Segóbriga, la historia de Jacunda

Segóbriga, un extraordinario catálogo arqueológico en medio del páramo castellano. Unas ruinas que nos muestran una antigua gran ciudad romana. Sumergirnos entre ellas nos introduce en un mundo desconocido para nosotros. En la foto de arriba vemos una vista aérea de la actual Segóbriga. De lo que queda, y que poco a poco se va desenterrando y conociendo.

Cuando comparamos las actuales ruinas con las recreaciones históricas de lo que hace más de dos mil años, vemos que el tiempo es implacable y un enemigo de la memoria. Abajo, la antigua Segóbriga, la esplendorosa villa romana. La ciudad amurallada, franqueada por el Teatro y el Coliseo, en primer plano. Apenas hay palabras para describir las emociones.

Segóbriga se encuentra relativamente cerca de Madrid capital, a 104 kilómetros circulando por la autovía de Valencia, donde nos desviamos durante unos cuatro kilómetros hasta llegar a este Parque Arqueológico que se encuentra muy bien señalado. Las ruinas se encuentran sobre un cerro de 857 metros de altura a cuyos pies circula el río Cigüela, en una ubicación típica de la Edad de Hierro, hasta el punto que aquí existió en sus albores un castro celtíbero hasta que, en el año 70 a.C, se convierte en una provincia romana. Su importancia fue tal que, en tiempos de Augusto, Segóbriga dejó de pagar tributo a Roma y se convirtió en una ciudad independiente y autónoma que gozaba de gran esplendor debido a la explotación de yeso.

Sin embargo, vamos a iniciar nuestra visita por las ruinas romanas de Segóbriga, no haciendo una glosa de su pasado imperial y de los césares que reinaron durante su época más gloriosa. En realidad, recordaremos las interesante historia Jacunda, la esclava de Segóbriga. una curiosa y enigmática historia, la cual conocemos gracias a un estela funeraria que incluye un epitafio grabado en la piedra encontrada junto al cementerio. Una réplica de la original. Como decimos antes, resulta curioso la dedicatoria de un monumento a una esclava. Muy enigmático todo al tratarse, primero, de una mujer; y segundo, de una esclava, una doble condición no muy favorable para las mujeres en aquel tiempo. Y en el grabado, además, se observa a Jacunda tocando una cítara, otra circunstancia extraña para una esclava. Todo ello nos hace preguntar si Jacunda tocaba la cítara por afición o era su trabajo habitual pero, además, permite que podamos conocer muchos aspectos de su vida. Se sabe que , en la antigua Roma, las mujeres esclavizadas soportaban duras condiciones de trabajo en unas crueles condiciones de discriminación y explotación sexual por su género. Y, desde luego, carecían de toda identidad. Entonces, ¿Quién era Jacunda? Su vida ha quedado grabada en la pura piedra de la estela en la estela. Y nos cuenta que Jacunda nació a principios del siglo II y era esclava de Mario Valerio Vitulo, un noble de la villa y, probablemente, su padre, siendo su madre Nigelia. Murió a la edad de 15 años y, según parece, estaba casada y tenía hijos, circunstancias todas ellas extrañas para una esclava romana. Por lo demás, en la estela se puede leer una inscripción en honor a ella, un epitafio en forma de poesía. En la estela se menciona no solo el motivo de su muerte y su edad, sino también la relación con su madre, Nigelia. También se despide de su cónyuge.  Los datos ofrece información sobre su vida como esclava, su conocimiento de la música y la poesía y de su prematura muerte. Se trataba de una joven instruida en la música y la poesía muerta prematuramente. El texto que se puede leer dice:

