Colmenar de Oreja

Foto: J.A. Padilla

En plena comarca madrileña de Las Vegas se encuentra un municipio singular, gemelo de otro muy cercano, a apenas 4 kilómetros por una recta y larga carretera, llamado Chinchón. Gemelo porque presentan un entramado urbano muy similar. Calles estrechas, blancas y con constantes cuestas y que se retuerce n en torno a una hermosa Plaza Mayor. La de Chinchón es espectacular, pero la de Colmenar de Oreja, en otro estilo, también lo es, siendo este elemento lo que diferencia a ambas villas.

Antes de iniciar su visita, hagamos un poco de historia. Colmenar de Oreja es un asentamiento antiguo, muy antiguo. Tanto que fue elegido por los carpetanos quienes, según las crónicas romana, lo eligieron durante la Edad del Hierro, dos siglos antes de nuestra Era. Esas mismas crónicas aseguran que Julio César repartió las tierras de esta comarca entre los veteranos de sus legiones. Y en este lugar nació la villa de Aurelia, origen de Colmenar de Oreja. Ya desde entonces se inició la explotación de su piedra caliza, gracias a sus abundantes canteras. Tan especial era esta piedra que se ha utilizado a lo largo del tiempo, hasta hace bien poco relativamente, pues las fuentes ornamentales de Madrid capital y los palacios reales se han construido con la llamada “piedra de colmenar”. Y esta industria llevó a que esta villa fuera una de las más pobladas y ricas. Y será el rey Alfonso XIII quien le conceda el título de ciudad a Colmenar de Oreja por todo lo aportado. En 2013 su casco histórico será declarado Bien de Interés Cultural.

Entrando en su casco urbano, destaquemos, por encima de todo, su Plaza Mayor, cuya construcción se inició en 1676 y es un bello y claro ejemplo de plaza castellana, muy diferente a la de la cercana Chinchó, pero compartiendo, por encima de todo, su carácter taurino, porque estamos ante un gran coso. La plaza comenzó a construirse en el año 1676 y es un claro ejemplo de las plazas porticadas típicas castellanas. Concluida algo más de un siglo más tarde, concretamente en 1795, destaca por su buen estado, sus casas sobre balcones porticados y los edificios que la presiden: la Casa Consistorial y el Pósito, justo delante de la iglesia, la cual, en segundo plano, cierra el magnífico conjunto arquitectónico.

Lo que no imaginamos en este punto es que, bajo esta plaza, existe un singular túnel que lo atraviesa y sustenta la plaza. Se trata del Puente, en realidad un túnel, de Zacatín, una obra muy compleja en su tiempo y que une los jardines de Zacatín con el casco viejo de la villa. Un túnel de 70 metros de largo construido en piedra y que se tardó en construir algo más de un siglo: el Puente de Zacatín.

En realidad, el puente de Zacatín es un túnel que se construyó con la firme idea de salvar la distancia que separaba los dos barrios que formaban el casco urbano, el barrio árabe, en las afueras, y el cristiano. Tiene 70 metros de longitud, se necesitaron 118 años para terminarlo y cruza de lado a lado la plaza por debajo de la misma.

Si prestamos atención, y guardamos silencio, oiremos como bajo el túnel, se escucha el sonido del arroyo que transcurre por debajo y que descubriremos al otro lado, mientras alimenta un lavadero y abrevadero que se encuentra en los Jardines de Zacatín. Precisamente su nombre deriva del árabe y significa “lugar de venta de ropa”.

Estamos, pues, en los Jardines de Zacatín, donde, como hemos visto, el arroyo del Barranco alimenta el lavadero, en primer término, y un abrevadero de animales, todo ello encauzando el arroyo. Un lugar agradable de frescor.

Podemos contemplar una hermosa vista de la villa, desde la que se contempla todo el barranco, situándose en lo más alto el centro urbano. De aquí parte una senda que conduce a otro de los monumentos importantes de Colmenar: la ermita del Cristo.

Regresemos a la Plaza Mayor para, desde aquí, visitar el monumento más importante de la villa: la iglesia Santa María la Mayor. En el siglo XII, el rey Alfonso VIII entregó a la Orden de Santiago la autoridad de la villa, siendo estos quienes construyeron esta iglesia-fortaleza que seguía los cánones de esta orden de caballeros. Construida, por supuesto, con piedra de Colmenar. Posteriormente, será el rey Felipe II quien, a mediados del siglo XVI, encargue a Juan de Herrera la ampliación del templo. La iglesia constituye uno de los edificios religiosos más importantes del siglo XVI en la Comunidad de Madrid, donde conviven el gótico tradicional con las nuevas aportaciones e ideas renacentistas de los tiempos de Felipe II.

De la iglesia destaca, sobre todo, la monumental Torre de 62 metros de alto y que permite, desde lo más alto, contemplar los pueblos de la comarca y hasta la sierra de Madrid. En interior se encuentra una escalera de caracol de 88 peldaños construidos de piedra, naturalmente, de Colmenar.

En interior se aprecia el Altar Mayor en su cabecera, en el que destacan las pinturas en óleo de distintas escenas bíblicas, como Santo Domingo de Guzmán y San Francisco de Asís, Santa María con un niño en brazos, Jesús crucificado y otros.

Sin duda alguna, entre tanta riqueza artística nos fijamos en dos de los murales que se encuentran a ambos lados del altar mayor, ambos obras del pintor local Ulpiano Checa, de quien podemos admirar su obra en el museo que se encuentra en la villa. 

El mural de la derecha representa la Presentación de la Virgen en el Templo  ante el sumo sacerdote.

El mural de la izquierda representa La Anunciación de la Virgen al arcángel San Gabriel en la casa de Nazaret.

Al final de la nave, junto a la escalera de subida a la torre se encuentra un tercer mural, obra también de Ulpiano Checa y dedicado a San Cristóbal. Los dos anteriores datan de 1897 y este a 1901, momento en el que el pintor regresa a su pueblo para completar la decoración pictórica de la iglesia. Representa a San Cristóbal, llamado aquí «Cristobalón» ayudando a un niño a cruzar un río. La leyenda dice que que el peso del niño obliga al santo a ayudarse de un árbol. Cuando llega al final, el niño se identifica como Cristo y le bendice.

No debemos desaprovechar nuestra visita sin recorrer algunas de sus calles más representativas. En muchos rincones se esconden agradables sorpresas.

Precisamente, en una de ellas nos encontraremos con una. Se trata del Convento de la Encarnación, muy similar al que existe en Madrid y que comparte el mismo nombre. El convento es una construcción barroca con hermoso claustro y convertido en un museo religioso.