, fue bautizado Cervantes, en la Iglesia de Santa María la Mayor de esa localidad, aunque ambas, la Partida y la pila se conserva actualmente en el llamado Cubillo, junto a la iglesia y frente a la Torre del Gran Prior.

Pila bautismal de Alcázar

Esta iglesia, perteneciente a la Orden de San Juan, fue levantada sobre una antigua mezquita en el siglo XIII. A los pies del coro estuvo situado la pila bautismal, hasta su traslado a la nueva ubicación.   

Iglesia Sta. María la Mayor en Alcázar

Hoy, la Plaza de Santa María constituye todo un homenaje a Miguel de Cervantes. Su estatua preside la plaza. La Torre del Gran Prior, la Capilla Real,  la Iglesia de Sta María y el Alcázar completan el magnífico conjunto.

Lo que parece realmente documentado es que su infancia la vive en la calle Mayor de Alcalá, lugar donde nació, y que hoy constituye una Casa-Museo donde se recrea el hogar donde vivió Miguel hasta la edad de cinco años, según Luis Astrana Marín.

La familia de su padre vivían de forma acomodada, hasta que su abuelo Juan, graduado en leyes por la universidad de Salamanca y juez de la Santa Inquisición, abandona el hogar y se marcha a Córdoba con su amante, dejando a su mujer y al resto de sus hijos en la práctica indigencia, por lo que el padre de Cervantes se ve obligado a ejercer su oficio de cirujano barbero hasta que en 1551, acosado por las deudas y por los usureros. Estos y estas obligan a Don Rodrigo a abandonar Alcalá y viajar, acompañado de su hijo Miguel, con apenas cuatro años de edad, en busca de mejor suerte, a Valladolid, donde Felipe II tenía establecida la corte. Allí la fortuna le siguió siendo esquiva, pues sus bienes fueron embargados y fue encarcelado durante varios meses a causa de sus deudas. Regresa a Madrid con su familia. En 1555, la familia se traslada a Córdoba para recoger una herencia del abuelo Juan Cervantes. En esa ciudad, Miguel ingresó en el colegio de los jesuitas. Tanto él como sus dos hermanas aprendieron a leer, cosa muy poco usual en la época, aun en las clases altas. A pesar de su precariedad, Rodrigo se preocupaba por la formación de sus hijos.

De aquí se fueron a Sevilla, lo que perjudicó la formación de los hijos, especialmente de Miguel, al no poder seguir los estudios regulares, que ya en aquella época mostraba un gran interés por la lectura, los papeles que recogía del suelo. En esta ciudad, no obstante, la familia esperaba mejorar económicamente, pues esta ciudad era entonces la puerta de España a las riquezas de las Indias. A los diecisiete años, Miguel era un adolescente tímido que asistía a clase al colegio de los jesuitas y se distraía como asiduo espectador de las representaciones teatrales.

En 1551 Felipe II traslada la capital de España desde Toledo  a Madrid, lo que transformará a esta villa completamente. Llevados por su afán de prosperar, en 1566 los Cervantes se trasladan a la nueva capital. Es entonces cuando el joven Miguel inicia su carrera literaria con un soneto dedicado a la reina, con motivo del nacimiento de la infanta Catalina, la segunda hija de Felipe II. Más tarde, escribirá cuatro poemas dedicados a la muerte de Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II.

La juventud de Miguel de Cervantes es una incógnita hasta la edad de veinte años. Su incipiente carrera literaria se ve interrumpida cuando viaja a Roma, entrando  al servicio del cardenal Julio Acquaviva. Incómodo con la vida religiosa, decide dedicarse a la vida militar. Recorrerá varias ciudades italianas: Milán, Nápoles, Florencia, Génova, etc., ciudades que luego utilizó como tema de varias de sus obras, tales como El licenciado Vidriera, Las dos doncellas y Persiles y Segismunda. La razón de este viaje puede estar en una Orden Real, firmada por Felipe II, encontrada recientemente en el archivo de Simancas, fechada en septiembre de 1569, en la que se ordenaba el apresamiento de un tal Miguel de Cervantes por haber herido  en duelo  a otra persona. Al ser declarado en rebeldía, fue condenado a que le cortaran la mano y al destierro durante 10 años. Paradójica condena a quién perdería su mano más tarde  por defender al rey.

 

CAPÍTULO II: DE CÓMO CERVANTES SE CONVIERTE EN EL HÉROE DE LEPANTO Y LAS DESGRACIAS QUE LE ACONTECEN

En aquella época, la cristiandad estaba amenazada por el avance turco, lo que obligó al Papa a aliarse con España y Venecia y crear la Santa Liga, al mando de Don Juan de Austria. Cervantes se enrola en la Armada española y lucha con gran heroísmo en la batalla de Lepanto, el 7 de octubre de 1571. Estando con fiebre y calenturas en un camarote de la galera de Andrés Doria, La Marquesa, ante la proximidad del combate solicitó a su comandante el puesto de mayor peligro. En la popa del barco fue situado al mando de doce soldados puestos. En el fragor de la batalla recibió dos heridas de arcabuz en el pecho, y otra además que le inutilizó para siempre la mano izquierda. Pese a ello, siguió luchando hasta la victoria. Al día siguiente visitó todas las naves don Juan de Austria, quien recompensó a Cervantes económicamente por su valor. Como consecuencia de sus heridas, Cervantes perdió el movimiento del brazo izquierdo, por lo que fue llamado el Manco de Lepanto.

Cuadro de La Batalla de Lepanto

Cervantes es consciente que su mano inútil le inhabilita para seguir en el ejército. En 1575, decide regresar a España y obtener algún reconocimiento a sus servicios, por lo que solicita licencia a don Juan de Austria, quien se la concede y le proporciona cartas de recomendación para Felipe II, a fin de que se le confiase el mando de alguna compañía o algún puesto de funcionario. Cervantes, junto con su hermano Rodrigo, se embarca de regreso en la galera llamada Sol y parte de Nápoles con destino a Barcelona. Pero el 26 de septiembre de 1575 una tormenta pone a la deriva a la galera y es atacada por una flotilla de piratas berberiscos en las proximidades de Marsella. La galera es apresada y conducida a Argel. Para todos los tripulantes y viajantes, entre ellos Cervantes se iniciarán cinco años de cautiverio, de penalidades y tormentos, pero a la vez gloriosos por el heroísmo del que el antiguo soldado dio repetidas y extraordinarias muestras.

En Argel, Cervantes es entregado al caudillo Dalí Mami, un hombre que se caracterizaba por su crueldad. Este, pensando que Cervantes era un personaje importante por las cartas de don Juan de Austria creyó que podría obtener del prisionero un gran rescate, por lo que le trató con mayor consideración que a los demás prisioneros. Pero en la mente de Cervantes solo existía una idea única: recobrar la libertad a cualquier precio. Era consciente que su familia nunca podría reunir los 500 escudos de oro que pedían por él y la huida era la única posibilidad Sus aventuras en este cautiverio merecerían por si solas una novela de aventuras con él como protagonista y héroe.

Hasta cuatro veces intentó la huía. En la primera, burlando la vigilancia a que estaba sometido, y acompañado de otros cautivos, se fugó encontrando un bereber que le sirvió de guía y le acompañó por tierra hasta Orán, plaza ocupada por los españoles. Pero, durante la escapada, el bereber les abandona y tienen que regresar a Argel, donde recibieron severos castigos. Mientras, la familia de Cervantes, intentaba conseguir el dinero del rescate, malvendiendo su escaso patrimonio y empeñando las dotes de las hijas y pidiendo dinero para reunir lo suficiente y liberarle. Pero aquel dinero llegó a Argel dos años después del apresamiento de Cervantes y no satisfizo a Dali Mamí, que no quiso soltar a su cautivo, liberando en su lugar a su hermano Rodrigo. Miguel pidió a su hermano que desde las costas de las Baleares o de Valencia le enviase una embarcación que le ayudara a fugarse. Cumplió su hermano el encargo y preparó una expedición de rescate formada por una fragata al mando de un tal Viana, marino conocedor de aquellas costas. El punto de la recalada se designó a tres millas al este de Argel, donde había allí una cueva donde se ocultaban los cautivos que se escapaban de las casas de sus amos. Cervantes preparó su fuga y se la ofreció a los cautivos de su confianza. Ya en la cueva, esperaron que la noche ocultara la llegada de la fragata. Pero esta no llegó porque, al parecer, “había moros en la costa” que evitaban su arribo. Así pasados tres días, sin comida, los prófugos se hallaban reducidos a la mayor desesperación cuando, de repente, oyeron el ruido de caballos que se acercaban a la cueva que, sin duda alguna, debían pertenecer a la guardia del rey Azán. Cervantes dijo entonces a sus compañeros que le acusaran a él de toda culpa. Así, cuando llegaron los soldados, él se dirigió al capitán diciendo con singular entereza que él sólo era el responsable de aquello y que sobre él solo debía recaer cualquier castigo.

Cautiverio en los baños de Argel
Cautiverio en los baños de Argel

El rey, enterado de todo, mandó que todos aquellos infelices fuesen conducidos a la cárcel y que a Cervantes le llevasen a su presencia. Cuando estuvieron el uno al frente del otro, él se ratificó en asumir toda la culpabilidad, por lo que el rey ordenó que lo llevaran con los demás. Algunos de ellos estuvieron más de siete meses encerrados, sin ver la luz. Azán, queriendo controlar la audacia de Cervantes y, sobre todo, prevenir que pudiera capitanear alguna rebelión,  compró su esclavitud a Dali Mamí por quinientos escudos, manteniéndole encerrado con cadenas y grilletes en su baño, con otros dos mil cristianos. Hagamos notar que aquel baño eran el que luego dio título a una de sus novelas, Los Baños de Argel, es decir, la prisión.

En la segunda ocasión, consiguió que un moro llevara a Oran, donde también tenía Cervantes algunos amigos, una carta pidiendo que enviasen algunas personas con quienes pudiesen realizar una fuga. Pero el desgraciado mensajero fue detenido al entrar en Orán, y conducido a Argel y mandado empalar hasta morir sin que contara quien le había mandado allí. Pero como le encontraron las cartas con letra de Cervantes, Azán llamó a éste a su presencia y ordenó que le diesen dos mil palos, sentencia que no cumplió porque, según cuenta, alguien intercedió por él, al parecer un moro amigo.

A pesar de los fracasos, Cervantes sigue empeñado en la huida. Consigue la amistad con un moro llamado Abdaharramén, un antiguo bereber cristiano que deseaba volver al seno de la Iglesia. Le persuade para que adquiera una fragata para que pueda fugarse de Argel, llevando consigo un grupo de cautivos. Todo estaba dispuesto para que sesenta cristianos huyeran en la fragata cuando uno de los cautivos, antiguo religioso dominico, contó la trama al rey Azán, a cambio de un escudo de oro y una jarra de manteca.