«No tendrá que añorar tras su muerte a sus hijos perdidos/Para Iucunda, esclava de Manio Valerio Vitulo e hija de Nigella/Desahuciada al acercarme a mis 16 años, cedí, vencida al peso de mi destino/He aquí lo que puede abatir tu corazón, lector, la causa prematura, lamentable, de mi sepultura/Pero, llegada a mi fin, descanso en un lugar querido, antes que las enfermedades destruyeran mi cuerpo con violencia de un tumor intolerable para cualquiera, ahora, libre de preocupaciones, reposo bajo la hierba ligera/Ahora os toca a vosotros el cuidado de mi sepultura, padres, querido esposo, adiós para siempre/Que a mí no me pese la tierra y a vosotros los dioses os sean favorables. Sé propicia para esta  citareda, como también Febo lo fue mientras viví.» En la hornacina de la estela se aprecia a una mujer tocando una cítara, razón por la que Jacunda se asocia a este instrumento, lo que muestra que nos encontramos ante una mujer ins­truida. A pesar de que la historia de Jacunda no es propia de una esclava romana, se conocen otras esclavas asociadas a las artes musicales o a las letras, lo que les llevó a ocupar un lugar en la sociedad romana ya que su virtuosismo les llevó a participar en espectáculos y veladas de deleite a la élite romana. Pero, pese a todo, sorprende la existencia de una estela funeraria, en la que se aprecia la riqueza de un monumento en el que, además, incluye un largo epitafio en forma de poesía. Estos poemas se caracterizan por
su emocionalidad, pues buscan expresar de forma explícita el dolor ante la muerte. El epitafio fue realizado por su madre. A continuación, la propia difunta explica los motivos de su muerte. La escasa información disponible sobre Jacunda ofrece datos sobre su esclavitud y unas relaciones familiares muy diluidos en aquel tiempo para una esclava, cuya vida servil eran frágil y vulnerables y, sobre todo, dependía de la voluntad de los propietarios. Jacunda ha yacido en esta tierra durante más de mil años y hubiera caído en el olvido de no ser porque la arqueología ha recuperado su historia y su figura, tan enigmática como todo lo que rodea a Segóbriga.

Ha llegado el momento de sumergirnos en su enigmática historia. Lo hacemos por una la típica vía arbolada. El esplendor Segóbriga se debió a la explotación de yeso, o lapis specularis, muy abundante en estas tierras, cuya explotación llegó hasta el siglo IV, una vez que la explotación minera se fue agotando.

En el siglo V serán los visigodos los que lleguen a esta villa abandonada y enterrada en el tiempo. Construyeron una basílica utilizando las piedras del abandonado anfiteatro. Como cobertura a las tumbas visigodas se encuentra esta Basílica, situada fuera del casco urbano y que mide 48×26 metros. Se aprecian tres naves separadas por 10 columnas a cada lado, con un crucero central y un ábside con forma de herradura. Debajo del crucero y del ábside existe una cripta abovedada, a la que se descendía por unas escaleras, y que podría corresponder a algún cristiano importante. En este lugar se enterraron a los obispos y, posteriormente, a los fieles, razón por la que podemos ver el lugar lleno de tumbas.

La zona de enterramiento visigodo forma una extensa necrópolis situada en el área próxima a la basílica. Se sitúa a ambos lados de la vía de acceso de la ciudad desde el Norte, junto a la vía arbolada de entrada, ocupando parte de la antigua necrópolis alto-imperial como lo demuestra la presencia y el reaprovechamiento de estructuras e inscripciones funerarias más antiguas

Tras lo visigodos, los árabes también llegaron a este lugar. Destruyeron la necrópolis situada en la cumbre del cerro y construyeron allí una fortaleza desde la que vigilar la comarca.

En total se han recuperado 58 inhumaciones dispuestas sin ningún orden establecido. Sin embargo, no se han descubierto lugar alguno destinado para reunir a familiares y amigos en la celebración de los ritos funerarios. Tan solo se aprecia una hilera de losas de piedra caliza alineadas que pudo formar parte de un camino interno en la necrópolis destinado al acceso de las sepulturas. También se aprecia piedras que delimitan el espacio funerario c

A pesar del tiempo transcurrido, Segóbriga conserva la mayoría de los edificios que formaron parte de su antiguo esplendor, aunque, como es lógico, en un estado ruinoso. Pero, en las entrañas de su tierra se han encontrado y recuperado gran cantidad de objetos y utensilios que han permitido, como en el caso de Iacunda, reconstruir su historia y conocer sus costumbres y cultura. Las diversas piezas arqueológicas encontradas como juguetes infantiles, bustos, estatuas, cerámicas, frescos, herramientas y otros utensilios, hoy expuestos en su museo, nos permite conocer como era la vida de esta antigua ciudad romana situada en pleno páramo castellano. Según vamos avanzando en nuestro camino, nos acercamos a los dos monumentos más importantes de Segóbriga: su Teatro y su Anfiteatro.

