Nuestra Señora de Atocha

Foto: J.A. Padilla

La villa de Madrid está asociada, desde muy antiguo, a tres importantes vírgenes: la Almudena, su patrona; Santa María de la Cabeza, esposa de San Isidro; y la Virgen de Atocha. Esta última se venera en la Basílica de la Virgen de Atocha, un templo adosado al Panteón de los Hombres Ilustres, casi frente a la estación de Atocha.

Foto: J.A. Padilla

Esta virgen negra es tan antigua que, de hecho, está considerada como la más antigua de Madrid. Según la tradición,  fue tallada por Nicodemo y trasladada a España desde Antioquía y colocada en una ermita situada junto al río Manzanares, cerca de la actual Puerta de Toledo, cuando aún Madrid no era la capital de reino. Y hasta este lugar acudían los cristianos, en el siglo VII, para venerar a la virgen negra en tiempos de dominación musulmana, en un culto permitido en la antigua Magerit. Un día, un noble caballero que acudía cada día a rezar ante la Virgen de Antioquía, encontró que la virgen había desaparecido de la ermita. Tras buscarla sin descanso, la imagen fue finalmente descubierta en un cerro oculta entre unas plantas de esparto, o “atochas”. Fue entonces cuando se decidió construir, en aquel lugar, una ermita para que acogiera a la virgen. Desde entonces aquel lugar fue conocido como Atocha, y la virgen como Virgen de Atocha.

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La talla de madera oscura y sin policromar, representa a la virgen sentada en un trono y sosteniendo al Niño al que ofrece una manzana. Este sostiene el Libro de la Sabiduría en la mano izquierda mientras bendice con su mano derecha.  La talla mide 60 cm. de altura y corresponde al siglo XIII y sustituye a la original.

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A la Virgen se le atribuyen varios milagros y varias leyendas que, en su tiempo, le dieron merecida fama. Entre varios milagros, la tradición asegura que el propio San Isidro iba a orar ante la Virgen de Atocha antes de ir a trabajar y se atribuye a la virgen el milagro del pozo que salvó la vida del hijo de San Isidro y Santa María de la Cabeza, que cayó a un pozo de donde no podían sacarlo y el agua subió de nivel hasta que se pudo sacar al niño, todo ello tras rogar el santo a la virgen. Tan importante es su devoción que era invocada en momentos dramáticos de la villa de Madrid, como en la epidemia de peste de 1580, cuando sacaron durante días en procesión a la imagen, o en 1631, cuando un terrible incendio asoló manzanas enteras en torno a la Plaza Mayor. Incluso la reina Isabel II atribuyó a la intervención a la Virgen que saliera ilesa del atentado contra ella por parte del cura Merino. Será el emperador Carlos V, por mediación de Fray Hurtado de Mendoza, su confesor, quien, en 1523, conceda la custodia de la ermita que guardaba a la Virgen a los frailes dominicos, lugar donde se levantará un gran convento ante el estado ruinoso del existente. Fue a partir de este momento cuando la Virgen de Atocha se convierte en la Patrona de la Casa Real. Felipe II mantendrá la gran devoción por la Virgen y la nombrará Patrona de Madrid y también de todos los Reinos. Cuando iba a combatir, visitaba previamente el santuario, lo mismo que cuando venía de ganar una batalla en señal de agradecimiento. Más tarde, Felipe IV la proclamará protectora de la Familia Real y de la Monarquía española. Durante su reinado, el 14 de agosto de 1652, se quemó la iglesia primitiva, por lo que ordenó restaurarla por completo. Su sucesor Carlos II encomendó la decoración pictórica del interior a Lucas Jordán. Pero como decimos, el templo ha sufrido muchos avatares. La noche del 5 de diciembre de 1808 entraron en el templo las tropas francesas, expulsando a los religiosos y convirtiendo la iglesia y el convento en cuartel, expoliando todo su contenido y destruyendo todo lo que encontraron. Robaron todo el oro y plata de la Virgen, quemaron los libros de la biblioteca y derribaron numerosas partes del convento. Afortunadamente, los frailes consiguieron sacar la imagen de la Virgen y llevarla al convento de las Descalzas Reales para ponerla a salvo.

Foto: J.A. Padilla

Tras la expulsión de los franceses, los dominicos regresan al convento, pero la Desamortización de Mendizábal de 1834 les expropia y el edificio se convierte en cuartel de inválidos y en parroquia castrense. Nuevamente, los frailes han de buscar nueva ubicación para la Virgen, esta vez en la iglesia del Buen Suceso, en la Puerta del Sol, que finalmente también fue desamortizada. El 12 de noviembre de 1863, el convento vuelve a los dominicos y el papa Pío IX la convierte en basílica menor, siendo la primera con este título de la ciudad de Madrid.