Todo estaba preparado para la fuga y todo estaba preparado para la captura. Pero como en las anteriores ocasiones su fuga fue conocida por todos, prevenido Cervantes, adelantó su huida y se escondió en la casa de un antiguo compañero en la guerra, el alférez Diego Castellano. Pocos días después se publicaba por las calles de Argel el pregón que declaraba su fuga e imponía pena de muerte a quien lo ocultase, y no queriendo que padeciera por su causa su amigo y encubridor, abandonó su escondite y se presentó ante el rey para que dispusiese de su vida. Irritado Azán mandó atarle las manos atrás y ponerle un cordel a la garganta, como para ahorcarle, si no confesaba quien le había ayudado a preparar el pan de fuga. Pero él volvió a echar toda la culpa sobre si y sobre otros cuatro caballeros que estaban ya en libertad hasta que, cansado Azán de sus inútiles pesquisas, y también fascinado por la entereza de aquel esclavo, dispuso que le encerrasen en la cárcel de moros, que estaba en su mismo palacio. También podía pensarse que Azán mantuvo con vida a Cervantes ente la posibilidad de poder utilizarlo como mediador si Felipe II atacaba a Orán.

El 31 de julio de 1579, la madre de Cervantes y Andrea, hermana de él, que vivían en Madrid, se presentan ante los Padres Trinitarios implorando su piedad, y comprándola por la suma de trescientos ducados, que a duras penas habían podido reunir, con el fin de pagar el rescate de Miguel. Medio año más tarde, el rey Felipe II les concede a esta congregación el arbitrio sobre exportación de mercancías a Argel, aunque no pudieron utilizar gracia, porque únicamente ofrecieron por ella la miserable cantidad de sesenta ducados.

El 29 de mayo de 1580 llegan a Argel los Padres Trinitarios Fray Juan Gil y Fray Antonio de la Bella, con limosnas recaudadas de algunas personas piadosas, con el fin de liberar algunos esclavos, especialmente aquel cuya fama había llegado a España por su heroísmo y por no dudar en ponerse en peligro él mismo por ganar la libertad de sus hermanos de cautiverio, No era fácil porque el caudillo Dali Mamí le había vendido al rey Azán por quinientos escudos de oro y el comprador exigía el doble. Además, Azán había perdido su soberanía sobre Argel y se disponía a viajar a Constantinopla, viajando en el barco Cervantes. No sin dificultad, consiguieron convencer a Azán que aceptara los 500 escudos y liberara a Cervantes.

El 19 de septiembre de 1580, Miguel de Cervantes recuperaba su libertad, aunque aún habrá de permanecer en Argel hasta final de año, fecha en la que regresaría a España, sin sus cartas de recomendación, pero con multitud de testimonios en su favor. Aunque eso sí, con la bolsa vacía.

La realidad es que regresaba pobre, mutilado, modesto y desfavorecido, avejentado a pesar de sus treinta y tres años de edad, con sus gloriosas heridas, sus padecimientos y sus méritos jamás reconocidos. Confiaba en volver al ejército, siguiendo los pasos de su hermano Rodrigo, quien a la vuelta de su cautiverio, se había otra vez incorporado al ejército castellano que acababa de invadir a Portugal. Tras fracasar en su reincorporación, intenta conseguir un puesto en América como funcionario de Indias, pero también fracasa. Consciente de que sus méritos militares no van a ser reconocidos, Miguel de Cervantes inicia entonces su vida de dramaturgo.

En 1584, fruto de sus amores con una mujer casada, Ana de Villafranca, tiene una hija, Isabel Saavedra, a la que reconocerá, aunque se ha dicho que, en realidad, fue fruto de un desliz de su hermana Magdalena, a quien quiso así preservar su honor. Para entonces, el escritor había acabado su primera obra importante, La Galatea, una novela pastoril. El buen recibimiento y el relativo éxito de esta obra le animaron a escribir comedias, de las que se conservan hoy El trato de Argel y La Numancia.

Cervantes necesita un cambio en su vida, salir de aquel ambiente y superar la angustiosa situación en la que se encuentra. Es el momento en el que se inicia una nueva aventura en tierras de La Mancha, que le inspirará para alcanzar su inmortalidad literaria a través de su gran obra: El Quijote.

 

CAPÍTULO III: DE COMO CERVANTES VIAJA A ESQUIVIAS Y  ENCUENTRA  ESPOSA

Con treinta y siete años, Cervantes viaja a Esquivias (Toledo) para, según parece, visitar a la esposa de su amigo, el poeta Pedro Laínez, recién fallecido, para ayudarla a publicar un libro de poemas.  Lo hace alojándose en casa de su primo Juan, el cual ocupaba un cargo importante en los Reales Bosques de Aranjuez, pero tenía casa en la localidad toledana. Es entonces cuando conoce a su futura esposa, Catalina de Salazar, una hidalga campesina de 19 años, de clase acomodada, cuyo padre había fallecido hacía poco. La joven había sido educada por su tío, Juan de Palacios, hermano de su madre y párroco de Esquivias, siendo él mismo el que casó a la pareja. En un mundo donde las mujeres eran analfabetas, Catalina destacaba por su conocimiento del latín y su carácter poco melindroso e insumiso. Un día a la salida de misa, Cervantes, que acompañaba a la viuda de su amigo le preguntó quién era aquella hermosa joven de la que se quedó prendado. Siendo amiga de ella, la viuda les presentó y, a partir de ese momento comenzó la relación entre ambos, pese a la diferencia de edad que existía entre ellos. Catalina se embobaba oyendo a aquél viejo héroe contar sus aventuras y sus experiencias; su vida en Nápoles, sus momentos más duros en la batalla de Lepanto, los sucesos más tristes de su cautiverio en Argel, y ella le escuchaba ávida de conocer aquello que ignoraba.

Casa de los Quijada

Tras seis meses de noviazgo la pareja se casa el 12 de diciembre de 1584, viviendo en casa del tío de Catalina, Alonso Quijada. Esta unión no cayó bien en la familia de ella, no acudiendo siquiera a la boda. Consideraban al novio un soldado viejo y un escritor sin oficio ni beneficio, dispuesto a vivir de los bienes de su esposa. Lo de escritor era cierto, pues un año más tarde se publica en Alcalá de Henares su primer libro: La Galatea, una novela en prosa y en verso de tema pastoril. Mientras tanto, Cervantes tuvo que negociar las deudas que había dejado el fallecido padre de su esposa, muerto un año antes, pudiendo salir adelante la familia gracias a la protección del tío Juan.

Su estancia en Esquivias es considerada esencial en la posterior redacción de El Quijote. Tras casarse, Cervantes empieza a trabajar como recaudador de impuestos por toda aquella comarca. Lo hacía montado en un caballo flaco (rocín) y sus salidas duraban cuatro o cinco días. Los domingos siempre le gustaba estar en el pueblo, junto a su esposa y charlando con sus amigos, el sacristán, el cura y el escribano. Pernoctaba en posadas y mesones junto con los arrieros y gente de todas clases, que pasaban las veladas contando chistes, cuentos, e historias que posteriormente ha recogido en sus obras.  También viajaba frecuentemente a Madrid, bien para visitar a su familia o sus amigos o dar a conocer sus versos y composiciones.

En una ocasión, una criada le contó a  Doña Catalina que había visto unos papeles que, le parecían a ella, hablaban de su tío Sancho, con quién Cervantes pasaba mucho tiempo conversando y discutiendo sobre cosas. Otros personajes esquivianos aparecen reflejados en el Quijote, entre ello el propio tío de Catalina y dueño de la casa donde viven, Alonso Quijada, personaje en quien se pudo basar Cervantes para el protagonista de su obra. Su propia esposa y la madre de esta, eran la sobrina y el ama del cura, y pudieron inspirar a los personajes que aparecen en el libro. Alonso Quijada era una persona obsesionada con los libros de caballería. Se dice que llegaron a dominarle tanto, que abandonó sus quehaceres en el campo y su afición a la caza, llegando incluso a vender  alguna finca, para comprar todas las novelas de la caballería andante que se publicaban por aquel entonces. Se pasaba el día leyendo, incluso por las noches, a la luz de un candil.  Es auténtica la escena en la que el cura Pero Pérez y el barbero tiraron muchas de las novelas al corral por la ventana, pues estaba enfermo y medio loco de tanto leer.

Hoy, la localidad de Esquivias presume de ser aquel «lugar de La Mancha…..» que Cervantes no quiso recordar. En efecto, Esquivias pudo ser la inspiradora de aquellas aventuras de un loco hidalgo que cabalgó por estas tierras. Desde el propio protagonista, a muchos de su personajes, pudieron haber sido vecinos de Esquivias.

 

CAPÍTULO IV: DE CÓMO CERVANTES INTENTA BUSCAR FORTUNA INICIANDO UNA NUEVA VIDA Y COMO EL INFORTUNIO LE LLEVA A LA CÁRCEL

El 13 de junio de 1585, muere su padre, Don Rodrigo. Hace testamento únicamente por cubrir las apariencias sociales, pues la verdad es que acaba sus días en la más absoluta pobreza. Nombra herederos de la ruina a su esposa y a sus hijos, ya que su hija Luisa es monja. A Miguel le corresponde en la singular herencia hacerse cargo de la familia, sobre todo de las mujeres. Ello le obliga a abandonar sus actividades literarias y buscar un oficio.

En abril de 1587, aprovechando un viaje de Esquivias a Toledo acompañando a las reliquias de Santa Leocadia para ser veneradas por el rey Felipe II, Cervantes es propuesto para que se traslade a Sevilla un año más tarde como comisario de Abastos, desempeñando allí su cometido hasta 1592. Durante este tiempo, solicitó un puesto vacante en las Indias, la contaduría del nuevo reino de Granada o el gobierno de Soconusco en Guatemala o de la ciudad de la Paz, pues con cualquiera de estos destinos se daba por satisfecho. Pero el rey se lo negó.

