Capilla del Obispo

En el corazón del Madrid de los Austrias, adosada a la iglesia de San Andrés, en la plaza de la Paja, al final de la Costanilla de San Pedro, se encuentra una auténtica joya: la Capilla del Obispo. Tan auténtica como desconocida por las razones que veremos. La Capilla del Obispo, oficialmente Capilla de Nuestra Señora y san Juan de Letrán, es un edificio religioso del siglo XVI, pertenece a una época de transición entre el gótico y el arte renacentista. La capilla se encuentra sobre el lugar donde estuvo situada una antigua capilla, mandada construir por el rey Alfonso VIII.

La actual fue levantada entre 1520 y 1535, para albergar los restos mortales de san Isidro Labrador por iniciativa de Francisco de Vargas, miembro de una de las más poderosas familias del Madrid medieval y consejero de los Reyes Católicos, y para quien  había trabajado el santo, en el siglo XII. Será, sin embargo, su hijo Gutierre de Vargas Carvajal, quien fue obispo de Plasencia entre 1524 y 1559, a quien se debe la fundación de la capilla y su extraordinaria decoración interior. Y es por ello que se llama popularmente como Capilla del Obispo. Como decimos antes, este lugar fue creado para albergar el cuerpo de San Isidro tras su muerte, y así fue hasta el año 1544, momento en el que fue trasladado hasta  la cercana iglesia de San Andrés, donde estuvo depositado hasta el siglo XIX. El papa León X concedió a los Vargas la custodia del cuerpo del santo, si bien años más tarde, el entonces papa Paulo III concedió la custodia a la parroquia de San Andrés, que también lo reclamaba. Como consecuencia de todo ello, se trasladó el cuerpo y se tapió la iglesia y la iglesia, quedando independizadas desde entonces.

Como consecuencia de ello,  los Vargas decidieron que la capilla se convirtiera en el panteón de la familia. Así, en 1547, Gutierre de Vargas Carvajal encargó al escultor Francisco Giralte la realización del retablo que preside el ábside y de los dos cenotafios situados a ambos lados del presbiterio, dedicados al propio Gutierre de Vargas y a sus padres, Francisco de Vargas e Inés de Carvajal. La capilla del Obispo es uno de los pocos ejemplos de arquitectura gótica existentes en Madrid. Su trazado corresponde a la fase tardía de este estilo, que se prolongó durante los reinados de los Reyes Católicos y llegó hasta  Carlos I.

La capilla consta de una sola nave, dividida en tres tramos, y ábside poligonal, con grandes contrafuertes en el exterior. Las bóvedas son de crucería y estrelladas en el presbiterio. Está construida en mampostería de piedra de granito y fábrica de ladrillo.

La fachada septentrional, que da a la plaza de la Paja, pertenece al estilo renacentista y construida en sillarejo de granito. Los ornamentos de la fachada son escasos y se concentran en el tercio superior, donde se aprecia una galería de siete ventanales, enmarcados cada uno por una doble moldura y con relieves florales.. La fachada está coronada con una cornisa saliente y amoldurada. En su parte inferior, se halla una escalinata de tramos enfrentados, que permite salvar el desnivel de la plaza de la Paja y por donde se accede a su interior Tras subir por ella y atravesar la hermosa puerta de entrada, se accede a un pequeño claustro, formado por arcos de medio punto, cuyo aspecto actual corresponde a la reforma emprendida en el siglo XVIII.

Detengámonos en la puerta, la cual fue encargada en 1544 y está  hecha en madera de nogal, decorada con diferentes relieves, donde se representan escenas bíblicas, principalmente del Antiguo Testamento. Está considerada como una obra maestra de la escultura renacentista española. Una puerta labrada con relieves renacentistas, realizados por el artista Francisco de Villalpando  a mediados del siglo XVI.

En ella se aprecian con gran detalle la expulsión de Adán y Eva del Paraíso o la Anunciación, además de la batalla de Israel contra los amalecitas y los amorreos.  Se aprecia en la puerta la expresividad de hombres y animales en las batallas, sus músculos, los escorzos, los rostros desencajados, el dramatismo. Una obra de arte.

