Jardines de Aranjuez

El Concierto de Aranjuez

Muy cerca de Madrid, en el límite sur de la provincia, se encuentra un lugar paradisiaco, donde el tiempo pasa muy despacio: Aranjuez. Antiguo lugar de huertas, regada por los ríos Tajo y Jarama, lo que ha creado en esta ciudad unas condiciones climáticas que la convirtieron en un lugar paradisiaco, alejado de la Corte madrileña. En Aranjuez el río Tajo, en su ruta hacia Lisboa, se enseñorea y se convierte en un río noble que riega uno de los jardines más bellos del mundo y que recreó y fue escenario del divertimento de la monarquía española, aunque también testigo del famoso motín que dio un brusco giro a las intenciones francesas de invadir España.

Grabado antiguo de Aranjuez

Los Jardines de Aranjuez, así en mayúsculas, son únicos en el mundo. Las distintas especies arbóreas, plantes y flores exóticas, sirven para cobijar un extenso catálogo de fuentes ornamentales de carácter mitológico que constituyen un museo donde el mármol, la piedra y la flora componen una sinfonía incomparable, que el maestro Rodrigo significó en su Concierto de Aranjuez y el pintor Santiago Rusiñol mostraron en sus inigualables cuadros.

Cuadro de Santiago Rusiñol

Todo en Aranjuez, en su Palacio y en sus Jardines, es una obra de arte. Un concierto que sume nuestros sentidos en un mundo donde el tiempo merece detenerse……

Jardines de la Isla

Allegro con spirito

 «Este primer movimiento está animado por un espíritu rítmico y un vigor sin ninguno de los dos temas… interrumpiendo su implacable ritmo».

El Palacio  fue construido por orden del rey Felipe II en el año 1561, el cual encomendó el proyecto al arquitecto Juan de Herrera, que murió durante su construcción, por lo que su discípulo Juan Bautista de Toledo fue el encargado de terminar las obras. Ya su padre, el Emperador Carlos V utilizaba un viejo palacio perteneciente a los maestres de la Orden de Santiago en sus aficiones a la caza, lugar descubierto anteriormente por Felipe el Hermoso.  A la muerte de Felipe II en 1598  el palacio solo tiene acabada la torre su y gran parte de las fachadas  de mediodía y poniente.


No será hasta el reinado de Felipe V permanecen prácticamente abandonadas las obras del nuevo Palacio Real de Aranjuez. El rey borbónico, siguiendo los antiguos planos de Herrera encomienda la continuación de las obras, que se reinician en el año 1715. Se levanta la torre norte, de idénticas características a la existente, y se completa la fachada oeste, construyéndose también toda la estructura que conforma el actual cuerpo del Palacio.

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Felipe V ya se sentía oprimido por el triste ambiente del viejo Alcázar de los Austrias en Madrid y se propuso pasar en este lugar estrictamente necesario. Así, el invierno lo pasaba en el palacio de El Pardo, donde pasaba todo el invierno. En abril, tras la Semana Santa, que pasaba en Madrid, marchaba hacia Aranjuez, donde permanecía hasta San Juan, momento en el cual cruzaba la sierra del Guadarrama hasta La Granja de San Ildefonso, donde pasaba el verano a salvo de los rigores del calor madrileño. Ambos Sitios Reales le sirvieron al rey para disfrutar de un mejor clima pero, sobre todo, para curar la melancolía y aburrimiento que padecía en la corte. Era tal la incomodidad que padecía en Madrid que, cuando apenas llevaba diez años en el trono, abdicó en su hijo Luís para poder liberarse de aquella corte que le asfixiaba hasta el límite. Pero el deseo del rey lo rompió el destino, porque su hijo, ya como Luís I, falleció de viruela con apenas diecisiete años de edad y, tras un corto reinado de apenas unos meses, Felipe V se vio obligado a asumir de nuevo la corona.

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La vida de Felipe V en Aranjuez colmó sus gustos más refinados. Aquí podía practicar todo aquello que le gustaba, como la caza, la pesca, los paseos a caballo con su esposa y la música, toda una institución en este lugar.

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Fernando VI, de Van Loo

Muerto Felipe V en 1746, su sucesor, Fernando VI, valoró de manera muy especial el Real Sitio de Aranjuez. Al contrario que su padre, quien prefería el frescor de San Ildefonso, Fernando, y sobre todo su esposa Bárbara de Braganza, prefería Aranjuez. Aquí Fernando recuperó en 1747 una tradición que su padre había suprimido: la celebración del Corpus, donde el rey presidía la procesión acompañando a la Custodia.