En nuestro camino encontraremos el Acueducto, prácticamente enterrado y del que apenas queda ya nada de los casi 5 kilómetros de longitud que traían agua desde el manantial de Saelices para después almacenarla en las cisternas de la ciudad.

Poco a poco llegamos a la Segóbriga monumental. Extramuros se encuentran los dos monumentos más importantes y de los que se encuentran en mejor estado: el Teatro y el Coliseum, situado en la parte baja de la villa.

El teatro es un gran monumento construido en pura piedra, con el graderío típico de planta semicircular y las gradas, llamadas caveas, divididas en tres partes, según su disposición. En las gradas más cercanas al escenario, llamadas ima-cavea, se sentaban los más pudientes, mientras en las gradas altas, las media-summa cavea, el pueblo llano. Ambas partes estaban separadas por un murete, con un pasillo que desembocaba en las salidas, llamadas vomitorios. El graderío presenta un buen estado de conservación.

En la parte baja se encuentra la llamada orchestra, donde se situaban los asientos de las autoridades. En su época, toda esta zona se encontraba llena de columnas que formaban una fachada monumental, la frons scaena, decorada con columnas y esculturas de personajes importantes y de la familia imperial, presididos por la diosa de Roma. El escenario, o scaenae frons , poseía una gran fachada de columnas dispuestas en varios niveles que servían de fondo al estrado, o pulpitum, donde los actores interpretaban sus representaciones. El estado ruinoso actual hace difícil hacerse una idea de la grandiosidad de su tiempo y las representaciones virtuales nos permite conocer su gran importancia. Disponía de un aforo de dos mil espectadores, pequeño en relación con el teatro romano de Mérida, que en su tiempo albergó hasta 6000 espectadores.

Junto al Teatro, paralelas a la muralla se encuentran las Termas del Teatro. En ellas destaca el apodyterum, que es un vestuario de banco corrido para poder sentarse; y las Cubiculi, taquillas arqueadas, como hornacinas, excavadas en la piedra y que se suponen que estarían cubiertas con una puerta de madera. Se aprecia en el suelo las letrinae, un pequeño canal que atravesaba la muralla y salía al exterior. Existe otra pequeña sala hacia el oeste, también con un banco corrido, que se supone era para uso de las mujeres. Estas termas están inspiradas en la tradición griega de formar, física e intelectualmente, a los jóvenes.

Por detrás del teatro se abre el Foro, que hoy en día se sigue excavando en recuperando restos de su historia. Se trata de una plaza enlosada que mide 38,60 metros orientados de norte a sur y 32,70 metros de este a oeste. El área enlosada esta delimitada por una línea perimetral de sillares, ligeramente elevada, a través de los cuales se accedía a los pórticos laterales.
En el centro del foro existió un monumento elevado de forma cuadrado con escaleras, en el que se hallarían una o varias estatuas. Una de ellas se ha recuperado y se supone que tenia relación con la familia Imperial. En el lado oriental se encuentra la Basílica del Foro, lugar donde los magistrados administraban justicia y se hacían operaciones comerciales.

En la parte más alta de Segóbriga se encuentra las Termas Monumentales, construidas en el siglo I. La ubicación no era caprichosa, en lo más alto de la villa, ya que ello permitía el viento fresco del verano y el sol en invierno. Miden 88 metros de longitud y 39 metros de ancho, estando rodeadas de un muro de sillares. Se entraba por la palestra, lugar de reunión y vestuario, rodeada de 12 columnas a cada lado. Desde aquí se accedía al frigidarium. Los dos espacios libres situados al norte y al sur de la piscina, estaban destinados al descanso de los bañistas. Del frigidarium, donde se tomaban baños fríos, se pasaba a la sala donde estaba el tepidarium, donde se tomaban baños tibios, en el centro de la sala. Es una sala rectangular de 14,70 metros de longitud por 6,40 de ancho. De aquí se comunicaba con el caldarium, baño caliente, para finalizar en el laconicum, la sauna. Para calentar las estancias se utilizaron hornos de leña, y se hacía circular el aire caliente por debajo de los suelos sobreelevados y sustentados por pilas de ladrillos.