Antes de partir, Cervantes firmará un poder notarial, otorgado en Toledo el 28 de abril de 1587, en el que autoriza a su esposa a recibir y cobrar en nombre de su marido cualquier cantidad que le sea debida, y las deudas se darán como canceladas, vender cualquiera de los bienes de los dos, muebles o raíces, a pagar cualquier deuda que su esposa contraiga. Miguel concede a su esposa no sólo todo lo que posee, sino todo lo que gane o reciba en el resto de su vida. Se compromete a todo y rehúsa comprometer a su mujer a nada, algo poco frecuente y normal. Este documento demuestra la relación entre Cervantes y Catalina. No era, desde luego una relación feliz. Apenas dos años después de aquel matrimonio, Cervantes era consciente que había sido un fracaso. Él era un antiguo soldado, manco, recién vuelto a España tras cinco años de cautiverio en Argel, sin empleo, autor de una novela publicada y de comedias representadas. Se casa con una mujer a la que dobla la edad: ella diecinueve años y Miguel treinta y siete. Catalina sabía leer y escribir en aquel pueblo toledano, del que solo salía a Toledo o a Madrid, como mucho. Ambos conocieron sólo dos meses antes de casarse. El concepto del matrimonio lo trató el escritor en su obra. En “El juez de los divorcios” nos dice que “más vale el peor matrimonio que no el divorcio mejor”. En «La gitanilla» también lo trata. Ahora, su viaje a Sevilla le llevará a largas ausencias, pero es consciente de sus responsabilidades. No se le conocerá relación alguna con otra mujer. La hija natural que tuvo, Isabel, fue anterior a su casamiento. Y con esta también cumplió con su responsabilidad de padre. La mantuvo en su casa, como criada, protegió sus intereses y le consiguió una buena dote. Cervantes, tras firmar un documento a favor de su mujer, abandona Esquivias para siempre y  se traslada a Sevilla. Viaja por toda la región y confisca bienes tales como trigo, aceite, cebada, etc. con la consiguiente resistencia de sus propietarios.

Documentos recientes encontrados en el Archivo de Indias demuestran que en marzo de 1593 el Ayuntamiento del pueblo sevillano de la Puebla de Cazalla le entregó una serie de mercaderías con destino a los galeones que partían hacia las Indias. Otro documento acredita que Cervantes recibió un salario durante el mes y medio que trabajó en este cometido, desde el 21 de febrero hasta marzo de 1593. En este tiempo acudirá a los pueblos de Paradas, Carmona, Utrera, Marchena y Osuna, además de Morón y Villamartìn, este último perteneciente a la provincia de Cádiz. Los comisarios reales de abastos tenían muy mala fama y si no obtenían lo que buscaban por las buenas lo obtenían por las malas. En Écija, se ve obligado a romper las puertas de los depósitos y apoderarse del grano escondido. En este pueblo es excomulgado y encarcelado por orden del vicario por haber tomado por error trigo del cabildo de Sevilla.

Sevilla en el siglo XVI
Sevilla en el siglo XVI

Existen documentos que acreditan que Cervantes estuvo en Sevilla, desde 1587 hasta 1597. Fruto de calumnias o de hechos ciertos, el caso es que Cervantes fue acusado de irregularidades en las cuentas lo que le lleva durante unos meses a la Cárcel Real de Sevilla, hoy desaparecida, situada entre la calle Sierpes y la Plaza de San Francisco. Era el año 1597 y Cervantes tenía 50 años. Es en este momento cuando, según algunas teorías cervantinas aseguran, comenzó a  escribir el Quijote, puesto que en su prólogo dice que el libro se “engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación”, si bien esta es una aseveración que no se sustenta ni testimonial ni documentalmente.

En la cárcel, sin embargo, conocerá a toda suerte de maleantes que luego aparecerían reflejados en sus obras. Dos meses más tarde, es liberado para que pueda viajar a Madrid y regresar para saldar su deuda económica. La huella de Sevilla queda impresa en las obras de Cervantes, especialmente en su obra Rinconete y Cortadillo. También en la segunda parte de El Quijote se cita a «la Giganta de bronce a la que llaman Giralda«.

Con su familia desperdigada, Cervantes abandona Sevilla para trasladarse a Valladolid, en aquella época convertida en Corte por Felipe III y se instala en una casa con sus hermanas, su sobrina y su hija. Se ha traído escrita una obra en prosa, la cual consigue permiso de publicación en septiembre de 1604, y cuyo nombre es El Ingenioso Hidalgo de la Mancha, un largo relato que un año más tarde se publicará en Madrid con el título definitivo de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Sin embargo, entre su estancia en Sevilla y su llegada a Valladolid, transcurren cuatro años, desde finales de 1598 y septiembre de 1604, donde la falta de documentos no permite conocer con exactitud lo que le pudo acontecer a Cervantes.

La corte se hallaba establecida en Valladolid desde el año 1600 y aún está abierto el expediente del supuesto descubierto de Cervantes en las cuentas dejado en esa ciudad. Él, sabedor de ello, se presenta para dar razones de ello y deja resuelta esta acusación. En aquella corte, el personaje más poderoso era el valido del rey, el duque de Lerma que, según se decía, dispuso el traslado de la corte en provecho propio. A él se dirigió Cervantes para ofrecer sus servicios y conseguir la apetecida recompensa. Por aquel entonces el duque había casado a su hijo segundo Diego con doña Luisa de Mendoza, condesa de Saldaña. Cervantes escribió una oda a don Diego, nuevo conde, con el fin de ganar el favor de su padre. Pero este le recibió con desdén. Desalentado Cervantes por ello, se vio en la necesidad de buscar algún mecenas que financiara la publicación de la primera parte de El Quijote. Se dirigió al duque de Béjar, don Alonso López de Zúñiga y Sotomayor, quien, en aquel tiempo, presumía de proteger las letras y honrar a los autores. Le gustó tanto el libro que se ofreció a financiarlo. Aquella protección alcanzó lo suficiente para pagar la publicación de la primera parte de la obra, debiendo buscar otro mecenas para la segunda.

El_ingenioso_hidalgo_don_Quijote_de_la_Mancha

A principios de 1605 aparece publicado en Madrid El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha. Miguel de Cervantes era por entonces un hombre delgado, de cincuenta y ocho años, poco hábil para ganar dinero, un hombre que había actuado con heroísmo en tiempos de guerra pero que se adaptaba mal a los de paz. El éxito del libro fue inmediato, pero los efectos económicos apenas se hicieron notar.

Pocos meses después de ser publicado el Quijote, en el mes de junio, ocurrió a Cervantes una nueva desgracia. Viviendo en su casa de Valladolid con su hija natural, su hermana viuda Andrea, de una hija de ésta, en la noche del 27 de junio, estando ya recogido Cervantes y todos los de su familia, hubo en la calle una pelea a cuchilladas, de la que resultó herido gravemente don Gaspar de Ezpeleta, un caballero navarro de la orden de Santiago. A la solicitud de auxilio de don Gaspar, bajó Cervantes, y con la ayuda de otro vecino, metió en su casa al herido, donde murió en la mañana del día 29. Ello provocó la detención y encarcelamiento de Cervantes, junto con su hermana, hija y sobrina. Días después, reconocida su inocencia, fueron puestos en libertad. Este incidente, y el regreso de la Corte a Madrid, provocaron la vuelta de Cervantes a la villa, donde continuará su labor literaria.

Será ya en Madrid donde Cervantes encuentre su ansiada paz espiritual, aunque la diosa fortuna siga negándole su atención. Siguió con su actividad literaria al tiempo que su salud empezaba a deteriorarse. Animado por el éxito del Quijote, ingresó en 1609 en la Cofradía de Esclavos del Santísimo Sacramento, a la que también pertenecían Lope de Vega y Francisco de Quevedo, en un intento de obtener algún protectorado. Es este mismo año cuando se firma el decreto de expulsión de los moriscos y se acentuó el rigor inquisitorial. Cervantes celebró la expulsión, mientras su hermana Magdalena ingresaba en una orden religiosa. Cervantes escribía a un ritmo imparable: las Novelas Ejemplares en 1613 y el Viaje al Parnaso, en verso, en 1614, entre otras. Ese mismo año aparece en Tarragona una segunda parte apócrifa del Quijote escrita por un tal Avellaneda, como supuesta continuación de las aventuras del hidalgo caballero. Tal circunstancia le obliga, aunque enfermo y mientras preparaba la publicación de las Ocho comedias y ocho entremeses nuevos nunca representados a escribir la segunda parte del Quijote, que se imprimiría en el año 1615, mismo año en que terminaba otra novela de aventuras: Los trabajos de Persiles y Segismunda.

Tenía ya concluida esta obra, cuando en 2 de abril de 1616 enferma de hidropesía, y sin poder salir de su casa, hace profesión fe de la Orden Tercera franciscana a la que se había unido al llegar a Madrid. En una tregua de su enfermedad, Cervantes viaja a Esquivias en busca de un mejor clima y despedirse de aquellos a los que trató en su día, volviendo a Madrid pasados unos días. Tal vez la cercanía de la muerte muda el carácter de Cervantes, quien se muestra más contento en su conciencia y más animoso. Su última voluntad acaso era poder agradecer en persona al conde de Lemos, su protector y mecenas, quien estaba próximo de regresar de Nápoles. Pero tuvo que conformarse con hacerle una emocionada dedicatoria en su Persiles porque tampoco el destino le concedió tal deseo. El 21 de abril recibe la extremaunción preparándose para su último viaje. Tan solo le dio tiempo a escribir su testamento. Entre el 22 y el 23 de abril de 1616, murió en su casa de Madrid, asistido por su esposa y una de sus sobrinas. Envuelto en su hábito franciscano y con el rostro sin cubrir, fue enterrado en el convento de las Trinitarias Descalzas, en la entonces llamada calle de Cantarranas.

Por fin descansaba en paz.

 

CAPÍTULO V: DE ALGUNOS SUCESOS OCURRIDOS EN LA PATRIA DE DON QUIJOTE Y DE LOS QUE NO EXISTEN DOCUMENTOS

Según algunos testimonios, tal y como dijimos antes, Cervantes se vio obligado a viajar a La Mancha con el fin de recaudar los impuestos de la Orden del Priorato de San Juan de algunos vecinos morosos de Argamasilla de Alba, en el corazón de Ciudad Real. El caso es que durante su estancia en este pueblo manchego, Cervantes fue encarcelado, sin que se sepa exactamente la causa de ello. Existen varias teorías. La primera, en venganza por su afán recaudador. Poco probable. La segunda, porque utilizó el agua del río Guadiana para beneficio de la fábrica de pólvora que existía allí, cuyo uso estaba limitado para agricultores. La tercera, por el escándalo producido por sus requiebros una joven, Magdalena de Pacheco, sobrina de un importante hidalgo de Argamasilla llamado Rodrigo Pacheco de Quijana, el cual padecía algún tipo de trastorno mental, y cuyo resentimiento le llevó a encarcelar a Cervantes. Hoy se conserva en la iglesia de San Juan Bautista de Argamasilla un cuadro exvoto en el que aparece don Rodrigo de Pacheco, fechado en 1601, cuatro años antes de la publicación de la Primera Parte de Don Quijote, que ofreció a la Virgen para que le sanara de su enfermedad cerebral. En el mismo cuadro aparece su sobrina, la presunta culpable, o víctima, de los hechos. Ambos en actitud de orar y, al fondo del cuadro, la Virgen con el Niño en brazos. Sin que se sepa si la muchacha respondió a los deseos de Cervantes, este fue conducido a un sótano propiedad de la familia Medrano,  llamado por ello  Cueva de Medrano, en la antigua calle Empedrada núm. 7, hoy calle de Cervantes,  utilizada como  calabozo por  la Inquisición. Por cierto, don Rodrigo, al parecer, tenía una hermana llamada, como no, Aldonza, de que también se dice puedo enamorarse el escritor.