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En la primavera del año siguiente, en 1748, estando el rey y su esposa ya instalados en el palacio de Aranjuez, se declaró un incendio devastador que arruinó buena parte del palacio, lo que llevó al rey a aprovechar la circunstancia y su deseo de ampliar y mejorar el Real Sitio y adaptarlo a su gusto. Así, en 1750 dio la orden a su arquitecto Santiago Bonavía, la remodelación el palacio y su ampliación para acoger los aposentos de los cortesanos. Cumplía así el deseo de su esposa, quien disfrutaba muy especialmente organizando las fiestas del día de San Fernando, santo del rey y, por tanto, fiesta grande en el Real Sitio, tal y como nos muestran los grabados de la época. Una fiesta en la que participaba toda la corte. Con ellos se iniciaba un periodo de grandes festejos, para y con la nobleza cortesana, que demostraban el boato y el lujo hasta entonces desconocidos en España. El cuadro de Battaglioli nos muestra el ambiente festivo junto al Palacio Real, a la derecha, y el embarcadero real, a la izquierda.

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En 1759 Carlos III sucede en el trono a su hermano Fernando, que había muerto sin descendencia. Este llegó con 53 años, habiendo enviudado de su esposa María Amalia de Sajonia, a los cuarenta y cuatro años, y con trece hijos fruto de este matrimonio. Carlos, mayor de edad y viudo, vivió apesadumbrado por la muerte de su esposa y acabó con las fiestas y el ambiente refinado y festivo del reinado de su hermano. Con Carlos se acabaron los conciertos, los paseos en falúas, las fiestas y Farinelli. Con él, siguiendo su obsesión por mejorar las infraestructuras, se construyeron vías de comunicación, puentes, canalizaciones de riego, etc. en el Real Sitio. De su iniciativa surgió la construcción de la Casita del Labrador como pabellón de caza.

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Carlos III, de Raphael Mengs

A Carlos III le sucedió su hijo Carlos IV en 1788, quien reinará hasta 1808 y que, junto a su hijo Fernando, protagonizará los tristes hechos del Motín de Aranjuez y sus graves consecuencias para España. Aquella noche del 19 de marzo, el príncipe Fernando se levantó contra su padre y le obligó a abdicar en él. Siendo príncipe de Asturias, el futuro Carlos IV mejoró los jardines y construyó la Casita del Labrador en Aranjuez, siendo él quien dirigió personalmente la remodelación de los jardines. Después, tras el motín, habría que esperar hasta el final de la guerra de la Independencia para que los reyes españoles disfrutaran del real Sitio, una costumbre que se mantuvo hasta finales del siglo XIX.

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Farinelli, de Jacopo Amigoni

Mientras escuchamos el maravilloso el Concierto de Aranjuez recordamos que, en este lugar, la música fue, sin duda, la principal diversión de palacio, y el principal divertimiento del rey y de su corte, sobre todo tras la llegada del cantante Farinelli, nombre artístico por el que se conocía al famosísimo castrato Carlos María Miguel Angel Broschi Barrese. Se dice que la reina Isabel de Farnesio, segunda esposa de Felipe V, quien había traído a Farinelli a España, el cual tenía previsto estar en España por unos meses, aunque acabó viviendo aquí durante 25 años.

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La reina descubrió que la música aliviaba la tristeza y melancolía de su esposo y le pedía cantar a Farinelli en una habitación contigua a la del rey para que este pudiera escucharle. El rey llevaba mucho tiempo en la cama, sin asearse, ni atender los asuntos de Estado, pero al escuchar la voz del castrato se alivió y le hizo salir de su depresión. A partir de entonces Farinelli permaneció en la corte como uno más. Fue nombrado director de los actos musicales y fiestas, convirtiéndose en un símbolo imprescindible de la cultura cortesana. Y así seguiría hasta la llegada de Carlos III, momento en el que Farinelli regresa a Italia.

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Aranjuez se convirtió durante el siglo XVIII en una especie de Xanadú, un lugar donde la imaginación y el recreo de la corte llegaban hasta lo imaginable. La música de Farinelli era solo un pequeño ejemplo de ello. En realidad, uno de los entretenimientos preferidos de los reyes y de los nobles cortesanos era navegar por el río, y también por el cercano Mar de Ontígola, un gran estanque construido para llevar el agua a los jardines del Real Sitio que no podían ser regados con las aguas del Tajo. Este entretenimiento podríamos parecernos lógico porque el río Tajo era, sin duda alguna, el mejor sitio para hacerlo. Pero en Aranjuez los paseos y la navegación se convirtieron en una demostración de la riqueza y pomposidad de una corte que buscaba aquí olvidarse de los problemas y deberes para convertirlos en puro placer y boato.