El interior de la capilla, sin embargo, es de estilo plateresco. Sus elementos más sobresalientes son el retablo mayor, que preside el conjunto desde el ábside, y los sepulcros de alabastro de Gutierre de Vargas y Carvajal y de sus padres, Francisco de Vargas e Inés Carvajal, situados a ambos lados del presbiterio. Son obra de Francisco Giralte, quien tardó cuatro años en su ejecución, entre 1547-1550.

Tras superar la impresión de la puerta, entramos al interior de la capilla. Está formada por una sola nave, con la tópica bóveda gótica de crucería. Llama la atención el gran retablo de madera en el ábside de la capilla. En ella se encuentran labradas escenas del Nuevo y Antiguo Testamento, aunque situados, no de una forma temporal, sino caprichosa. Así, la Natividad está situada después del calvario o la presentación de Jesús en el templo, por ejemplo.  El retablo es obra del artista palentino Francisco Giralte, discípulo de Berruguete. Es de estilo renacentista.

Se aprecia con gran detalle una piedad, en la que Cristo se encuentra con una mano rozando el suelo y la otra sobre el brazo de la Virgen.

El retablo está coronado por un Cristo crucificado, sobre el cual aparece Dios padre con el orbe.

A los lados del retablo, como hemos dicho, se encuentran los padres de Gutierre de Vargas y Carvajal: los sepulcros de Don Francisco de Vargas y Doña Inés de Carvajal. Sus cuerpos, como el de su hijo, estaban en una cripta bajo la capilla y se han perdido. Ambos conjuntos son de alabastro. Los dos difuntos están representados vivos, arrodillados y en actitud orante, como en las tumbas de Carlos V y Felipe II del Monasterio de El Escorial, y no yacentes, como era costumbre en la época.

A la derecha de la capilla se encuentra otra de las joyas de la misma: el sepulcro de Gutierre de Vargas y Carvajal, también hecho de alabastro y también obra, como el retablo y los cenotafios de sus padres, de Francisco Giralte. Esta es la obra maestra de la capilla, donde Giralte mostró todo su virtuosismo. De hecho es considerada una obra maestra de la escultura funeraria renacentista española.

Bajo un arco de medio punto y flanqueado por dobles columnas jónicas y estriadas, está Gutierre arrodillado ante un reclinatorio acompañado por tres clérigos. Dos de ellos llevan símbolos episcopales: una mitra y un báculo.

Gutierre está mirando a un Ecce Homo  vestido, sin corona de espinas y atado a la columna, pero que parece estar descansando. Encima hay otro Ecce Homo, este de estilo  más clásico, y ángeles con símbolos eclesiásticos.

En el fondo está Cristo orando en el Monte de los Olivos. Bajo las columnas, unos niños músicos con partituras de un salmo fúnebre, y a los dos lados unas figuras femeninas que no se sabe muy bien qué representan.

Los niños aparecen con sus correspondientes instrumentos. Ellos, como todas las figuras que componen el sepulcro poseen un gran detalle.

Al fondo de la capilla se encuentran dos lienzos. En la pared de la derecha se representa el Éxtasis de San Francisco, obra de Eugenio Cajés, pintor madrileño del siglo XVII. En la pared de la izquierda se representa a la Virgen de los Desamparados, obra anónima del siglo XVIII. Bajo el sepulcro de Gutierre de Vargas existe, en el suelo, un espacio acristalado sobre lo que fue el antiguo cementerio adosado a la iglesia de San Andrés y sobre el que se construyó la capilla. En este cementerio estuvo enterrado San Isidro.

La Capilla del Obispo ha estado, nada más y nada menos, que más de cuarenta años cerrada, por diferentes motivos. Hoy está a disposición de todos nosotros, si bien para visitarla hay que solicitarlo. Merece la pena, y mucho, cumplir el trámite.