Cueva de Medrano. Foto: J.A. Padilla

Algo extraño sucedió en estos hechos, puesto que Cervantes no fue encarcelado por delito alguno, ya que entonces debió ser encarcelado en la cárcel de Alcázar de San Juan. En realidad, fue encerrado en la mencionada Casa de Medrano durante largo tiempo y en una situación tan miserable, que se vio obligado a recurrir la ayuda de un primo suyo, Juan Bernabé de Saavedra, vecino de Alcázar de San Juan y que mediase para su liberación. Para ello escribió un documento que decía: “Luengos días y menguadas noches me fatigan en esta cárcel, o mejor diré caverna”. Documento que, sin embargo, no se conserva en la actualidad. Lo más importante de todo esto es que, según esas mismas teorías y estudios cervantinos, fue en este lugar, en esta cueva o cárcel, donde realmente Cervantes comenzó a escribir Don Quijote, y no en la prisión de Sevilla.

Y el personaje principal de la novela pudo estar inspirado en su enemigo y responsable de su encierro, Don Rodrigo Pacheco de Quijana, cuya locura pudo inspirar a Cervantes para su personaje. Incluso el propio Don Rodrigo podría ser el propio Don Quijote por el parecido entre el personaje del cuadro y el delirante caballero andante. Ya vimos en el capítulo correspondiente a la estancia de Cervantes en Esquivias, que el tío de su esposa, Alonso Quijada Salazar, pudo también inspirar al hidalgo caballero.

La presencia del escritor en Argamasilla de Alba se justificaría por la relación de fechas entre su viaje de Sevilla a Valladolid, así como por el conocimiento de muchos lugares de esta zona referidos en el libro: lagunas de Ruidera, la Cueva de Montesinos, los Batanes, Puerto Lápice, etc. Por si esto fuera poco, existe en Argamasilla una casa que ha pertenecido a la familia Carrasco, en la que se basó Cervantes para su personaje Sansón Carrasco. Los cervantinos se amparan en varios testimonios para defender esta tesis. Por un lado, las palabras del propio Miguel de Cervantes, cuando el prólogo del libro dice:   ¿Qué podrá engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío, sino la historia de un hijo seco como quien se engendró en una cárcel donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación? La cueva de Medrano parece ser el lugar al que refiere Cervantes. También hay que recordar que, en 1614, Alonso Fernández de Avellaneda, autor del  Quijote apócrifo dice: al Alcalde, Regidores y hidalgos de la noble villa de Argamasilla de la Mancha, patria feliz del hidalgo caballero Don Quijote de la Mancha? Todo ello sin olvidar que el propio Cervantes, al final de la primeta parte de El Quijote cita a los académicos de Argamasilla:  el Monicongo, el Paniaguado, el Caprichoso, el Burlador, el Cachidiablo y el Tiquitoc.

Luego, como hemos visto, Cervantes llega a Valladolid dos años después de que Felipe III trasladara allí la Corte. Un año más tarde, en 1605, Miguel de Cervantes Saavedra publica su inmortal obra.

 

CAPÍTULO VI: LA PUBLICACIÓN DE DON QUIJOTE  DE LA MANCHA Y DE TODO LO QUE ACONTECIÓ A CERVANTES EN VALLADOLID

 “Dios que me ha dado tantos reinos no me ha dado un hijo capaz de gobernarlos. Temo que me lo gobiernen”. Fueron las últimas palabras del rey Felipe II en su lecho de muerte en el Monasterio del Escorial aquella madrugada de 13 de septiembre de 1598. Apenas cuatro horas, su hijo, el futuro Felipe III se reúne con su Valido, Don Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, marqués de Denia  y futuro Duque de Lerma, y le  ordena que le den las llaves del palacio y el control de los documentos más importantes. Este escribe a los presidentes de los Consejos y al Nuncio y les comunica el regreso de la Corte a Madrid. El nuevo rey concede plenos poderes a su Valido, un personaje que causa muchos recelos en Madrid. Ante estos acontecimientos, el rey toma la decisión de trasladar la Corte a Valladolid, y el día  9 de febrero de 1600 los reyes entran en la capital castellana. La Corte permanecerá en su nuevo destino hasta 1606.

Corrían los primeros días de septiembre de 1604 cuando llegó a Valladolid Miguel de Cervantes.  A punto de cumplir 57 años, llegaba acompañado de su mujer, sus hermanas, su sobrina y su hija para establecerse en la ciudad que acogía la nueva Corte y encontrarse con el librero alcalaíno, Francisco de Robles, que se había trasladado a la calle de la Librería de Valladolid, y a quien le había entregado el manuscrito de su obra titulada “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha” durante un viaje que el librero del rey había hecho a Madrid, para tramitar los derechos de impresión.

 La ciudad que encuentra Cervantes poco o nada tiene que ver con el ambiente que conociera cincuenta y tres años antes, cuando con tan sólo 4 años llegó a la capital castellana de la mano de sus padres, Rodrigo y Leonor, que llegaron desde Alcalá de Henares para establecerse aquí con sus cuatro hijos, Andrés, Andrea, Luisa y Miguel (aún tendrían tres más), ocupando una casa de la Acera del Sancti Spiritus (actual Paseo de Zorrilla). La nueva Valladolid que acogía la corte de Felipe III se estaba desarrollando frenéticamente en todos los campos, especialmente en el artístico y literario, y se había convertido en el centro económico, comercial y político, lo que estaba atrayendo a la ciudad a comerciantes, artistas y escritores, lo que dio la oportunidad a Cervantes de introducirse en este ambiente cultural y conocer a escritores de la talla de Luis de Góngora, muy amigo del duque de Lerma, Francisco de Quevedo, que estaba matriculado en la universidad de esta ciudad, el poeta Pedro de Espinosa y otros.  Cervantes ocupó una vivienda situada en el Rastro nuevo de los Carneros, una vivienda localizada a extramuros de la ciudad y próxima al cauce del ramal sur del río Esgueva. Fue en esta casa donde seguramente redactó el prólogo del Quijote antes de su publicación. Y fue en esta casa donde el inmortal escritor escribió varias de sus Novelas Ejemplares, tales como  La Gitanilla, El Casamiento engañoso, El Coloquio de los Perros y El Licenciado Vidriera, en cuyos textos dejaría constancia de hechos históricos acontecidos en Valladolid.

Casa de Cervantes en Valladolid

Y mientras Cervantes se empapaba en este ambiente cultural de Valladolid, consiguió su objetivo de que se imprimiera en la imprenta de Juan de la Cuesta de Madrid, a finales de 1604, la primera edición de la primera parte de «El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha» y que saliera a la venta en enero de 1605, aunque con tantas erratas que obligó a una reedición en la misma imprenta y en el mismo año.

Pero también en Valladolid Cervantes fue perseguido por el infortunio. Un hecho que empañó su tranquila estancia es la ciudad. Un caballero de la Orden de Santiago, don Gaspar de Ezpeleta, fue atacado por un embozado durante la noche del 27 de junio de 1605 a las puertas de su casa, siendo recogido por Cervantes en su casa y falleciendo dos días después sin haber confesado el nombre de su agresor. La investigación emprendida por el alcalde de Corte, le lleva a la detención y encarcelamiento de Cervantes y su familia como testigos sospechosos durante un par de días, del autor del Quijote, a raíz de las acusaciones de una vecina en contra de la conducta de sus hermanas y de su hija, hasta que finalmente fueron liberados por falta de pruebas. Las declaraciones de su hermana Andrea dejaron al descubierto que no todas las amistades de su hermano pertenecían al círculo literario y que algunas de ellas eran personas que se dedicaban a extraños negocios e impropias de un recaudador de impuestos real.

Pese al éxito de la publicación de El Quijote, aquel incidente marcó el destino de Cervantes que entendió que Valladolid no era más que una nueva etapa de su vida. El 4 de marzo de 1606 los Reyes regresaban a Madrid. Por entonces, Cervantes ya había abandonado la ciudad y había regresado a Madrid con su familia. En Valladolid dejó sin embargo una profunda huella de su paso y la casa donde vivió Cervantes y su familia en su segunda estancia se ha convertido hoy en un museo cervantino donde podemos conocer la obra de Cervantes en esta ciudad.

El éxito de El Quijote fue total desde el punto de vista literario. Tanto que parecía obligado escribir una segunda parte del libro. Cuando termina de escribir El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, no aclara si es el primero de dos tomos, tal y como hizo en La Galatea, donde  advierte en la portada que es  la primera parte. Además, el final de Don Quijote dice, en cuanto a más aventuras, que el autor: «no ha podido hallar noticia de ellas, a lo menos por escrituras auténticas. Sólo la fama ha guardado en las memorias de la Mancha, que don Quijote, la tercera vez que salió de su casa, fue a Zaragoza, donde se halló en unas famosas justas que en aquella ciudad hicieron«. Cervantes estaba inmerso en otros proyectos literarios, lo que suponía un freno a esa supuesta segunda parte. Pero el éxito le obligaba a hacerlo. Y en ello se puso. Sin embargo, sucedió una extraña circunstancia que modificaría, tanto la redacción de libro, como su intención.