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Mar de Ontígola, de Bambrilla

En efecto, la contratación de Farinelli sirvió para aliviar los padecimientos del rey con su música, pero también para que este demostrara que su nombramiento como director de escenografía y de espectáculos estaba al mismo nivel que su calidad como cantante. Bajo su supervisión se construyeron todo tipo de naves y embarcaciones, grandes y pequeñas, y, sobre todo, unas pequeñas embarcaciones de recreo de origen italiano, denominadas falúas, con unos diseños caprichosos y muy artísticos. Incluso se creó la llamada Escuadra del Tajo, que se componía de cinco falúas y dieciséis botes, uno de ellos con forma de ciervo y otro de pavo real.

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Durante el reinado de Fernando VI y Bárbara de Braganza, navegar en falúa se convirtió en la actividad preferida de la reina. Se construyó una falúa real, una falúa de respeto, ligera y decorada con elementos dorados, que navegaban siempre juntas y a menudo iban seguidas por una pequeña fragata llamada de Santa Bárbara y San Fernando, en honor a los reyes, en la cual iban las damas de la reina y quince músicos amenizando el paseo por el Tajo. Salían a media tarde del embarcadero y llegaban hasta el puente de la Reina regresando al atardecer. Incluso unos pequeños cañoncitos de bronce daban salvas de honor.

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En 1751 la reina Bárbara de Braganza pidió a Farinelli que organizara los festejos de la onomástica de Fernando VI. Farinelli organizó un paseo por el río en la Escuadra del Tajo. En el hermoso atardecer de Aranjuez se iluminaron más de veinte mil antorchas repartidas por los jardines, sus fuentes y cenadores, por la orilla del río, los puentes y las naves. Después, ya anochecido, unos fuegos artificiales, también ideados por Farinelli, iluminaron el cielo bajo una descarga de artillería desde las tres embarcaciones principales, tal y como nos muestra el cuadro de Francesco Battaglioli. Estos paseos fluviales y juegos se mantuvieron hasta la muerte de Bárbara de Braganza en agosto de 1758. El rey Fernando cayó presa de una gran melancolía por la muerte de su esposa que llevó hasta la locura, muriendo justo un año después, en agosto de 1759. Fue el final de aquella escuadra que hoy podemos contemplar en el Museo de Falúas de Aranjuez.

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Otro de los entretenimientos del  Real Sitio de Aranjuez era la caza, en realidad una actividad que practicaron casi todos los reyes en España. En Aranjuez, la abundancia de caza era tan grande que los ciervos y jabalíes se paseaban como si de animales domésticos se tratara. Junto al mar de Ontígola, incluso, se construyó una especie de zoológico en el que se podían apreciar camellos, cebras y elefantes, junto a otros animales en total libertad. Felipe V e Isabel de Farnesio solían salir a cazar a caballo diariamente, después de haber despachado los asuntos de estado y no volvían hasta que se ponía el sol. Igual hacían por su parte el Príncipe de Asturias y sus hermanos pequeños. En el centro del mar de Ontígola, ya en época de los Austrias, se había levantado un pabellón de caza para que Felipe IV pudiera cazar con total comodidad. En la época de los Borbones el lago se utilizaba para paseos en las góndolas pequeñas y, desde estas, se disparaba a los animales. También en este lugar se celebraban también corridas de toros acuáticas enfrentándose los cortesanos a los toros desde las barcas.

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Bajo el reinado de Carlos IV se organizaron en el río Tajo batallas navales, ls llamadas naumaquias, similares a las que la corte organizaba en el lago del Buen Retiro y el lago de la Casa de Campo. En el jardín del Príncipe mandó construir un embarcadero a modo de puerto de mar fortificado con murallas, baluartes, baterías y cañones de varios calibres, donde atracaban una fragata de dieciséis cañones, otra de diez, una falúa grande de dieciséis remos, un jabeque, una lancha y un pequeño bote chico. Todas las embarcaciones manejadas por marineros, artilleros, contramaestres, etc. que daban rienda suelta a la imaginación del rey.

