El Jardín Mágico de la Navidad

Foto: M.A. Jiménez

Pasen y vean parece ser la invitación a entrar. Aceptamos la invitación de visitar este pequeño universo de magia. Entramos con esa ilusión infantil que aún perdura en nuestro espíritu. Atraídos por la magia de un mundo que solo conocemos en los libros que nos hablan de esos espíritus buenos, pero juguetones.  Las hadas, los duendes, los trolls y demás personajes fantásticos nos esperan.

Foto: J.A. Padilla

Cruzamos la puerta y nos sumergimos en un cuento de hadas, en un jardín mágico en el que viven personajes de fantasía que esperamos encontrar en cualquier parte.  Es muy difícil conocer la apariencia de un hada. Ellas viven en un mundo paralelo al nuestro y solo en algunos casos podemos sentir su presencia. Están en cualquier parte que haya paz y tranquilidad. En un bosque o junto a un río. Podemos notarlas sin tenemos sensibilidad, y paciencia, para ello. Un aroma, un murmullo como una melodía puede significar que están junto a nosotros. Y un sentimiento de felicidad nos abordará y nos hará penetrar en un mundo espiritual donde nuestros sentidos se sumergen en la fantasía. A estos seres les gusta vivir en la naturaleza, de donde alimentan su magia. Viven para amar y divertirse y les encantan todas las plantas. Se alimentan de miel y de los frutos rojos del bosque. Y beben agua y leche. Pueden flotar por el agua y es en este momento cuando podemos verlas en el reflejo que forman, una luz intensa.

También podemos encontramos en un jardín mágico a los duendes, pequeños seres traviesos y astutos y de agilidad prodigiosa y con gran inteligencia. Son inofensivos y suelen estar escondidos entre la vegetación. Son rápidos y escurridizos, por lo que es difícil verlos. Como los duendes, los gnomos son seres diminutos que tal vez forman parte de esos millones de puntos luminosos que brillan en las praderas del jardín. O fuegos fatuos, quienes a veces se confunden con las luciérnagas.

Foto: J.A. Padilla

Contrariamente a las hadas y los gnomos, los trolls son seres que podemos distinguir fácilmente, aunque podemos confundirlos fácilmente con árboles. Durante el día es difícil distinguir unos de otros, pero por la noche los identificamos por la forma de sus sombras, todas con extrañas formas que, sin embargo, puede avisarnos de algún peligro que nos aceche. Es su forma de comunicarse con nosotros. Por su sombra o por su capacidad de cambiar de color según las circunstancias o su ánimo. Si aprendemos a ello, conoceremos muchas cosas sobre el bosque y su secreto.  Además, sirven de cobijo a otros seres, como las hadas, los gnomos e incluso los elfos. No es fantasía. O sí.

Foto: J.A. Padilla

Es el Jardín Botánico, que esta Navidad se ha convertido en un jardín mágico y que nos devuelve, durante apenas una hora, a ese mundo infantil de fantasía gracias al programa “Christmas Garden” o “Las luces del Botánico”.

No es difícil imaginar que esa música que suena en el ambiente es, en realidad, el dulce canto de las hadas que nos atrae hacia su mundo y dirigen nuestro camino mientras nuestros sentidos se dejan llevar ante la maravilla que se abre ante ellos.

Foto: J.A. Padilla

Esas luces que parpadean y esos luminosos reflejos en el agua esconden muchas sorpresas, mientras la música nos envuelve en esa atmósfera mágica.  Todo es pura magia e ilusión. Nuestra imaginación hará el resto.

Foto: M. A. Jiménez

Las hadas nos van descubriendo nuevos mundos mágicos. Vamos descubriendo nuevos mundos y un universo de fantasía y de luz. Mientras los trolls compiten por ser el que más luz proyecta. Aquí uno en azul, más allá, rojo y el del final, en amarillo. El lenguaje de la luz y de la música unidos dirigiendo nuestro camino entre las sombras.

Foto: M.A. Jiménez

Y así vamos llegando al lugar más sobrecogedor del recorrido, el lugar donde nuestros sentidos pierden la noción el tiempo:  el jardín mágico, al que llevamos tras atravesar el arco iris, toda una sinfonía de colores que ilumina nuestro corazón.

Foto: M.A. Jiménez

Y sobre el arco iris llegamos a un jardín en el que surgen desde la tierra corazones rojos que nos invitan al amor. Al amor por los seres queridos y por nosotros mismos. La paz y el amor llena nuestros corazones. La magia adquiere una nueva dimensión ante la visión de todos esos corazones compuestos por millones de células luminosas. Aquí si adivinamos la presencia de todos los seres fantásticos del jardín. Estamos en el corazón de la magia.

Foto: M.A. Jiménez

Regresamos al arco iris y llegamos  al jardín de los animales fantásticos donde los unicornios, las ninfas y las sirenas lucen entre seres sin luz, tal vez elfos y gnomos que son los que los cuidan, siempre con los trolls protegiéndolos.

Foto: J.A. Padilla

Y seguiremos nuestro camino iluminado por las luciérnagas y los fuegos fatuos que nos guían. Y seguiremos descubriendo la luz entre las sombras y los eres mágicos que se asoman de vez en cuando y que hemos de ir descubriendo mientras caminamos.

Foto: J.A. Padilla

A estas alturas de nuestro camino nos familiarizamos con los personajes que va acompañándonos en nuestro recorrido.  No solo nos hemos acostumbrado a su presencia, sino que hemos aprendido a comunicarnos con ellos.

Foto: M.A. Jiménez

Son seres bondadosos que nos ayudan cuando nos perdemos. Nos protegen. De día, el sol no nos permite verlos. Pero ahora, en Navidad, cuando las noches se vuelve mágicas, permite que les veamos.  Gracias a nuestra imaginación.

Foto: J.A. Padilla

Abandonamos el jardín mágico y la luz de la ciudad y el frío nos hace recuperar el mundo real. El tiempo vuelve a moverse al compas de los coches que cruzan en todas direcciones mientras las farolas iluminan la noche con su fría luz. Ya no hay fantasía. Ya no hay imaginación. Pero el sueño que hemos tenido no será fácil de olvidar.