Era octubre de 1614, Cervantes estaba redactando el capítulo LIX de su Segunda Parte del Quijote, cuando  aparece en Madrid un libro apó­crifo  cuya por­tada decía: Segundo tomo del Inge­nioso hidalgo Don Qui­xote de la Man­cha, que con­tiene su ter­cera salida: y es la quinta parte de sus aven­tu­ras. Com­puesto por el Licen­ciado Alonso Fer­nán­dez de Ave­lla­neda, natu­ral de la Villa de Tor­de­si­llas. Con Licen­cia, En Tarra­gona en casa de Felipe Roberto, año 1614” y que sería conocido como el Quijote de Avellaneda. La intención de este libro apócrifo era clara: irritar a Cervantes,  bien por envi­dia, o para apro­ve­cha­r el éxito del la Primera Parte. Lo cierto es que, a partir de ese capítulo, Cervantes dedicará la segunda parte de su Qui­jote  a desacreditar a Avella­neda. De la identidad de este poco se sabía. Según decía la portada del libro, era natural de Tordesillas, algo difícilmente comprobable porque su identidad era totalmente desconocida. Aquella versión apócrifa del Quijote era, en aquel tiempo, algo habitual. Todos los libros de gran éxito tuvieron segun­das par­tes apó­cri­fas o autén­ti­cas, como La Celes­tina, con doce­nas de imi­ta­cio­nes; del Laza­ri­llo y el Guz­mán de Alfa­ra­che, entre otros.

Quijote de Avellaneda
Quijote de Avellaneda

Parece fácil imaginar  el enojo de Cervantes cuando conoció la publicación del apócrifo de Avellaneda. Había aparecido antes que el suyo, carecía de su inventiva de Cervantes y, además, le dedicaba  varios insultos.  Cervantes aprovechó que aún estaba escribiendo el libro para, como decimos,  desacreditar, tanto a Avellaneda como a sus personajes. Así, en el capítulo LIX de la Segunda Parte, un cierto don Jerónimo y un don Diego llegan a la venta donde se hospeda don Quijote, el cual oye a don Diego sugerir que se lea otro capítulo de la Segunda parte de don Quijote de la Mancha. Cuando el hidalgo caballero escucha que ya no está enamorad de Dulcinea  (porque así era el caso en Avellaneda), se enfurece y anuncia que él mismo es don Quijote y que siempre está muy enamorado de Dulcinea. Entonces, los dos hombres se dan cuenta que nuestro don Quijote en efecto es el verdadero y que el don Quijote descrito en el libro que tienen en las manos tiene que ser un ente ficticio a quien simplemente se le dio el nombre de la persona que ahora está en su presencia. El resultado es que este Don Quijote decide evitar Zaragoza, porque el otro había ido allí y cambia su ruta y va a Barcelona para que no pueda ser confundido con su enemigo ficticio. Tras los dos capítulos siguientes el legítimo Don Quijote llega entra en Barcelona, donde le dan la bienvenida, diciéndole: «Bien sea venido, digo, el valeroso don Quijote de la Mancha, no el falso, no el ficticio, no el apócrifo, que en falsas historias estos días nos han mostrado (11, 61)». Más tarde, en el capítulo 70, cuando Altisidora resucita de su fingida muerte, dice haber visto jugar a la pelota a ciertos diablos cerca de los portales del infierno. Pero en vez de usar pelotas, usaban libros. Uno de los tomos con que jugaban era novísimo, es decir, nunca leído, y cuando le dieron un papirotazo con la pala de fuego, se esparcieron las hojas. «Dijo un diablo a otro: Mirad qué libro es ése». Y el diablo le respondió, «Esta es la Segunda parte de la historia de don Quijote de la Mancha, no compuesta por Cide Hamete, su primer autor, sino por un aragonés, que él dice ser natural de Tordesillas». «Quitádmele de ahí» respondió el otro diablo, «y metedle en los abismos del infierno, no le vean más mis ojos«. «¿Tan malo es?» respondió el otro. «Tan malo«, replicó el primero, «que si de propósito yo mismo me pusiera a hacerle peor, no acertara«.

En el capítulo LXXII Don Quijote, el legítimo, conoce en una venta a don Álvaro Tarfe, el personaje más importante en la obra de Avellaneda después de los dos principales. Cuando don Quijote le pregunta si es el mismo que aparece en un libro, don Álvaro dice: «El mismo soy … y el tal don Quijote, sujeto principal de la tal historia, fue grandísimo amigo mío ... «. La segunda parte de Avellaneda que era una obra de ficción, en el que el don Quijote y  Sancho son personajes del libro, mientras que en el de Cervantes ambos personajes  son personas reales. Por eso, ahora que don Álvaro Tarfe entra en el libro de Cervantes y dice que conoce a un tal don Quijote, estamos obligados a creer es que realmente hubo otro don Quijote y otro Sancho vagando por España, exactamente como Avellaneda había descrito, y que de verdad fueron a Zaragoza para las justas. El don Quijote y el Sancho de Avellaneda así se han convertido en personas reales dentro de la misma obra de Cervantes. Don Álvaro finalmente firma un documento diciendo que el don Quijote que él conocía era no más que un embustero.

Después, al redactar don Quijote su testamento, suplica «que si la buena suerte les trujere a conocer al autor que dicen que compuso una historia que anda por ahí con el título de Segunda parte de las hazañas de don Quijote de la Mancha, de mi parte le pidan, cuan encarecidamente ser pueda, perdone la ocasión que sin yo pensarlo le di de haber escrito tantos y tan grandes disparates como en ella escribe«.

Portada de la Segunda Parte
Portada de la Segunda Parte

Cervantes publicó la segunda edición de la obra impresa en Barcelona  pocas semanas después de la publicación de la primera edición del Quijote. Se recordará que Don Quijote decidió ir a Barcelona precisamente en el capítulo LIX, donde escucha por vez primera que había una segunda parte falsa de sus aventuras. Cervantes utiliza este capítulo para mandar a Don Quijote a Barcelona para que viera por si mismo la segunda edición de Avellaneda mientras estaba allí.  Este plan urdido por Cervantes respondía a su intento de demostrar que la edición del Quijote de Avellaneda no correspondía a la imprenta de  Felipe Roberto de Tarragona, tal y como decía la portada del libro, sino a la de Sebastián de Cormellas de Barcelona, donde también se habían impreso ediciones de La Araucana,  Guzmán de Alfarache, y viarias obras de Lope de Vega, Arcadia, El Peregrino, y varios tomos de sus comedias. Para demostrarlo, envió a su Don Quijote a Barcelona donde descubrirá allí al verdadero impresor del libro de Avellaneda.

Dpn Quijote entra en Barcelona. Gustavo Doré

Las diferencias entre ambos Quijotes, el de Cervantes y el apócrifo, son notables, en todos los sentidos. Por lo que respecta a los protagonistas, el Don Quijote cervantino es un loco-cuerdo, un personaje profundo, idealista y simbólico, mientras que el de Avellaneda es un demente sin ninguna visión del mundo, un loco de atar que acaba encerrado en un manicomio, la Casa del Nuncio de Toledo. En cuanto a Sancho, deja de ser el escudero bonachón, que evoluciona junto con su amo, convirtiéndose en el Avellaneda en un personaje  glotón, borracho y aficionado a los chistes escatológicos. Dulcinea, uno de los ideales de don Quijote, desaparece en el texto de Avellaneda, de forma que don Quijote pasa a ser el Caballero Desamorado; siendo sustituida por Bárbara, una prostituta vieja con la cara atravesada por una cuchillada.

En el plano del narrador, el Quijote cervantino se caracteriza  por su riqueza y complejidad, narrado por un erudito musulmán, Cide Hamete, mientras que el de Avellaneda quien cuenta la historia es el sabio Alisolán, un historiador. Finalmente, el estilo del Quijote de Cervantes es espontáneo, variado y ameno, dotado de una inteligente ironía, en tanto que Avellaneda basa su comicidad en lo escatológico y el ridículo grotesco.

Estatura de Cervantes en Valladolid

 

CAPÍTULO VII: MUERTE Y LEGADO DE CERVANTES

El tiempo pasa. En 1606, Cervantes regresa a Madrid con toda su familia, estableciéndose en el barrio de Atocha, detrás del hospital de Antón Martín. Un año más tarde, se muda a la calle de la Magdalena, cerca del palacio del duque de Pastrana, y luego, en 1610, a la calle de León, en lo que hoy se llama el barrio de Las Letras,  donde también vivían sus amigos Lope de Vega, Francisco de Quevedo y Vélez de Guevara, a los que había conocido en Valladolid. El éxito de Don Quijote le concede una fama inmediata, pero económicamente apenas se deja notar. Viejo, cansado y enjuto, Cervantes sigue pasando estrecheces y acumulando deudas. Madrid es la última etapa de su vida y la abandona, salvo para breves estancias en Alcalá y Esquivias por motivos familiares.

 Varias desavenencias familiares con su hija Isabel por asuntos de dinero, las muertes de sus hermanas, Andrea y  Magdalena, y de su sobrina Isabel, le llevan a acercarse a la religión, afiliándose a la Congregación de los Esclavos del Santísimo Sacramento, a la que pertenecían sus amigos Lope de Vega y Quevedo. Las estrictas reglas de esta orden le llevan a ingresas en la  Orden Tercera de San Francisco el 2 de abril de 1616, poco antes de morir.

Al final de su vida, Cervantes adquiere cierta estabilidad, ayudado económicamente por el conde de Lemos y los cardenales Niño de Guevara y Sandoval y Rojas. Su muerte le llega sin ver publicada ni corregida su última obra Los trabajos de Persiles y Segismunda.  A principios de 1616 estaba terminando su novela de aventuras en estilo bizantino, Los trabajos de Persiles y Segismunda; el 19 de abril recibió la extremaunción y al día siguiente redactó la dedicatoria al conde de Lemos, ofrenda que ha sido considerada como exquisita muestra de su genio y conmovedora expresión autobiográfica: “Ayer me dieron la extremaunción y hoy escribo ésta; el tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir…”.

Convento de las Trinitarias

El viernes 22 de abril, Miguel de Cervantes rinde el último suspiro en su casa de Madrid, asistido por su esposa y una de sus sobrinas.

Últimos momento de Cervantes, cuadro de Manzano y Mejorada
Últimos momento de Cervantes, cuadro de Manzano y Mejorada

Al día siguiente, en los registros de San Sebastián, su parroquia, se consigna que su muerte ha ocurrido el sábado 23, de acuerdo con la costumbre de la época, que sólo se quedaba con la fecha del entierro. Cervantes era inhumado en el convento de las Trinitarias, situado en la calle Lope de Vega, según la regla de la Orden Tercera, con el rostro descubierto y vestido con el sayal de los franciscanos. Pero sus restos fueron dispersados a finales del siglo XVII, durante la reconstrucción del convento. En cuanto a su testamento, se perdió. Hoy una placa recuerda el lugar donde está enterrado, pero sin que se conozca exactamente el lugar donde se encuentran sus restos. Ahora, cuatrocientos años después de su muerte se han conseguido identificar algunos huesos pertenecientes a los restos de Cervantes, lo que demostraría su lugar de enterramiento.