El 16 de junio de 1748 se produce un grave incendio en el Palacio de Aranjuez, que queda prácticamente destruido. Como hemos dicho antes, esta circunstancia la aprovechará Fernando VI para encargar su reconstrucción al arquitecto Santiago Bonavía, que incluirá una importante ampliación del Palacio, que continuará Carlos III, encargando a Francisco Sabatini la construcción de las dos alas que cierran el patio de armas de su fachada principal, dándole la estructura actual. También mandará construir un palacio de pequeñas dimensiones en el Jardín del Príncipe, a la que llamará Casita del Labrador,  para utilizarla un lugar de descanso tras las jornadas de caza. En el extremo del ala derecha se levantará la actual capilla, decorada por Bayeu, no concluyéndose el teatro que debía ubicarse en el ala situada a la izquierda.

El Palacio Real de Aranjuez se caracteriza exteriormente por sus colores blanco, de la piedra de Colmenar, utilizada en su construcción, y rojo, de los ladrillos empleados en sus paramentos. El frente del edificio, excepto en su cuerpo central, presenta una sucesión de ventanas, en su piso inferior, y balcones, en el superior, que es rematado por una balaustrada. En el cuerpo central, con un piso más, se encuentra el frontón con el escudo de Fernando VI, sobre el que están colocadas las estatuas de los reyes Felipe II, Felipe V y Fernando VI, según el proyecto de Bonavía. En la parte inferior de este cuerpo central un pórtico de cinco arcos de medio punto, también diseñado por Bonavía, sustenta la terraza del piso principal con su gran balconada. La fachada orientada al Este, con dos pisos, posee en su centro un cuerpo saliente cuyas ventanas y balcones dominan los Jardines del Parterre. Finalmente, las fachadas Norte y Sur, de características arquitectónicas similares, están compuestas de dos cuerpos rematados por una balaustrada.

Adagio

«Representa un diálogo entre la guitarra y los instrumentos de solo (corno inglés, fagot, oboe, trompa)»

Junto al Palacio Real, se construyen varios jardines aprovechando la frescura y humedad que proporciona el río Tajo a su paro por la ciudad. Varios son los Jardines que posee el real Sitio de Aranjuez. Con  su Palacio Real como corazón de este universo, el río Tajo riega con sus venas los tres pulmones verdes que componen este universo de paz.

Jardín del Parterre

Empecemos nuestro recorrido por el llamado Jardín del Parterre. Es el primero que nos encontramos cuando nos dirigimos hacia el recinto real. Apenas hemos dejado a nuestra izquierda la plaza de San Antonio, donde se levanta, como una especie de vigía pétrea, la Fuente de Venus, más conocida como la fuente de la Mariblanca, construida en 1762 por  Juan Reyna, a la que en 1830 se le añadiría todo el conjunto ornamental, formado por lagartos, caracolas, amorcillos cabalgando sobre tritones, soles, etc. siendo los dos leones con una bola entre sus garras y el tercer león sujetando un castillo.

Plaza de San Antonio, con la Mariblanca

Cuenta la leyenda popular que la esposa de Carlos III no soportaba que la estatua mirara hacia Palacio pues creía reconocer en ella a una de las amantes del Rey, por ello ordenó girar la estatua hacia la Iglesia de San Antonio. Esta figura mitológica sustituyó, por orden de Carlos III, a una anterior de Fernando VI.

Al Jardín del Parterre se accede por  una puerta situada en el pasillo que une el Palacio Real con la Casa de Oficios. Este jardín se levanta siguiendo el gusto francés de la época permitir la contemplación de todo el conjunto, utilizando el río Tajo como barrera natural y límite del mismo, evitando las murallas que pudieran darle un indeseado efecto barrera.  En su lado norte limita con con el río Tajo, mientras que por su lado oriental y meridional, desde el Puente Barcas hasta los arcos de Palacio, está flanqueado por un foso de cantería y una barandilla de hierro con jarrones de flores sobre pedestales, creados en 1762 por orden de Carlos III. La entrada principal al jardín se realiza a través de dos garitas de cantería. Aparte de las numerosas flores y árboles de toda clase del jardín, podemos admirar las tres fuentes que componen este conjunto: la de Hércules y Anteo, la de Ceres (situada anteriormente en el Jardín del Príncipe) y la de las Nereidas.

