Albarracín

Dicen que Albarracín es uno de los pueblos más bonitos de España, algo difícil de poner en duda cundo recorremos sus estrechas calles y su entramado urbano. Una villa que, además, se ha sabido mantener con el tiempo y conserva su esplendorosa pasado. Y ello no es tarea fácil si tenemos en cuenta que el casco antiguo de Albarracín se extiende sobre una enorme roca y parece desafiar la ley de a gravedad.

Desde el punto más bajo de la villa, por donde transcurre el río Guadalaviar, subimos la empinada cuesta de Azagra, donde ya nos encontramos con la arquitectura típica de Albarracín. De aquí tomamos la calle del Chorro y llegamos a su Plaza Mayor, o Plaza del Ayuntamiento, centro neurálgico de la cilla y punto de partida para recorrer la villa.

Debido a la orografía del terreno, nos encontramos una plaza adaptada al medio. De forma irregular, está presidida por el edificio del Ayuntamiento, construido en el siglo XVI, siendo obra del arquitecto francés Quinto Pierres Vedel. La plaza está rodeada de casas que conservan la arquitectura propia de la villa. En la esquina derecha del Ayuntamiento hay un mirador que nos permite observar la cara este de la ciudad hasta la iglesia de Santa María.

Pese a su forma irregular, el estilo de la plaza es uniforme y armónico y ningún elemento rompe su estética. En el lado norte existe una fuente junto a una casa que salva el desnivel con la plaza a través de una escalinata.

Como es de suponer, la plaza es el lugar de reunión, tanto de los lugareños como de las personas que visitan Albarracín. El punto de partida para adentrarse en las calles que nos llevan a todos sus rincones. El punto de reunión y de encuentro.