Pero nos queda su obra. Una intensa y extensa obra de todos los géneros literarios. Aunque su fama inmortal se debe a las novelas. Su teatro y sus obras en verso no le han acompañado en la misma medida. Su obra poética abarca sonetos, canciones, églogas, romances, letrillas y otros poemas menores dispersos o incluidos en sus comedias y en sus novelas. También escribió dos poemas mayores: Canto de Calíope (incluido en La Galatea) y Viaje del Parnaso. La valoración de su poesía se ha visto perjudicada por su publicación dispersa en otras obras, por la celebridad alcanzada por el autor en la novela e incluso por su propia confesión en este famoso terceto del Viaje del Parnaso:

Yo, que siempre trabajo y me desvelo
por parecer que tengo de poeta
la gracia que no quiso darme el cielo.

Aunque en otras ocasiones se enorgullece de sus versos, en su tiempo no logró ser aceptado como poeta. Tampoco tuvo mejor suerte en el teatro, por el que se sintió atraído desde joven. Al regreso del cautiverio llegó a estrenar con éxito varias comedias. Pero tampoco sus contemporáneos lo aceptaron como dramaturgo. Cervantes, con una concepción clásica del teatro, tuvo que soportar el triunfo arrollador de Lope de Vega en la renovación de la escena española con su Arte nuevo de hacer comedias. De la primera época (1580-1587), anterior al triunfo de Lope de Vega, se conservan dos tragedias: El trato de Argel y La destrucción de Numancia. A la segunda época pertenecen las Ocho comedias y ocho entremeses nuevos, nunca representados (1615). Las comedias son El gallardo español, La casa de los celos y selvas de Ardenia, Los baños de Argel, El rufián dichoso, La gran Sultana doña Catalina de Oviedo, El laberinto de amor, La entretenida y Pedro de Urdemalas. Y éstos son los entremeses: El juez de los divorcios, El rufián viudo, La elección de los alcaldes de Daganzo, La guarda cuidadosa, El vizcaíno fingido, El retablo de las maravillas, La cueva de Salamanca y El viejo celoso.

En la prosa narrativa, Cervantes empezó escribiendo una novela pastoril que fue su primer libro publicado, con el título de Primera parte de La Galatea (1585). La novela empezó a escribirla al regresar de su cautiverio en Argel, cinco años antes. Tuvo poco éxito en las librerías pero, pese a ello, era intención del escritor de publicar una segunda parte, pero murió sin poder hacerlo. La novela se ambienta en un lugar edénico, a orillas del Tajo. Sus protagonistas, Elicio y Erastro son dos pastores enamorados de Galatea, una hermosa pastora que reúne todas las virtudes de las heroínas cervantinas, tales como la inteligencia, la honestidad, la bondad y la inteligencia. Esta personalidad lleva a Galatea a defender su independencia y no quiere estar sujeta por el amor, rechazando a sus pretendientes, a pesar de que la voluntad de su padre es casarla con Erastro. La historia quedará sin final: “El fin deste amoroso cuento y historia (…) con otras cosas sucedidas a los pastores hasta aquí nombrados, en la segunda parte desta historia se prometen, la cual, si con apacibles voluntades esta primera viene rescibida, tendrá atrevimiento a salir con brevedad a ser vista de los ojos y entendimiento de las gentes”. Una segunda parte que, como hemos visto, nunca se publicará.

Entre 1590 y 1612 Cervantes fue escribiendo una serie de novelas cortas que, después del reconocimiento obtenido con la primera parte del Quijote en 1605, acabaría reuniendo en 1613 en la colección de Novelas ejemplares. Teniendo en cuenta las dos versiones conservadas de Rinconete y Cortadillo y de El celoso extremeño, se cree que Cervantes introdujo en ellas algunas variaciones encaminadas a la ejemplaridad social, moral y estética de estas novelas o narraciones cortas, y después las ordenó de acuerdo con un criterio artístico. En el prólogo Cervantes proclama su novedad: «Yo soy el primero que he novelado en lengua castellana«. En efecto, así fue, pues en la literatura española no había entonces tradición de novela corta. Cervantes españolizó el género, lo ennobleció y creó la novela corta en la literatura castellana.

La colección se abre con La gitanilla, fantasía poética creada en torno a la figura de Preciosa y la relación entre la gitanilla y un joven capaz de renunciar a su riqueza por amor. En contraste con esta visión idealizada de la relación amorosa, se encuentra El amante liberal, novela de amor y aventuras, con las aventuras que Ricardo y Leonisa han de superar antes de su matrimonio. Después del idealismo, el amor y la aventura de estas dos primeras novelas, Cervantes se sume en los bajos fondos del hampa sevillano con Rinconete y Cortadillo, en cuyas páginas sobresalen la mejor ironía y humor cervantinos. Su crítica social de la degradación moral de la España del siglo XVI queda completamente reflejado con la cofradía de Monipodio, que negocia todo el crimen de Sevilla. El contraste entre Rinconete y Cortadillo y las dos primeras novelas vuelve a aparecer en La española inglesa, en la cual, sobre un escenario de guerras de religión entre España e Inglaterra, se desarrollan las pruebas que han de superar Ricardo e Isabela antes de su unión matrimonial.

Cervantes volverá a la crítica social a través de un personaje trastornado por un hechizo amoroso en El licenciado Vidriera, cuyo protagonista cree que es de vidrio y hace gala de una extraña lucidez e ingenio. En La fuerza de la sangre se cuenta la violación de Leocadia por un joven de la nobleza toledana y el posterior compromiso matrimonial entre ambos. En El celoso extremeño, cuenta la historia de Carrizales, un marido celoso que encierra a su esposa Leonora, una muchacha con la que se casó, en su propia casa dejándole salir solamente de madrugada para asistir a misa, hasta que finalmente, ella consigue hacer entrar a su amante y encontrarse con él. La Ilustre fregona trata de dos jóvenes de buena familia, Carriazo y Avendaño, que deciden lanzarse a la vida picaresca. En un mesón de Toledo, llamada Posada del Sevillano, Avendaño se enamora de Constanza, una fregona o sirvienta, lo que hará que los dos jóvenes decidan quedarse allí. Finalmente, se descubrirá que Constanza es hija natural del padre de Carriazo, por lo que nada impedirá su boda con Avendaño. En Las dos doncellas, Teodosia y Leocadia componen una intriga con temas pastoriles y las intrigas, amores y aventuras. La señora Cornelia, localizada en ambientes estudiantiles y de la alta sociedad de Bolonia, cuenta la azarosa historia de amor de Cornelia hasta su boda con el duque de Ferrara. El casamiento engañoso es otra novela picaresca, ambientada en Valladolid. La obra es vista como una introducción a la novela El coloquio de los perros debido a que el personaje principal masculino, el Alférez Campuzano, relata una anécdota donde se incluyen personajes y sucesos que aparecerán en el coloquio. El burlador burlado, Campuzano sale de su casamiento engañado con sus mismas artimañas y enfermo de sífilis. Por su parte, El Coloquio de los perros se centra en la corrupción social denunciada por Berganza en la narración de su vida, las cínicas conclusiones filosóficas de los perros sobre las convenciones sociales y la maldad en el mundo. El casamiento y El coloquio forman una sola: obra y ambas comparten el tema del engaño-desengaño.El alférez Campuzano se presenta como autor del Coloquio; el perro Berganza es el narrador del mismo al contar en él su vida; su compañero Cipión actúa como interlocutor crítico que corrige y matiza al narrador, y el licenciado Peralta interviene como lector del texto escrito por Campuzano.

Fuera de sus Novelas Ejemplares, Viaje al Parnaso es una obra publicada el año 1614 escrita en tercetos que cuenta un viaje imaginario literario de Cervantes por geografías reales y mítica, en el que montado en una mula para librar una batalla contra los poetas mediocres. Viajará de Madrid a Valencia, donde con ayuda de Mercurio, reúne un grupo de buenos poetas y se hacen a la mar en un barco alegórico con destino al Parnaso, donde librarán una batalla contra los poetas malos que pretenden tomarlo. Tras varias aventuras, el ejército llega al monte Parnaso, donde beben las aguas de la fuente de Castalia y son recibidos por el propio Apolo, dios de la poesía. Tras un merecido descanso, se enfrentan la poesía elegante y la vulgar. Como es lógico, vence la buena poesía y despiertan del viaje alegórico. Otra obra importante son Los Baños de Argel, una comedia nunca estrenada de Cervantes en la que presenta su visión del mundo árabe a raíz de su cautiverio en Argel, donde estuvo preso cinco años al ser capturado por los piratas turcos cuando viajaban desde Nápoles hacia España. La comedia narra los amores de Zahara y don Lope, basada en un cuento de amor de la época.

En este repaso de la obra de Cervantes no podemos obviar otra de sus colecciones, a las que llamó Entremeses, una serie de obras de teatro escritas en prosa y en verso. Los títulos de estos entremeses son El retablo de las maravillas, El viejo celoso, El juez de los divorcios, La elección de los alcaldes de Daganzo, El vizcaíno fingido, La cueva de Salamanca, La guarda cuidadosa y El rufián viudo llamado Trampagos. Sus entremeses muestran, de forma burlesca, el matrimonio, el honor, el dinero, el desengaño o el contraste entre ficción y realidad. Sus personajes proceden de la marginación y, en general, de las clases menos privilegiadas. Al contrario que Lope de Vega, que muestra la realidad de su tiempo y defiende el orden social establecido, los entremeses de Cervantes ocultan, detrás de la risa, una mirada crítica hacia estos valores dominantes.

Así, en La cueva de Salamanca cuenta la historia del esposo burlado. Pancracio, el marido, es un personaje caracterizado por la credulidad extrema y recuerda a la figura del bobo presente en el teatro de Lope de Rueda. Su mujer, Leonarda, y el estudiante son los culpables del engaño al que se le somete, aunque él es también culpable de los engaños de su esposa por su forma de ser.

El Retablo de las Maravillas es una versión de un cuento oriental anónimo otras versiones, desde uno de los cuentos de El conde Lucanor hasta El traje nuevo del Emperador que recopiló Hans Christian Andersen. En el entremés de Cervantes, unos pícaros, Chanfalla, el propietario del retablo, y su compañera Chirinos, entran en un pueblo con la idea de representar una función en un retablo, un teatro pequeño en el que los actores son marionetas. La obra a representar no puede ser vista por hijos bastardos ni por gente de sangre no pura, es decir, por aquél que no fuese cristiano viejo y tuviese ascendencia mora o judía, algo que, evidentemente, es un engaño. Todos asegurar ver lo que no existe. Cuando llega un militar solicitando al alcalde, uno de los espectadores, y solicita alojamiento para sus soldados, asegura que no ve nada en el retablo. Ante esto los timados comienzan a mofarse de él y, afrentado, se enfada, con el desenlace de entremés a palos.