Fuente de Hércules y Anteo

La fuente de mayores dimensiones es la de Hércules y Anteo, iniciada en 1827 por orden del rey Fernando VII. Las estatuas son de Juan Adán. Esta fuente es la más espectacular del jardín y su emplazamiento original estaba previsto en la zona trasera de la Casa del Labrador, en el Jardín del Príncipe, aunque finalmente se situó en este lugar. Sobre el pilar central se encuentran las estatuas de Hércules, agarrando con su fuertes brazos y levantando del suelo a Anteo. En la base del pilar, hay un nicho que representa Hércules niño luchando con una serpiente, así como a una pitón vencida. Hay también diversos trofeos de caza como muestra del poder del héroe mitológico en sus Doce Trabajos: un ciervo, un toro, un león y varias serpientes. En los extremos de la fuente, que es ovalada, encontramos dos columnas con las palabras Avila y Calpe, así como con la leyenda Non Plus Ultra, en recuerdo del primer vuelo realizado en España. Por último, el borde del estanque está adornado con diversos jarrones con flores, realizados en plomo y pintados de color mármol. Esta fuente se encuentra edificada sobre la anterior Fuente del Tajo, en la que el río estaba representado por un anciano sentado sobre un haz de cardos, que sujetaba una serpiente.

Fuente de Ceres

Emplazada en el centro del Parterre, se levanta la fuente  en honor a Ceres, diosa de la agricultura, las cosechas y la fecundidad. En el año 1828 se reconstruyó esta fuente, después de que la original, de 1804, fuera destruida. Fue colocada en el estanque central a principios del siglo XX traída del Jardín del Príncipe y sustituyendo a una escultura de un cisne con niños jugando alrededor.

El inmenso estanque es oval y posee tres grupos escultóricos. En el centro la diosa Ceres junto a dos niños jugando, uno con espigas de trigo y el otro, abrazado al cuerno de la abundancia mientras la diosa sujeta la antorcha de la creación ardiendo y sostiene en sus manos frutos de amapola. Las otras dos esculturas son unos jarrones con flores también esculpidas rodeados por niños que se sitúan a los extremos del estaque.

Jardín del Rey

En el extremo occidental del Jardín del Parterre, encontramos un pequeño jardín en forma rectangular  bajo la cara sur del Palacio Real, junto a la Torre del Reloj, llamado Jardín de las Estatuas, formado por los 14 bustos de mármol de emperadores romanos, reyes de España y personajes de la Antigüedad, colocados sobre otros tantos nichos en la pared. También es llamado Jardín del Rey, en honor a Felipe II, que lo mandó construir. El propio rey tiene aquí un busto de tamaño natural, armado de cota y malla. Los medallones de Carlos I e Isabel de Portugal, que antaño rodeaban la estatua de su hijo, fueron llevadas finalmente al Museo del Prado en 1869, donde siguen actualmente. Las estatuas son de la época de Felipe IV. Este jardín es un ejemplo de “jardín cerrado” adornado con estatuas, combinando así, el estilo renacentista italiano con la herencia mudéjar tan común entre los Austrias. Este jardín fue diseñado por Juan Bautista de Toledo y llevado a cabo por Juan de Herrera  como un jardín privado. La fuente de jaspe verde creada por Roque Solario se encuadra en el centro de la composición de sus setos cerrados. Felipe IV incorporó una colección de esculturas y bajorrelieves en hornacinas dispuestas en los muros de cierre que darían un significado político y dinástico al jardín. En 1733, con la obra del jardín del Parterre, se derribaría el muro original que lo cerraba,  perdiendo el carácter íntimo y privado original, abriendo y conectando ambos jardines.

Desde aquí nos dirigiremos al Jardín de la Isla, llamado así por estar rodeado del río Tajo y la ría artificial, junto al Palacio Real. El origen de este jardín se remonta a la Orden de Santiago, que entre los años 1387 y 1409 construyen un palacio anterior al actual, y construyendo un canal o ría aprovechando un meandro del Tajo, situando varios molinos y aceñas para regular el caudal. Cuando en 1487 el rey Fernando el Católico se convierte en Gran Maestre de la Orden, él y su esposa, la reina Isabel la Católica, viajan frecuentemente a Aranjuez. La reina  se aficiona a pasear por estos jardines, razón por la cual se denomina Jardín de la Reina, hasta que Carlos I y Felipe II reconvierten estos jardines y lo llevan a su máximo esplendor. Los antiguos olivos y plantas autóctonas son sustituidas por nuevas especies de Flandes y Francia. También se colocaron frutales procedentes de Andalucía y Valencia.

Fueron muchos los jardineros que colaboraron con el trazado de este jardín.La estructura de este espacio verde se basa en un eje central rodeado por jardincillos rectangulares que se dividen, a su vez, en cuadrados, con lo que se consigue una íntima relación entre las fuentes, los juegos de agua, los espacios cerrados, las alusiones mitológicas y los rincones adornados con rosas. El siglo XVIII el conjunto se estructuró en torno a un eje central con una simple calle de árboles flanqueados con cuadros de boj. Con Carlos III se unieron al jardín unos bancos de piedra obra de Sabatini.