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Pero la ruina se apodera de todo el edificio y, ante su lamentable estado, en 1888, la reina regente María Cristina, viuda de Alfonso XIII, ordena su derribo y construcción de otro nuevo al que se añadiría, adosado al nuevo templo, el Panteón de Hombres Ilustres, construido en su claustro. El proyecto ganador contemplaba la construcción de una basílica de estilo neobizantino, con un campanile exento y un panteón inspirado en el Camposanto de Pisa. Las obras comenzaron en 1891, pero por problemas económicos sólo se llevó a cabo el campanile y el panteón. En realidad, los fondos destinados al nuevo templo se derivaron a la construcción del panteón de la nueva catedral de la Almudena, construcción considerada prioritaria. Ante el abandono de las obras, los dominicos solicitaron en el año 1924 al rey Alfonso XIII los medios necesarios para continuar las obras. El rey les cedió la propiedad de los terrenos y los frailes continuaron las obras por su cuenta, aunque desecharon por costoso el proyecto neobizantino y optaron por uno nuevo más modesto y, sobre todo, más económico.

Con el edificio totalmente terminado, se continuaron las actividades propias del mismo. Pero todo cambia de nuevo cuando el 20 de julio de 1936, durante la Guerra Civil, convento e iglesia fueron incendiados, robadas o destruidas sus obras de arte e, incluso, asesinando cobardemente a los dominicos que aún no habían escapado. Cinco de ellos fueron ejecutados por la barbarie y la sinrazón. Nuevamente, la imagen de la Virgen es puesta a salvo por una familia de feligreses que días antes se la habían llevado a su casa, donde aguardará hasta el final de la guerra.

Foto: J.A. Padilla

Posteriormente, entre 1946 y 1951 se llevó a cabo la reconstrucción de la iglesia, aprovechando los muros existentes, inaugurándose la nueva iglesia en la Navidad de ese último año. Está construida en ladrillo y tiene unas medidas de 52 x 34 metros en la base y una altura de la nave central que alcanza los 13,25 metros. Las vidrieras recuerdan al estilo románico y representan los misterios del Rosario. Una curiosidad. Sin conocerse el lugar exacto, en este lugar se encuentran los restos de Fray Bartolomé de Las Casas, protector de la población indígena durante la conquista de América. El fraile vivió en este convento antes de irse al Nuevo Mundo.

Foto: J.A. Padilla

Como decimos, a lo largo de su historia, la basílica se ha convertido en el lugar donde la monarquía ha celebrado diversas celebraciones, como los matrimonios de Alfonso XII con su prima María de las Mercedes de Orleans, el 23 de enero de 1878 o el posterior matrimonio del rey viudo, el 29 de noviembre de 1879 en segundas nupcias con María Cristina de Habsburgo-Lorena.

Asimismo, en la boda del príncipe Felipe de Borbón y Grecia con Letizia Ortiz, el 22 de mayo de 2004, los recién casados acudieron a la Basílica desde la catedral de la Almudena, donde tuvo lugar la ceremonia, para depositar el ramo de novia ante la Virgen de Atocha. Y es que existe una tradición en la Familia Real española de que las reinas y princesas de Asturias acudan a la Basílica a presentar a los príncipes e infantes ante la Virgen, unos cuarenta días después del parto.

Foto: J.A. Padilla

Exteriormente, la basílica ofrece una impresionante entrada. Nos da la bienvenida una estatua de fray Domingo de Guzmán, fundador de los dominicos.

Foto: J.A. Padilla

En su interior destaca la luminosidad del templo y sus grandes dimensiones. La Virgen de Atocha preside el altar mayor, en lo más alto, un lugar de privilegio pero que no permite la contemplación de la imagen desde cerca. Como hemos dicho antes, la iglesia ha sido destruida y expoliada en dos ocasiones y ello hace que los elementos decorativos de la misma sean modernos.

Foto: J.A. Padilla

Lo más destacable, talla de la Virgen aparte, sean las vidrieras que representan los misterios del Rosario, obra de Rafael de La Hoz. También encontramos una escultura en madera de Santo Domingo de Guzmán, de Ramón Lapayese, situada en la nave lateral del templo, junto al altar mayor. Y, en la salida al claustro, se encuentra un Cristo crucificado, y una imagen de San Martín de Porres.

Foto: J.A. Padilla

Y no podemos olvidar de otra imagen importante como es la del llamado Niño de Atocha, una imagen que representa la unión espiritual entre España y el Nuevo Mundo. Y el protagonista de la leyenda que lleva su nombre.