El Viejo celoso es otro entremés que trata sobre la avaricia y los celos un anciano, tan celoso de su esposa Lorenza, que no la permite salir de casa, ya que tiene miedo de que le engañe con otro hombre.

Finalmente, Los trabajos de Persiles y Segismunda fue tal vez el libro más apreciado por Cervantes, quien ya no tuvo tiempo para hacer las últimas correcciones y escribió el prólogo tres días antes de morir. La novela cuenta la peregrinación de Persiles y Segismunda desde el norte de Europa hasta Roma, recorriendo la mítica isla Bárbara, Islandia, Noruega, Irlanda y Dinamarca, hasta las tierras de Portugal, España, Francia e Italia, en los que encuentran a personajes en su recorrido y conocen historias, todo ello en un escenario de arriesgadas navegaciones, naufragios, piraterías, desafíos, batallas, cautiverios, fugas, raptos, encuentros, separaciones y aventuras de toda índole.

Hoy, multitud de ciudades y pueblos de España recuerdan la figura de Miguel de Cervantes en sus calles y plazas. Y no solo en aquellas en las que estuvo presente, sino en muchas otras. La Mancha es la región cervantina por antonomasia, donde la presencia de su principal figura literaria, Don Quijote, y de su autor se repite en cada uno de los pueblos y el ambiente que recreó el genial escritor se respira en cada uno de ellos.  Sus obras han sido traducidas a todos los idiomas del mundo. Su vida y su obra son objeto de constantes investigaciones, intentando descifrar la personalidad de un genio aliado con las aventuras y el infortunio, de un aventurero, de un soldado y de un personaje que compaginó sus desventuras con la literatura. Que rompió la monotonía de su encierro trazando sobre las hojas de papel las aventuras de un loco caballero andante que se convirtió en un símbolo para la humanidad.

Ese fue su legado.

 

CAPÍTULO VIII: QUE TRATA DE SU INMORTAL OBRA Y DE SUS PERSONAJES

Es posible que Miguel de Cervantes empezara a escribir el Quijote en alguno de sus periodos carcelarios a finales del siglo XVI, aunque esto es solo una teoría. En el verano de 1604 estaba terminada la primera parte, que apareció publicada a comienzos de 1605 con el título de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. El éxito fue inmediato. Tanto que o le quedó más remedio que iniciar la redacción de la Segunda parte. Y estaba en ello cuando en 1614 aparecía en Tarragona una continuación apócrifa escrita por alguien oculto en el seudónimo de Alonso Fernández de Avellaneda, quien lanzaba en el prólogo insultos contra el verdadero autor.

Considerado en su conjunto, el Quijote narra las aventuras de un hidalgo manchego que, enloquecido por su desmedida afición a la lectura de libros de caballerías, decide hacerse caballero andante y sale tres veces de su aldea en búsqueda de aventuras, siempre auténticos disparates, hasta que finalmente regresa a su casa, enferma y recobra el juicio. Haciendo un análisis del conjunto de la obra, cabe la posibilidad de que Cervantes ni siquiera imaginara en los inicios cuál sería el resultado final. Tengamos en cuenta que tardó más de veinte años en escribirlo

Algunos cervantistas han defendido la tesis de que Cervantes se propuso inicialmente escribir una novela corta del tipo de las Novelas ejemplares. Esta idea se basa en la homogeneidad de los seis primeros capítulos, en los que se relata la primera salida de don Quijote, su regreso a casa descalabrado y la quema de su biblioteca por el cura y el barbero. Otra razón es la estrecha relación entre el comienzo de cada uno de estos seis capítulos iniciales y el final del anterior. Otras hipótesis defienden, por el contrario que Cervantes planeaba desde el principio una novela extensa.

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Don Quijote y Sancho. Grabado de G. Doré

En la Primera Parte de la obra pueden apreciarse tres partes, que corresponden a las tres salidas del hidalgo en busca de aventuras. En la primera parte del Quijote, escrita en 1605, se relatan dos salidas: la primera, corresponde a los capítulos 1 al 6; y la segunda, del capítulo 7 al 52. Los 74 capítulos de la segunda parte del libro, publicado en 1615 contienen la tercera y última salida de don Quijote. A pesar de su idéntico desenlace, en todas ellas el hidalgo regresa derrotado a su aldea, las diferencias entre estas tres partes son notables.

La primera nos presenta al personaje y explica el proceso que lo lleva a la locura. «Del poco dormir y del mucho leer» libros de caballerías, nos dice Cervantes, un hidalgo cincuentón llamado Alonso Quijano «vino a perder el juicio«. Esa locura le conduce a tener por históricas y reales las más fantasiosas peripecias de los caballeros andantes, y a concebir el disparatado proyecto de convertirse en uno ellos. Así, montado en su flaco rocín, al que llamará Rocinante, abandona sin ser visto su casa en busca de aventuras en los que piensa luchar defendiendo a los débiles, ganar inmortal fama y hacerse digno del amor de su amada Dulcinea del Toboso, una moza labradora de la que anduvo enamorado y a la que tiene por “sin par dama”.

Ya incluso en esta primera salida, el Quijote contiene una sucesión de episodios o aventuras que hasta cierto punto admite una lectura separada, en el sentido de que cada uno de ellos es un relato completo, con su planteamiento, nudo y desenlace. Así, tres son los episodios que componen la primera salida. En el primero, Don Quijote es armado caballero en una grotesca ceremonia celebrada en una venta, libera a Andrés y obliga a su amo Juan Haldudo a pagarle la soldada, y es apaleado por los mercaderes toledanos a los que pretende obligar a declarar que Dulcinea del Toboso es la dama más bella del mundo. Finalmente, un vecino recoge y devuelve al maltrecho hidalgo a su casa, donde, al conocer la causa de su desvarío, el cura y el barbero  queman en la hoguera sus libros de caballerías, como culpables de la locura de Alonso Quijano, el verdadero nombre de Don Quijote. Hasta aquí, el relato parece ser un final.

En su segunda parte se produce una novedad importante que da continuidad a la obra: la incorporación de un nuevo personaje, Sancho Panza, que se convertirá en el otro protagonista de la obra. Don Quijote, en efecto, logra convencer a Sancho Panza, «un labrador amigo suyo, hombre de bien pero de muy poca sal en la mollera«, de que lo acompañe como escudero en sus aventuras, asegurándole que podía ser «que ganase, en quítame allá esas pajas, alguna ínsula, y le dejase a él por gobernador della

A partir de ahora, el relato se enriquece con la nueva perspectiva que aporta Sancho, en ciertos aspectos opuesta y en otra complementaria a la de don Quijote. Y de una aventura a otra, relatados a lo largo de la segunda y de la tercera salidas, tendrán lugar los mejores diálogos entre el caballero y su escudero.Todos los episodios están interconectados y cada capítulo tiene su continuación en el siguiente y ciertos personajes o sucesos reaparecen en distintos lances. Y sus protagonistas irán evolucionando como resultado de las aventuras por las que atraviesan.

El sueño de Don Quijote. Grabado: G. Doré
El sueño de Don Quijote. Grabado: G. Doré

Así, don Quijote sigue un proceso de pérdida y progresiva recuperación del juicio, hasta su definitiva curación. El desencadenante de su locura es su desmesurada afición a los libros de caballerías, que lo lleva a imitar a los caballeros andantes en pleno siglo XVII.

Confundido por la fuerza que le da su pasional locura, confunde la realidad para alimentar su deseo de correr aventuras. Si, en la lejanía, las aspas de los molinos le parecen gigantes agitando sus brazos, es porque don Quijote proyecta en la realidad descrita en los libros, con sus gigantes, castillos, encantadores, ejércitos, hermosas damas y valientes caballeros. Y en ese mundo está firmemente decidido a acreditar su valía como caballero andante.

Sus alucinaciones y locuras no son permanente, y de hecho resulta habitual que, tras un desenlace desastroso de la aventura, recobre la consciencia y la realidad, casi siempre con ayuda de Sancho. Tampoco entonces reconoce su error, sino que encontrará una explicación de lo ocurrido en la realidad: los envidiosos y malignos encantadores que le persiguen convirtieron en el último momento a los gigantes en molinos para arrebatarle la gloria del triunfo. Y rectificará la sensatez de Sancho, al considerarle a este un ser ignorante, aunque fiel.

En la primera salida, Alonso Quijano alterna sus alucinaciones con los desdoblamientos de personalidad, mientras que en la segunda salida él será siempre Don Quijote y bajo esa identidad acometerá sus delirantes aventuras. En la tercera salida, que corresponde al segundo volumen de la obra, el hidalgo conserva intacto su propósito y se lanza de nuevo con Sancho en busca de aventuras, pero sin apenas experimentar alguna de aquellas alucinaciones que había alimentados sus aventuras anteriores.

Don Quijote llega a la venta. Grabado: G. Doré
Don Quijote llega a la venta. Grabado: G. Doré

La razón de ello responde a que la primera parte de las aventuras de Don Quijote y Sancho ha sido publicada. Los personajes de la segunda parte han leído la primera parte y las aventuras de los personajes ya son conocidas y cuando el caballero y el escudero llegan a algún lugar son reconocidos por los demás personajes como aquellos singulares don Quijote y Sancho cuya vida anda impresa en libros. La locura de Don Quijote, ya conocida por todos, es la causa de que se inventen para ellos falsas aventuras sin otra idea que reírse de ellos. Un ejemplo de ello es la aventura descrita en el capítulo XXX, cuando los duques acogen en su casa al hidalgo como verdadero caballero y urden distintas aventuras, como la de Clavileño, supuesto caballo volador que ha de llevar al caballero y al escudero a los dominios del gigante Malambruno, al que debe vencer para desencantar a la barbuda condesa Trifaldi; con el mismo objetivo entregan los duques a Sancho el gobierno de una de sus «ínsulas». Es también el caso del mismo Sancho, que, ante la dificultad de encontrar a Dulcinea, opta por hacer creer a don Quijote que tres rústicas aldeanas son Dulcinea y sus doncellas.

También el bachiller Sansón Carrasco se disfrazará por dos veces encarnando al Caballero de la Blanca Luna, si bien su intención no es reírse de Don Quijote, sino retarle en duelo e imponerle su regreso a casa para curarse. Será en el segundo reto cuando el supuesto Caballero logre derrotar a Don Quijote en la playa de Barcelona, y propicie el final del libro.