Junto a las termas monumentales se encuentra el Domus, o casa, de Cayo Iulio Silvano, quien era el procurador de las minas de Lapis Especularis que se extraía en Segóbriga. La vivienda data del siglo III y aun se conservan tres estancias: la del altar, la estancia del mosaico, y la del banco corrido. Silvano construyó su vivienda a principios del siglo tercero de nuestra era junto a las termas monumentales.

De regreso a la parte baja de Segóbriga, vemos los restos de la muralla que rodeaba la villa, en un perímetro de 1.300 metros. No poseía torres, pero sí tres puertas de acceso. Fue construida cuando Segóbriga pasó de ser una ciudad dependiente de Roma a ser autónoma.

Y llegamos al Coliseum o Anfiteatro. el monumentos más importante e impresionante del complejo arqueológico de Segóbriga. Construido en época de Vespasiano frente al Teatro, está situado junto a la entrada principal a la ciudad. Tiene forma elíptica irregular, de 75 metros de largo. La cavea sur está excavado en la roca, mientras que el norte se levanta desde el suelo con grandes muros de cantería, de más de 18 metros de altura.

La arena, a la que se accede por dos grandes puertas, está separada del graderío por un alto podium. Un pasillo cubierto unía las puertas y enlazaba las habitaciones para las fieras destinadas a espectáculos. El graderío quedaba dividido en doce sectores por escaleras transversales que comunicaban con las puertas exteriores, para el acomodo y desalojo de los espectadores.

Al igual que en el teatro, el graderío también quedaba dividido horizontalmente por un muro, denominado balteus, que dividía a los espectadores según su clase social. Los asientos de la parte inferior eran de piedra mientras que los de la parte superior eran de madera.

La arena mide 41,7×34 metros y esta delimitada por un podium de unos 2,20 metros de altura media, y en su parte norte tiene otro muro y ambos forman un pasillo de 2,30 metros de altura y de 1,45 a 0,75 metros de anchura.

La cavea esta dividida en 12 cunei, sectores que comunicaban con los 9 vomitorios, o puertas de salida o entrada. La cavea estaba dividida en dos partes, la ima y summa, dependiendo de la clase social. También destacan sus 3 carceres, que eran donde se guardaban las fieras y se prepararían los gladiadores. Tenía una capacidad de unas 5.500 personas sentadas y se utilizó hasta el siglo III cuando se produjo en incendio que lo destruyó. Entre los siglos XVI y XVIII se utilizo como cantera para el monasterio de Uclés.

Segóbriga muestra su importancia como villa romana con la presencia del Teatro y del Coliseum pero, además, en 1984 se descubrió la existencia de un circo, el cual tenia una capacidad de 10.000 espectadores, y del que se conserva parte del graderío sur y norte y el nervio central que dividía la arena. Tenía una anchura de 83 metros, pero se desconoce su longitud exacta, calculándose de de 300 a 400 metros. Su construcción data de mediados del siglo II. Se levantó sobre una necrópolis de incineración, que tenía estelas funerarias en el lugar donde fueron colocadas, como la de la esclava Iucunda. Se ha calculado que la construcción del circo supuso la destrucción de unas cien sepulturas. Se enterraban en la tierra y se depositaban encima una o varias losas de piedra, denominadas túmulos o incluso estelas que servían de protección al enterramiento. La incineración consiste en la quema del difunto junto con algunos de sus efectos personales y ofrendas hasta que quedaba reducido a cenizas.

No abandonaremos Segóbriga sin visitar su museo y conocer los detalles históricos de la ciudad. El desarrollo de la ciudad hispanorromana se basó en la explotación minera del lapis specularis, siguiendo la política de Roma de expolio de la riqueza minera de la Península. Su interés derivaba de que por ser una piedra de yeso que se puede cortar en láminas translúcidas, servía para ser usada para cubrir las ventanas, como se usa actualmente el vidrio. Hasta Segóbriga llegaban tres vías de comunicación: hacia el norte hasta Segotia (Sigüenza), donde conectaba con Emerita Augusta (Mérida) y Caesaraugusta (Zaragoza)); hacia el noroeste, para enlazar con Complutum (Alcalá de Henares); y hacia el sureste para alcanzar el puerto de Carthago Nova (Cartagena), desde donde se exportaba. Hoy, la vieja Segóbriga descansa en el páramo castellano solo recordada por los milenarios restos. Como la esclava romana, Jacunda.