Las fuentes ornamentales fueron colocadas a partir del año 1582 pero con los reinados sucesivos se fue cambiando. El aspecto actual tiene mucho que ver con la ordenación efectuada en 1660 por el maestro mayor de obras reales, Sebastián de Herrera Barnuevo. Este colocó la Fuente de Hércules sustituyendo a una anterior dedicada a Diana mientras que la Fuente de Apolo, supuesta obra napolitana, está adornada con bellos relieves y una escultura de principios del XVII atribuida a Miguel Ángel Naccherino.

 El acceso a este jardín lo hacemos a través de un puente escalonado, de estilo veneciano, que forma un conjunto barroco perfecto con la fuente de Hércules y las numerosas pasarelas y estanques del siglo XVII.

Escalinata de las estatuas
Hércules y la Hidra

Iniciamos nuestro recorrido accediendo por la Escalinata de Las Estatuas. Allí encontramos la Fuente de Hércules y la Hidra de Lerna. También conocida como “El Ochavado” debido al trazado de su taza, que data de 1570, la escultura representa a Hércules luchando contra la Hidra de Lerna, segundo trabajo de Hércules que consistió en matar a este monstruo creado por Juno.  Hércules intentó combatirla con la maza, pero viendo que de cada cabeza machacada surgían dos, decidió cauterizar los cuellos descabezados y así consiguió someterla. Además venció en la misma lucha a un cangrejo gigante que Juno le envió para entorpecer su trabajo. Dicho cangrejo una vez vencido se convirtió en la constelación conocida como Cáncer.

En la Escalinata de las Estatuas encontramos también a otros ocho personajes mitológicos: Diana, Urano, Flora, Pan, Marte, Rea Silva y nuevamente dos de Hércules luchando con el León de Nemea.

Fuente de la Boticaria

A su lado se encuentra la Fuente de la Boticaria, con vaso circular, con figuras de niños con conchas y rocas. Al fondo, se alza imponente el llamado Salón de los Reyes Católicos, un paseo de más de 300 m arbolado con plátanos, situado junto al dique alto del Tajo, al que separa una barandilla de hierro con pedestales y jarrones, al igual que en el foso del Jardín del Parterre.

Apolo

La Fuente de Apolo, o de Triptolemo, del siglo XVI, está situada justo después de la de Hércules, con un zócalo, basa y pretil de mármol octogonales, en cuyo centro se halla una taza con la figura de Apolo con la planta puesta sobre un dragón. En el pretil pueden verse diversos relieves, con un pie de sátiro en cada esquina. La plazoleta en la que se encuentra esta fuente era llamada anteriormente la Puerta del Sol de Aranjuez, en referencia a lo concurrido del lugar, por analogía con la plaza del mismo nombre de Madrid. Pasando a la llamada Calle de la Galería, encontramos el Burladero, una serie de surtidores colocados en el suelo que despiden arcos de agua a la altura del pecho de una persona.

Fuente del Espinario

Siguiendo la senda principal, encontramos la Fuente del Niño de la Espina, también conocida como del Espinario o de las Arpías, mandada levantar por Felipe III. Posee un pretil cuadrado de piedra de jaspe con una columna corintia en cada esquina. En cada esquina de la fuente hay una columna, cuatro en total, de mármol de Carrara, en lo alto de la cual se encuentra la figura de una arpía, cuidadoras o raptoras de almas puras, que despiden agua hacia el centro de la fuente. 

La figura en bronce situada en el centro representa un atleta en actitud de sacarse una espina clavada en su pie izquierdo. Se trata de una copia de su original que se encuentra en el Vaticano. Los nichos de las esquinas de la plaza en la que se encuentra la fuente, le otorgan otro de los nombres: “los Cuatro Reinos”. Eran de madera pero fueron reconstruidos en piedra de Colmenar; los bancos y las columnas en mármol blanco, según diseño de Sabatini.

Fuente del Reloj

El paseo nos lleva directamente a la Fuente del Reloj, también conocida como de las Horas o del Anillo, que se encuentra en una plaza cuadrada, flanqueada por seis bancos de piedra, con una pequeña fuente en el centro. Cuando se encuentra en funcionamiento, la sombra del chorro del agua va marcando las horas, como si de un reloj se tratase, sobre los bordes de la fuente.