Uno de los episodios más relevantes de la novela es, sin duda alguna, el episodio ocurrido en la Cueva de Montesinos, en los capítulos XXII y XXIII. En él, atraído don Quijote por lo que cuentan sobre los encantamientos que se producen en ella, decide bajar al interior de la cueva, pero queda accidentalmente retenido en un entrante, y, esperando a que vuelvan a izarle, se duerme. Cuando sale al exterior, relata el sueño que tuvo al quedarse dormido: guiado por un Montesinos vestido de estudiante, don Quijote recorre un palacio de cristal en el que se encuentran, sometidos a un encantamiento que dura ya quinientos años, el gallardo Durandarte repitiendo su propio romance, la hermosísima Belerma convertida en una poco agraciada plañidera, y hasta su amada Dulcinea, una de cuyas doncellas le pide dinero prestado. Este episodio despierta dudas en nuestro héroe sobre aquel mundo caballeresco que siempre había idealizado y alimentado su afán de aventura. Esta pérdida de fe es un síntoma de cordura y el principio del fin de su locura.

Don Quijote en la Cueva de Montesinos. Grabado: G. Doré
Don Quijote en la Cueva de Montesinos. Grabado: G. Doré

Así, después de ser derrotado por el Caballero de la Blanca Luna (capítulo LXIV), el hidalgo vuelve a su casa. Su definitiva recuperación del juicio llega en el último capítulo. Llegado a su aldea, Don Quijote cae gravemente enfermo. Tras seis días en cama, y después de un sueño reparador, despierta curado de su locura («ya me son odiosas todas las historias profanas de la andante caballería; ya conozco mi necedad y el peligro en que me pusieron haberlas leído«). El hidalgo dicta su testamento, falleciendo tres días más tarde, habiendo recibido los sacramentos.

En contraste con el hidalgo, la evolución de Sancho Panza es inversa a la de su amo. Nombrado escudero en la segunda salida, Sancho no comprende los desvaríos del hidalgo, y su sorpresa y preocupación queda manifiesta en el episodio de los molinos de viento, el primero que ambos viven juntos, manteniéndose a lo largo de la primera parte. Sin embargo, cuando señor y amo dialogan, en los momentos en los que descansan entre aventura y aventura, o viajan de un lugar a otro, Sancho admira el buen juicio de Don Quijote, así como la bondad de su corazón, la generosidad con que se entrega a las causas que cree justas y la valentía, o temeridad, con que afronta los peligros a veces imaginarios y a veces reales de sus aventuras.

A pesar de los continuos descalabros, Sancho demuestra su fidelidad y permanece junto a don Quijote, alimentado con la esperanza de obtener el gobierno de la prometida ínsula o al menos algún bien de tipo material que compense tantos sinsabores. A pesar del fracaso en su segunda salida, Sancho continúa al lado de su señor en la segunda parte, aunque esta vez pone como condición recibir un salario. No obstante, Sancho recibirá su bien más perseguido: el gobierno de una ínsula, aunque será una burla más. En efecto, se le concederá el gobierno de la ínsula de Barataria, donde él podrá ejercer su ordeno y mando. Aleccionado previamente por Don Quijote, Sancho mostrará su habilidad para ejercer las labores de gobierno y como juez de los difíciles casos que se le presentan. Al final, tras ser molido en el transcurso de una fingida invasión de la ínsula, Sancho decide, pese a la supuesta victoria final, dejar el gobierno y volver al servicio de su señor. Antes de partir, se dirige graciosamente a su rucio: «después que os dejé y me subí sobre las torres de la ambición y de la soberbia, se me han entrado por el alma adentro mil miserias, mil trabajos y cuatro mil desasosiegos«, y luego a los servidores en la ínsula: «Abrid camino, señores míos, y dejadme volver a mi antigua libertad: dejadme que vaya a buscar la vida pasada, para que me resucite de esta muerte presente”. Sancho desecha el poder y vuelve junto a su señor atraído por el afecto y fidelidad hacia este y también por compartir sus ideales y modo de vida. Don Quijote le saludará con estas palabras: «La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida«.

Muerte de Don Quijote. Grabado: G. Doré
Muerte de Don Quijote. Grabado: G. Doré

La comunión entre ambos culmina en la triste escena final, en el ruego que, con lágrimas en los ojos, dirige el escudero al amo en su lecho de muerte: «No se muera vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años, porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir sin más ni más, sin que nadie le mate ni otras manos le acaben que las de la melancolía. Mire no sea perezoso, sino levántese de esa cama, y vámonos al campo vestidos de pastores, como tenemos concertado«. Mientras don Quijote reniega de los libros de caballerías, Sancho no desea sino emprender una cuarta salida, aunque sea de pastores. Ha sido el resultado de tantas experiencias y diálogos entre ambos, la unión de dos extremos opuestos, algo, por otra parte, comprensible.

El Quijote se configura literariamente como una parodia de los libros de caballerías, como hemos dicho antes, alternando, por un lado, la idealización del mundo caballeresco con sus alocadas fantasías. Las novelas de caballerías habían sido muy populares durante la edad media, pero, tras El Quijote, en pleno siglo XVII, la reacción de los lectores fue la carcajada. No hay duda que Cervantes escribió una obra divertida, rebosante de comicidad y humor, con el ideal clásico de instruir y deleitar. Cervantes afirmaba ya en el prólogo de la primera parte que su libro era «una invectiva contra los libros de caballerías» y reiteró en varios pasajes que su propósito no había sido otro que ridiculizarlos. En realidad, la sátira no iba dirigida contra todo el género, como se observa en el episodio de la quema de la biblioteca de don Quijote que llevan a cabo el cura y el barbero, ya que tres libros se salvarán de las llamas, entre ellos el Amadís de Gaula y Tirant lo Blanc, considerados por Cervantes como los únicos que podían salvarse de la mediocridad. El escritor coincidía con la corriente humanista, que desacreditaban a los libros de caballería por estar muy mal redactados, por sus fantasiosos relatos y por su inmoralidad. De hecho, cuando se publica el Quijote, los libros de caballería estaban ya completamente desacreditados. De hecho, el último libro de caballería escrito será El Quijote. Pese a ello, era innegable el éxito que habían tenido, y aún tenían, en su tiempo.Pero se consideraba, como había ocurrido con Alonso Quijano, que los libros de caballería falseaban la historia e invitaba a los incautos lectores a emular las hazañas de los héroes. Al final, el hidalgo caballero recupera la cordura cuando rechaza aquel mundo fantasmagórico. Recobrado el juicio, don Quijote muere cristianamente. Aunque la muerte del protagonista no era necesaria para cumplir el propósito moral de la obra, Cervantes se inclinó por esta opción para evitar que otros, como había hecho Avellaneda, se apropiaran de su personaje.

A lo largo de más de mil páginas, en su versión original, la novela admite muchos niveles de lectura e interpretaciones. Podemos considerarla una obra de humor, una burla del idealismo humano o una mirada melancólica sobre tales ideales pero también las distintas contradicciones del alma humana, la exaltación de la voluntad, y un canto a la libertad, entre otras muchas más. Además, el Quijote ofrece asimismo un retrato de la sociedad española de los siglos XVI al XVII, con personajes de todas las clases sociales, representación de las más variadas profesiones y oficios y muestras de las costumbres y creencias populares. Sus dos personajes centrales, Don Quijote y Sancho, representan mundos distintos. Don Quijote representa la defensa de sus ideales, mientras que Sancho, el deseo de los valores materiales, es decir, ejemplarizan la complejidad de la naturaleza humana, materialista e idealista a la vez.

Cervantes utiliza la locura para desarrollar su personaje. No era la primera vez que se utilizaba este concepto. Erasmo de Rotterdam ya la utilizó. En su Elogio de la locura Erasmo personifica la locura y elogia los absurdos comportamientos de los hombres: su conducta es tan irracional que los hace dignos de ser llamados seguidores suyos. En la narrativa renacentista, la figura del loco permitía poner en su boca ideas y discursos críticos que no se atreverían a expresar como propios. El mismo Cervantes hizo uso de este recurso en la novela ejemplar El licenciado Vidriera y también en el Quijote cuando hace una visión crítica del sistema judicial de la época en el episodio de los galeotes (I, 22).

Don Quijote y el caballo Clavileño
Don Quijote y el caballo Clavileño. Grabado: G. Doré

Don Quijote actúa como un paranoico enloquecido por los libros de caballerías; unos lo consideran un loco rematado, otros creen que es un «loco entreverado«, con intervalos de lucidez. En general, se observa que Don Quijote actúa como un loco en lo concerniente a la caballería andante y razona con sano juicio en todo lo demás, como se demuestra en los diálogos entre él y Sancho Panza. En su estado demente, don Quijote distorsiona la realidad y la acomoda a la ficción caballeresca: imagina castillos donde hay ventas, ve gigantes en molinos de viento y, cuando se produce el descalabro, también lo explica según el código caballeresco: los malos encantadores han distorsionado la realidad, envidiosos de su gloria.

Pero la locura de Don Quijote es también un modelo de aspiración a un ideal ético y estético de vida. Se hace caballero andante para defender la justicia en el mundo, y desde el principio aspira a alcanzar la misma gloria que los protagonistas literarios de la literatura caballeresca. Se propone acometer «todo aquello que pueda hacer perfecto y famoso a un andante caballero«; por eso imita a sus modelos, entre los cuales el primero es Amadís de Gaula, a quien don Quijote emula en la penitencia de Sierra Morena. De ahí que la lectura del Quijote provoque la hilaridad ante los disparates del caballero; pero también la tristeza de su fracaso ante unos ideales imposibles.

La obra supuso un antes y un después en la literatura universal y muchos autores se basaron en el estilo de Cervantes para escribir sus obras. Sin proponérselo, había conseguido reinventar un género que se había adaptado mal a los finales de la edad media, donde, por encima de todo, se magnificaba las gestas y las epopeyas por encima de otros conceptos idealistas que surgieron con el renacimiento. Cervantes había resuelto esa transición entre los dos mundos.

Una vez llegado a este punto, es preciso que visitemos los pueblo relacionados con la inmortal obra cervantina y recorramos la llamada Ruta de Don Quijote, toda una guía de viajes o, por mejor decir, una guía de aventuras. Cada uno de fue visitado por Miguel de Cervantes, y sus personajes, con sus nombres debidamente cambiados, fueron aquellos a los que conoció, unos para bien, y otros para mal. No hurtemos a nuestros sentidos, pues, recorrerlos. Pueblos que, aún hoy, conservan la esencia cervantina:

https://marcopolito56.wordpress.com/pueblos-con-encanto/pueblos-de-don-quijote-de-la-mancha/

BIBLIOGRAFÍA:

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Estatua de Cervantes en la Plaza de las Cortes de Madrid

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