Fuente de Venus

La Fuente de Venus, es conocida también como de Don Juan de Austria, pues se cree que la piedra con la que está construida fue conseguida en la Batalla de Lepanto. Situada en el centro de una plaza octogonal, se compone de una gran taza con balaustre y una segunda taza, donde se halla una figura de Venus en bronce, en actitud de secarse el pelo con las manos. Fue enviada a España desde Florencia en 1571.

Fuente de Baco

Una de las fuentes que más llama la atención en este sorprendente espacio es la de Baco. La escultura del dios del vino, coronada con racimos de uvas y sentada sobre un tonel con un pequeño grifo, alza una copa de vino con su brazo derecho. Fue realizada por Johghellinck. El pie de la misma es obra de Juan de Bolonia que utilizó mármol toscano de Serravezza. La Fuente de Baco se encuentra en una plazoleta hexagonal con bancos de piedra, en cuyo centro se halla un estanque circular de jaspe. En su centro una gran taza con un pedestal sobre el cual el dios Baco brinda por todos los que le observan.

Fuente de Neptuno

La Fuente de Neptuno, del italiano Alessandro Algardi, está situada en la parte más alejada de la entrada al Jardín. Representa al dios Neptuno sobre un tazón, empuñando su tridente con la mano derecha. Está sobre un carro con forma de concha, tirado por sendos caballos marinos. Alrededor, sobre cuatro pedestales, encontramos a las diosas Cibeles y a Ceres, cada una con una corona con forma de castillo y sobre sendas carrozas tiradas por leones, sujetados por niños. En el tercer pedestal se encuentra Juno, sobre un pavo real, mientras que en el cuarto, Júpiter está sobre un águila que se apoya en un globo terráqueo, sujetado por tres titanes. En el pedestal central puede leerse la leyenda: El Rey N.S. Don Felipe III mandó hacer esta fuente, siendo gobernador D. Francisco Brizuela, año de MDCXXI.

Cascada de las Castañuelas

Es fácil hacerse a la idea de las sensaciones que levantarían estos jardines entre la nobleza española de esta época. La misma que levanta en todos aquellos que ahora podemos disfrutarlos. El silencio y la quietud de este lugar solo se rompe por el canto de los pájaros y el rumor del agua de las fuentes y del río. De entre estos sonidos destaca el rumor que se escucha de la llamada Cascada de las Castañuelas. Paseando por la senda del jardín rodeada por la ría artificial contemplamos varias presas y diques construidas en 1612 para retener y moldear el curso del río Tajo, y recoger agua para el sistema de fuentes de los jardines.

En el canal que se creó tras realizar los diques sobre el río Tajo se construyó años más tarde, la Cascada de las Castañuelas, a petición de Carlos III para embellecer el curso de este canal cuyas aguas bañaban el muro norte del Palacio Real de Aranjuez. Según nos vamos acercando el sonido de esta cascada se hace más evidente. Cuando llegamos al límite del palacio vemos una amplia, pero pequeña cascada en forma de gran concha, cuyo sonido alguien dijo que se parecía precisamente al nombre con la que se conoce.

Obelisco

Algo importante que hay que señalar es que  el agua de estas fuentes provenía originariamente del llamado ‘Mar de Ontígola’, situado a las afueras de Aranjuez,  a través de una cañería de plomo que fue sustituida por una de hierro bajo el reinado de Felipe V. De hecho, el obelisco de ladrillo que tanto atrae la curiosidad del paseante,y que se levanta enhiesto entre los jardines es uno de los ‘respiraderos’ de la cañería por medio de la cual llegaba el agua.

 

Allegro gentile

«Recuerda un baile formal en el que la combinación de un ritmo doble y triple mantiene un tempo tenso próximo a la barra próxima». «Nos muestra la fragancia de magnolias, el canto de los pájaros y el chorro de las fuentes de los jardines de Aranjuez.»

El Jardín del Príncipe tiene su origen en la llamada Huerta Grande de Don Gonzalo y en un pequeño jardín mandado crear por Fernando VI en la zona del embarcadero sobre el río. Será el entonces Príncipe de Asturias y futuro rey Carlos IV quien el 3 de octubre de 1772 manda la construcción de este jardín. Posee un embarcadero fortificado, también construido por orden de Carlos IV, el cual fue utilizado durante las estancias de los Reyes en Aranjuez, en las que organizaban paseos por el Tajo a bordo de lujosas falúas.

Antonio Joli. Aranjuez

Dichas embarcaciones se conservan todavía en el Museo de Falúas Reales o Casa de Marinos, que se encuentra al lado. El inmenso jardín está situado entre el río Tajo, convertido también aquí como límite natural y la calle de la Reina, justo detrás del Palacio de Godoy, y está formado por gran variedad de especies de árboles diferentes, como plátanos, caquis de Virginia, cipreses, pinos, castaños de indias, tilos, fresnos, robles, cafeteros, magnolios, arces, carpes, árboles del amor, de Júpiter, etc….

Embarcadero

Además, existen varios lagos artificiales donde podemos contemplar en libertad a los pavos reales, faisanes y ardillas que han hecho de este lugar también su lugar de esparcimiento. Al igual que en los anteriores jardines, también en este existen varias fuentes ornamentales que embellecen, aún más si cabe, y proporcionan a este lugar el frescor y la tranquilidad que proporcionan sus juegos de agua.

Fuente de Narciso

Algunas de las fuentes destacadas son la Fuente de Narciso; reconstruida en 1827 por Dumandre e inspirada en la fuente de origen romano llamada la Fuente de los Sátiros, en Villa Albani, y la Fuente de Apolo, al final de la calle Isabel II e iniciada en 1803,  que muestra una escultura que se atribuye al siglo XVII y que fue traída desde la Granja.

 La Fuente de Narciso muestra al hermoso Narciso junto a su perro, asomándose a un hermoso tazón sobre el que se encuentra en lo alto de un pilar, a punto de caer en él. Sujetan el tazón cuatro robustos titanes o atlantes, que representan al dios Atlas personaje condenado por Júpiter a soportar el cielo como castigo por haber liderado un ataque contra él. Al resultar gravemente dañada en la Guerra de la Independencia Española, fue reconstruida en 1827.

Fuente de Apolo

Más allá de la Fuente de Narciso, encontramos la Fuente de Apolo, construida en mármol de Carrara. Nos muestra al dios de la belleza en lo alto de un pedestal. Mandada crear por Carlos IV, no fue terminada hasta el reinado de su hijo Fernando VII. Detrás de la estatua del dios, con forma semicircular, existen seis columnas coronadas con otros tantos patos lo escoltan. A ambos lados, encontramos dos columnas cuadradas, con dos tazones en lo alto.

La estatua de Apolo fue comprada por Felipe V y situada en La Granja. Carlos IV la mandó traer a Aranjuez. Actualmente la estatua presente en el Jardín del Príncipe es una reproducción, pues la original fue devuelta en 2000 a La Granja.

Jardín de los Chinescos

Una de las zonas más mágicas de este jardín es la llamada popularmente  Estanque de los Chinescos,  el cual se compone de un lago artificial bordeado por una pequeña barandilla, con tres islas, sobre las cuales encontramos un templete o kiosco de estilo griego, otro de tipo chinesco y un mausoleo de granito egipcio. El pabellón griego es obra de Juan de Villanueva, con una serie de ocho columnas de orden jónico que sujetan el techo, coronado por una piña de bronce pintada de color mármol (aunque originalmente poseía un dragón dorado).

El templete chinesco original resultó gravemente dañado en la Guerra de la Independencia Española y reconstruido por Fernando VII más bien como un kiosco de estilo turco, con vivos colores verde, rojo y dorado. Es una zona muy frecuentada por aves y ánades que dan un aspecto de mágico vergel de este maravilloso espacio. Si además coincide con la presencia de los pavos reales, el resultado final puede ser espectacular.

 

Nuestro caminar, que deberá concluir en la Casita del Labrador sigue discurriendo en torno a un camino que combina pequeños jardines minimalistas, con especies arbóreas y arbustivas que combinan diferentes colores, con grandes praderas donde los sauces se abren paso en medio de los enormes árboles. A final del camino encontramos el pequeño palacio, en medio de una enorme pradera.  Este palacio, o esta casa, fue construida en tiempos de Carlos IV sobre una modesta casa de labradores ubicada dentro de los jardines, de ahí su modesto nombre.

Casa del labrador

Las obras fueron llevadas a cabo por Juan de Villanueva. El edificio, de planta cuadrangular con un patio, cuenta con tres plantas y su estilo es neoclásico. Su interior señala claramente la función de este edificio: un pabellón de  utilizado para descansar tras las largas, y al parecer, agotadoras, jornadas de caza. Su decoración interior y los cuadros que decorar la misma lo recuerdan a cada paso.

Nuestra visita a este lugar paradisiaco llega a su fin, mientras las últimas notas de la obra maestra creada por el Maestro Rodrigo aún resuenan en nuestros oídos.

5 respuestas a “Jardines de Aranjuez”

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